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Los riesgos naturales: La ciencia para evitar los desastres
Los riesgos naturales: La ciencia para evitar los desastres
Los riesgos naturales: La ciencia para evitar los desastres
Libro electrónico156 páginas1 hora

Los riesgos naturales: La ciencia para evitar los desastres

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Información de este libro electrónico

Debemos conocer los riesgos para evitar los desastres y el primer paso que hay que dar es conocer cuáles son aquellos a los que estamos sometidos. Cuando su origen es un fenómeno natural, un peligro, hay que responder tres preguntas clave: qué tipo de peligro amenaza nuestra vida cotidiana, dónde puede tener lugar y cuándo puede ocurrir. Contestar la primera pregunta requiere un conocimiento intenso del territorio para poder comprender qué fenómenos naturales existen y existirán en una zona. Para responder la segunda pregunta, hay que buscar fuentes de información fidedignas que no se limiten solo al registro instrumental, sino que integren el conocimiento de ramas como las matemáticas, la geología, la física, la botánica y la historia, entre otras muchas. Responder a cuándo puede ocurrir un peligro natural tiene dos partes: la primera es que ocurrirá aquí y ahora y la segunda es que será “con una determinada probabilidad”. Es más probable que vivamos un evento de los que llamamos “extremo” a que nos toque la lotería.
IdiomaEspañol
EditorialLos Libros de la Catarata
Fecha de lanzamiento10 dic 2024
ISBN9788410671935
Los riesgos naturales: La ciencia para evitar los desastres
Autor

Miguel Llorente Isidro

Doctor en Ingeniería Geológica y Minera por la Universidad Politécnica de Madrid y licenciado en Geología por la Universidad de Salamanca, ha trabajado más de una década para el área de riesgos geológicos del Instituto Geológico y Minero de España, donde en la actualidad ocupa el puesto de jefe de la oficina de Santiago de Compostela. Desde allí sigue dirigiendo proyectos técnicos y de investigación sobre riesgos naturales, su campo de especialidad.

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    Los riesgos naturales - Miguel Llorente Isidro

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    Índice

    PRÓLOGO

    INTRODUCCIÓN

    Semejanzas y diferencias con los desastres

    El valor de las cosas

    La causa y el efecto

    Daño directo y daño indirecto

    Vulnerabilidad y resiliencia

    Los riesgos naturales

    Aceptabilidad

    Magnitud, intensidad y frecuencia

    Clasificación de los peligros naturales

    CAPÍTULO 1. LOS PELIGROS GEOLÓGICOS E HIDROLÓGICOS

    El peligro volcánico (o mejor, los peligros volcánicos)

    El peligro sísmico: los terremotos

    Movimiento de laderas

    Colapsos y subsidencias

    Inundaciones

    Materiales o sustancias tóxicos

    CAPÍTULO 2. LOS PELIGROS METEOROLÓGICOS O CLIMATOLÓGICOS

    Peligro de sequía

    Temperaturas extremas

    Fuertes vientos

    Rayos

    CAPÍTULO 3. PELIGRO BIOLÓGICO

    Infestaciones, plagas

    Epidemia o pandemia

    Alérgenos

    Incendios forestales

    CAPÍTULO 4. CÓSMICO O PLANETARIO

    Impactos meteoríticos

    Alteración de campos

    Radiación cósmica

    EPÍLOGO

    NOTAS

    Miguel Llorente Isidro

    Doctor en Ingeniería Geológica y Minera por la Universidad Politécnica de Madrid y Licenciado en Geología por la Universidad de Salamanca, ha trabajado más de una década para el Área de Riesgos Geológicos del Instituto Geológico y Minero de España, donde en la actualidad ocupa el puesto de Jefe de la Oficina del IGME en Santiago de Compostela. Desde allí sigue dirigiendo proyectos técnicos y de investigación sobre riesgos naturales, su campo de especialidad.

    Miguel Llorente Isidro

    Los riesgos naturales

    Colección Planeta Tierra

    Comité Editorial

    José Manuel Baltuille Martín

    María Mercedes Barreno Ruiz

    Pía Paraja García

    Francisco Javier Sánchez España

    Javier Senén García

    Catálogo general de publicaciones oficiales

    www.060.es

    Fotografía de cubierta: @ ligora/istock/thinkstock

    © Miguel Llorente Isidro, 2015

    © instituto geológico y minero de españa, 2015

    © Los libros de la Catarata, 2015

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 05 04

    Fax. 91 532 43 34

    www.catarata.org

    Los riesgos naturales

    ISBN (igme): 978-84-7840-991-4

    isbne: 978-84-1067-193-5

    ISBN (catarata): 978-84-9097-089-8

    nipo: 728150305

    DEPÓSITO LEGAL: M-36.523-2015

    IBIC: PDZ/RNR

    este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

    A los que se acercan curiosos a la ciencia desde otros mundos.

    Prólogo

    La editorial Los Libros de la Catarata ha publicado títulos próximos a la temática de este libro, por ejemplo: Peligros naturales, de mi compañera Rosa María Mateos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), Los terremotos perdidos, de mis compañeros Raúl Pérez y Miguel Ángel Rodríguez Pascua, también del IGME, o Volcanes, de Joan Martí (del Centro Superior de Investigaciones Científicas). Confío en que no será este el último libro de lo que voy a llamar la saga de los riesgos naturales (sensu lato), que dan para mucha literatura amena.

    Animo al lector a que se haga con esta colección y a que disfrute de ella sin necesidad de seguir ningún orden en particular, pues cada uno de estos libros tiene entidad por sí mismo, así como un estilo para divulgar la ciencia muy personal. Por tanto, su lectura resultará en una experiencia muy enriquecedora.

    Desde aquí, desde el tren, el avión y todos los demás rincones desde donde escribo estas líneas, animo también a mis otros compañeros de ciencia, amigos, conocidos y por conocer, a que contribuyan cada uno con su campo de especialidad para que nos sigan en este esfuerzo por amenizar los sesudos campos que nos tienen atrapados, y con ello nos sintamos un poco más cerca de tanta sapiencia.

    Este texto sigue la misma filosofía que los previos, con un toque quizá aún más personal, para intentar paliar la crudeza del mundo abstracto de mi campo.

    Hay otros títulos que no han de pasar desapercibidos, como El agua, Geoconservación, Geomatemáticas, Ámbar, Aguas subterráneas, Los dinosaurios o Fracking. Estos últimos parecen más alejados del tema de este libro, pero para nada es así. El interés por las cosas en general es lo que da forma y justifica el estudio de los riesgos naturales, pues no se teme perder lo que no se valora. Te lo cuento en las páginas siguientes.

    Introducción

    Errare humanum est.

    Teniendo una edad de una sola cifra, recuerdo haber salido del Planetario de Madrid soñando con ser astronauta, con pisar allí donde ninguna otra persona lo hubiera hecho, con llegar allí donde ninguna otra persona hubiera llegado. Algo parecido me pasó al salir del Museo Geo­­minero: ¿quién no quisiera haber sido el descubridor de un yacimiento de minerales preciosos? ¿Quién no de­­searía haber desenterrado por primera vez el cráneo de un T-rex?

    Hoy reconozco en aquellos momentos la capacidad de proyección hacia el futuro que tenemos las personas desde una edad muy temprana. También reconozco allí la capacidad de las personas sanas de manifestar empatía y contagiarse de la felicidad, de la pasión del descubridor, del explorador, del científico. Esa pasión y ese contagio son el motor del aprendizaje que ha pervivido en muchos de los grandes de la ciencia, que se divierten explorando lo desconocido como niños y niñas con sus juegos.

    Por el contrario, la sensación de frustración, de de­­cepción, de no conseguir aquello con lo que una vez soñé, es algo que aprendí un poco más tarde, pero no mucho después, ya que aún por entonces no alcanzaba los dos lustros. Tardé un poco más porque para poder sentir la decepción, primero hay que identificar un objetivo, luego hay que trabajar para conseguirlo. La frustración solo puede aparecer al final, cuando no se alcanza el objetivo propuesto y además desaparece toda esperanza de con­­seguirlo. Esta experiencia vital es otro motor de aprendizaje.

    He observado, en mi pequeño círculo de amistades, familiares y conocidos, que la gente se vuelve más conservadora a medida que cumple años. Supongo que no es otra cosa que una burda estrategia para evitar la desagradable sensación del fracaso, a costa, claro está, de posibles éxitos. Tal vez sea una manera de ahorrarse la energía de contiendas perdidas.

    A riesgo de estar equivocado, doy por hecho que estas vivencias son universales. Si no lo son estas mismas, sí otras similares, o deberían serlo, al menos, en el mundo civilizado.

    Desde mi punto de vista, las Ciencias de la Tierra (con mayúsculas) conducen, a cualquiera que se acerque a ellas, por un camino repleto de sueños maravillosos. Ponen al límite a la capacidad imaginativa, dejan boquiabiertos. El progreso de la ciencia, de la técnica, y en general del conocimiento, abren tantas posibilidades de futuro que solo con pensar en mañana me siento hoy como un auténtico cavernícola (en el sentido de prehistórico). Tal es el progreso que se ha conseguido con la ciencia que resulta tentador confiar en el futuro, los científicos arreglarán esto y aquello. Pues que no te tiente, si no se invierte en el futuro, ¡no habrá futuro! Es más, si no se invierte en el futu­­ro, regresaremos al pasado en todo cuanto es ciencia, progreso, bienestar y seguridad.

    Las ciencias nos hacen soñar con mundos muy lejanos en el espacio (los planetas, las galaxias) o en el tiempo (la era de los dinosaurios, la del comienzo de la vida) o en ambos (la historia de la tierra o su evolución futura). Las ciencias nos hacen soñar con cosas ínfimas o invisibles que lo gobiernan casi todo (las partículas subatómicas, los campos electromagnéticos) y con cosas o cifras tan inmensamente grandes que nos desbordan (la velocidad de la luz, el número y el tamaño de las estrellas; o el número de granos de arena de una playa). Por suerte, la vida me llevó por el camino de la geología. Suerte porque soy feliz, aunque tal vez hubiera sido igual o más feliz en cualquier otra dedicación. A estas alturas, ¡qué más da!

    Volviendo a la infancia, dime, ¿no has soñado también con ser un héroe? Mi recuerdo de querer ser un héroe por primera vez no sabría dónde ponerlo, pero seguro que fue al salir del cine tras una estupenda y entretenida película de aventuras. Aquí el porqué no lo tengo tan claro, pero me da la impresión de que la respuesta está envenenada. Ahora que voy acumulando decenios, ya sé que si es por salvar a un tercero, alguien tiene que estar padeciendo (ying y yang, que dicen más allá del Bósforo) y, a poco que seas una persona normal o del montón como yo (es decir, tan extraordinario y único como cualquiera), no querrás lo segundo. Parece que lo primero sin lo se­­gundo no puede ser, a pesar de lo cual, confiesa: ¿acaso no sigues deseando ser un héroe? Si es por quedarse con el aplauso de los demás, vanidad pura, hay infinitas formas de conseguirlo sin tener que poner de condición a un sufridor; y ya si es por quedarse con la guapa o el guapo de la película, pues hay que hacérselo ver por un especialista. Es que ¡no se puede tener todo!, ¿o tal vez si?

    Acompáñame en un ejercicio. Imagina la colisión de un asteroide gigantesco con la Tierra. Imagínalo visto desde la escotilla de una nave espacial, como en toda buena película, para apreciar el evento en toda su dimensión. Si le vas a poner sonido, que sea el

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