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El género del don: Problemas con las mujeres y problemas con la sociedad en Melanesia
El género del don: Problemas con las mujeres y problemas con la sociedad en Melanesia
El género del don: Problemas con las mujeres y problemas con la sociedad en Melanesia
Libro electrónico923 páginas15 horas

El género del don: Problemas con las mujeres y problemas con la sociedad en Melanesia

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Publicado por primera vez en inglés en 1988, es posiblemente uno de los libros más influyentes en la antropología de los últimos 50 años. Ha establecido nuevos estándares para el pensamiento antropológico sobre el intercambio, la persona y el género.
IdiomaEspañol
EditorialUniversidad Iberoamericana A.C.
Fecha de lanzamiento4 oct 2024
ISBN9786078988617
El género del don: Problemas con las mujeres y problemas con la sociedad en Melanesia

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    El género del don - Marilyn Strathern

    Cover of El género del don by Centro de Investigaciones y Estudios

    M

    ARILYN

    S

    TRATHERN

    Marilyn Strathern,¹ antropóloga británica reconocida por su contribución teórica a los estudios de parentesco, el género y el intercambio, nació en 1941 en Gales del Norte. Es una de las voces más respetadas en la antropología contemporánea por su preocupación para interpretar el pensamiento y la cultura de los pueblos no occidentales. Estudió antropología social en la Universidad de Cambridge, y se doctoró en 1968, con la tesis titulada Women’s Status in the Mt. Hagen Area, a partir de un prolongado trabajo de campo de año y medio entre 1964 y 1965.

    En Women in between; Female Roles in a Male World (1972), fijó su atención académica en el género y la propiedad. En 1981 publicó Kinship at the Core: An Anthropology of Elmdon, a Village in Northwest Essex in the 1960s, explorando las relaciones entre la clase social y el parentesco en Inglaterra, al establecer una conexión entre los fenómenos e ideas inglesas y melanesias. Las lógicas conceptuales que se dan por sentadas en las ciencias sociales occidentales son examinadas críticamente en The gender of the gift: Problems with Women and Problems with Society in Melanesia (1988), cuya traducción al español aquí se publica. Ella se describe como un codo, que interviene entre dos conjuntos de objetivaciones –las ideas melanesias y las europeas occidentales–, para convertir unas en otras (1988: 310).

    Durante la década de 1990, centró su atención en tres ámbitos del debate público contemporáneo: las tecnologías reproductivas y genéticas, las culturas de empresa y auditoría de la Gran Bretaña de finales del siglo xx, y la propiedad intelectual. Esta última preocupación se materializó en Property, Substance and Effect (1999), donde cuestiona las definiciones de propiedad como temas de disputa sobre la forma cultural. En estas tres áreas, las prácticas del conocimiento se revelan como culturalmente específicas y políticas en sus efectos, especialmente en términos de lo que hacen visible u ocultan. Actualmente es profesora emérita de la Universidad de Cambridge.


    ¹    Fuente: Biographical Dictionary of Social and Cultural Anthropology (2004).

    E

    L GÉNERO DEL DON

    Problemas con las mujeres

    y problemas con la sociedad en Melanesia

    Centro de Investigaciones y Estudios

    Superiores en Antropología Social

    Director General

    Carlos Macías Richard

    Universidad Autónoma Metropolitana,

    Unidad Iztapalapa

    Jefa del Departamento de Antropología

    Rocío Gil Martínez de Escobar

    Universidad Iberoamericana

    Director de Departamento de Ciencias Sociales y Políticas

    Roger Magazine

    Coordinador de la Colección Clásicos y Contemporáneos en Antropología

    Roberto Melville

    Comisión académica

    Carlos Macías Richard (ciesas)

    Roger Magazine (uia)

    Rocío Gil (uam-I)

    Roberto Melville (ciesas)

    Anne Johnson (uia)

    Ma. Eugenia Olavarría (uam-I)

    Héctor Tejera (uam-I)

    Shinji Hirai (ciesas)

    Ma. Guadalupe Escamilla (ciesas)

    E

    L GÉNERO DEL DON

    Problemas con las mujeres

    y problemas con la sociedad en Melanesia

    Marilyn Strathern

    305.40993

    S866g Strathern, Marilyn.

    El género del don: Problemas con las mujeres y problemas con la sociedad en Melanesia / Marilyn Strathern.--Ciudad de México : Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social ; Universidad Autónoma Metropolitana; Universidad Iberoamericana 2023, 640 páginas; 18 cm.--(Clásicos y Contemporáneos en Antropología).

    Título original: The Gender of the Gift: Problems with Women and Problems with Society in Melanesia.

    Incluye bibliografía.

    eISBN CIESAS

    : : 978-607-486-723-7

    eISBN UAM

    -I: 978-607-28-3194-0

    eISBN UIA

    : 978-607-8988-61-7

    1. Mujeres – Historia y condición de la mujer. 2. Nueva Guinea – Condiciones sociales. 3. Feminismo – Melanesia. 4. Fundaciones de beneficencia – Melanesia. 5. Mujeres – Melanesia – Condiciones sociales. 6. Roles sexuales – Melanesia. 7. Melanesia – Vida social y costumbres. I. t.

    ©1988 The Regents of the University of California

    Publicado por acuerdo con University of California Press

    1a edición en español, 2023

    Editor y traductor: Roberto Melville

    Subdirección de Difusión y Publicaciones: Ma. Guadalupe Escamilla Hurtado

    Cuidado de edición: Mario Brito Barrios

    Formación y diseño de portada: Samuel Morales

    Imágenes de portada: Los Angeles County Museum Art (

    LACMA

    ). Spirit Figure, Papua, Nueva Guinea, East Sepik Province, Southern Abelam or Boiken People, circa 1925, Sculpture Wood and pigment. Public Domain High Resolution Image Available. <https://collections.lacma.org/node/215588>

    Museum of Natural History. CC BY3.0 Papua Nueva Guinea, separé per l’abitaziones, 1980 ca.jpg <https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Art_of_Papua_New_Guinea#/media/File:Papua_nuova_guinea,_nuova_irlanda,_separ%C3%A9_per_l'abitazione,_1908_ca.jpg>

    D. R. © 2023 Centro de Investigaciones

    y Estudios Superiores en Antropología Social

    Juárez 87, col. Tlalpan Centro, alcaldía Tlalpan

    C.P. 14000, Ciudad de México

    www.ciesas.edu.mx

    D.R. © 2023 Universidad Autónoma Metropolitana

    Prolongación Canal de Miramontes 3855, Colonia Ex-Hacienda San Juan de Dios, alcaldía Tlalpan, C. P. 14 387,

    Ciudad de México.

    Unidad Iztapalapa/División de Ciencias Sociales y Humanidades/Departamento

    de Antropología

    www.izt.uam.mx

    D.R. © 2023 Universidad Iberoamericana

    Prolongación Paseo de la Reforma

    No. Ext. 880, Colonia Lomas de Santa Fe, alcaldía Álvaro Obregón, C. P. 01219,

    Ciudad de México

    www.ibero.mx

    Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse, registrarse o transmitirse, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escrito del editor.

    eISBN CIESAS

    : : 978-607-486-723-7

    eISBN UAM

    -I: 978-607-28-3194-0

    eISBN UIA

    : 978-607-8988-61-7

    Í

    NDICE

    Nota del traductor

    Prólogo

    Prefacio

    Agradecimientos

    I

    NTRODUCCIÓN

    1. Estrategias antropológicas

    2. Un lugar en el debate feminista

    P

    RIMERA PARTE

    3. Grupos: el antagonismo sexual en las Tierras Altas de Nueva Guinea

    4. Los dominios: modelos masculinos y femeninos

    5. El poder: reivindicaciones y reconvenciones

    6. El trabajo: la explotación en cuestión

    S

    EGUNDA PARTE

    7. Algunas definiciones

    8. Relaciones que separan

    9. Las formas que se propagan

    10. Causa y efecto

    C

    ONCLUSIÓN

    11. Dominación

    12. Comparación

    Bibliografía

    Índice temático

    Índice onomástico

    NOTA DEL TRADUCTOR

    Para traducir al español El género del don utilicé la versión gratuita de Deep Learning. La preparación del texto incluyó la conversión del pdf disponible en el idioma original mediante un programa de reconocimiento óptico de caracteres ( ocr ). Así obtuve una versión del texto en Word en la que separé el cuerpo del escrito de las notas al pie, encabezados y números de página. De ahí, fragmentos de 5 000 palabras alimentaron el traductor automático basado en inteligencia artificial.

    Después de un mes de trabajo diligente, obtuve un primer borrador, cuya lectura hizo evidente que el texto exigía una revisión más minuciosa de conceptos, giros lingüísticos y construcciones gramaticales. Por ello, se recurrió a la experticia de dos traductores, esta vez humanos, que supervisaran el trabajo del traductor autómata. El área de Publicaciones del ciesas me solicitó asumir el papel de autor para emitir mi opinión respecto a la labor realizada. En esta revisión, que me tomó algunas semanas, advertí que se precisaba una mayor comprensión del texto, por lo que consulté a especialistas en el texto de Marilyn Strathern.

    La autora de la obra es cuidadosa durante su exposición y logra evitar que la sintaxis y las normas gramaticales del inglés distorsionen el ejercicio de interpretación antropológica; para ello, emplea neologismos cuyos significados están explicados a lo largo del texto. Esto me hizo reconocer que sería fundamental procurar similar cuidado y atención a la traducción al español. Distinguí dos rasgos principales de la mentalidad melanesia que Marilyn se empeña en comunicar con fidelidad a sus lectores en el texto original en inglés. Uno de ellos es el par de conceptos same sex y cross sex, claves para comprender que en las culturas melanesias, a diferencia de la concepción occidental, el género es un atributo contextual de las relaciones construidas entre las cosas, las actividades y las personas. Para ellos, el género no es un atributo de la cosa o del individuo. El otro concepto igualmente clave es que los individuos no son tales, es decir, se les considera personas divisibles, o dividuales, que pueden asumir esta condición en sus relaciones con los demás. Espero que esta versión en español cumpla con las expectativas de su autora.

    Aquí cabe mencionar que retuvimos don como traducción para gift en el título de la obra, partiendo de que la obra Essai sur le don de Marcel Mauss, divulgada ampliamente por Lévi-Strauss, se conoce entre los hispanohablantes como Ensayo sobre el don. También resalto que en ocasiones la traducción de una misma palabra corresponderá a ideas formuladas por científicos sociales, y en otras a construcciones culturales de los melanesios en distintos contextos. Otras palabras corresponden al vocabulario antropológico. Considero importante hacer esta aclaración al público lector, y espero haber cumplido el propósito de lograr un equilibrio entre una traducción literal y una traducción libre.

    Finalmente, quiero mencionar que acudí con frecuencia a Jane F. Collier, con quien comentaba las dudas que emergían durante la labor de traducción y cuya ayuda fue valiosísima. Igualmente estimable resultó la colaboración del equipo de Publicaciones del ciesas, que fue receptivo a mis ideas y comprensión del texto, lo que contribuyó a dar consistencia a esta edición final. Por otro lado, es un privilegio contar con un prólogo elaborado por Roger Magazine y Anne Johnson dirigido a dos tipos de lectores: lectores-estudiantes, quienes cuentan con una traducción que les permitirá identificar la intencionalidad de la autora y los desafíos intelectuales que de ello se desprenden; así como lectores-especializados, que continuarán profundizando en la comprensión de la interpretación de Marilyn Strathern y en diversos aspectos de la mentalidad melanesia.

    Roberto Melville (24 de septiembre de 2023)

    PRÓLOGO

    El género del don , publicado por primera vez en inglés en 1988, es posiblemente uno de los cinco libros más influyentes en la disciplina de la antropología de los últimos 50 años. Ha establecido nuevos están dares para el pensamiento antropológico sobre el intercambio, la persona y el género. Además, con su crítica a la universalidad de la dicotomía naturaleza versus cultura y su enfoque relacional, es un precursor e inspiración de lo que se ha conocido como el giro ontológico en la disciplina.

    Teniendo en cuenta esta influencia, su traducción y publicación en español está muy retrasada. La traducción es significativa no sólo por la importancia del texto, sino por su complejidad. La metodología de Marilyn Strathern contrasta las comprensiones antropológicas de la vida social con las comprensiones melanesias e intenta retratar estas últimas sin reducirlas a las categorías estándar de la antropología social. Para lograr esta traducción de los conceptos melanesios al idioma inglés, sin traicionar los primeros, se toma la libertad de innovar en el vocabulario antropológico, acuñando términos que se ajusten mejor a las interpretaciones melanesias de la vida social, como la persona dividual (en contraposición al individuo). Si bien el libro puede leerse como una corrección de la comprensión antropológica de la vida social y la personalidad de los melanesios, el trabajo trata tanto de antropología como de Melanesia. Es una crítica de la manera en que la antropología continúa aplicando e imponiendo, sin darse cuenta, categorías y supuestos occidentales de manera general. Por tanto, es un texto esencial para los antropólogos y otros científicos sociales preocupados por la descolonización de la teoría social.

    Debido a su riqueza y complejidad, El género del don es una obra que merece numerosas lecturas, incluso en la lengua materna, para captar la profundidad y amplitud de los argumentos. Después de años de releer este trabajo y utilizarlo en nuestra enseñanza y escritura, todavía descubrimos que cada lectura revela nuevos conocimientos. Por supuesto, los lectores alcanzarán sus propios entendimientos e interpretaciones, pero hemos incluido una guía de lectura en esta introducción para compartir nuestras lecturas del texto.¹ Primero, sin embargo, discutiremos el texto en el contexto de las corrientes disciplinarias a escala global, dentro de la antropología feminista y en términos de su influencia en la antropología de las Américas.

    E

    L GÉNERO DEL DON EN EL CONTEXTO

    DE LA TEORÍA ANTROPOLÓGICA

    La región de Melanesia –incluida la gran isla de Nueva Guinea y los archipiélagos circundantes– durante más de un siglo ha estado en el centro de debates antropológicos sobre el intercambio de regalos y sobre el sexo, la sexualidad y el género. En su clásico Los Argonautas del Pacífico Occidental (1995), Bronislaw Malinowski, conocido como uno de los fundadores de la antropología social británica moderna, capturó la imaginación de los lectores con su descripción del anillo de Kula, en el que los habitantes de un archipiélago de Melanesia, las islas Trobriand, viajan largas distancias en pequeños veleros, manteniendo la circulación de collares de conchas alrededor del anillo de islas en una dirección y brazaletes de conchas en la otra. El sociólogo francés Marcel Mauss utilizó luego la descripción etnográfica de Malinowski en su obra definitiva, Ensayo sobre el don (2009), donde sostiene que el intercambio en las sociedades primitivas no se trata de acumular riqueza, sino más bien de crear relaciones sociales, un argumento que se convertiría en uno de los supuestos teóricos básicos de la antropología. Mientras tanto, en su innovador libro Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas (2006), la antropóloga estadounidense Margaret Mead compara lo que más tarde se conocería como roles y relaciones de género en tres sociedades de Papúa Nueva Guinea, en los que y encuentra variaciones significativas, cuestionando así la naturaleza universal de dominio masculino y domesticidad femenina. Strathern sostiene que, si bien en los años transcurridos se ha producido un abundante registro etnográfico sobre estos temas y otros en la región, los antropólogos no han logrado explicitar el significado de estos datos para la disciplina en su conjunto y su aparato conceptual: un desafío que ella asume. Strathern emplea una reinterpretación de sus propios datos etnográficos sobre Melanesia y los de una variedad de otros antropólogos para inyectar vida nueva a estos viejos debates teóricos sobre intercambio, sexo y género.

    Una de las influencias teóricas más significativas sobre esta obra de Strathern es la del antropólogo estadounidense David Schneider. En las dos décadas previas a la publicación de su libro A Critique of the Study of Kinship en 1984, Schneider estaba formulando su argumento de que la noción antropológica de parentesco que los investigadores utilizaban como herramienta universal para comprender las relaciones humanas básicas no era en realidad más que una noción popular particular de las sociedades americanas y europeas occidentales. En su reexamen de las llamadas relaciones de parentesco en la isla polinesia de Yap (Schneider, 1984), el antropólogo estadounidense argumentó que en su trabajo anterior la teoría antropológica del parentesco lo había engañado al entender la relación ya pesa entre padres e hijos como una relación basada en la sangre. Schneider postuló que, si se dejaba de lado la lente etnocéntrica del parentesco, quedaba claro que la relación padre-hijo en Yap se basaba en intercambios y no en biología. Si la paternidad no era universalmente un fenómeno biológico, entonces era evidente que los antropólogos ya no podían confiar en el supuesto estatus universal de la división entre naturaleza y cultura para determinar su objeto de estudio. En otras palabras, cosas como la paternidad, que normalmente eran explicadas por la naturaleza o los hechos de la vida, tendrían que ser exploradas por los antropólogos y potencialmente incluidas en su estudio de la acción y la creatividad humanas.

    Roy Wagner, alumno de Schneider, hizo este punto aún más explícito en su obra La invención de la cultura (2019). Jane Collier y Sylvia Yanagisako (1987) ampliaron la visión de Schneider para cuestionar la universalidad de las categorías sexo y género. Ellas argumentaron que, si bien la categoría género tiene en cuenta la variación cultural, todavía está atada en la noción de categorías biológicas universales de sexo: lo masculino y lo femenino. Por lo tanto, si hay casos etnográficos que sugieren que no se puede asumir una masculinidad y una feminidad biológicas universales, las exploraciones antropológicas de las distinciones relacionadas con lo que generalmente pensamos en términos de sexo y género deben extenderse al ámbito que por lo general se deja a los biólogos. Como veremos, el argumento de Strathern en El género del don tiene mucho en común con el de Collier y Yanagisako. Por lo que parecen haber llegado de forma independiente a conclusiones similares, casi al mismo tiempo, apoyándose, en ambos casos, en las ideas de Schneider.

    Más recientemente, el antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro se apoyó en los trabajos de Schneider, Wagner y Strathern en sus escritos sobre el perspectivismo y el multinaturalismo amazónicos, que describimos con más detalle a continuación. El trabajo de Viveiros de Castro (2004) provocó un renovado interés en las ideas de autores como Wagner y Strathern tanto en la antropología sobre la Amazonia como en la antropología en general, y resultó en lo que se ha llamado, en los primeros años del actual milenio, el giro ontológico dentro de la antropología. Este giro fue nombrado así por el uso de este término filosófico que hizo Viveiros de Castro; esto como parte de su esfuerzo por plantear a la antropología la necesidad de abandonar su obsesión por la representación de (una sola) realidad o naturaleza, favoreciendo así la atención a la creación humana de las realidades o las naturalezas. En otras palabras, su llamado a la antropología fue para girar desde la epistemología hacia la ontología, con la implicación de considerar, en la investigación sobre distintos grupos humanos, lo que se entiende en Occidente como realidad física o realidad natural como algo distinto, creado por la acción humana. En El género del don, Strathern había puesto un ejemplo de esto en su reconceptualización del género en Melanesia, no como una capa cultural sobre una realidad biológica fija de lo femenino o lo masculino, sino como algo creado y recreado en su totalidad a través de interacciones sociales. Es preciso mencionar que Viveiros de Castro no propuso el término ontología para constituir una nueva categoría central para la disciplina, y Strathern no emplea la palabra en El género del don. Sin embargo, es importante señalar esta importante conexión entre el trabajo de Strathern y el giro ontológico para visibilizar algunas de las influencias de su trabajo y para entender los orígenes de este giro.

    M

    ARILYN

    S

    TRATHERN, EL FEMINISMO

    Y

    E

    L GÉNERO DEL DON

    Marilyn Strathern, nacida en Gales a principios de la Segunda Guerra Mundial, es una de las antropólogas más reconocidas y retadoras de las últimas décadas. Desde que defendiera su tesis de doctorado en Cambridge, un estudio de temas maritales y jurídicos en la región del monte Hagen de Papúa Nueva Guinea, el pensamiento de Strathern no ha sido fácilmente categorizado, ni epistémica ni temáticamente. De Oceanía a Reino Unido, ha dirigido su perspicaz mirada al género, el parentesco, la persona, las tecnologías de la reproducción, la propiedad intelectual y la antropología de la antropología. Su insistencia en la inseparabilidad de la conceptualización teórica y la descripción etnográfica ha sido uno de sus aportes fundamentales.

    El género del don marca una transición en la obra de Strathern que, a su vez, ocupa un lugar fundamental e incómodo en el canon de la antropología feminista. Por un lado, da seguimiento a la labor de escritoras como Annette Weiner (1976), quien visibilizó el gran vacío en la etnografía melanesia de Bronislaw Malinowski al reconocer las contribuciones hechas por las mujeres a la sociedad trobriandesa. En Women in Between (1972), un libro que antecedió a El género del don, Strathern analizó el estatus de las mujeres casadas en las Tierras Altas de Nueva Guinea a partir de la realización de una etnografía detallada. Y en 1980, coeditó el clásico Nature, Culture and Gender, en el cual argumentó por primera vez que Melanesia no sólo sirve como un estudio de caso antropológico, sino que permite producir teoría y reflexionar críticamente sobre los conceptos analíticos comunes. El género del don retoma y expande estos temas.

    Por el lado de la incomodidad: las reflexiones teóricas de Strathern, emergidas desde su trabajo de campo en Melanesia, cuestionan las categorías genéricas y sexuales establecidas por feministas occidentales. En El género del don, Strathern responde críticamente a los debates feministas de la década de 1980, basados, según la autora, en estructuras identitarias individualistas y mercantiles, y en la dicotómica asociación entre lo femenino con la naturaleza y lo masculino con la cultura. Ni el género ni la identidad funcionan de la misma manera en Melanesia que en Europa, ya que, para las mujeres de Papúa, no se trata de características que las personas poseen, como si fueran propiedad individual, sino de formas relacionales que emergen en prácticas sociales. Por lo tanto, Strathern concluye que Melanesia no es simplemente un lugar donde el sexo y el género se hacen de manera diferente, sino que, de hecho, nos pueden enseñar cómo la diferencia misma se articula de manera diferente (Corsín, 2019: 5). Ni el feminismo ni la crítica marxista occidental, arguye, son capaces de dar cuenta de este tipo de diferencia.

    En un artículo publicado en 1987, Strathern buscó desestabilizar la práctica disciplinaria al escribir sobre la incómoda relación entre feminismo y antropología, haciendo énfasis en el problema del otro. Si bien los dos campos tienen intereses en común, Strathern (1987: 289) argumenta que el feminismo construye en relación con otro opresor (los hombres, el patriarcado) que no se puede asimilar, ni puede hablar por el yo (las mujeres). Pero la antropología se construye en torno a otro que debe de ser comprendido, con el cual el antropólogo o la antropóloga tiene que crear una relación, aun cuando se mantiene cierta distancia, por lo que existe una disonancia entre el feminismo y la antropología (Strathern, 1987: 277), que continúa desarrollando en El género del don.

    Sin embargo, a pesar de esta relación incómoda, Strathern considera El género del don como una contribución al feminismo. En sus trabajos posteriores, que completan el giro de su mirada hacia el mundo occidental –sobre la reproducción asistida tecnológicamente (1992), la propiedad (1999), y la antropología jurídica (2005)– se observa una convergencia con el pensamiento feminista de autoras como Judith Butler y Donna Haraway, quienes también se alejan de conceptualizaciones tajantes de identidad y diferencia para concentrarse en las relacionalidades intersubjetivas, las prácticas y sus secuelas. Incluso, las semillas de un feminismo posidentitario se encuentran en los trabajos tempranos de Strathern, aun antes de florecer en El género del don. En el epílogo del libro Before and After Gender, escrito por Strathern en la década de los setenta pero publicado hasta 2016, Judith Butler arguye que, aunque en esa década Strathern todavía no cuestionaba el género binario, su texto se muestra clarividente, ya que nos proporciona una manera para pensar los límites del pensamiento binario al repensar la relación misma entre personas y objetos, la cual refleja formas epistemológicas culturalmente determinadas (Butler, 2016: 299). Además, declara Butler, Strathern nos libera de una manera de imaginar una relación binaria entre sujetos que hacen y objetos que simplemente son. Strathern, muestra cómo la inmersión de personas y objetos en relaciones sociales produce interdependencias radicales y así evita el separatismo conceptual que limite las aspiraciones del feminismo mismo (Butler, 2016: 302).

    S

    TRATHERN Y

    E

    L GÉNERO DEL DON

    EN LAS

    A

    MÉRICAS

    La influencia de Strathern y su libro, El género del don, tiene su primer impacto significativo en la antropología sobre las Américas a través de la antropología brasileña y sus estudios sobre la región de las amazonas. De ahí se trasladó a otras partes del continente, en gran parte, a través del trabajo de Eduardo Viveiros de Castro (2004) sobre perspectivismo y multinaturalismo en la Amazonia. Este autor propuso que la naturaleza o la materialidad de dicha región no es algo fijo que está reflejado en la mirada de los actores, sino es algo formado por la misma perspectiva de los actores, y que esta perspectiva depende de su posición relacional en los intercambios e interacciones. Así, el estado del ser humano, en vez de ser el de una especie de animal biológico, es algo completamente relativo. Lo que define la humanidad son los intercambios cooperativos entre seres: los seres que practican estos intercambios entre sí se ven unos a otros como humanos. Sin embargo, solamente aparecen como humanos entre sí, mientras, en contraste, los seres con los cuales se relacionan de manera no cooperativa –los seres que cazan y comen, así como los que los cazan y se los comen a ellos– los ven como animales predadores o de caza, respectivamente. Así, cuando un jaguar ve a otro jaguar mira a un compañero humano, y si un jaguar come a un humano, no lo ve como tal, sino como un animal de caza. Si la biología e incluso la especie de un ser es algo relacional, entonces no es fija y puede transformarse con o sin la voluntad del ser. Los chamanes se transforman en otras especies para comunicarse con ellas de forma controlada y a su voluntad, mientras que ciertas enfermedades potencialmente mortales son en realidad transformaciones no deseadas y, de manera más específica, de que otros los transformen en presas.

    Aparecida Vilaça (2005: 452-453), otra antropóloga brasileña, hace explícita la influencia de Strathern en los planteamientos de Viveiros de Castro cuando sugiere que las especies son para la Amazonia lo que el género es para Melanesia. Si lo que los antropólogos han categorizado como intercambios de dones es lo que define o fija el género en Melanesia, acciones similares definen o fijan la especie en la Amazonia. O, en otras palabras, el problema de fijar o transformar la especie de uno mismo o de otro en la Amazonia es analógico al problema en Melanesia de fijar o transformar el género. Los dos casos contrastan con un mundo occidental-moderno, en el cual fijar o transformar la especie y el género no es imaginable como un problema, puesto que estos estados se ven como un aspecto natural o innato del ser y, por lo tanto, inalterables.

    Sin tener en cuenta si la influencia de Strathern ha sido a través de los estudios sobre la Amazonia o no, varios antropólogos que trabajan con grupos indígenas y rurales en México han recibido en los últimos años la influencia de Strathern y, en particular, de su libro El género del don. Por ejemplo, Johannes Neurath (2008: 41) cita esta obra para referirse al dividuo huichol (véase también Reyes Valdez, 2009: 54); Velázquez Galindo (2018: 52); y Millán (2019: 144) para otras aplicaciones de la persona dividual. Roger Magazine (2015) se apoya en las ideas de Strathern para describir la manera en que agente y actor son distintos en la comunidad de Tepetlaoxtoc en las afueras de la Ciudad de México, y cómo uno de los retos básicos de la vida de ahí es la provocación de acciones y estados de ánimo en otros. Perig Pitrou (2017: 371), mientras, cita esta obra de Strathern para plantear que, entre los mixes de Oaxaca, México, la agencia humana precede a la vida humana y sus formas, y no al revés. Más recientemente, Dominique Raby (2019: 532) emplea también el concepto del dividuo de Strathern para conceptualizar cómo el tonalli (alma) de los nahuas de Guerrero, México, se separa y luego regresa al cuerpo de la persona. Emiliano Zolla (2020) enfatiza la importancia del planteamiento de Strathern acerca del problema de la aplicación universal de la categoría de sociedad, pero con la advertencia de que no debemos confundirlo con la posición neoliberal acerca de que los individuos no deben depender de la sociedad para resolver sus problemas. María Isabel Martínez (2020), por su parte, emplea la metodología de Strathern para proponer una antropología rarámuri. Por limitaciones de espacio, sólo hemos citado algunos ejemplos de la influencia hasta ahora de El género del don en la antropología sobre México, sin tomar en cuenta trabajos sobre otras partes de las Américas.² Aunque hay más ejemplos, esta influencia hasta el momento ha sido limitada por la falta de una traducción al español de El género del don, así que pronosticamos que su influencia crecerá significativamente en el mundo antropológico hispanohablante con la publicación de esta edición.

    G

    UÍA DE LECTURA

    Los argumentos de El género del don son múltiples e interconectados, aunque de maneras no fácilmente imaginables. Algo que tienen en común los argumentos es la posición de que los entendimientos antropológicos y feministas sobre Melanesia han sido distorsionados por los etnocentrismos inherentes a nuestros conceptos y teorías. Strathern enfoca su crítica en cuatro etnocentrismos y luego los reemplaza con un nuevo vocabulario analítico, derivado de las categorías melanesias. Este nuevo vocabulario analítico podría entenderse como una antropología melanesia aplicada a su propio contexto, y con potencial de aplicarse a otros.

    El primero de estos etnocentrismos se deriva de un pensamiento basado en nuestra economía de mercancías capitalista en contraste con la economía de dones de los melanesios, un par de categorías contrastantes, que ella pide prestado del antropólogo australiano Christopher Gregory (1982). El pensamiento occidental basado en la economía de mercancías lleva consigo ciertas suposiciones acerca de la relación entre personas y cosas provenientes del capitalismo: que las acciones de un ser humano y las cosas que produce son separables y alienables de él y, por lo tanto, pueden ser apropiadas y poseídas por otros. Strathern está especialmente preocupada por la manera en que la dominación masculina en Melanesia ha sido conceptualizada en estos términos. La autora señala que algunos antropólogos han identificado como dominación masculina en esta región las prácticas por las cuales los hombres ganan prestigio para sí mismos, circulando objetos que se han apropiado de los esfuerzos productivos de las mujeres. Podría pensarse que esta supuesta apropiación melanesia es analógica a la apropiación masculina de la labor doméstica no pagada en las sociedades capitalistas. Sin embargo, Strathern argumenta que, en el contexto melanesio de la economía del don, esta apropiación de la fuerza de trabajo de las mujeres no es concebible, puesto que su fuerza de trabajo es inseparable de ellas mismas y de los objetos que producen y que los hombres circulan. Strathern no niega que exista dominación masculina hacia las mujeres en Melanesia, pero afirma que no debemos esperar que tome la misma forma de dominación en una economía de mercancías.

    Segundo, y siguiendo la crítica de Schneider (1984) sobre el uso problemático en la antropología del parentesco como categoría universal, Strathern cuestiona la aplicabilidad de la distinción entre naturaleza y cultura a la vida de los melanesios. También extiende este cuestionamiento a otras dicotomías analógicas como la de lo doméstico contra lo público, cuya primera categoría es asociada con la naturaleza y lo femenino, mientras que la segunda, con la cultura y lo masculino. Strathern argumenta que en Occidente lo doméstico, con actividades como la crianza de niños y la alimentación, es desvalorizado, puesto que estas actividades se ven como más cercanas a la naturaleza. Esta supuesta cercanía a la naturaleza implica que no son actividades que requieren un esfuerzo más allá de lo que el humano hace instintivamente, a diferencia de las actividades culturales que requieren, supuestamente, un esfuerzo innovador y, por lo tanto, más valioso. Para dar un ejemplo, en el imaginario occidental, la reproducción humana es una actividad natural que incluso puede ocurrir sin intención, mientras que la construcción de edificios, instituciones sociales y filosofías no, además de que estas últimas actividades son más valoradas. Sin embargo, plantea Strathern que en Melanesia las actividades como la reproducción humana y la alimentación se ven como completamente sociales, masculinas y femeninas por igual, y tan valiosas o más que las actividades de intercambio o del ambiente político efectuado por los hombres (véase también Weiner, 1976). En este sentido, las madres no hacen los bebés. Más bien, éstos son el resultado de una larga serie de intercambios y otros tipos de acciones colaborativas entre la madre y el padre, así como de sus relaciones (hermanos/hermanas, primos/primas, tíos/tías, etcétera). Strathern argumenta que si bien es posible identificar en Melanesia algo parecido a nuestra distinción entre ámbito doméstico y público, los significados de cada categoría son completamente distintos que en Occidente, pues lo doméstico en Melanesia no tiene ninguna asociación particular con la naturaleza y con lo femenino. De nuevo, la autora insiste en que no vamos a encontrar dominación masculina en Melanesia buscándola en los mismos lugares que en Occidente.

    El tercer etnocentrismo que señala Strathern puede verse como una extensión de su crítica a la división de la naturaleza y cultura. Aquí nos referimos a la dicotomía clave de la antropología social entre individuo y sociedad, en la cual la individualidad se ve como algo natural y lo social o colectivo como algo creado o logrado por los humanos. Este cuestionamiento le lleva a mostrar un problema por la manera en que se ha entendido el objeto de estudio más básico de la antropología: lo social. Strathern revela que la fijación de la antropología ha sido la manera en que diferentes grupos de humanos construyen, con base en su individualidad natural, sus relaciones y grupos sociales. Ella nota que la antropología ha adoptado del Occidente su sentido contradictorio acerca de lo social, el cual es visto como necesario para la vida humana, pero al mismo tiempo constituye una amenaza a la libertad individual. Así, los antropólogos han imaginado, para los diferentes grupos humanos que han estudiado, una tensión entre la necesidad de crear lo social y, al mismo tiempo, limitar sus imposiciones sobre la libertad individual.

    Por ejemplo, se supone que, universalmente, los niños tienen que ser socializados, puesto que su estado natural es de egoísmo individual y aun como adultos, con la socialización completa, tienen momentos de lucha frente a lo colectivo para ejercer sus intereses individuales. Strathern revela el etnocentrismo de la aplicación universal de la dicotomía individuo-sociedad con su exposición de una lógica muy diferente entre los melanesios. Según la autora, la persona melanesia nace social y es una incorporación de todas las relaciones sociales que se movilizaron para su nacimiento y crianza. Incluso, diferentes órganos del cuerpo están asociados con diversas relaciones (padre/madre, tíos/tías, abuelos/abuelas maternos o paternos). La antropóloga sugiere que la persona melanesia, en vez de ser individual (en el sentido de algo singular y no divisible), sería mejor descrita como un ser dividual o un microcosmos social, compuesto de todas las potencialidades incorporadas de estas relaciones. Según Strathern, si hay algo de tensión entre lo singular y lo plural en Melanesia, no es en términos de la dicotomía individuo y sociedad. Más bien, lo singular es comparable con el modo de socialidad de un solo sexo (pura masculinidad o feminidad) y lo plural con un modo de socialidad de sexos opuestos, cada uno de los cuales puede lograr diferentes fines colectivos.

    Strathern suma sus percepciones de estos tres primeros etnocentrismos para revelar un cuarto acerca de las suposiciones occidentales, feministas y antropológicas sobre la relación entre la realidad o la identidad y la acción humana. La autora sugiere que la noción de que la realidad o las identidades de las personas y cosas es algo natural, que existe previamente a la acción humana, no es aplicable a la vida melanesia. En su lugar, ella propone que el propósito de la acción humana en Melanesia es la creación de realidades o identidades relacionales y transitorias. Así, de una manera que resuena con el argumento de Wagner (2019) y que anticipa el planteamiento de Viveiros de Castro sobre el perspectivismo y el multinaturalismo amazónico (2004), Strathern exige un repensamiento radical de la mirada antropológica. En contraste con la mirada occidental hacia la vida, que supone que la acción humana toma lugar a partir de una realidad material natural y fija, ella plantea la necesidad de ver el objetivo básico de la vida melanesia como un esfuerzo por hacerla explícita y fijar, al menos temporalmente, las identidades o realidades de las personas y las cosas. La acción humana sólo es posible a partir de esta extracción y explicitación de una identidad singular.

    Según la autora, un entendimiento de esta relación entre acción e identidad es esencial para acercarse al tema de género en Melanesia. Ella plantea que en esta región ni las personas ni las partes del cuerpo tienen un género esencial o fijo. Más bien, su estado innato es andrógino, compuesto de las potencialidades femeninas y masculinas de este microcosmos social que compone a la persona, en algo como un estado de inercia. Y que sólo a través del impulso de otros, las personas y las partes de sus cuerpos toman una identidad masculina o femenina. En otras palabras, la masculinidad y feminidad de personas y objetos es resultado no de su naturaleza, sino de la acción humana. Strathern demuestra las distorsiones y confusiones causadas por la imposición del entendimiento occidental del sexo y género en Melanesia a través de una reinterpretación de prácticas llevadas a cabo en algunos grupos de esta región, las que otros antropólogos han etiquetado como homosexualidad ritualizada. Estas prácticas, en las cuales, según la mirada occidental, los hombres tienen sexo con otros hombres, se han explicado como ritos de iniciación para la conversión de niños en hombres. Strathern nota que esta interpretación es inseparable de la suposición occidental de un antagonismo entre mujeres y hombres, lo femenino y lo masculino, con la idea de que los niños tienen que ser separados de sus madres y de lo femenino, y transformados en hombres puramente masculinos para ser y funcionar como hombres verdaderos. De manera más específica, en el caso melanesio, se supone que los hombres transforman a los niños cuando los llenan con semen o sustancia masculina. En contraste con estas interpretaciones, Strathern sugiere que en esas prácticas lo que está ocurriendo es la enseñanza a los niños, tanto de sus capacidades masculinas y femeninas como de sus capacidades para formar relaciones de sexo opuesto e incluso con otros hombres. En vez de un esfuerzo por distinguir entre la naturaleza masculina y femenina de las personas y las partes de sus cuerpos, estas prácticas constituyen una muestra de la manera en que la masculinidad y femineidad melanesias son dependientes de acciones sociales (las formas de usar el cuerpo y sus partes) y no de la naturaleza.

    A través de esta propuesta acerca de la acción dirigida hacia la creación de realidades materiales o identidades, Strathern expone un entendimiento distinto a un tema clásico de la antropología social: el intercambio de dones. La antropología ha entendido las prácticas clasificadas como intercambios de dones como el elemento básico de la llamada economía primitiva, que tiene el propósito de no sólo redistribuir los bienes, sino también de crear las relaciones que constituyen a la sociedad en sí en contextos donde no hay una división de trabajo ni un estado.

    Es preciso notar si esta asociación entre el intercambio de dones y la creación de la sociedad ocupa un lugar central en el pensamiento antropológico; esto no quiere decir que nadie antes de Strathern haya sospechado que algo distinto estaba ocurriendo en estas prácticas. En su Ensayo sobre el don, por ejemplo, al antropólogo y sociólogo francés Marcel Mauss (2009), le llamó la atención la manera en que partes (inalienables) de personas intercambiadas pueden efectuar cambios de actitud y orientación en los recipientes de los dones. Strathern lleva esta observación inicial de Mauss a su conclusión lógica melanesia y plantea que estos cambios de actitud y orientación en otros no son el medio, sino el fin de los llamados intercambios. Ella nos intenta alejar del concepto económico del intercambio para categorizar estas prácticas y en su lugar las conceptualiza como una forma en que, al desconectar y dar una parte de sí mismos (masculina o femenina), se logra una transformación en el recipiente, haciendo explícito su aspecto masculino o femenino.

    Por lo tanto, estas prácticas que hemos etiquetado como intercambios de dones son, en realidad, las prácticas que extraen identidades – singulares, relacionales y transitorias– a las personas melanesias en su estado innato de microcosmos social. Esta identidad singular en turno les permite poder actuar sobre otros. En otras palabras, la persona melanesiana, constituida como un microcosmos de lo social, tiene que ser individualizada y recibir una identidad de género singular por las acciones de otros para poder actuar. En este sentido, Strathern plantea que el agente y el actor son distintos: el donador o, mejor dicho, el extractor de una identidad singular es el agente, puesto que impulsa la acción del recipiente o la persona con la identidad singular. Además, de ahí viene el título del libro: es el don que genera el género. Los llamados intercambios de dones, en vez de crear lo social o colectivo, como han imaginado los antropólogos, serían mejor entendidos como prácticas que resultan en la singularización de las personas y que posibilitan su actuar. O, como sugiere Strathern, son relaciones que, en vez de unir, separan o individualizan a las personas. Además, el género, en vez de ser algo derivado del sexo biológico como se ha imaginado en la sociedad occidental, en la antropología y en el feminismo, es también el resultado de la acción social que hemos llamado intercambio de dones.

    Si combinamos esta conceptualización de la relación entre la acción humana y la realidad/identidad con la crítica del primer etnocentrismo (la distorsión causada por las metáforas de posesión y alienación derivadas de la economía de mercancías), llegamos al argumento de Strathern, en el cual las personas melanesias no causan sus propias identidades y acciones; esto no constituye un problema de explotación, puesto que mientras el agente de la acción es otro, esta acción es inalienable del actor. Así, esto de causar las acciones de otros, mientras que podría involucrar un tipo de coerción, no implica la posesión ajena de la acción o sus productos. En otras palabras, esta separación entre agente y actor no es comparable con la situación en la economía de mercancías, en la cual el trabajador tiene que seguir las órdenes del que le paga el sueldo, quien también será el dueño del producto de su trabajo. Pero en el caso melanesio, este tipo de ejercicio de poder sobre otros no implica ningún tipo de apropiación y acumulación, y estas transformaciones que las personas ejercen sobre otros no se deben de confundir con los problemas de explotación del Occidente capitalista.

    Deseamos a los lectores un buen viaje en esta aventura por las ideas innovadoras y provocadoras de esta traducción al español de El género del don.

    Roger Magazine

    y Anne W. Johnson


    ¹    Holbraad y Pedersen (2017) y Lebner (2017) también proveen lecturas útiles de El género del don.

    ²    Faltaría mencionar, por ejemplo, al antropólogo catalán Roger Sansi (2007), quien reflexiona sobre la noción del don empleada por Strathern para cuestionar las relaciones entre objetos y personas dentro de las prácticas religiosas y artísticas afrobrasileñas.

    R

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    La mujer es un ser social, creado dentro y por una sociedad concreta. Como las sociedades, las mujeres también son diferentes. Es fácil olvidar esto y ver a la mujer como una categoría atemporal e inmutable. La mujer de la antigua Grecia es la misma que la de hoy, sólo que sus circunstancias difieren. De esta visión surge un sentido ahistórico del significado de ser mujer, y de la continuidad de nuestra opresión. Una cita de Jenofonte contra la mujer se acomoda al lado de una de San Agustín, y ambas coinciden con Rousseau, Hegel y Norman Mailer. La mujer, el hombre y la misoginia se convierten en constantes, a pesar de que el mundo que les rodea está al revés.

    Yo diría, en cambio, que las mujeres y los hombres y la naturaleza de la misoginia y la opresión son cualitativamente diferentes en distintas épocas y lugares. La sensación de similitud, de paralelismos fáciles de trazar, es ilusoria. Las propias mujeres cambian. Son precisamente las diferencias en las circunstancias las que son cruciales para el significado y el sentido de convertirse en mujer. Por lo tanto, debemos comprender la particularidad de nuestras propias circunstancias para entendernos a nosotras mismas.

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    ATTHEWS

    Mujeres buenas y locas, 1984

    La unidad de investigación es la vida social de alguna región particular de la tierra durante un periodo de tiempo determinado.

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    Estructura y función en la sociedad primitiva, 1952

    El futuro de la sociedad occidental reside en su capacidad para crear formas sociales que hagan distinciones explícitas entre las clases y los segmentos de la sociedad, de modo que estas distinciones no se conviertan en racismo implícito, discriminación, corrupción, crisis, disturbios, engaños y financiación necesarios, etcétera. El futuro de la antropología reside en su capacidad para exorcizar la diferencia y hacerla consciente y explícita.

    R

    OY

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    AGNER

    La invención de la cultura, 1975

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    REFACIO

    Desde el principio se esperaba que los estudios inspirados en el feminismo dentro de la antropología cambiaran no sólo las formas de escribir sobre las mujeres o sobre las mujeres y los hombres, sino también las formas de escribir sobre la cultura y la sociedad. Esa esperanza se ha hecho realidad en cierta medida por medio de la experimentación con los modos narrativos. El presente ejercicio es un experimento que le saca provecho al análisis antropológico ortodoxo como una especie de forma literaria. Su estilo es argumentativo.

    Aunque parte del impulso para este ejercicio proviene de fuera de la antropología, también hay una necesidad interna: me ocupo de una zona del mundo, las islas de Melanesia, donde el simbolismo de género¹ desempeña un papel importante en la conceptualización de la vida social de la gente. Pocos etnógrafos pueden evitar las cuestiones de las relaciones de género. Hasta la fecha, pocos han considerado necesario desarrollar lo que podría llamarse una teoría del género. Por género me refiero a las categorizaciones de personas, artefactos, eventos, secuencias, etc., que se basan en la imaginería sexual y en la forma en que las características masculinas y femeninas concretan las ideas de la gente sobre la naturaleza de las relaciones sociales.

    Si se tratase simplemente sobre los hombres y las mujeres, estas categorizaciones han parecido a menudo tautológicas. De hecho, sus posibilidades inventivas no pueden apreciarse hasta que se preste atención a la forma como se interpretan las relaciones a través de ellas. La comprensión de cómo los melanesios interpretan las relaciones de género no debe separarse de la comprensión de cómo conciben la socialidad. Tomar el género como un tema teóricamente distinto, entonces, requerirá que abordemos los principios en los que se basan tales categorizaciones y que nos preguntemos sobre su generalidad en todas las sociedades de esta región.

    No se puede ignorar el origen de este interés en las cuestiones planteadas por los estudios feministas occidentales. La primera parte de este libro va de un lado a otro entre ciertas cuestiones antropológicas y otras derivadas del feminismo, pertinentes para la redacción de etnografías melanesias en las dos últimas décadas. Mi intención inicial era documentar la influencia que la teoría feminista podría haber tenido en la antropología de la región: si había nuevos hechos y temas originados por el nuevo feminismo que surgió en Europa Occidental y Norteamérica a finales de la década de 1960 y principios de la década de 1970, un periodo en que también hubo una expansión del trabajo de campo antropológico en Melanesia.

    Al final, no logré ese recuento histórico. Parece que es más fácil asumir nuevas ideas como materia de discusión y debate que adoptarlas como preceptos para la práctica etnográfica. Las primeras

    excepciones son los trabajos de Annette Weiner y Daryl Feil. En general, sin embargo, la avalancha de discusiones generales sobre la antropología de la mujer o sobre las relaciones de género no ha ido acompañada de descripciones de sociedades enteras basadas en el

    feminismo. Incluso en los casos en los que ha habido cambios aparentes, las conexiones pueden dejarse a la inferencia. Pocos etnógrafos melanesios se refieren directamente a su trabajo como feminista;

    algunos lo admiten como un contexto para su antropología, mientras que otros, en los que me baso, evitan la etiqueta.

    Es posible que mi intención fuera prematura, ya que a mediados de la década de 1980 nos encontramos en medio de una floreciente segunda ola de estudios melanesios, que incluye monografías recientemente publicadas de Brenda Clay, Deborah Gewertz, Lisette Josephides, Miriam Kahn, Rena Lederman, Nancy Munn y Lorraine Sexton, por mencionar sólo a algunas antropólogas. No obstante, incluso la limitada gama de material anterior que examiné planteaba cuestiones tanto contra los supuestos feministas como contra los antropológicos. Sin embargo, no había que confundirlos. Un modo no debía ser simplemente subsumido bajo el otro; de ahí las alternancias.

    La segunda parte es una especie de síntesis. En ella se describen ciertas técnicas o estrategias en la conceptualización de las relaciones sociales que parecen comunes a una serie de culturas melanesias, tanto de corte patrilineal como matrilineal. La síntesis es necesariamente un producto de las alternancias recorridas en la primera parte. Y estas técnicas representan necesariamente y son, por tanto, nuestra prueba de los principios a los que me he referido. Pero, en realidad, habría que desmontar a su vez esta confusión y captar las culturas que están en juego mediante otra alternancia: entre el discernimiento de la manera en que estas técnicas parecen funcionar para los actores implicados y la única manera en que el antropólogo puede hacerlas funcionar para él o ella, exponiéndolas como si representasen principios de organización. En realidad, se trata de producciones muy diferentes. El análisis antropológico logra su proximidad y replicación de las comprensiones de sus sujetos a través de una forma de comprensión, de conocimiento, que le es propia.

    Los dos primeros capítulos, que introducen cuestiones en la relación entre los enfoques antropológico y feminista, también pueden leerse como una etnografía de las prácticas de conocimiento occidentales. Si el cuerpo del libro es una exposición de lo que considero, en cambio, prácticas de conocimiento melanesias, las conclusiones

    reconsideran cuestiones estrictamente feministas (dominación masculina) y antropológicas (comparación transcultural) a su luz.

    El concepto de don² ha sido durante mucho tiempo uno de los puntos de entrada de la antropología al estudio de las sociedades y culturas melanesias. De hecho, constituye un trampolín para la teorización general: las reciprocidades y las deudas creadas por el intercambio de presentes se consideran una forma de socialidad y un modo de integración social. En Melanesia, los intercambios de presentes acompañan, regularmente, la celebración de acontecimientos del ciclo vital y son, sobre todo, instrumentos de competencia política. A menudo los dones subsumen a las propias personas, sobre todo en los regímenes patrilineales en los que las mujeres pasan a través del matrimonio de un conjunto de hombres a otro, aunque éste no es el único contexto en el que los objetos, al pasar del donante al receptor, parecen clasificarse como masculinos o femeninos. Sin embargo, no se pueden descartar de antemano estas adscripciones de género, ni siquiera cuando las mujeres parecen ser los propios objetos que se intercambian. No se deduce que las mujeres sólo lleven consigo una identidad femenina. La base de la clasificación no reside en los objetos en sí mismos, sino en la forma en que se negocian y con qué fines.

    La acción es la actividad de género.

    Esto no es ninguna objeción. En la visión antropológica convencional, el intercambio de dones se considera un acto evidente, una transacción en la que se emplean objetos de diversa índole, incluidos los masculinos o femeninos, como bienes o recursos a disposición de quien inicia la transacción (transactor). Se supone que el comportamiento es categóricamente neutro y que el poder reside en el control del acto y de los bienes, como en la forma en que los hombres controlan a las mujeres. Pero en la cultura melanesia, este comportamiento no se interpreta como neutro desde el punto de vista del género: él mismo está condicionado por el género, y la capacidad de los hombres y las mujeres para realizar transacciones con tal o cual artículo se deriva del poder que este género otorga a algunas personas a expensas de otras, al igual que la necesidad y la carga de llevar a cabo las transacciones. Preguntar por el género del don es, pues, preguntarse por la situación del intercambio de presentes en relación con la forma que adopta la dominación en estas sociedades. También es preguntarse por el género de los conceptos analíticos, los mundos que sustentan determinados supuestos.

    Explorar la forma en que las imágenes de género estructuran los conceptos y las relaciones es uno de los proyectos del feminismo; sin embargo, mi evaluación de los escritos feministas explícitos sigue centrándose en uno o dos de los debates que han definido la autodenominada antropología feminista de la última década. Muchos de los conceptos y supuestos que informan estos debates suscitan la introspección. Sin embargo, el movimiento feminista tiene unas raíces tan claras en la sociedad occidental que también es imprescindible contextualizar sus propios presupuestos. El motivo es adecuado, ya que el propio pensamiento feminista busca desprenderse de supuestos y prejuicios. Me tomo en serio este empeño, cuestionando las premisas de su asalto a las antropológicas. Al mismo tiempo, he querido documentar las formas en que la antropología podría responder al debate feminista, en el contexto de la antropología. Para ello es necesario remitirse a los datos sociales y culturales (la etnografía) a través de los cuales la antropología se crea a sí misma. Sólo así es posible tomarse la antropología tan en serio como el feminismo y no limitarse a escoger los fragmentos que se antojen polémicos o teóricos.

    También es importante que sigan existiendo más datos de los que abordan mis intereses particulares, para mantener un sentido de trabajo parcial. Las etnografías son constructos analíticos de los académicos; los pueblos que estudian no lo son. Forma parte del ejercicio antropológico reconocer que su creatividad es mucho más amplia de lo que cualquier análisis particular puede abarcar. Del mismo modo, aunque es necesario presentar argumentos a través de una gama de materiales histórica y geográficamente específicos, y las culturas y sociedades de Melanesia proporcionan esta gama, este libro no trata sólo de Melanesia. También trata de los tipos de pretensiones de comprensión que la antropología puede y no puede hacer.


    ¹ En este trabajo, género como sustantivo no calificado se refiere a un tipo de diferenciación de categorías. No me refiero a la identidad de género, a menos que lo diga. Independientemente de que la sexualización del cuerpo o la psique de una persona se considere innata, la apreciación de la diferencia entre los sexos adopta invariablemente una forma categórica, y es a esto a lo que se refiere el género. Las formas masculino y femenino indican construcciones de género en este relato.

    ² Nota del traductor: Véase la página 19.

    A

    GRADECIMIENTOS

    La causa y el origen de este libro tienen fuentes distintas. Su causa fue una invitación del Departamento de Antropología de la Universidad de California en Berkeley para dar una serie de conferencias generales en 1984. Su origen pertenece a la Universidad Nacional de Australia en Canberra, donde pasé de 1983 a 1984 como miembro de un grupo de investigación en el Departamento de Antropología. El grupo se ocupaba de las Relaciones de género en el Pacífico sudoccidental: ideología, política y producción, y yo tomé prestado este título para mis conferencias.

    Debo un agradecimiento especial al entonces presidente del Departamento de Berkeley, Nelson Graburn, y a Elizabeth Colson, en su último año como profesora, por haberme hecho sentir muy acogida. También debo mucho al interés de una clase de estudiantes que se aseguró de que no me tomara demasiadas libertades: Jeanne Bergman, Nicole Constable, Roger Lancaster, Nancy Lutz, Kamala Visweswaran. Gayle Rubin y Marilyn Gelber hicieron comentarios sustanciales. Gail Kligman, Amal Rassam y Kirim Narayan sabrán por qué quiero recordarlas aquí, al igual que Paul Rabinow.

    El estímulo californiano se ha mantenido desde entonces gracias a la amplia y crítica valoración que esta obra recibió de los editores de la serie Melanesian Studies. He tenido la suerte de seguir siendo provocada por el interés de los estudiantes, incluidos los del Departamento de Antropología Social de Manchester con quienes expuse mis ideas en 1986-1987. Todos los colegas del Departamento me han ayudado,

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