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Reflexiones filosóficas sobre el pensamiento prehispánico
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Reflexiones filosóficas sobre el pensamiento prehispánico
Libro electrónico219 páginas3 horas

Reflexiones filosóficas sobre el pensamiento prehispánico

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Los cinco estudios que forman este libro, de la colección Las Lecturas de Sileno, abordan desde distintos enfoques un propósito común: la reflexión filosófica a partir de las culturas prehispánicas mesoamericanas. 
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 may 2024
ISBN9786078988020
Reflexiones filosóficas sobre el pensamiento prehispánico
Autor

Luis Guerrero Martínez

Luis Guerrero es profesor investigador del Departamento de Filosofía en la Universidad Iberoamericana. Entre sus investigaciones destacan diversos trabajos sobre ética, algunos de ellos recogidos en su libro: ¿Quién decide lo que está bien o lo que está mal? Ética y racionalidad.

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    Reflexiones filosóficas sobre el pensamiento prehispánico - Luis Guerrero Martínez

    Imagen de portada

    Reflexiones filosóficas sobre el pensamiento prehispánico

    JON STEWART

    IGNACIO AYESTARÁN ÚRIZ

    LUIS GUERRERO M. (COORDINADOR)

    LOURDES VELÁZQUEZ G.

    JESÚS RENÉ FLORES CASTELLANOS

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.

    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    D.R. © 2024 Universidad Iberoamericana, A.C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219

    publica@ibero.mx

    Versión electrónica: marzo 2024

    ISBN: 978-607-8988-02-0

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    Índice de contenido

    Portada

    Portadilla

    Legales

    Presentación

    LUIS GUERRERO M.

    Civilización y barbarie en Wittgenstein: su reflexión sobre Frazer y Prescott

    IGNACIO AYESTARÁN ÚRIZ

    La poesía náhuatl en su originalidad existencial: una aproximación filosófica

    LUIS GUERRERO M.

    La religión de los mayas: un enfoque hegeliano

    JON STEWART

    Aspectos generales de la civilización del Anáhuac: origen y fundamento de México

    LOURDES VELÁZQUEZ G.

    Tezcatlipoca: las implicaciones metafísico-simbólicas del Señor del espejo humeante

    JESÚS RENÉ FLORES CASTELLANOS

    PRESENTACIÓN

    La cultura mesoamericana tiene una enorme tradición que abarca casi cuarenta siglos de historia. Asentada en sus múltiples regiones políticas, culturales, artísticas, nos ha heredado una incontable diversidad de testimonios antropológicos y de tradiciones, muchas de las cuales se mantienen vivas. Bajo esta riqueza, la realidad mesoamericana puede valorarse desde tres enfoques distintos, pero al mismo tiempo complementarios: en primer lugar, por medio del estudio histórico-antropológico, que nos va permitiendo conocer con mayor claridad y precisión cada una de las etapas y culturas que componen ese vasto mundo. En segundo lugar, el profundo significado de identidad cultural que se mantuvo enraizado en la actual región mesoamericana y que, a consecuencia de la interculturalidad y la migración, se ha extendido a muchas partes del mundo. En tercer lugar están los aspectos universales que pueden dar pie a las reflexiones filosófica, social, cultural, política y ética, ya no como fenómenos históricos o como rasgos culturales de una región, sino como un aporte universal de la cultura mesoamericana a nuestra concepción del mundo, de la sociedad y de la cultura, que compartimos todos los seres humanos.

    Los cinco estudios que forman este libro, de la colección Las Lecturas de Sileno, abordan desde distintos enfoques un propósito común: la reflexión filosófica a partir de las culturas prehispánicas mesoamericanas. Los tres primeros se insertan en el diálogo filosófico de los últimos siglos.

    La primera colaboración, Civilización y barbarie en Wittgenstein: su reflexión sobre Frazer y Prescott, de Ignacio Ayestarán Úriz, es una observación acerca de la crítica de Wittgenstein a La rama dorada de James George Frazer. Ayestarán muestra el camino hermenéutico emprendido por Wittgenstein que evita caer en la destrucción positivista de la cultura y la religión. Así, por ejemplo, para entender el sentido de los ritos y los mitos, debe entender en ellos la respuesta cultural y humana de enfrentar el miedo y la angustia que acompañan al ser humano ante la fragilidad de su existencia; en cambio, sería absurdo buscar en ellos una expresión causal de los fenómenos naturales, o pretender establecer hipótesis corroboradas al modo de las teorías científicas.

    La segunda colaboración, La poesía náhuatl en su originalidad existencial: una aproximación filosófica, de la autoría de quien ahora escribe, busca mostrar la fuerza y actualidad de la poesía náhuatl desde una óptica fenomenológica. Siguiendo el camino emprendido por Kierkegaard, y seguido por Heidegger y Gadamer, la poesía, y específicamente su acercamiento a la angustia y al carácter contingente del ser humano, nos permite un encuentro más profundo con la existencia, con lo que está más allá de la vorágine de nuestra forma estereotipada de vida y de conocimiento. En ese sentido, la poesía náhuatl es una forma eminentísima de intuición poética, pues a través de su lirismo nos pone ante lo más originario de nuestra existencia.

    La tercera colaboración, La religión de los mayas: un enfoque hegeliano, de Jon Stewart, sostiene la tesis de que la religión de los mayas encaja muy bien en el esquema de la evolución de las religiones desarrollado por Hegel. Desde esta dimensión, la religión maya correspondería al estadio que ocupa la religión egipcia. Para Hegel la religión egipcia marca un punto crucial del desarrollo de las religiones del mundo, figurando como la más desarrollada de las religiones de la naturaleza y, por tanto, constituye una religión de transición hacia las religiones del espíritu. El profesor Stewart va reconstruyendo esta comparación ayudado de diversas reflexiones de Hegel. No se trata, en este caso, de una reducción de la cultura maya a las categorías hegelianas, sino de una valoración por medio de la comparación y las reflexiones histórico-filosóficas del pensador alemán.

    La cuarta colaboración, Aspectos generales de la civilización del Anáhuac: origen y fundamento de México, de Lourdes Velázquez G., recorre diversas categorías que permiten valorar las raíces que hemos heredado de la civilización del Anáhuac. La autora realiza una interesante reflexión acerca de la Toltecáyotl, la sabiduría de la vida que engloba una forma de entender el mundo, una forma de vivir y los lineamientos de la educación. La recuperación de esta sabiduría choca frecuentemente con el eurocentrismo y con la simplificación de los rasgos culturales surgidos en el Anáhuac, salpicados frecuentemente de lugares comunes.

    La quinta colaboración, Tezcatlipoca: las implicaciones metafísico-simbólicas del Señor del espejo humeante, de Jesús René Flores Castellanos, reflexiona sobre la capacidad de la mitología de expresar símbolos, permitiendo realizar por medio de las figuras de los dioses y sus mitos diversas reflexiones filosóficas, ya que ellas muestran o reflejan una imagen de las fuerzas, patrones y principios de la realidad. Concretamente, Tezcatlipoca, deidad suprema de los nahuas, era nombrado como el Señor del espejo humeante y conocido también como Tezcatlipoca negro, asociado al rumbo del norte y muchas veces representado sin una pierna. René Flores ahonda en estas imágenes: el espejo que humea manifiesta la condición ontológica última de la realidad. El espejo funciona a la manera de una representación o reflejo del Universo, mientras que el humo que se desprende de él muestra la condición de eterno movimiento y falta de claridad en la visión de lo que acontece; el carácter azaroso o incomprensible, no planificado o errático, estaba asociado a la noche y el misterio. La realidad, también, vendría definida por el símbolo de la renquera, en tanto movimiento constante, que no puede terminar de sostenerse ni fijarse en un punto.

    Como podrá observar el lector, esta variedad temática en torno a la cultura y el pensamiento prehispánico permite también una diversidad de puntos de vista, lo que da pie a la reflexión y, por qué no, al debate alrededor del contenido de estos ensayos.

    Dos de estos trabajos fueron publicados con anterioridad, pero han sido revisados y actualizados, y ahora aparecen aquí con otro nombre. Éstos son: La crítica de Wittgenstein a la antropología de Frazer y a la historia de México de Prescott, de Ignacio Ayestarán Úriz, publicado originalmente en la Revista de Filosofía. Universidad Iberoamericana, núm. 122 (2008), 159-182; y La poesía náhuatl en su originalidad existencial de Luis Guerrero M., publicado originalmente en Ars Brevis, núm. 20 (2014), 116-135.

    Luis Guerrero M.

    Coordinador del presente volumen

    CIVILIZACIÓN Y BARBARIE EN WITTGENSTEIN: SU REFLEXIÓN SOBRE FRAZER Y PRESCOTT

    IGNACIO AYESTARÁN ÚRIZ

    Departamento de Filosofía

    Facultad de Educación, Filosofía y Antropología

    Universidad del País Vasco (UPV/EHU)

    ignacio.ayestaran@ehu.eus

    Introducción

    Ubicar el sentido de la vida siempre ha sido un reto filosófico de primer orden. No es una tarea fácil, ni dentro de una misma sociedad, ni comparando diversas sociedades entre sí. Situar los modos de pensamiento y los estilos o formas de vida —por utilizar la expresión de Ludwig Wittgenstein— en una relación de análisis y comprensión siempre supone dificultades. Por eso resulta relevante la obra de Wittgenstein, quien buscó la manera de aproximarse a otras formas de pensamiento, más allá del contexto europeo moderno, experimentando con la condición límite de la ética y de la estética, así como con la ligazón entre el sujeto y la vida feliz, sin reduccionismos, ni dogmatismos. En este trabajo se intentará articular lo fecundo de su pensamiento a través de diversas secciones. En la primera, se expone el contexto de guerra en la que estaba sumida la Europa del joven Wittgenstein, así como la crisis coetánea de la Viena finisecular, hogar familiar y patria cultural del filósofo austriaco. Ese momento de turbulencia y barbarie le sirvieron de aprendizaje inicial en estas cuestiones. En la segunda, se explica la visión sub specie aeterni de la filosofía tractariana y cómo presenta Wittgenstein la búsqueda del sentido de la vida para aproximarse a la felicidad del sujeto ético y estético. Una vez entendido ese propósito, la tercera sección desarrolla la reflexión crítica de Wittgenstein sobre la antropología de James George Frazer, la cual necesariamente no podía ser del gusto del pensador vienés, dado el reduccionismo positivista y eurocéntrico de ese tipo de ciencia sobre los comportamientos humanos y su significado. A continuación, la siguiente sección explicita la crítica que Wittgenstein dirige a la historia de William Hickling Prescott. Si en la antropología de Frazer se encuentran graves defectos de comprensión y articulación de la variedad de la conducta humana, debido a su carácter reduccionista y limitado, otro tanto ocurre con la historiografía de Prescott, especialmente cuando éste se acerca a las culturas prehispánicas y no puede evitar adoptar un enfoque supremacista al modo estadounidense, cosa que repudia directamente Wittgenstein. La penúltima sección, que complementa lo anterior, ahonda en el planteamiento wittgensteiniano sobre los ritos y la religión, a partir de otras referencias suyas, con una breve apelación a William James, entre otras. La última sección cierra esta investigación exploratoria con algunas conclusiones y lecciones que pueden ser de utilidad para el propósito de esta obra colectiva.

    Europa en guerra, Viena en crisis

    Con frecuencia se olvidan las raíces culturales que tuvo Ludwig Wittgenstein. El pensador vienés había nacido cuando Austria era todavía un imperio que reunía el centro del universo finisecular bajo las cinco vocales del lema del káiser Federico III: AEIOU (Austriae Est Imperare Orbi Universo). En alemán: Alles Erdreich Ist Österreich Untertan. Todo aquel conglomerado, sin embargo, se vendría abajo y desaparecía en el tránsito entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Todo un mundo, toda una forma de vida, toda una civilización. Eso era la Viena de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, una ciudad que era más queuna urbe: era una cosmovisión y un estilo de vida que dejarían huella en Wittgenstein. Esas raíces culturales a veces han quedado ignoradas, primero debido a la tradición neopositivista contemporánea de Wittgenstein y luego por causa de la tradición analítica, que simplificó la riqueza y variedad de su pensamiento.

    La Viena finisecular que conoció Wittgenstein aglutinaba un entorno cultural variopinto, con excentricidades de una burguesía que vería pronto la catástrofe del nazismo y que, a pesar de todo, conservaba un aire de familia. (1) El gran escritor Robert Musil bautizó esa Viena con un nuevo nombre, Kakania. Los habitantes de esa Kakania eran hombres póstumos sin atributos, tardomodernos terminales sin cualidades, que anticipaban ya la posmodernidad. Así, Musil apuntaba que esos habitantes tenían por lo menos nueve cualidades: carácter profesional, nacional, estatal, de clase, geográfico, sexual, consciente e inconsciente. Pero a esos nueve caracteres, según Musil, se le tenía que añadir un décimo atributo, a saber, la cualidad por la que se les permitía hacer y ser todo, a excepción de una cosa: tomarse en serio los nueve caracteres anteriores. (2) Así era el núcleo del Imperio austrohúngaro. Un crisol enloquecido de culturas encapsulado bajo la forma imperial, una civilización exuberante que ya experimentaba el nihilismo europeo que había profetizado Nietzsche, pero en el que no había ultrahombres ni superhombres. Simplemente eran hombres sin atributos, sin cualidades, residentes póstumos de la modernidad en Kakania, que un fragmento de Musil resume a la perfección en torno a la genialidad vienesa.

    Allí, en Kakania, aquella nación incomprensible y ya desaparecida, que en tantas cosas fue modelo no suficientemente reconocido, allí había también velocidad, pero no excesiva. Cuántas veces se pensaba desde el extranjero en este país, se soñaba en los caminos blancos, anchos y cómodos del tiempo de los viajes a pie y de las diligencias, con bifurcaciones en todas las direcciones semejando canales regulados y galones de claro cotí en los uniformes, estrechando las provincias con el abrazo del papeleo administrativo. ¡Y qué comarcas! Mares y glaciares, el Carso, Bohemia con sus campos de grano, las costas adriáticas con el chirrido de inquietos grillos, aldeas eslovacas donde el humo salía de las chimeneas como de los aleros de una nariz respingona, y el pueblecito agazapado entre dos colinas como si hubiera abierto la tierra sus labios para calentar entre ellos a su criatura. Por estas carreteras, naturalmente, también rodaban automóviles, pero no demasiados. Aquí se preparaba, como en otras partes, la conquista del aire, pero sin excesivo entusiasmo. De cuando en cuando se enviaba algún barco a Sudamérica o al Asia oriental, pero no muchas veces; se tenía asiento en el centro de Europa donde se intersecaban los antiguos ejes del continente; las palabras colonia y ultramar sonaban como algo lejano y desconocido. El lujo crecía, pero muy por debajo del refinamiento francés. Se cultivaba el deporte, pero no tan apasionadamente como en Inglaterra. Se concedían sumas enormes al ejército, pero sólo cuanto necesitaba para figurar como la segunda más débil de las grandes potencias. También la capital era un poco más pequeña que todas las otras metrópolis del mundo, pero algo más grande de lo que suele constituir una gran ciudad. El país estaba administrado por un sistema de circunspección, discreción y habilidad, reconocido como uno de los sistemas burocráticos mejores de Europa, al que sólo se podía reprochar un defecto: para el genio y espíritu de iniciativa en personas privadas, sin privilegio de noble ascendencia o de cargo oficial, eran incompetencia y presunción. Pero ¿a quién le gustaría dejarse guiar por desautorizados? En Kakania el genio era un majadero, pero nunca, como sucedía en otras partes, se tuvo a un majadero por genio. (3)

    La genialidad vienesa pecaba de majadería, pero también aportó mentes privilegiadas, como la de Karl Kraus, ese gran espíritu satírico que criticó sin misericordia las contradicciones y el lenguaje de esa Kakania y que fue un autor que desde muy joven leyó a Wittgenstein y al que admiró toda su vida en su escritura y personalidad. Debajo del lujo y de la exuberancia artística y cultural vienesa, Kraus detectó todas las adversidades y todos los presagios de la oscuridad que se cernirían sobre Europa en

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