El arpa y la espada: (Antología de literatura medieval inglesa desde Beowulf hasta antes de la era de Chaucer)
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El arpa y la espada - Armando Roa
© LOM ediciones
Primera edición, julio 2023
Impreso en 1000 ejemplares
ISBN: 978-956-00-1697-3
RPI: 2023-a-5227
Ilustración de portadilla: «Vestigios anglosajones» de Manuel Ignacio Solar Montory
Diseño, Edición y Composición
LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago
Teléfono: (56-2) 2860 68 00
lom@lom.cl | www.lom.cl
Tipografía: Karmina
Impreso en los talleres de gráfica LOM
Miguel de Atero 2888, Quinta Normal
Santiago de Chile
ÍNDICE
Beowulf
De la crónica anglosajona
Del Libro de Exeter
Del Libro de Vercelli
Inscripción en un cofre
El poema de las runas
La cruz de Bruselas
De la Décima Homilía de Blickling (fragmento)
Wulfstan: Sermo lupi ad anglos
La sepultura
Ubi sunt qui ante fuerum
Ahora que brota el follaje
Richard Rolle: Cantus a(moris)
Por la espada y el arpa de los sajones
Jorge Luis Borges, «Otro poema de los dones»
Introducción
Armando Roa Vial
Se suele dividir la historia de la literatura medieval inglesa en tres períodos: el anglosajón, que abarca desde el nacimiento de Inglaterra hasta la invasión normanda de 1066; el medio, desde la invasión normanda hasta comienzos del siglo XVI, y el moderno, desde Shakespeare hasta nuestros días. Es, desde luego, una división tentativa, marcada por los cambios profundos que sufrió la lengua. En esta muestra hemos querido abordar una selección de textos escritos en prosa y en verso, desde Beowulf hasta antes de Chaucer, esto es, un itinerario hacia los orígenes que estampan el despuntar de una civilización que, desde entonces, ha entregado una serie de obras maestras a la literatura universal.
La anónima gesta de Beowulf inaugura la gran épica medieval en toda Europa. El manuscrito que hoy se conserva fue redactado en los albores del año mil, pero se conjetura su origen una época mucho más remota. Es el texto con el que en el universo anglosajón probablemente llega a su cenit. Refleja el clima espiritual y político de la Inglaterra germánica, un país conquistado por anglos y sajones, tribus emigradas desde el norte europeo a partir del siglo quinto, y que sólo alcanzarán la unidad con Alfredo el Grande. A las fracturas internas se sumarán las constantes invasiones vikingas que dividieron el territorio. A pesar de las precariedades, sobre todo a partir de la introducción del cristianismo, florecerá un acendrado sentimiento guerrero y religioso que entregará sus mejores frutos en la poesía, la crónica, la traducción y la exégesis bíblica. Figuras como Beda, Alcuino, Cynewulf, Alfredo o Wulfstan, entre un sinnúmero de autores anónimos que redactaron algunas de las páginas más inspiradas de la alta Edad Media, conformarán un enorme legado literario que sólo a partir del siglo diecinueve, por el fuerte resurgimiento del medievalismo, será redescubierto de manera sistemática. Uno de los mayores desafíos a partir de entonces será la recuperación del inglés antiguo o anlosajón, lengua que comienza a declinar a partir de la invasión de Guillermo el Conquistador en 1066, para ser reemplazada por el anglonormando, de naturaleza romance, que luego evolucionará gradualmente hacia la morfología actual del inglés. El anglosajón, por cierto, tiene un semblante muy diverso del inglés moderno, salvo quizá por las filiaciones etimológicas de algunas palabras. Se trata de un idioma flexivo, con estructuras gramaticales y ortográficas propias, cuyo timbre sinuoso, marcado por vocales y consonantes breves y largas, ofrece una sonoridad que en poesía hará gala de un empleo notable de la aliteración y los contrapuntos acentuales. De hecho, más que la rima o el cómputo silábico, la versificación estructura su ritmo a partir de la distribución de los acentos entre las sílabas sujetas a aliteración, las que se distribuyen en versos que están divididos en dos hemistiquios. La lectura de Beowulf es, a este respecto, muy ilustrativa. Es un poema épico de largo aliento -3.125 versos- que refleja la vocación guerrera de los anglosajones, con una ética aristocrática fundada en el honor, la lealtad, la generosidad y la caballerosidad; su estructura circular, dividida en dos secciones fundamentales, donde se alterna la juventud y la vejez de Beowulf, héroe del poema, nos muestra sus hazañas, primero al servicio de Hrothgar, monarca danés, en su lucha contra Grendel, y luego contra un dragón, ya como rey de los gautas. Es un poema con secuencias narrativas casi cinematográficas en las que la trama principal dialoga, sin perder unidad o vigor, con una serie de episodios secundarios. El temperamento épico hace contrapunto con momentos de gran intensidad elegíaca, lo que por lo demás no ha de extrañarnos si pensamos que uno de los sellos más característicos e interesantes del corpus global de la poesía anglasajona es su propensión al monólogo reflexivo y sapiencial, que alcanza notables triunfos expresivos en poemas como «El navegante» y «El vagabundo». El agreste paisaje guerrero parece templado por una vocación lírica irrenunciable (Borges hablaba de «la espada y el arpa de los sajones») nacida a su vez de una honda conmoción ante la fugacidad del tiempo, la precariedad de la vida y el zarpazo de la muerte, una muerte que es exhibida sin ningún asomo de maquillaje, como lo evidencian, por ejemplo, los estremecedores versos de «La sepultura». El hombre anglosajón siente muy a fondo el saberse tendido sobre un abismo cuyos engranajes más íntimos desconoce; fiel a su señor y a los suyos, amante de su tierra, no ignora que los logros y las riquezas terrenales son bienes transitorios porque a la larga el tiempo y la vida son arbitrio de los inescrutables designios de Dios. Por eso, tal vez, el talante general en la prosa y en la poesía es apesadumbrado y solemne, frecuentemente admonitorio, marcado por la añoranza de lo perdido, con la muerte agigantándose como santo y seña de lo irremediable y cuya estocada ha de ser un llamado a no dejarse engañar por espejismos del poder o de la fortuna. Este sentimiento late con fuerza no sólo en Beowulf, sino que cobra un nítido relieve en las homilías y sermones. Para esta muestra hemos escogido, precisamente, la décima de las Homilías del Libro de Blickling, inspirada en la reforma benedictina, que aborda la inanidad de esta existencia de cara al fin de un mundo que ya se advertía próximo con la entrada del nuevo milenio, y también el famoso Sermón del lobo a los ingleses, una joya en su género salida de la pluma de Wulfstan en 1014, obispo de York y eminente jurista, quien conmina ferozmente a su pueblo a arrepentirse de las venalidades, crímenes, vejámenes y corrupciones que han hundido a la nación sometiéndola al azote de los vikingos, cuyas invasiones serían el testimonio de la ira de Dios ante la decadencia moral. En ese registro proverbial se sitúan asimismo los fragmentos seleccionados de «El destino de los apóstoles», «El orden del mundo» y, especialmente, «El juicio final», donde reverbera a plenitud la sensibilidad escatológica en un momento histórico de gran fervor cristiano. Un tono diverso encontramos en el «Poema de las runas», homenaje al «futhorc» o alfabeto rúnico anglosajón, que afilia el inglés antiguo al linaje de las lenguas germánicas. No es difícil advertir en sus estrofas un homenaje al poder bautismal de la palabra en la configuración de lo real, la palabra como simiente del pensamiento, lo que a su vez permite advertir el estatuto significativo que esta cultura brindó a la poesía como guardiana de su memoria colectiva. Esos fueros aparecen claros en Beowulf, cuando el poeta o Scop acude a la música de las palabras para celebrar la creación del universo, actualizando, diríamos, como el «pequeño Dios»