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Chand Baori (Maldición en la Torre Vessel)
Chand Baori (Maldición en la Torre Vessel)
Chand Baori (Maldición en la Torre Vessel)
Libro electrónico91 páginas1 hora

Chand Baori (Maldición en la Torre Vessel)

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Un chico hindú, aspirante a músico de sarod clásico, se encuentra en una boletería del parque Hudson (NYC), en donde se ubica la Torre Vessel, con una fugaz amante de hace diez años atrás.
Todo podría conducir a que fuera un reencuentro espectacular, salvo que cuando va a visitarla a su casa, se cruza en su vida una chica junkie que le roba, aparte de su instrumento musical, un poderoso amuleto (orgón) que puede ocasionar resultados, dramáticamente, adversos a quien lo posee."

Fragmento de: Edgardo Ovando. "Chand  Baori: Maldición en la Torre Vessel.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 nov 2022
ISBN9798215837153
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    Chand Baori (Maldición en la Torre Vessel) - Edgardo Ovando

    UNO

    EL FINAL

    —¿Supongo que habrá algo más que nos puedas decir al respecto? —preguntó el detective de la policía Bryan Cortez, mirándolo fijamente, detrás de su anteojos con oscuro y ancho marco de carey— ¿Usted, señor Vikram, estuvo implicado en el suicidio de la joven migrante hindú ocurrido en la Torre Vessel? La respuesta es muy simple: ¿Sí o no?

    Vikram, ostensiblemente, agotado y hambriento, inclinó su frente apoyándola sobre la mesa del interrogatorio, después de horas de ser entrevistado con la policía.

    Sin embargo, en contra de los deseos del detective Cortez, el sospechoso mantuvo su versión de que no estaba involucrado en el salto al vacío desde la Torre Vessel, por parte de Varanassi, como le decían se llamaba la occisa.

    No tengo ni tuve nada que ver con alguna persona con ese nombre y nacionalidad, cuántas veces quiera que se lo repita. Yo no la empujé, tampoco la motivé a saltar al vacío ni nada por el estilo respondió, muy claramente, el agobiado muchacho hindú.

    — Tenemos grabaciones de cámaras que te ven entrando a la Torre del parque Hudson con la chica hindú. ¿No lo encuentras sospechoso?

    — ¡Les juro que no tuve nada que ver! Además, jamás anduve en el parque con una chica hindú. ¡La verdad, no sé de qué me hablan! Yo sólo visité la Torre, para recuperar mi instrumento musical. La torre invertida, me recuerda en algo, el Chand Baori de mi tierra natal. Por eso la visité.

    Al lado derecho del sospechoso, se encontraba Daniel Badly , un abogado de mala muerte, el cual, por intrínseca característica, se vendía al mejor postor. Después de dos largas horas de interrogatorio, exigió dejaran, por falta de pruebas, en libertad a su representado. Lo cual fue concedido por la policía, luego señalo: Señores, creo le han hecho suficientes preguntas y está claro que el imputado no tiene idea de qué le hablan. Por lo demás, lo están sometiendo a un stress innecesario que puede provocarle una severa crisis en su salud mental. Así que si persisten, elevaré un escrito a la corte internacional de Derechos Humanos por tortura

    Minutos después, el cínico abogado Daniel Badly, recorrió el vertiginoso pasillo por donde deambulaban policías y detenidos que entraban y salían de la estación.

    Una vez fuera del recinto, invitó al sospechoso a una cafetería.

    Por su parte, el detective Bryan Cortez, acompañado de dos policías de uraño mirar lo siguieron hasta que ambos se perdieron entre el tumulto de personas en los alrededores de la Estación policíaca, murmuró entre dientes: No sé por qué creo que este tipo sabe más de lo que dice

    Elmer Vikram estaba, absolutamente, confundido cuando salió del recinto policíaco. No sabía qué era cierto y qué era mentira. Las piezas no encajaban en el puzzle de su mente y eso lo descontrolaba emocionalmente.

    — ¡Eso que dice el detective, es en parte verdad, yo estaba allí, cuando, lamentablemente, se lanzó la chica junkie, pero la policía afirma que es una chica hindú. ¿Me quieren volver loco? ¡Yo maté, por decirlo de alguna manera a una rubia junkie, migrante rumana, no a Larissa!

    Cállate imbecil! ¡Cómo se te ocurre decir eso! ¡Te pueden escuchar! Le recriminó Daniel Badly, mirando hacia ambos costados. Lo tomó de un brazo con fuerzas y lo encaró mientras el delgado chico hindú estupefacto, miraba hacia arriba al larguirucho, desagradable y alto leguleyo. Luego insistió: ¡Cállate estúpido, quieres quedar detenido! ¡No debes ceder en la versión! Tratarán de quebrarte, pero debes mantenerte firme en el guion acordado"

    — !La verdad, ya no me interesa nada…estoy agotado! Hasta la vida ya carece de sentido…La verdad, no me siento para nada bien, son demasiadas las preguntas que me atormentan.

    El larguirucho, otrora activista y vendido al poder hegemónico de los medios globalistas, ex tinterillo de turbios casos en Naciones Unidas, le acercó una tarjeta de presentación para que se mantuviera en contacto y con una sonrisa que más parecía una mueca desfigurada, le consulta con su voz ronca y traposa: "Así, entre nosotros, a lo amigo: ¿Tuviste, de verdad, algo que ver con la muerte de la chica hindú?

    Al ver el rostro de sorpresa del chico de Jaipur, el barbón abogado de voz enronquecida, se apresuró a replicar: No me malinterpretes, pero sólo deseo tener la mayor cantidad de antecedentes para seguir con una contundente defensa. ¿Me entiendes? No es por morbo ni nada parecido

    — De verdad, ya no lo sé, estoy confundido, pero si usted desea que le cuente todo, estoy dispuesto a comentarle todo lo que viví esa tarde - noche. Detalle tras detalle, se lo diré —respondió el joven músico, sabiendo de las intensiones perversas de su abogado. Vikram sabía que su situación había cambiado y, dadas las condiciones de ese momento, podría ser, perfectamente, deportado o encarcelado. Definitivamente las cosas ya no iban a seguir como antes. Nada sería igual. De eso estaba, absolutamente, convencido y ese cambio, pletórico de incertidumbre, lo angustiaba enormemente.

    El abogado le sonrío con esa mueca falsa que lo caracterizaba mientras invitaba al flacuchento músico de sarod a beber un café.

    — Acá puedes contarme todo y ten la certeza que sólo será para ayudarte a zafar del problema —dijo el abogado, buscando ganar la confianza del muchacho de Jaipur.

    Si lograba sacarle la confesión, el ambicioso abogado, tendría la exclusiva de lo ocurrido. Estaba obsesionado en poder obtener la primicia del caso y quizá de alguna manera, relacionarlo con los otros doce suicidios ocurridos en ese mismo lugar. Sentía que estaba a punto de tirar de

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