Ponle oídos al pecho
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Pero…
¿Qué hay de esa sed interna?, esa sed que no alivias abriendo el grifo de tu cocina. Hablemos de esas vorágines internas, de esos lodos emocionales, de miedos, de heridas enquistadas, para descubrir cómo surfear todas esas sensaciones y sentimientos, dejando caer los guantes de boxeo, el combate, la lucha contra nosotros, nosotras mismas y por ende contra el mundo que nos rodea.
Si ya has sentido la gravedad que tiene una buena hostia, si te has cansado de traspasar cientos de suelos y estas en un lugar hondo, este libro te ha encontrado y te erizará hasta las pestañas. Es como esa prenda con la que liberan a Dobby en Harry Potter, por lo tanto, coge el libro, inicia la página y libérate.
Tu equilibrio emocional puede estar más cerca que tu próxima respiración.
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Ponle oídos al pecho - Rocío Páez González
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Rocío Páez González
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1144-242-8
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
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Nota de la autora
Me gustaría comenzar diciendo que para nada tengo la verdad absoluta, creo que nadie la tiene, aquí me expreso desde mi propia verdad, la experiencia, mi experiencia personal y a través de la observación constante al ser humano, más allá de cualquier papel titulado.
Para mí es un placer tener lectores escépticos que pongan en duda cada una de mis palabras y se atrevan a experimentarlo en sus propias carnes, en el día a día, que cuestionen y se cuestionen e investiguen cuánto de realidad hay en mis palabras, mi propósito aquí no es que nadie me crea, más bien todo lo contrario, no lo hagas, experimenta cada página de este libro. Habrá momentos en los que apartaremos la razón, la lógica para pararnos a sentir, a ver, a descubrir y, en definitiva a latir; a latir bien fuerte.
Solamente pido tres cosas: suelta cualquier tipo de juicio (al menos, hasta el final del libro). Mantén tu mente en modo paracaídas, bien abierta y atrévete a jugar, independientemente de la edad que tengas, porque hay cosas que no deberíamos haber perdido jamás.
Entonces…
¿Aceptas el reto?
SI
SI NO
En este primer apartado es posible que no entiendas nada hasta terminar el libro, es como la vida, un ciclo y vuelta a empezar.
Imagínate que, al leer este libro, no existiese la posibilidad de volver la página atrás. ¿Cuánta atención le pondrías?
1. SONÁMBULOS/AS TERRENALES
«En el camino a la verdad,
solo hay dos errores que uno puede cometer:
no seguir hasta el final
o no haber comenzado nunca».
BUDA.
.
Imaginemos que has pasado toda tu vida viviendo en un pequeño centro comercial poco común, tapiado, sin acceso a la calle, sin ventanas; no puedes ni sabes que existe un exterior, lo que sí existen son otras personas que están en tu misma situación, como las sombras y los ecos de la taberna de Platón.
Ese centro comercial es todo lo que conoces y has conocido jamás, es, de hecho, tu única realidad, tu propia vida. Pero estás conforme con estar aquí experimentando siempre la misma rutina, la misma zona de confort, viendo siempre las mismas personas cosas. Has llegado a creer, por tu experiencia, que esta es la única verdad, la única realidad que existe y tienes que aceptarla.
La mayoría de nosotros moriremos en este centro comercial si no cuestionamos que puede haber otras realidades, formas de vida y de vivir.
Un buen día, cansado de tu repetición constante de vida, de tu rutina diaria, vas caminando y decides sentarte en unas escaleras por donde no suele haber casi nunca nadie, te sientas allí a «desconectar» tu piloto automático, a conectar con el silencio y a estar un ratito a solas contigo mismo sin tanto exceso de ruido. Permaneces allí unas cuantas horas, desde esas escaleras observas prácticamente todo el centro comercial, comienzas a contemplar las prisas, el ruido, el agotamiento mental de las personas, la tristeza que hay en sus miradas, el cansancio, las prisas; mismas caras, situaciones repetitivas, el estrés. Todos en un bucle infinito haciendo, que no viviendo, un día más, un día casi tan idéntico al anterior. Esto empieza a generarte una emoción de tristeza, pero sigues con el modo ON bien encendido del observador y continúas mirándolo todo. Al fondo de las escaleras donde estás sentado visualizando ves que hay una puerta negra con un cartel que no alcanzas a ver, decides acercarte un poco y te das cuenta de que aquella puerta tiene varias cadenas gruesas con unos candados enormes y el cartel dice: «Prohibido el paso. Altamente peligroso» y en él se dibuja un esqueleto, parece algo así como electrizante, te da de todo menos buen rollo, pero comienzas a preguntarte qué habrá detrás de aquella puerta, qué guardara aquel lugar y el porqué de esas cerraduras, de ese peligro. Después de hacerte varias preguntas y de sentir curiosidad, te invade el miedo, te levantas de aquel lugar y te vas. Al día siguiente, vuelves de nuevo a aquellas escaleras, ese sitio, sin duda, te aporta tranquilidad, se está convirtiendo en tu lugar, te incita a estar contigo a solas, en silencio y observando; empiezas a cogerle gustillo. Finalmente, hoy decides acercarte un poco más a la puerta del peligro, de cerca, te das cuenta de que contiene arañazos y ralladuras por todas partes con la palabra «peligro». Sientes como el calor recorre todo tu cuerpo, de nuevo te invade el miedo a lo desconocido, pero, de repente, te percatas de algo: te das cuenta de que las cadenas (tus limitaciones) no tienen los candados cerrados, están todos completamente abiertos, eres libre de decidir, de descubrir lo que se esconde tras esa puerta y comienza un diálogo interno. Rápidamente, empiezas a cuestionarlo todo, una lluvia de preguntas te empapa hasta las sienes: «Si fuese tan peligroso los candados los mantendrían cerrados». Lleno de dudas, de incertidumbre, el miedo en formato pdf, que son tus pensamientos, te vuelve a vencer. Sin embargo, vuelves un día tras otro, hasta que te sientes fuerte y tus ganas de descubrir son más altas que tus miedos, entonces, ese día te levantas de esas escaleras con firmeza: vas a descubrir lo que guarda aquella puerta. Comienzas a quitar las cadenas, con miedo, claro que sí, no lo has dejado de sentir, solamente que ya no te limita, con una mezcla potente de emociones contradictorias. Finalmente, logras abrirla, lentamente y asustado, ves que hay un pasillo largo y, tal vez, un tanto oscuro. Lo miras dubitativo, pero avanzas de todos modos, recorres aquel pasillo, de momento no ha pasado nada grave. Al llegar al final, observas que hay una segunda puerta, pero, esta vez, las cadenas son más pequeñas (las limitaciones), solamente tienen un candado, el cual también permanece abierto. Te animas a ti mismo en voz baja, diciéndote: «Ya he avanzado hasta aquí, tengo que continuar», así que le echas de nuevo valor y decides atravesar tus obstáculos, traspasando esa segunda puerta.
¡No puedes creer lo que estás viendo! Y sintiendo, a su vez. Estás en la azotea del centro comercial, de tu única vida y realidad hasta ahora. El aire acaricia tu piel, ves el cielo, nubes, pájaros volando todo por primera vez; árboles, coches, caras nuevas, perros jugando en un precioso parque que ves a tu izquierda. Respiras el aire puro, todo te envuelve, te emocionas, te sientes fascinado con todo lo que te rodea, tus cinco sentidos están exaltados; te cuesta creerte esta realidad. De repente, en la otra punta de la azotea ves un grupo de personas, te acercas despacito, descolocado y medio escondido. Uno de ellos se da cuenta de tu presencia y te invita a acercarte.
—¡Tranquilo, no tengas miedo! —exclama
Asustado te acercas muy despacio y una chica pelirroja te da la bienvenida amablemente.
—¿Qué tal? Mi nombre es Bianka. ¿Asustado? ¿Es tu primer día?
Pero tú aún estas paralizado, exhausto y eres incapaz de pronunciar palabra. Ella prosigue.
—Nosotros salimos hace unos meses de otro centro comercial y venimos de vez en cuando a ayudar a otras personas, a acompañarlas y aportarles comprensión en su proceso de despertar cuando salen del centro comercial, de esa realidad paralela de la que venimos.
»Existen tres centros que están juntos, pero que no se comunican entre sí, los centros comerciales son estos tres edificios de los que venimos, creyéndonos durante años y años que eso era la vida y, por ende, toda la existencia.
—Apenas sé muy bien qué es un edificio, ni un centro comercial exactamente, pero ¿nos han encerrado todo este tiempo y nos han manipulado? Repitiendo día tras día las mismas cosas, los mismos errores…
—Bianka: entiendo cómo te sientes, todos los que salimos pasamos por un sinfín de sensaciones, pero piensa que, al menos, tú estás aquí y ahora, a punto de descubrir infinidad de oportunidades, otra manera de vivir.
»En realidad, las puertas siempre estuvieron abiertas, aunque reconocemos que, si existe una manipulación detrás y nos infunden el miedo con el cartel de aquella puerta, etc. La mayoría de las personas que estamos hoy aquí es por que tocamos fondo, cuestionándonos si esto que vivíamos lo era todo, por eso hemos logrado romper nuestras barreras, por eso cruzamos esa puerta a pesar del miedo que todos experimentamos, pero lo hemos logrado, hemos vencido nuestros propios límites. En realidad, salimos muchas más personas de aquí, pero algunas volvieron al centro comercial negando lo que vieron, aferrándose a esa realidad que tan bien conocemos, convenciéndose de que eso es su casa, la vida.
—Pero ¿Por qué iba a querer alguien volver a aquella mentira, a aquel encierro?
—Bueno… algunos prefieren lo conocido, la zona falsa de seguridad, otros fueron paralizados por el miedo y no podían, ni querían creer que eso estuviese pasando en realidad; otros fueron dentro, llenos de gozo a compartir su vivencia sobre este mundo, pero muchos, por el motivo que fuese, no volvieron a salir; a otros no se les creyó, simplemente les trataron dentro como unos tarados mentales (locos). Algunos creyeron que por cruzar aquella puerta habían enfermado mentalmente y así otros tantos dedujeron que cruzar aquella puerta era muy peligroso.
»Y tú ¿estás preparado para inyectarte dosis de vida? ¡Dale! Te enseñaremos cómo funcionan los semáforos, los pasos de peatones, los parques, los animales, las plantas y muchísimas cosas que no habrás visto jamás.
—Sí, pero, antes de nada, me gustaría avisar a mi familia y amigos de todo esto, merecen saber lo que está pasando ahí dentro.
—Haz lo que te nazca hacer siempre, pero he de decirte que, si vuelves dentro, cabe la posibilidad de que no te crean, te intenten hacer sentir como un loco o, incluso, algún miembro de tu familia puede que ya lo haya experimentado o escuchado hablar de ello, aunque no siempre se tiene la valentía o fortaleza de continuar en este camino. Lo más probable es que te intenten proteger a su manera, claro está, pensando en que lo hacen por ti y quizás un poco también por su miedo a perderte… Ya sabes, como te dije antes, otros te hablarán del peligro, pero ya has dado el primer paso y el más difícil de todos, ahora la decisión siempre la tienes que tomar tú y si, por el contrario, decides acompañarnos, estaremos encantados de que así sea, te seguiré contando por el camino.
—De acuerdo, Bianka, pero ¿cómo bajaremos de este techo?
Bianka sonrió.
—Tranquilo, hay unas escaleras de emergencia justo en aquel lateral del edificio. —Señaló—. El miedo de salir del centro comercial es terrible, el pensamiento de quitar todas esas cadenas, enfrentarte a tus limitaciones y cruzar aquella puerta va en contra de todo lo que te