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Dos concepciones de la vida
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Libro electrónico38 páginas24 minutos

Dos concepciones de la vida

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Si algún mérito espero y reclamo que me sea reconocido es el de -también conforme un principio de Nietzsche- meter toda mi sangre en mis ideas". Esta frase de Mariátegui resume perfectamente su recorrido literario; lo incisivo de su trabajo, una obra llena de ideas polémicas con respecto a la sociedad y la cultura peruana y latinoamericana. Sus crónicas de posguerra, sus reflexiones sobre la crisis de la democracia y la polarización de las fuerzas políticas parecen tan actuales hoy como entonces. Se trata de un pensador y un crítico extraordinario, completamente vigente. Sin dudas, como se propuso, Mariátegui consiguió con su pluma transformar la realidad desde dentro.
IdiomaEspañol
EditorialMB Cooltura
Fecha de lanzamiento2 ago 2020
ISBN9789877444728
Dos concepciones de la vida
Autor

José Carlos Mariátegui

(José Carlos Mariátegui La Chira; Moquegua, 1894 - Lima, 1930) Ensayista peruano, uno de los pensadores más influyentes en el ámbito de la reflexión sobre la cultura y sociedad de su país. Destacado activista político, fue además el fundador del Partido Socialista Marxista Peruano. Su madre, Amalia La Chira, se había casado con Javier Francisco Mariátegui en 1882, en el pueblo de Sayán, de donde ella era originaria. Poco después fue abandonada por su marido, quien la dejó a cargo de los tres hijos del matrimonio. Cuando la familia se instaló en Lima, José del Carmen Eliseo cambió su nombre por el de José Carlos. Durante una estancia en Huacho, Mariátegui sufrió un accidente que dañó su rodilla izquierda y, aunque fue tratado en la Maisón de Santé de Lima, perteneciente a la Beneficencia Francesa, finalmente quedó cojo, lo que le obligó a abandonar sus estudios escolares. Durante su convalecencia inició su formación autodidacta con su madre y su hermana mayor.

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    Dos concepciones de la vida - José Carlos Mariátegui

    DOS-CONCEPCIONES-DE-LA-VIDA-Mariategui-600.jpg

    DOS CONCEPCIONES DE LA VIDA

    Publicado por primera vez en Mundial / Lima, 9 de enero de 1925

    I

    La guerra mundial no ha modificado ni fracturado únicamente la economía y la política de Occidente. Ha modificado o fracturado, también, su mentalidad y su espíritu. Las consecuencias económicas, definidas y precisadas por John Maynard Keynes, no son más evidentes ni sensibles que las consecuencias espirituales y psicológicas.

    Los políticos, los estadistas, hallarán, tal vez, a través de una serie de experimentos, una fórmula y un método para resolver las primeras; pero no hallarán, seguramente, una teoría y una práctica adecuadas para anular las segundas. Más probable me parece que deban acomodar sus programas a la presión de la atmósfera espiritual, a cuya influencia su trabajo no puede sustraerse.

    Lo que diferencia a los hombres de esta época no es tan sólo la doctrina, sino sobre todo, el sentimiento. Dos opuestas concepciones de la vida, una pre-bélica, otra post-bélica, impiden la inteligencia de hombres que, aparentemente, sirven el mismo interés histórico.

    He aquí el conflicto central de la crisis contemporánea.

    La filosofía evolucionista, historicista, racionalista, unía en los tiempos prebélicos, por encima de las fronteras políticas y sociales, a las dos clases antagónicas. El bienestar material, la potencia física de las urbes habían engendrado un respeto supersticioso por la idea del Progreso. La humanidad parecía haber hallado una vía definitiva. Conservadores y revolucionarios aceptaban prácticamente las consecuencias de la tesis evolucionista. Unos y otros coincidían en la misma adhesión a la idea del progreso y en la misma aversión a la violencia.

    No faltaban hombres a quienes esta chata y cómoda filosofía no lograba seducir ni captar. Jorge Sorel uno de los escritores más agudos de la Francia pre-bélica, denunciaba por ejemplo, las ilusiones del progreso. Don Miguel de Unamuno predicaba quijotismo. Pero la mayoría de los europeos había perdido el gusto de las aventuras y de los mitos heroicos. La democracia conseguía el favor de

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