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Perú 2011-2022: economía, política y sociedad
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Perú 2011-2022: economía, política y sociedad
Libro electrónico640 páginas13 horas

Perú 2011-2022: economía, política y sociedad

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El libro describe y analiza la evolución del Perú, entre 2011 y 2022, en tres aspectos: economía, política y resultados sociales. Incluye también un análisis detallado de los efectos del COVID-19 y las respuestas de las autoridades peruanas. El texto prioriza la interacción entre la política y la economía, y representa un avance en la necesidad de enfoques multidisciplinarios para comprender mejor al Perú y, en especial, por qué el bienestar no alcanza a todos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 jul 2022
ISBN9789972575006
Perú 2011-2022: economía, política y sociedad

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    Perú 2011-2022 - Carlos Parodi Trece

    © Carlos Parodi Trece, 2022

    De esta edición:

    © Universidad del Pacífico

    Jr. Gral. Luis Sánchez Cerro 2141

    Lima 15072, Perú

    Perú 2011-2022: economía, política y sociedad

    Carlos Parodi Trece

    1.ª edición digital: julio de 2022

    Diseño de la carátula: Ícono Comunicadores

    ISBN ebook: 978-9972-57-500-6

    Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2022-06380

    Disponible en fondoeditorial.up.edu.pe

    BUP

    Parodi Trece, Carlos

    Perú 2011-2022: economía, política y sociedad / Carlos Parodi Trece. -- 1a edición. -- Lima: Universidad del Pacífico, 2022.

    344 p.

    1. Perú--Condiciones económicas--2011-2022

    2. Economía internacional--2011-2022

    3. Perú--Política y gobierno--2011-2022

    4. Pandemia de COVID-19, 2020- --Aspectos económicos--Perú

    5. Humala Tasso, Ollanta, 1963- --Actividad política

    6. Vizcarra Cornejo, Martín Alberto--Actividad política

    7. Kuczynski Godard, Pedro-Pablo, 1938- --Actividad política

    8. Castillo, Pedro, 1969- --Actividad política

    I. Universidad del Pacífico (Lima)

    330.985 (SCDD)

    La Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico.

    Derechos reservados conforme a ley.

    A Almendra y Francisca, siempre.

    Introducción: algunos conceptos básicos

    I.La economía como ciencia social

    La economía es una ciencia social, al igual que la historia, la sociología, la ciencia política y la antropología, entre otras. En todas, el ser humano y su comportamiento es el centro de estudio, y por esa razón se encuentran relacionadas entre ellas. Comprender mejor el funcionamiento de una sociedad pasa por integrar a las ciencias sociales y no separarlas. Sin embargo, en las últimas décadas, el conocimiento se ha fragmentado y las disciplinas cada vez dialogan menos entre sí. El resultado es una incapacidad de explicar con menores márgenes de error qué es lo que pasa en el mundo en general y en un país en particular. Más aún, cada ciencia social observa el mundo desde su punto de vista y cree entenderlo. Pienso que es un error. Comprender lo que pasa con una economía requiere la incorporación de elementos de otras ciencias sociales, pues la evolución de la economía, aunque suene extraño, no se puede entender solo desde la economía. Avanzar con enfoques multidisciplinarios ayuda a poner contexto a los hechos y a reconocer la interrelación que existe entre las distintas ciencias sociales. Cada una tiene mucho por aportar.

    ¿Y es posible conocer con precisión todas las ciencias sociales? No, pero, al menos, al incorporar conocimientos de varias de ellas, mejoramos la comprensión de lo que queremos estudiar y tener una visión de conjunto. ¿Cómo entender al Perú sin revisar su historia o su desarrollo político? Las estrategias económicas y las políticas públicas no se aplican en un vacío, sino en una realidad concreta, que se puede conocer mejor a través del estudio de la interacción de la economía con las demás ciencias sociales. No obstante, sería muy pretencioso afirmar que puedo integrarlas a todas; el objetivo del libro que tiene en sus manos es más modesto: describir y explicar los hechos del período 2011-2022 a partir de la evolución de la economía, la política y los resultados sociales.

    Las historias hay que contarlas. Más aún cuando tienen desenlaces tan inciertos debido a hechos inesperados, que se suceden uno tras otro, sin que hayamos terminado de digerir los anteriores. El período 2011-2022 muestra la interacción entre la economía, la política y los resultados sociales en un marco más general de una debilidad institucional, que viene de tiempo atrás. Por eso, se necesita de enfoques multidisciplinarios. Cuando el desempeño de una economía no se contextualiza, se pierde una mejor comprensión de los hechos.

    En el análisis, hay que diferenciar lo que se hizo y sus resultados, mejor si están respaldados en datos, de lo que debió hacerse (lo normativo); en este último, siempre existirán discrepancias, como, por ejemplo, sobre la pertinencia de votar por un candidato u otro o la postura frente a la implementación de determinada estrategia económica. Cada uno trata de convencer al resto de que su punto de vista es el correcto. Como en el fútbol, todos somos entrenadores. Sin embargo, lo cierto es que nadie es dueño de la verdad ni tampoco tiene la receta mágica capaz de solucionar todos los problemas que aquejan a una sociedad. Me inclino más a pensar que, si basamos nuestras ideas en evidencia empírica y no solo en buenos deseos, por bien intencionados que sean, habremos dado un gran paso hacia adelante.

    A pesar de las diferencias de opinión, cualquier recomendación en economía no puede dejar de lado tres aspectos. Primero, el ya mencionado: la interacción con las demás ciencias sociales, que en gran parte determina la capacidad real de implementar las políticas. Segundo, los efectos colaterales y de mediano plazo, o lo que vemos y lo que no vemos: muchas veces, lo que parece muy positivo en el corto plazo y es aplaudido por la población, genera un daño más adelante y afecta de manera desproporcionada a quienes se buscaba, en un inicio, beneficiar. Tercero, tomar en cuenta el entorno, pues la economía no funciona en un vacío, sino en una realidad determinada.

    Lo que se ha perdido es humildad para ser conscientes de nuestras propias limitaciones, y, por ende, nuestra comprensión de la realidad solo es parcial. Y este libro no escapa a ello. La verdad es que cada vez entendemos menos lo que ocurre, aunque creamos lo contrario. Más humildad para reconocer nuestros límites, así como los aciertos de otros, a pesar de que puedan tener una postura ideológica distinta de la nuestra, es parte de la tarea pendiente. Existe algo que nos une a todos: el deseo de encontrar soluciones a problemas reales; por ahí podemos partir, y no por lo que nos separa.

    II.Economía: los principios básicos

    ¿Qué puede aportar la economía? En el primer capítulo, se desarrolla con detalle la importancia de conocer el entorno económico, pero existen algunos conceptos básicos que pueden servirnos para entender mejor la realidad. No es relevante si usted, estimado lector, es o no economista. Y por ahí sugiero comenzar.

    En primer lugar, las personas, directivos de empresas de cualquier tamaño y funcionarios públicos de todos los niveles, toman decisiones, sean acertadas o no, pero no hay duda de que deciden. Lo hacen porque tienen alguna motivación, sea esta monetaria, no monetaria, personal, grupal o de cualquier índole. La decisión tomada tiene consecuencias, algunas inmediatas y otras posteriores. Si comprendemos por qué deciden como lo hacen, entenderemos mejor los resultados económicos, políticos y sociales de un país. Aquí entran preguntas como las siguientes: ¿por qué las autoridades económicas y políticas toman ciertas decisiones y no otras? ¿Cuáles son sus motivaciones? ¿No será que los problemas están en la implementación de las medidas? ¿Por qué en 2020 se pusieron en marcha determinadas medidas para enfrentar la pandemia? ¿Puede saberse, antes de sugerir las políticas públicas, cuál será su posible impacto? ¿Se toman en cuenta los factores institucionales, políticos y culturales, entre otros, al implementar un conjunto de medidas?

    En segundo lugar, todo lo anterior ocurre porque una característica central de la economía es el reconocimiento de que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. Como no es posible hacer todo al mismo tiempo, se requiere establecer prioridades. Si tenemos una determinada cantidad de dinero, usarla en una alternativa significa dejar de hacerlo en otra. Si el Gobierno decide gastar más en salud, tendrá que sacrificar dinero que iba a ser usado, por ejemplo, en seguridad ciudadana, y así sucesivamente. ¿Cómo y por qué un Gobierno decide priorizar algunos sectores sobre otros? ¿Cómo gasta el dinero que proviene de los contribuyentes?

    En tercer lugar, y como consecuencia, a lo largo de nuestras vidas, sea desde el punto de vista familiar o laboral, lo cierto es que enfrentamos disyuntivas y tenemos que optar por alguna de ellas, y en esto no hay discusión. Podemos discrepar en por qué elegir una opción sobre otra, pero no en el hecho de que tenemos que escoger. Y lo hacemos siempre.

    En cuarto lugar, el dinero no crece en los árboles. Los gastos se financian con ingresos, sea en una familia, una empresa o un Gobierno. Supongamos que el Gobierno desea aumentar los sueldos a los maestros. Suena bien para todos los maestros, pues sus ingresos son muy bajos. Pero ¿de dónde saldrá el dinero? Es muy fácil decir que hay que gastar sin que se explique de dónde sale el dinero. Cualquier propuesta que no cuente con esa información es un buen deseo, pero no es seria. ¿A quién le quita el dinero para el aumento de sueldos? Si el dinero sale de deuda, entonces mañana se pagará más por concepto de impuestos para poder financiar ese gasto de hoy. El populismo, en economía, significa no entender que la economía tiene límites. No es posible gastar por encima de los ingresos de manera indefinida.

    En quinto lugar, el costo de oportunidad es el costo de la mejor alternativa dejada de lado y está presente en toda decisión. Veamos un ejemplo. Si el Gobierno decide usar el dinero recaudado en mejorar las condiciones de las escuelas, entonces tendrá que reducir el gasto en otros rubros, por ejemplo, capacitación de los maestros. El mismo dinero no puede usarse en varios fines al mismo tiempo. El costo de oportunidad serían los efectos negativos de no usar el dinero; en el ejemplo, en la capacitación.

    En sexto lugar, las decisiones deben tomarse sobre la base de evidencia empírica. De lo contrario, son solo opiniones. Y todos pueden opinar lo que les plazca en cualquier área. Siempre que escuchemos propuestas, debemos hacer tres preguntas: ¿quién paga?, ¿cuáles son los efectos no visibles de cada decisión? y ¿sobre la base de qué evidencia se ha tomado la decisión?

    En séptimo lugar, cualquier decisión tiene efectos inmediatos y posteriores, un lado A y un lado B. La economía no es un conjunto de buenas intenciones, ni tampoco una creencia, un acto de magia o de fe. Veamos un ejemplo. Digamos que el precio de un kilo de pollo esté en 15 soles. Algún político aparece con el siguiente discurso: «No es posible que el pollo esté tan caro; ese precio solo lo pueden pagar los ricos. Vamos a fijarlo en 5 soles para que esté al alcance de todos». Aplausos de todos y mayores niveles de aprobación. ¿Por qué habría que dudar de algo tan obvio? Ese es el lado A. Sin embargo, ¿cuál es el lado B? A ese precio, al productor no le convendrá vender, pues no le sale a cuenta y, como consecuencia, aparecerán mercados negros y desabastecimientos. Tampoco le gustaría que, a usted, estimado lector, le bajen el sueldo, que también es un precio, porque el Gobierno así lo disponga.

    Imagine usted que se encuentra en 2020, el año de la pandemia, y produce y vende mascarillas a 10 soles cada una. La población presiona porque las considera muy caras en un contexto de pandemia. Como las autoridades deben ver por todos, y ante la presión de la población, establecen que el precio de la mascarilla sea de 1 sol. Esto pone muy felices a los compradores (lado A), pero, cuando van a las tiendas, no las encuentran (lado B). Ya no hay mascarillas para comprar. ¿Por qué? Al precio de 1 sol, a los productores ya no les conviene hacer mascarillas y, como consecuencia, comienzan a escasear. La población, alimentada por voces interesadas, comienza a culpar a las grandes empresas que abusan de los ciudadanos.

    El resultado será la aparición de un mercado negro, en el que se terminará pagando más de 10 soles por cada mascarilla. El remedio fue peor que la enfermedad. Es historia vieja. Reemplace mascarillas por créditos bancarios o por cualquier otro bien o servicio. Los efectos de los controles de precios son los mismos siempre, como se puede aprender de la historia. Los políticos aprovechan la desesperación de los compradores para aplicar medidas que suenan como música para los oídos, pero que, más temprano que tarde, perjudican a quienes iban a beneficiar.

    III.¿Qué esperar del libro?

    El libro está dividido en ocho capítulos y un epílogo. Los dos primeros están dedicados a precisar diversos conceptos de economía, aplicados tanto al Perú como a la evolución de la economía mundial durante el período 2011-2022; el tercero se concentra en nociones de política y usa la realidad peruana como ejemplo; en conjunto, los tres brindan las herramientas para luego proceder al análisis de los Gobiernos desde 2011. El capítulo I presenta una metodología que permite hacer un análisis de cualquier economía. Suponga que alguien le pregunta lo siguiente: ¿cómo está la economía peruana? Cada uno responderá desde su punto de vista personal. Si la persona preguntada tiene un buen empleo, y la vida le ha sonreído, tendrá una respuesta positiva y optimista; pero si se trata de alguien que ha perdido su empleo o que vive en condiciones de pobreza, contestará lo contrario. El método de análisis que se presenta en el primer capítulo intenta reducir la subjetividad, para luego aplicarlo al caso peruano.

    El segundo capítulo estudia el desempeño de la economía mundial entre 2011 y 2020. La economía peruana es pequeña y está abierta al mundo, por lo que es impactada por lo que ocurra fuera del país, sea positivo o negativo. Los nexos son los precios de las materias primas y las tasas de interés internacionales, entre otros factores. El tercer capítulo analiza la política en el Perú. No soy experto en el tema, pero la lectura de diversos escritos de ciencia política me ha permitido tener claro que la política es fundamental para comprender la evolución económica, y que la interrelación entre economía y política va en los dos sentidos, tema que se trata al inicio del capítulo.

    Con el capítulo IV, dedicado al período de Ollanta Humala (2011-2016) como presidente del Perú, comienza el análisis económico, político y social de los Gobiernos del período 2011-2022; para ello, se usan las nociones generales desarrolladas en los tres primeros capítulos.

    El quinto capítulo, concentrado en el desarrollo político del período 2016-2021, se ha redactado como una serie televisiva con 12 episodios. Cada uno de ellos alude a un hecho relevante en la evolución de la política en el Perú durante el período en cuestión. Sin ninguna duda, fue uno de los quinquenios con mayor turbulencia política de las últimas décadas, y considero que conocerlo permite una mejor comprensión del casi nulo avance de las reformas, claves para conectar las cifras macroeconómicas con el bienestar de todos. En el siguiente capítulo, se analiza con detalle el desempeño económico y social del período. Los capítulos V y VI se refieren al mismo quinquenio y están separados para no alargar ninguno de ellos más allá de lo necesario.

    El séptimo capítulo está dedicado al estudio de la COVID-19 y sus impactos sobre la economía y la sociedad. El Perú fue el país con mayor número de fallecidos por millón de habitantes en el mundo y uno de los que experimentó la mayor caída de la economía; más de 210.000 familias enlutadas, 3 millones de nuevos pobres, miles de empleos perdidos y frustración generalizada fueron algunos de los resultados de los impactos de la pandemia. Desde el 16 de marzo de 2020, el Perú vivió 107 días de cuarentena bastante estricta que, quienes la vivimos, recordaremos para siempre.

    El libro continúa con el capítulo VIII, dedicado a la llegada de Pedro Castillo a la presidencia y sus primeros meses en el poder; cubre el período entre el 28 de julio de 2021 y el primer trimestre de 2022. «Contradicciones», «incertidumbre», «polarización» e «intolerancia» son términos que pueden definir los inicios de su Gobierno. A estos factores internos hay que sumar la invasión rusa a Ucrania, la cual generó un aumento de los precios, que puso en jaque al Gobierno. Por último, un epílogo cierra con las principales lecciones que deja el período.

    El libro no pretende brindar soluciones mágicas, sino busca contar y analizar la historia económica, política y social del período 2011-2022 para resaltar la necesidad de ampliar la mirada de la economía a la política y, por ende, al marco institucional. Así, cada lector contará con más elementos para comprender más y mejor al Perú, y notará que no hay salidas fáciles, como muchos piensan. Si el texto que viene a continuación logra ese objetivo, quedaré más que satisfecho.

    Deseo agradecer al Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP) y al comité editorial de la Universidad, pues me brindaron todas las facilidades, paciencia y apoyo para terminar este libro. Dos lectores anónimos permitieron, con sus sugerencias, una notable mejoría de la versión original. Aun así, las ideas expuestas son de responsabilidad exclusiva del autor.

    Capítulo I

    ¿Cómo analizar la economía peruana?

    I.¿Por qué importa la economía?

    Sin ninguna duda, la economía importa para todos, pero ¿cómo importa? Todos los ciudadanos tomamos siempre decisiones. Imagine usted un día común y corriente de su vida. Se levanta, toma desayuno, va al trabajo (si es que lo tiene), regresa a casa luego de una larga jornada, a lo mejor ve alguna película y luego se duerme. Aunque no siempre pensamos en ello, el comportamiento descrito implica un gran número de decisiones. Por ejemplo, ¿a qué hora nos levantamos?, ¿cuánto tiempo después salimos al trabajo?, ¿qué ruta tomamos?, ¿en qué momento cruzamos las calles?, ¿qué hacemos apenas llegamos?, etc.

    Cuidamos nuestro empleo, pues es un medio de vida. Nos provee los ingresos que necesitamos para comprar bienes y/o servicios que satisfagan nuestras necesidades. Tomamos decisiones con el objetivo de vivir lo mejor que podamos. Y si lo que entendemos por economía va mal, entonces tememos por nuestro empleo, pues una pérdida de este se asocia con un menor ingreso y, por lo tanto, con un deterioro de nuestra calidad de vida. Nos desesperamos. Eso ocurrió para muchos ciudadanos durante 2020, como resultado de la COVID-19 y las medidas tomadas para enfrentar los contagios.

    En consecuencia, tenemos una idea de lo que significa que la economía vaya bien o mal, pues lo sentimos en carne propia. El conductor de un taxi observa que tiene menos clientes o que, si los hay, no están dispuestos a pagar lo que poco tiempo atrás pagaban. El dueño de una pequeña bodega percibe lo mismo. Cuando la economía va mal, todos notamos que solicitan menos nuestros servicios o lo que sea que vendamos.

    Solemos evaluar la situación desde nuestra óptica personal; por ejemplo, si nos enteramos de que la entidad en la cual laboramos está en problemas o que sube el precio de algún alimento que consideramos de primera necesidad, lo atribuimos al presidente de turno, al que probablemente dimos nuestro voto poco tiempo atrás. Expresiones como «los alimentos suben de precio y el presidente no hace nada» son comunes entre aquellos que pierden su empleo o no logran acceder a servicios básicos de calidad. Y entonces aparece la expresión «el Gobierno debería…», pues, al igual que en el fútbol, todos creemos que tenemos la solución. En contraste, quienes la pasan bien dirán que no hay problemas y que son exageraciones. Salvo casos excepcionales, no es verdad que a todos les vaya mal ni bien al mismo tiempo.

    Algo similar ocurre con los empresarios, sean estos pequeños, medianos o grandes. Pensemos en un pequeño comerciante. Para tomar una decisión de inversión, observa si es que existe demanda (compradores) por lo que quiere producir (sea un bien o un servicio), calcula cuánto le costaría poner el negocio, explora alternativas de financiamiento (¿un banco?, ¿una caja?), etc. Busca siempre la mejor opción. Y aun así puede equivocarse; al igual que un comprador cuando adquiere algo que no necesita, o luego de haberlo hecho, descubre que es inútil. Decidir no implica tener éxito siempre. Los ciudadanos actuamos como compradores y como vendedores; en el primer caso, queremos pagar el menor precio posible, mientras que, en el segundo, por ejemplo cuando pensamos en nuestro sueldo o salario mensual, que también es un precio, esperamos que sea el mayor posible. En cualquiera de los casos descritos, uno de los elementos determinantes en las decisiones es la situación de la economía, la que a su vez depende de diversos factores.

    La economía no funciona en un vacío, sino en una realidad concreta, con dimensiones políticas, históricas, sociales, culturales, etc. Los ciudadanos no vivimos aislados, sino dentro de una sociedad. Y hay que conocerla lo mejor que se pueda, a pesar de que muchos, con razón, perciban que los grandes números de la economía, como, por ejemplo, el producto interno bruto (PIB), no se relacionan con su propio bienestar. Imagine usted que le comenta a cualquier ciudadano que acaba de leer en internet que el PIB creció más del 3%. ¿Cómo hace para relacionarlo con su vida diaria?

    La economía es una ciencia social; esta última se define como «el estudio científico de los factores sociales, culturales, sicológicos, económicos y políticos que guían las acciones de los individuos» (Hunt & Colander, 2006, p. 1) El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española define a las ciencias sociales como «las ciencias que, como la economía, la sociología y la antropología, se ocupan de la actividad humana en la sociedad» (RAE, 2019).

    Las ciencias sociales, por lo general, se dividen en antropología, sociología, historia, geografía, economía, ciencias políticas y sicología. El punto clave es que aquellas están interrelacionadas entre sí, y observar un hecho desde una sola nos lleva a una comprensión muy limitada del objeto de estudio. ¿Esto significa que tenemos que ser expertos en todas las ciencias sociales para poder analizar un evento, como un problema político o una caída de la economía? Desde luego que no, pues nadie sería capaz de ello. Sin embargo, eso no quita que sea necesario usar enfoques multidisciplinarios. Ningún estudio es perfecto ni completo, pero, en lo posible, es preferible analizar causas, no solo económicas, para explicar el desenvolvimiento de la economía. Hunt y Colander (2006, p. 5) lo ponen así: «aunque es cierto que ser un buen científico social implica conocer cada uno de sus componentes, lo es también saber cómo se relacionan entre sí».

    A manera de ejemplo, algunas preguntas son pertinentes: ¿alguien puede dudar de que, en el período 2010-2022, la política interna, los cambios en la economía mundial y en particular la COVID-19 fueron claves en la explicación del desenvolvimiento económico?

    ¿Por qué las buenas cifras macroeconómicas, como la evolución del producto interno bruto (PIB o PBI como lo conocemos en Perú) y la estabilidad monetaria, entre otras, no se reflejaron en la calidad de vida de todos los ciudadanos? ¿Por qué los ciudadanos elegimos un presidente, cada cinco años, para luego desilusionarnos muy rápido? ¿Por qué parece que ninguna estrategia económica sirve para elevar el bienestar de todos? Este tipo de preguntas son aquellas que necesitamos abordar, y por ello requerimos de enfoques que vayan más allá de la economía.

    II.Una metodología de análisis de una economía

    Imaginemos que usted, estimado lector, recibe una propuesta de un empleo en cualquier país del mundo, distinto del Perú. Lo que querrá saber es cómo está ese país en sus diferentes dimensiones, digamos la política, la económica, la institucional, la cultural, etc. Requerimos saber cómo está, pues de la respuesta depende su decisión de aceptar o no el empleo. Es muy fácil decir «bien» o «más o menos», pero es claro que esas respuestas no son suficientes. Por lo tanto, necesitamos un método de análisis que nos permita absolver la interrogante anterior. Además, la mayoría de las respuestas contienen un alto grado de subjetividad, pues cada uno lo ve desde su particular punto de vista, y lo que se requiere es más objetividad. La economía no se puede entender solo desde la economía, pues interactúa con otras dimensiones del entorno. Una alternativa es comenzar por la constitución vigente en el momento en el que se hace el análisis, pues provee el marco general.

    Cada cinco años, el 28 de julio, un nuevo presidente asume el mando del Perú. De acuerdo con la constitución vigente (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, 2019), el presidente jura, y asume el cargo, ante el Congreso, el 28 de julio del año en que se realizó la elección (art. 116). En ese acto, presenta su mensaje a la nación, en el que expone la situación del país y las medidas que juzga conveniente implementar. Una de sus primeras tareas es nombrar un primer ministro o presidente del Consejo de Ministros; esta instancia está conformada por todos los ministros de las diversas carteras (en 2022, había 18 ministerios, sin contar la oficina del primer ministro). Dentro de los 30 días de haber asumido la Presidencia del Consejo de Ministros, el primer ministro debe acudir al Congreso a presentar y debatir la política general del Gobierno, y, luego de ello, requiere el voto de confianza de los parlamentarios¹.

    Una característica de la política peruana es que los ciudadanos estamos acostumbrados a que las autoridades elegidas no apliquen lo que prometieron en campaña. Una cosa es la campaña y otra, el Gobierno. Y esa es la primera fuente de desilusión con los políticos; ocurrió con Humala, PPK y Vizcarra, y antes con Toledo y García. Asumamos ahora que, en contra de la tendencia descrita, el Gobierno implementa medidas consistentes con su propuesta preelectoral. Poco tiempo después, queremos evaluar los efectos de las medidas puestas en marcha. ¿Cómo hacemos la evaluación? ¿Cuáles son los resultados económicos y cómo se miden? ¿Solo dependen de lo que se haga (o no se haga) dentro del país? ¿Qué rol cumplen los factores externos? ¿Y los aspectos políticos, culturales e históricos? ¿Y la calidad de vida de los ciudadanos?

    Con estas preguntas en mente, ¿qué y cómo respondería a un ciudadano de otro país si le pregunta «cómo está la economía»? Parece que la respuesta es fácil, pero no lo es. Tendemos a usar ejemplos muy puntuales, por lo general relacionados con algo que nos afecta a nosotros o a un conocido. El problema es que, de ahí, generalizamos, y eso es un error. Y lo cierto es que a todos no nos va igual. La respuesta no será la misma si usted cuenta con un buen empleo que en caso contrario. Tampoco lo será si pertenece a una familia de ingresos altos o a una que vive en condiciones de pobreza.

    Una adecuada comprensión del entorno económico requiere del manejo de varios conceptos usados por los economistas. Con la finalidad de proporcionar al lector un marco general, comencemos con una analogía. Si usted tiene un problema de salud y acude al médico, una de las primeras acciones del profesional será tomarle la presión y la temperatura, al margen de la dolencia que tenga y que motivó la visita al especialista. Tanto la presión como la temperatura son indicadores del estado de salud de una persona; sin embargo, tener una buena salud no garantiza un empleo adecuado ni tampoco una alta calidad de vida. Tampoco los buenos resultados económicos garantizan un alto nivel de bienestar de la población. Sobre esta idea, volveremos más adelante.

    El estado de salud de una economía también se mide por ciertos indicadores. Por lo general, se usan tres: la evolución del producto interno bruto (PIB), la inflación y las cuentas externas, que se denominan «resultados económicos». En los tres casos, existe una evolución deseable de estos, que puede diferir de lo que efectivamente ocurra con ellos en el momento del análisis.

    El desempeño de los tres indicadores mencionados depende de dos fuerzas que interactúan entre sí: la política económica interna de cada país y los choques exógenos. La primera se divide en la política fiscal, que está en manos del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), y la política monetaria y cambiaria, cuya responsabilidad recae en el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP).

    Los choques exógenos se definen como eventos que están fuera del control de los diseñadores de la política económica, pero que influyen en los resultados económicos (véase la figura 1). Ejemplos de estos últimos para una economía como la peruana son el fenómeno de El Niño, la variación de los precios internacionales de las materias primas, los impactos de las crisis financieras externas, la COVID-19 y el desempeño de la economía mundial, entre otros. Cuánto más cerrada sea una economía, mayor relevancia tendrá la política económica interna, pero en la realidad de las primeras décadas del siglo XXI, salvo excepciones como Corea del Norte, existen altos grados de interconexión entre las diversas economías del mundo.

    La creciente interdependencia de las economías en un mundo cada vez más globalizado ha llevado a que los choques exógenos (positivos o negativos) adquieran particular relevancia, sin que ello signifique dejar de lado un manejo adecuado de las políticas económicas internas. Lo cierto es que el margen de maniobra interno es cada vez menor, pues los impactos de lo que ocurre en el exterior desestabilizan a las economías en tal magnitud que obligan a implementar medidas que de otro modo no hubieran tenido que ponerse en marcha. Esa es una de las razones por las que la solidez macroeconómica de un país no es suficiente, pues, a pesar de ella, ante un evento exógeno, como podría ser el fenómeno de El Niño de 2017 o la COVID-19, el resultado es un deterioro de la economía.

    Toda estrategia económica tiene como fin último elevar el bienestar (resultados sociales) de los habitantes de un país. La conexión entre los tres indicadores y el bienestar se da a través de mejoras en diferentes aspectos relacionados con la vida diaria, como, por ejemplo, la evolución del empleo adecuado, los programas sociales, el acceso a servicios básicos de calidad para todos (educación y salud), una adecuada seguridad ciudadana, un tráfico más fluido, etc. La evidencia empírica muestra que se requiere hacer reformas para lograrlo. Los ciudadanos evalúan la gestión presidencial a partir de aquellos factores que determinan su vida diaria. No lo hacen usando el PIB o la inflación, sino a partir de los resultados sociales y los determinantes de lo que entienden como calidad de vida.

    Por lo tanto, la necesidad de mantener un crecimiento económico alto y estable, una inflación baja y unas cuentas externas en equilibrio (o, por lo menos, cercanas a él) no es un fin en sí mismo, sino un medio que puede servir para lograr aumentos sostenidos en los niveles de bienestar. La figura 1 ilustra las conexiones descritas.

    Figura 1

    La comprensión de este marco general permite tener una visión de lo que ocurre dentro de una economía en algún momento del tiempo, sin dejar de lado que la economía no evoluciona en el vacío, sino que también depende de aspectos institucionales, políticos, históricos, geográficos, culturales y externos. De hecho, dentro del entorno económico existe un número mayor de indicadores de los resultados económicos; no obstante, con los mencionados es posible responder la pregunta «¿cómo está la economía?».

    En resumen, el PIB, la inflación y las cuentas externas son los resultados económicos, determinados por la política económica interna (fiscal, monetaria y cambiaria) y los choques exógenos. ¿Para qué sirven? Por su eventual impacto sobre el bienestar (resultados sociales) a través de las mejoras en el empleo, el acceso a servicios básicos de calidad y los programas sociales, entre otros. Nótese que una economía puede lograr adecuados resultados económicos sin que estos impacten sobre la calidad de vida, pues los conectores no se activan. La convivencia entre una bonanza macroeconómica y un malestar microeconómico parece una marca registrada en el Perú. La conexión entre ambos depende, en gran medida, de voluntad política, conocimiento técnico, mejoras institucionales, reformas de los sistemas de salud y educación, entre otros. Otro factor determinante es el capital social, entendido como la confianza que los ciudadanos tienen entre ellos mismos y con sus gobernantes.

    III.¿Cómo usar el PIB? Una aplicación

    El PIB mide el valor de los bienes y servicios finales producidos dentro de una economía en un período de tiempo y es el indicador más usado para determinar cómo va una economía. Cuando la producción de una economía aumenta de un período a otro, se denomina «crecimiento económico». Crecer es producir más; por ejemplo, en 2019, la economía peruana creció un 2,2%, lo que significó que en 2019 se produjo un 2,2% más que en 2018.

    Veamos el uso del PIB como indicador de la evolución de una economía, a través de un ejemplo. La tabla I.1 presenta la evolución del PIB por el lado de la oferta (sectores productivos) en variaciones porcentuales respecto al año previo (la información se presenta para años pares). La utilidad de la tabla I.1 radica por lo menos en dos razones: en primer lugar, puede observarse la tendencia de la evolución anual del PIB comparada, en todo momento, con el año previo. En segundo lugar, permite determinar qué sectores fueron la locomotora de la economía; la cifra global (última fila) es un promedio del comportamiento de los distintos sectores.

    Tabla I.1

    Perú: PIB por sectores productivos, 2010-2020

    (Variaciones porcentuales respecto al año anterior)

    Fuentes: BCRP (2020a, p. 192; 2021d, p. 75; 2022c, p. 92).

    Una lectura de la tabla I.1 nos lleva a las siguientes conclusiones:

    •La economía peruana creció en todos los años entre 2010 y 2019, a un promedio de un 4,5% anual. Si analizamos solo el período comprendido entre 2014 y 2019, la economía creció, como promedio anual, solo un 3%. El colapso del 11,1% en 2020 fue originado por las medidas tomadas para contener los contagios de la COVID-19. Para encontrar una cifra similar, hay que retroceder a 1989, cuando la caída fue del 12,3% (véase la última fila).

    •La cifra de 2020 distorsiona el promedio de todo el período, debido a la profunda caída de todos los sectores, a excepción de agropecuario y pesca. Por esa razón, se presentan dos promedios: uno que incluye a 2020 y otro que no lo hace.

    •Los sectores que más crecieron entre 2010 y 2019 fueron electricidad y agua (5,5%), servicios (5,4 %) y comercio (5,1%).

    •El crecimiento fue errático, y ello hizo más difícil la toma de decisiones empresariales. Los extremos fueron 2010 (8,5%) y 2020 (-11,1%).

    ¿Cómo se explican los resultados anteriores? Veamos el PIB por el lado de la demanda, información que se presenta en la tabla I.2. El análisis responde la siguiente pregunta: ¿quién compra lo producido? En principio, existen dos opciones no excluyentes: vender en el mercado interno (demanda interna) y/o en el externo (demanda externa o exportaciones). A su vez, la demanda interna está dividida en cuatro componentes: consumo público, consumo privado, inversión pública e inversión privada. De esta manera, el PIB aumenta, o disminuye, en función de los cambios ocurridos en alguno(s) de los cinco componentes mencionados, que también pueden entenderse como los motores de la economía².

    Tabla I.2

    Perú: PIB por tipo de gasto

    (Variaciones porcentuales respecto al mismo período del año anterior)

    Fuentes: BCRP (2020a, p. 202; 2021b, p. 6; 2022c, p. 94).

    La tabla I.2 permite extraer las siguientes conclusiones:

    •Sin tomar en cuenta 2020, el motor que más creció, como promedio anual, fue la inversión privada (5,6%), seguido por el consumo privado (5,1%).

    •Durante el período 2014-2019, la inversión privada, como promedio anual, cayó un 2,9% anual. El resultado fue un lento crecimiento económico, que ascendió al 3% anual. Las cifras muestran que las tasas de variación porcentual de la inversión determinan el ritmo de crecimiento económico.

    Pero ¿cómo explicar el comportamiento tanto de la demanda interna como de la externa? Si bien es cierto que existen múltiples factores, sin ninguna duda, la evolución de la economía mundial fue determinante. A manera de referencia, y con fines metodológicos, se presenta en la tabla I.3 lo ocurrido con la economía mundial entre 2012 y 2020.

    Tabla I.3

    Evolución del PIB mundial

    (Variaciones porcentuales)

    Fuentes: FMI (2020b, pp. 141 y 145; 2021b, pp. 5-7; 2022b, pp. 137 y 141).

    En 2020, las 40 economías avanzadas fueron responsables del 42,4% de la producción mundial (en 2010 representaban el 52,1%), mientras que las 156 economías emergentes y en desarrollo explicaron el 57,6%. Estados Unidos produjo el 15,8% del PIB mundial, mientras que la eurozona, el 12,1% del total, y Japón, el 4,0%³. Por el lado de las economías emergentes, China fue la economía más grande del mundo, pues explicó el 18,3% del PIB global, mientras que América Latina solo alcanzó el 7,3%. Entre 2003 y 2007, el volumen del comercio mundial creció a un ritmo promedio anual del 8%, mientras que, entre 2013 y 2019, solo lo hizo al 2,8% anual. En 2020, como consecuencia de las medidas tomadas para contener la pandemia, disminuyó en un 3,5% (FMI, 2021b, tabla A, p. 88).

    En la tabla I.3, la menor demanda interna se explica por la retracción de los inversionistas ante los resultados de la economía mundial. La reducción en la demanda externa se deriva de la contracción en el comercio mundial. De esta manera, el entorno económico interno es explicado por la evolución de la economía mundial y no solo de la

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