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El carácter inglés
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Libro electrónico249 páginas3 horas

El carácter inglés

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«El carácter inglés: Sus relaciones con la novela contemporánea» (1924) es un ensayo de Alberto Nin Frías sobre crítica literaria donde el autor analiza diferentes obras inglesas y las relaciona entre sí para componer y describir el carácter literario inglés.-
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento13 may 2022
ISBN9788726642452
El carácter inglés

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    El carácter inglés - Alberto Nin Frías

    El carácter inglés

    Copyright © 1924, 2021 SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788726642452

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

    www.sagaegmont.com

    Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

    PREFACIO

    Malgrado lo mucho, mucho que me atrae el tema, le dediqué mi atención a pesar mío. Este libro obedece al empeño de presentar una monografía al Honorable Consejo de la Facultad de Filosofía y Letras para optar a la cátedra de Literaturas del Norte de Europa.

    Conozco la lengua de Inglaterra como el español y tengo por su literatura marcada preferencia. Esa interesante comarca ha sido ya muy explorada por los más altos y peregrinos ingenios, pero siempre en sus ciencias o en sus artes, queda un rinconcito por descubrir para el espíritu observador y curioso. Empecé a estudiar las novelas inglesas y poco a poco se me fué haciendo más claro y seductor el carácter singular de los ingleses. Todo se me allanó para que viera a través de la arrobadora y maravillosa luz de sus escritores novelescos, la enjundia íntima de ese pueblo memorable.

    Conquistado por la emoción de su espléndida poesía de la vida, me puse a escribir este libro en días de angustiosa enfermedad ya en horas de sol. Llvará el sello de la serenidad espiritual con que fué concebido como el tributo a un alto amor por mis ideas predilectas. Existen obras excelsas y numerosas por demás que describen todo cuanto es dable decir sobre Inglaterra, pero acaso no abunden mucho las de la especie de la que me ocupó durante meses las facultades intelectuales. Con el encanto de una disciplina semejante, el lector puede caprichosamente huir a menudo del bajo y monótono mundo de las miserias humanas, para instalarse frente a una ventana; desde donde divisa el mundo encantador de los ensueños mejores.

    La realidad daña a menudo, cuando no mata nuestra sensibilidad.

    Necesitamos salir de las preocupaciones; de las ansiedades de los recuerdos dolorosos: en fin olvidar las traiciones de los seres que una y otra vez, nos han sido muy queridos, habemos menester de horas de olvido. Cuán venturoso, me estimaría yo, caro lector, si te hubiese podido proporcionar algunos momentos de perezoso encantamiento.

    Si mi vano empeño no me condujera a otra cosa, que una grande y honda delectación del espíritu, siempre tendría por bien empleado el tiempo que invertí, en la realización de estas páginas.

    Esta labor dióme a conocer tres almas y tres corazones, cuya amistad pongo entre las cosas que más aprecio.

    La dedico a los esposos Soto y Calvo y a otra persona cuyo nombre reservaré, dama principal y de elevados pensamientos, cuya cordial e inteligente atención a las conferencias que di sobre este asunto en la Biblioteca del Consejo Nacional de Mujeres, admirable institución que acoge con entusiasmo cuanto pueda levantar el alma de la nación, ha sido un estímulo para proseguir sin desmayo mis estudios sobre la nación inglesa y su literatura.

    El autor de este libro lega al lector lo más fino de las inspiraciones, de las ideas, de los análisis a que le ha prestado el estudio de la novela inglesa.

    Siguiendo una costumbre que tenía el maestro Cervantes de consignar en sus obras, opiniones sobre ellas que la casualidad le hacía conocer, te diré, lector atento, lo que he oído respecto al libro que vas a leer:

    Rico es él en ejemplos bellos, oportuna erudición y raciocinios atrayentes; abunda en ideas, en variedad de tono y tema y sobre todo ello, señala levantados sentimientos y brinda respeto nunca desmentido a las leyes ineludibles de la moral.

    No se ha de ocultar jamás lo que de verás y con pureza se ama.

    A. N. F.

    CAPÍTULO I

    CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL MEDIO AMBIENTE, LA RAZA Y EL CARACTER

    El arte es el término y la más alta expresión de la vida.

    A. N. F.

    La solidaridad del pensamiento internacional es la sola salvación posible del mundo.

    Thomas Hardy.

    Para los hombres libres, — ciudadanos del mundo, — que escriben en la jornada otoñal de su vida, como lo hiciera Eliseo Reclús, después de luengos años de provechoso vagar par la tierra, donde hallaron siempre corazones fraternos, es una necesidad imperiosa, la elección de una patria espiritual. Este fenómeno mental resulta todavía más evidente en los países latinoamericanos, que mal conocidos y peor estudiados no satisfacen plenamente al pristino entendimiento del estudio. Sólo la libertad de la inteligencia puede garantizarnos la verdad. La belleza de un objeto no es susceptible de medirse por su tamaño.

    Fueron en todo tiempo, las comarcas reducidas, las más propicias al cultivo intenso de la civilización.

    El archipiélago más extendido de Europa nos atrae. Nos ha atraído siempre. Es ello una pasión de niño y son esas vehemencias de la edad primera, las más tenaces.

    En los efluvios del océano que envuelve a Inglaterra por todos lados como un velo inconmensurable, hemos de hallar el origen de su clima nebuloso, húmedo y variable.

    Fijémonos un momento en Inglaterra, el hogar por excelencia de la novela. Esta forma literaria es en último término, la descripción de un pueblo, su historia anónima, y de ella resulta el conocer la fisonomía de la casa en cuyo ámbito se desarrolla el drama o la comedia social, según el caso.

    Una vasta red de vías navegables atraviesa la isla privilegiada; su subsuelo está repleto de hulla, su clima es nebuloso y triste e incita a la acción, al esfuerzo para evitar el terrible spleen; tiene costas propicias, por sus innumerables refugios, para desarrollo de una gran marina mercante; tiene un territorio limitado por pérfidos mares, más allá de cuyas aguas hay tierras más fértiles y hermosas que tientan a la gente intrépida y ambiciosa a las expediciones lejanas. Esto en cuanto a lo físico.

    En lo moral, un gran amor por el orden establecido, un respeto rayano en veneración por el pasado; una noción fuerte de la familia y del hogar.

    En lo político: una monarquía con todas las prerrogativas medioevales y sin embargo la más liberal de todas, pudiendo decir de su funcionamiento constitucional que es una democracia tan perfecta cuanto es humanamente posible.

    Este sistema del que toda la historia de Inglaterra da tan notables ejemplos, forma caracteres sumisos a la ley, a la justicia, e indomables ante lo arbitrario.

    En tiempos remotos, en el Siglo XV, el eminente legista Sir John Fortescue, comparó la ley romana con la inglesa. Halló en una la obra de principios absolutos, tendientes a ahogar la individualidad; en la otra, la resultante de la libertad común y encaminada a proteger la personalidad: el mínimum de gobierno con el máximum de iniciativa personal.

    El decantado egoísmo de este pueblo, en su más alta acepción, por el hecho de ser un extremo, se torna una variedad del altruísmo, que en la práctica de la vida es mucho más benéfico que la generosidad latina. Acéptase, en este sentido, el egoísmo, el orgullo, la independencia en la palabra y en los actos, la confianza en sí como formas ineludibles de la fuerza del individuo para el bien social.

    Nada más honroso ni más moralmente ejemplar, que el caso del colegial inglés, entregado a sí mismo, desde los principios de su adolescencia, aprendiendo al través de luchas y experiencias a conducirse solo; adquiriendo la honda convicción de que nadie se ocupará más eficazmente de su suerte que él mismo.

    El carácter es una de las fuerzas motrices del mundo.

    Los rasgos señalados los sorprenderá bien pronto el viajero: verá además hasta qué punto es llevado, aún en la arquitectura de los más modestos cottages, el amor a la independencia, el anhelo de vivir libre del esfuerzo de los demás. El solar inglés, sea en el hall ancestral de palaciegas proporciones, planeadas por Wren o decoradas por Iñigo Jones, o la más humilde vivienda obrera, demuestran cuán al abrigo de inmiscuirse unos con otros están sus habitantes. El hogar inglés, entre todos es amable. Es el efecto de una larga cuanto paciente civilización y de una aspiración perseguida con suma perseverancia. ¿Cuál es ese ideal en cuyo huso se ha hilado esta realidad del home insular, tranquilo, sencillo y sano en sus manifestaciones; maestro lleno de saber práctico y de encanto para el que crezca en su atmósfera noble?

    El respeto de sí mismo y de los demás, es la palabra de orden en este templo. No se puede vivir en él sin ajustarse a esos principios. Los hijos respetan y reverencian a sus padres; cada cual conserva su lugar, instituido por el imperio del deber.

    El hogar inglés es un microcosmos; no necesita sino de sí mismo para desenvolverse. La idea del deber, constituye su Sol, y el espíritu de juiciosa reserva y el imperio sobre sí mismo son sus satélites.

    ¡Qué felices los niños desarrollados en este medio sonriente, disciplinado, donde son siempre huéspedes gratos, la confianza mutua y la lealtad!

    Al pasar revista retrospectiva de nuestra vida, vemos cuánta cosa hemos cesado de amar en el camino. Lo que ayer nos arrancó lágrimas y tiranizaba nuestra ternura, hoy nos hace sonreir, y puede que ni aún estremezca una fibra de nuestro corazón. Conforta y es prenda de nuestra individualidad permanente en un mundo de apariencias que cambian sin cesar, el encontrar que mantenemos en lo más recóndito de nuestros recuerdos amados, una predilección, una pasión a la cual podríamos todavía ceder. Me regocijo de haber amado siempre a Inglaterra y su vida de familia. Quiero mucho a mi infancia, que en la poesía de la existencia pasé allí sereno y gozoso. Acaso en esta anglofilia vaya envuelto su aureo recuerdo. Si no fuera por él, no me detendría quizá a tratar este tema, entretejido de esas reminiscencias de una familia feliz en un hogar encantador.

    ¡Ah. . . Si pudiera mi pluma emular alguna de maestro: la del Taine de las Notes sur l’Angleterre, o la de Anatole France de la Vie en Fleur o del Pierre Nozièrre. . .!

    "El arpa de la noche tenía cuerdas de argento,

    La luna descendía a su ocaso, las estrellas se desvanecían,

    Cuando a través del pinar venían como traídas en alas

    Los frescos rayos de una aurora más. . ."

    No me imagino una literatura que merezca mejor el calificativo de la más rica del mundo. En todos los géneros y en particular, en la novela, presenta la más lujosa variedad de formas.

    Quién conceptúe prosaica, práctica en extremo, o positiva, en demasía a esta nación, debe estudiar el carácter impresionabilísimo y hondo de sus cultores de las letras.

    ¿Dónde tienen ellos más fuerza y más originalidad?

    No obstante su reputación de pueblo industrial y comerciante por excelencia, ninguno los de la tierra, cultiva tanto la poesía ni tiene por la genialidad literaria, una reverencia tan afectuosa. Es quizá su modalidad más simpática entre los grandes pueblos de la época moderna.

    Infiérese sin mucho esfuerzo de las ideas expuestas, que por los días actuales, repletos de preocupaciones sociales y políticas, sea la novela el género literario más en boga y el más gustado. No discurre ya el artista en su existir, en un Olimpo sereno, más allá del bien y del mal; hase estremecido su psique al contacto de las multitudes, que pugnan hoy tanto por su emancipación política y moral.

    Las ideas generales, tan caras al espíritu francés del Antiguo Régimen; la exquisitez concentrada de mentalidades como las de Bossuet o de Buffon, ya no mueven a las gentes. El escritor moderno procura ser de su tiempo, e identificarse con el torbellino de sus luchas.

    De esa suerte, es el relato bien documentado e inquietamente sentido, —donde el lector pueda orientarse entre las corrientes tan diversas y opuestas de la vida colectiva contemporánea,— el preferido por el público.

    Contrariamente a lo que ocurre con otros pueblos, han valido a la raza inglesa, tanto sus yerros como sus aciertos. Suyo ha sido el más glorioso de los éxitos como poder político y prepotencia mundial. Ello lo debe en conclusión, tanto a su perseverancia, energía y sagacidad por un lado, como a su decantado egoísmo nacional y orgullo de origen, por otro. La emigración enorme de ingleses,—a esa sola condición es posible la opulencia de las grandes familias,— ha valido al país no solo la ausencia de movimientos revolucionarios, sino la fundación de nuevas Inglaterras, más allá de sus hostiles mares. El número de lectores para las obras de sus poetas y sus prosadores, se multiplica por esa razón más allá de todo cálculo.

    Un gran porvenir aguarda a este idioma inglés, conciso, poético, sencillo y enérgico. La América del Norte, por el Canadá y los Estados Unidos, son de su dominio; todo el continente Australiano le pertenece y el Africa del Sur no conoce otro verbo. También es la lengua de Shakespeare el nexo de todos los pueblos del Asia.

    Es no solo esta literatura la más fuerte, sino quizá, en último análisis, la mejor.

    Generoso ha sido el destino con ella y sobre su portada podría incribirse la máxima que ostenta el portal de la torre de Coarraze, frente a los soberbios Pirineos: Lo que ha de ser, no ha de faltar.

    Cuánto nos fué querido hoy nos es más querido;

    Canta más dulce el pájaro en la inglesa heredad:

    La nobleza más noble, el goce más sentido

    Inglaterra, son tuyos: y más feliz ahora

    Eres, con los que venciste con angustia opresora

    Llena el alma de orgullo, los ojos de humedad!

    Ningún poder político europeo desde la serenísima época romana deja como Inglaterra, una huella más indeleble en el alma de los pueblos que gobierna o haya hecho suyos por derecho de conquista.

    Por doquier tremole el estandarte azul y rojo de San Jorge, han llevado los ejércitos o los colonos ingleses, sus artes mecánicas, la forma peculiarísima del gobierno y su lengua nativa, maravilloso instrumento de progreso. La influencia progresista de la isla podemos seguirla aun paso a paso, en los países neutrales donde sus hijos han extendido los rieles de hierro, constituído las primeras usinas de gas y de aguas corrientes y sentado el plantel de las razas animales domésticas.

    Con el espíritu de libertad individual ha ido aparejajado el afán comercial y porqué no también, a mayor abundamiento, el poético idealismo de un alma fuerte.

    Si alguna vez los gestos del mentado egoísmo insular o los defectos de su sistema político u organización social, chocan al que recorra sus colonias o dependencias de antaño, aprende al propio tiempo a medir y apreciar la extensión de su grandeza.

    En consonancia con estos razgos de sabiduría política, la literatura del pueblo anglo-celta, refleja más la vida que la belleza; se presenta a nosotros más en forma de pensamiento original que como obra de arte, propiamente dicha.

    CAPÍTULO II

    LA EPOCA VICTORIANA

    La muerte de Guillermo IV de Inglaterra cierra en verdad una era para el arte literario inglés. Su enfermedad había sido corta y apenas pisaba los umbrales de la muerte, cuando ya mensajeros de alta jerarquía se dirigían al Palacio de Kensington donde residía la flamante reina. ¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey!.

    La tímida doncella de diez y ocho años, que debía presidir los destinos más altos de su país, no estaría en condiciones de darse cuenta, que a semejanza de sus ilustres predecesoras Isabel Tudor y Ana Estuardo, debía legar su nombre a una época extraordinaria.

    Un reinado tan largo que abarcó en su enorme lapso de tiempo dos jubileos, debía tener una literatura propia, como la tuvo Francia, bajo Luis XIV. No tiene el período que nos ocupa la grandeza literaria del reinado de Isabel, ni del de Ana; pero en lo que respecta a la novela, la supera. Al ceñirse la corona, la Reina Victoria, en 1837, habíase extinguido una raza de gigantes literarios: Scott, Byron, Coleridge, Shelley, Keats, y si bien vivían todavía, Wordsworth, Southey, Moore y Savage Landor, no agregaron después de esa fecha ni un ápice a su gloria poética.

    Una inspiración nueva y original libertada por completo del período anterior, anima a los espíritus. En ningún momento de su desenvolvimiento, ha tenido la literatura insular, un desarrollo tan notable en la novela. No cabía otra cosa, ya que en momentos en que la sociedad se transforma a paso acelerado sale de la meditación donde se forjan, al decir de Goethe, los talentos, y entra de lleno en el tumulto mundanal, adquiriendo así su carácter y su voluntad.

    La prosa de la vida, intensificada por el desarrollo de las artes mecánicas y los descubrimientos científicos, ahuyenta en cierto modo, la poesía de la misma. Fácil entonces es el auge de un género literario que estudia las costumbres, los cambios en el individuo, sus situaciones de pensamiento y de sentir. La difusión grandísima dada a la enseñanza en las masas populares, ha aumentado el número de lectores y aguijoneado nuestro deseo de escapar a la vida real, a la monotonía, a las horas vividas con el buen sentido cotidiano. Todos vamos en pos de utopías, a sabiendas o no; esto constituye una imperiosa necesidad de la naturaleza humana; es como el retiro a un ideal fuera del círculo de la realidad positiva. El momento histórico es de intenso individualismo.

    Modalidad literaria alguna se presta más a revelar las almas; se adapta más a la ciencia, a la religión, a la sociología, sirviendo de vehículo, a toda idea y a todo sentimiento.

    Puede la novela ser didáctica o impersonal, como la quería Gustave Flaubert, épica cual en Zola, el Homero de una época batalladora; disquisición fina de nuestro modo de simpatizar con cuanto hiere nuestro sentido crítico, como en Anatole France y, en un sentido más burdo, Bernard Shaw; un compendio del arte de conducirse en la vida, como en Thackeray; o un monumento de todo ello, lleno de ciencia, cultura y observación perspicaz, cual en las novelas de George Elliot, temperamento goethiano, que participa tanto del arte del bien decir como de la ciencia de razonar con lógica sobre lo visto y sentido.

    El novelista debe vivir preocupado de tornar sensible al vulgo la complejidad y el mecanismo de la vida. El realismo considerado cual una abstracción, no puede existir, puesto que cada uno de nosotros ve el mundo exterior con ojos distintos, dado su grado de inteligencia y de su cultura. Flaubert, a todas luces un maestro de la concepción y del arte técnico de la novela, quería en el artista una actitud científica e impávida, donde no entrara para nada su sensibilidad personal, su temperamento. Tal doctrina, inspirada en la rigurosidad experimental de las ciencias, es una quimera, si se la trasporta al terreno de la psicología, donde son más las excepciones que las leyes.

    La novela, en Inglaterra, ha seguido el temperamento general de la nación: inverosímil, moralizadora, falsa, azucarada, llena de chaturas en épocas de puritanismo intenso; en períodos de libertad, por lo contrario, ha sido riquísima en observación exacta en sus pinturas, y pródiga en decirlo todo minuciosamente en volúmenes cuyo contenido pasa en general de doscientas mil palabras.

    Hay novelas filosóficas a semejanza del Wilhelm Meister, mitad tratado de opiniones del autor, de omnia res scibili, mitad vívido cuadro de la Alemania de principios del siglo XIX; políticas, menos interesantes, como las de Lord Beaconsfield, pongo por punto, sólo inteligibles para los conocedores profundos de las personalidades políticas; las tenemos con un propósito, preconcebido como la Cabaña

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