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Lo que sea un nido, nadie lo racione
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Lo que sea un nido, nadie lo racione
Libro electrónico151 páginas2 horas

Lo que sea un nido, nadie lo racione

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Como Chaves Nogales con Belmonte, se trabaja y retrabaja un texto, se corrige, se altera una cadena verbal, se trae de vuelta, para borrarse el autor y en cambio conservar la voz del interlocutor, melancólicament
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 oct 2021
Lo que sea un nido, nadie lo racione
Autor

Gabriel Wolfson

Narrador, ensayista crítico literario y editor. Licenciado en Literatura por la Universidad de las Américas; y doctor en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca. Ha sido profesor de la Universidad Iberoamericana-Puebla, de la Escuela de Escritores de la SOGEM-Puebla, y tallerista del Instituto Tlaxcalteca de Cultura. Fue editor en la Secretaría de Cultura del Estado de Puebla (1999). Imparte clases en el Departamento de Letras, Artes e Historia del Arte de la UDLAP desde 2004. Editor de Cabezaprusia. Colaborador de Crítica, DosFilos, Elementos y La Jornada Semanal, entre otras publicaciones. Becario del FOECA-Puebla en tres ocasiones. Premio Nacional de Cuento Joven Julio Torri, 2003 por Ballenas.

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    Lo que sea un nido, nadie lo racione - Gabriel Wolfson

    Primera edición mexicana, 2019 (UANL)

    Wolfson, Gabriel

    Lo que sea un nido, nadie lo racione. Historias de fuga.

    Monterrey, Nuevo León : Universidad Autónoma de Nuevo León, 2019.

    150 páginas ; 14 x 21 cm. (Colección: Narrativa)

    ISBN: 978-607-27-038-2

    1. Cuento mexicano. 2. Literatura mexicana – Cuento latinoamericano

    Clasif. LC: PQ7298.33.O515 L6 Dewey: 863.W65 L6

    Rogelio G. Garza Rivera

    Rector

    Santos Guzmán López

    Secretario General

    Celso José Garza Acuña

    Secretario de Extensión y Cultura

    Antonio Ramos Revillas

    Director de Editorial Universitaria

    © Universidad Autónoma de Nuevo León

    © Gabriel Wolfson

    Padre Mier No. 909 poniente, esquina con Vallarta. Monterrey, Nuevo León, México, C.P. 64000.

    Teléfono: (81) 8329 4111. / editorial.uanl@uanl.mx

    www.editorialuniversitaria.uanl.mx

    Conversión gestionada por:

    Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2021.

    +52 (55) 52 54 38 52

    contacto@ink-it.ink

    www.ink-it.ink

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico y de portada–, sin el permiso por escrito del editor.

    Impreso en Monterrey, México. Printed in Monterrey, Mexico.

    A la memoria de Óscar López Hernández

    Una de mis grandes tragedias era vivir en Puebla, donde estuvimos cinco años

    Eduardo Lizalde

    Esta lengua está matando a mi lengua materna

    Agota Kristof

    Toluca-Puebla

    ¿Te da nervios?

    No sé si nervios. Nunca había contado la historia como realmente fue. Es una historia muy larga. Algunas personas saben qué me ha pasado, mi hermana, algunas amigas como M, a quien ayudé. Mi mamá no quiere oír del tema, lo evade. Y a mi hermana le da miedo. A M no podía contarle todo para no darle ideas. Así pasa, te enteras de que tal persona está haciendo tal cosa y dices: yo debería hacer lo mismo. Aunque te lo estén contando como una experiencia terrible. M me preguntaba qué comía yo al día o cuánto llegué a pesar. No te voy a responder, le dije, porque te vas a comparar.

    Ayer, cuando acordamos reunirnos, yo dije: Nos vemos para comer y mientras tanto empezamos a platicar y comienzo a grabar. No pensé en lo extraño de hablar de un trastorno alimenticio mientras comemos, y tampoco en que nunca habíamos comido juntos.

    Ya no me incomoda tanto, pero sigo con el hábito que te enseñan en terapias: cuando vas a comer, vas a comer. Tienes que estar consciente de que estás comiendo y respetar eso. No me gusta comer de prisa ni haciendo otra cosa. No vas a ver la tele ni hacer tarea, nada. Te sientas a comer. Debes estar completamente clara y cómoda con la idea de que vas a sentarte a comer. Eso cuesta mucho de asimilar.

    ¿Tienes idea de por dónde empezar? Dices que fue hace muy poco que a L, tu novio, le contaste toda la historia.

    Fue muy raro, porque él no estaba en Puebla, no lo planeé. Tenía mucho rato que no me involucraba tanto con alguien y ahora sé que es muy importante que alguien cercano a mí lo sepa. No fue en persona, fue por Whats. Llevábamos una semana juntos; él no me había visto comer y siempre me preguntaba si no tenía hambre; comíamos helado o tomábamos café, nada más. Yo acababa de volver de Houston y había tenido una mini recaída. En fin, le conté todo. Empezamos a hablar de una tontería, perforaciones y demás. Me preguntó si mis papás no se ponen intensos con eso y llegamos al punto donde le dije: Pues no, porque a mi papá le cambió la vida el día de su cumpleaños cuando le dijeron que probablemente yo no sobreviviera. Se quedó frío. Le dije: tengo un trastorno alimenticio. Tengo, no tenía, porque esto nunca se quita. Fue el primero que me dijo Cuéntame, quiero saber cómo empezó.

    ¿El primero? ¿Ha habido otras personas a quienes les cuentas y dicen Ah, bueno?

    Sí. Cuando juntas el valor para decir tengo un trastorno alimenticio estás diciendo necesito que alguien me escuche. Pero la reacción general es de miedo, de evadir el asunto. Incluso en personas muy cercanas. Lo entiendo. Da miedo involucrarte en algo así.

    ¿Piensas que esta historia la tienes ya clara como historia, es decir, sabes dónde empieza y termina, cómo se desarrolla, cuáles son sus líneas narrativas principales?

    Sí. No sé por qué, si en general no la he contado, tampoco a los psicólogos, nunca me gustaron los psicólogos. Creo que sé muy bien dónde están las recaídas, cada recaída marca un punto importante y sólo hay que unir los puntos. Aunque hay una etapa, la más dura, de la que no recuerdo mucho. No servía mi cuerpo. Son lagunas, semanas perdidas, un semestre perdido. Fue en tercero de prepa. Tenía 17 años. Toda la escuela se enteró, al llegar a la universidad algunas personas se enteraron. Y te etiquetan. Cuando me fui a Inglaterra de intercambio, ya en la universidad, al fin logré convertir el soy anoréxica en tengo anorexia. Es muy distinto. Me hice la promesa al irme de no contarle a nadie, pero ya no por miedo, sino para no dejar que eso me definiera. Tengo anorexia: esto no se va a curar nunca. Lo controlas, aprendes a vivir, a conocerte, a saber cuándo algo no anda bien. Pero nunca se va. Todos los días te despiertas y te preguntas: ¿qué voy a desayunar?, ¿qué debo desayunar? Todos los días, en algún momento, hay una duda. Se te antoje un chocolate o unos chilaquiles, la duda: ¿debería? Así que tengo anorexia. Clínicamente sería un trastorno tipo 3. El 1 es anorexia, el 2 es bulimia, el 3 es una combinación. Un trastorno alimenticio es la restricción consciente de algo, a lo que se suma depresión, ansiedad y autoflagelación. A veces es depresión con síntomas de anorexia, a veces al revés. En mi caso, anorexia y bulimia con síntomas de todo lo demás.

    ¿Por qué lo tienes tan claro?

    Porque así comenzó. Primero restringir, y luego, como ya no es suficiente restringir, vomitas, y eso lleva a la depresión y ansiedad, te sientes ansiosa cuando te sientes llena. Es como un relojito: los nutrientes se empiezan a absorber a la media hora de estar en tu estómago, así que tienes media hora para sacarlos de ahí y no engordar. Hay muchas cosas en esta enfermedad que funcionan así, hipertecnificadas, como cuando entras al mundo del conteo de calorías. Irónicamente, te vuelves súper estudiosa, experta en nutrimentos, carbohidratos, anatomía, debes identificar a cuánto marcha tu corazón para saber si te vas a morir, o conocer del azúcar, si necesitas una halls para no desmayarte. Por la danza, conozco mi cuerpo muy bien. Cuando se me está bajando el azúcar las manos se me ponen moradas. Eso, ahora, quiere decir algo no anda bien; antes era bien, vamos muy bien. También te vuelves experta en el gimnasio, qué rutinas funcionan mejor, a cuánto tiene que estar mi ritmo cardiaco para seguir quemando grasa. Lees en Internet, en páginas confiables sobre rutinas de ejercicios, por ejemplo, y en otras páginas. Internet es peligroso.

    Vamos al inicio. ¿Cómo tienes tanta claridad en que hay un inicio?

    Yo situaría el inicio en la secundaria, 11 años. Pero es muy importante comprender que desde los 5 he estado consciente de que hay que bajar de peso. Es una frase que te repiten hasta que la empiezas a repetir tú. Mi mamá lo hacía, también en el ballet. Mi mamá siempre estuvo a dieta y cuidando que mi hermana no engordara. Yo creo que mi mamá tuvo anorexia también, eso deduzco, pero nunca se trató. Llegó a estar muy mal, tirada en la cama, anémica. Pero jamás hemos hablado, mi mamá se niega a creer que una de sus hijas está enferma de algo para toda la vida. Para ella fue una fase, empezó a hacer ejercicio y se le salió un poquito de las manos, pero aún no comprende la gravedad. Y no la va a comprender nunca. Todavía me dice: Cada día estás más flaca y más bonita, o Ayuda a tu hermana a bajar de peso. Para ella es imposible que no te guste escuchar que estás flaquita.

    Hace años, cuando me contaste de esto por primera vez, pensé que el trastorno podría darse por determinaciones familiares o culturales, un ambiente propicio. ¿En el ballet ocurre mucho?

    En el ballet te enseñan a cuidarte, es decir, a estar a dieta toda tu vida. Pero no creo que se dé más que en otros ámbitos, sólo es más evidente. Pienso que se da en todos lados, aunque en los hombres casi no, ni de manera tan extrema. Es un asunto de mujeres. Mi mamá me inscribió en el ballet a los 5 años. Me gustó, pero pronto te empiezan a medir, empiezan los comentarios que pueden hacerte sentir incómoda, cosas tan simples como Ay, es que aquella niña está súper bonita y tan flaquita, o al revés: Esa niña tiene los huesos muy anchos, está muy pesada, y comentarios ya directos: Deberías comer menos, Deja los chocolates, Bájale.

    Aquí habría que mencionar, como elemento muy concreto de tu historia, que tu familia tiene un restaurante.

    Mi familia creció en ese restaurante, la comida es el único momento donde la familia está reunida, mi papá y mi hermana son súper comelones. No es gratuito que yo me empezara a hacer notar en la comida. De niña era melindrosa. Adoraba los sándwiches de cajeta con pan blanco. Asqueroso, no los he podido volver a comer, yo creo que me daría un ataque de ansiedad. También el fetuccini Alfredo. Los sábados íbamos a comer los tíos, primos, los abuelos, la abuela, a distintos restaurantes, se nos educó en restaurantes. Nadie cocina, nos llevan a restaurantes desde los 3 años. Yo empecé a cocinar porque era la única forma de controlar mi comida: no voy a comerme lo que me dio mi mamá, me voy a hacer yo mi lunch, necesito saber cuántas calorías tiene exactamente. No podía comer nada que no viniera en un empaque, porque sólo en los empaques se dice cuántas calorías tiene cada cosa.

    Regresemos a la infancia. Descubres que a la hora de la comida es cuando puedes decir no quiero.

    Es el momento en que puedo decidir. Como a mis 11 años mis papás están en una mala época, casi se separan, se peleaban todos los días. Yo me daba cuenta de que no podía controlar nada de eso. No puedo controlar la vida de mis papás, no puedo controlar que mi hermana mayor se escape con su novio a Tijuana, no puedo controlar que mi hermana de en medio se encierre en sus propios asuntos. Lo único que puedo controlar es lo que como. Esto lo veo ahora. En ese entonces, creo que intentaba llamar la atención de mi mamá. Con mi papá siempre me he llevado bien, con mi mamá no. Sentí que, para que me aceptara, tenía que hacer lo que ella quería. Para mi mamá era muy importante estar delgada y bonita. Pensé que quizá haciendo lo necesario para agradar a mi mamá arreglaría la vida de todos.

    ¿Cuántos años te llevan tus hermanas?

    La grande, J, me lleva 13, es mi media hermana, y la que sigue, F, me lleva 6. Mi mamá perdió un bebé antes de mí y ya no se quería embarazar pero se embarazó al año de perderlo. Yo no supe que la grande es mi media hermana hasta hace poco, en mi primer semestre de la universidad. Lo sospechaba. Un día volví a la casa, entré a su cuarto y le pregunté a mi mamá: ¿por qué nunca me dijiste que J es mi media hermana? Mi mamá me vio, se tapó con las cobijas y se volteó. Al día siguiente mi papá me llevó a tomar un café y me contó. Mi mamá tenía 17 años cuando nació J, mi papá la conoció cuando la bebé tenía año y medio y se casaron. Todo apunta, según yo, a que la habían violado, la violó un tío. Pero no se habla más de eso, nunca. Cuando yo tenía como 11 años, J comenzó a decir que quería buscar a su padre, y yo no entendía.

    Y a esa edad sitúas el inicio de los trastornos alimenticios…

    Sí, en la secundaria. Me empiezo a dar cuenta de que ser bonita es importante. Ya sabía que era importante ser inteligente, mi mamá me mataba si no sacaba dieces. Pero las niñas, en esa edad, empiezan a cuidarse, sus mamás las llevan a ponerse las uñas, a una de mis amigas la

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