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Mujeres Atrapadas
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Libro electrónico197 páginas3 horas

Mujeres Atrapadas

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Información de este libro electrónico

Fabulosas y emocionantes narraciones erticas las cuales, sin duda, te seducirn y te llevarn poco a poco hasta terminar por transportarte a un mundo mgico de erotismo; de donde no querrs salir.

Todas estas historias, en donde las mujeres son atrapadas por el deseo, estn envueltas en situaciones impactantes; como son: el crimen, la seduccin, la aventura, la dominacin etc. En la que vers cmo los personajes, tan normales como la gente que nos rodea, son capaces de hacer cualquier cosa con tal de tener un encuentro que los haga sentir el sexo en su mxima expresin.

Narradas de manera; extraordinaria, original, explcita y adictiva encontrars en ellas una nueva literatura ertica que te impactar, dejndote un buen sabor en todo el cuerpo.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento28 mar 2015
ISBN9781506500362
Mujeres Atrapadas
Autor

R. Cárdenas

Mexicano de nacionalidad, R. Cárdenas nació en 1976. Aunque estudió y se dedicó a la arquitectura y pintura, pronto su inquietud por la literatura se hizo presente. Inspirado en el mundo de historias que puede ofrecer una megalópolis como la ciudad de México lleva creando, varios años, una serie de narraciones que han podido disfrutar cualquier persona que gusta de la lectura erótica.

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    Mujeres Atrapadas - R. Cárdenas

    Copyright © 2015 por R. Cárdenas.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2015902712

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 26/03/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    699172

    CONTENTS

    EL CRIMEN

    PARTIDA DE AJEDREZ

    SOFÁ

    EL PSICÓLOGO

    KENDRA

    CARICIAS

    EL LIBRO

    LAS VISITAS

    JULIA

    EL NEGOCIO

    LA PRINCESA SAMSARA

    EL CRIMEN

    El día de ayer leía en el periódico que habían encontrado el cadáver del distinguido, adinerado y reconocido empresario Sr. Antonius; curiosamente hasta ese momento supe su nombre. Según el periódico lo poco que se sabía, de su muerte, era que; estaba en una vieja cabaña, que llevaba tres días sin vida, que el hedor era insoportable; y que, estaba desnudo con un filoso puñal enterrado, exactamente en el corazón. Por otro lado se murmuraba que la última vez que lo vieron con vida fue en con una llamativa mujer rubia en un centro comercial.

    En realidad no sé por qué se complicó esto, si todo debía suceder sin que nadie saliera dañado; tan sólo era una noche, una fantasía, y ya. Como quiera estaba segura de que nada me ligaría a este hecho. Todo lo había planeado perfectamente convirtiéndome, sin querer, en la perfecta asesina. Lo cierto es que toda está situación me hizo recordar ese día que conocí al señor Antonius.

    Había pensando por mucho tiempo en ir a buscar trabajo a ese club, de eso tiene casi un mes. Aquel día que decidí hacerlo estaba en casa, lo recuerdo muy bien, y mi esposo no estaría en la ciudad por el resto de la semana. Para llevarlo acabo, me daba ánimos pensando que tan sólo era una fantasía que deseaba llevar a cabo en mi vida; y que no deseaba quedarme con las ganas de vivirla, aunque no por ello dejé de sentirme muy nerviosa, como quiera me preparé para ir a ese club. Me arreglé pensando en que se fijarían principalmente en mi figura, ya que era sabido que en ese lugar trabajaban las mujeres más hermosas que pudieran existir; así que me puse unos leggings negros; con el fin de que se apreciara perfectamente la forma de mi cuerpo, en ese momento me di cuenta que me había funcionando muy bien aquella cirugía estética. Los acompañé con una blusa negra y zapatillas del mismo color; esa debía ser manera suficiente para que valoraran mi físico, pensé. Entonces me dirigí al club Luxory no dando más tiempo a la duda.

    Tantas veces había pasado frente a ese club cuando mi esposo me recogía de casa de mamá, y recuerdo que cada que lo veía pensaba en lo que deseaba hacer. Pero fue hasta ese día que me decidí a llevarlo a cabo.

    Era normal ver autos muy elegantes estacionados afuera; así como bastantes guaruras, todos de negro. En la fachada había un impresionante letrero, muy luminoso, de donde se leía "LUXURY men’s club". Tenía fama de ser el mejor club de la ciudad para caballeros, también se decía era el más caro; y sobre todo, que tenía a las mujeres más bellas jamás vistas.

    Estaba realmente nerviosa, y mi mayor temor en ese momento era que no fuera aceptada; si eso pasaba sería algo muy desilusionante en mi vida. Pero como quiera lo iba a intentar, estaba decidida.

    Eran casi las cuatro de las tarde, conforme me iba acercando, al club, más temblaba mi cuerpo, producto de mi nerviosismo. Fue hasta que me estacioné cuando por fin logré conseguir algo de seguridad; por ello me dirigí inmediatamente a paso firme hacia la entrada. El lugar, por fuera, se veía solitario; de hecho parecía que aún no había ni un solo cliente. Vi a un corpulento, gordo y muy moreno guardia que se aburría sentado en su silla. Lo saludé un poco titubeante, limpiándome la garganta; y los colores me saltaron al rostro.

    —Dígame señorita, ¿qué se le ofrece? —me preguntó enseguida.

    —¿Podría usted ayudarme? Mire, ando buscando hablar con el encargado ya que me interesa trabajar en este lugar.

    —Sería con el gerente, pero necesito ver si está disponible.

    Aquel hombre se alejó un poco, habló por su radio, y regresó casi enseguida.

    —Bien, pase. Suba las escaleras, por favor. A la derecha y al fondo está el bar. Ahí pregunte por Jon, él es el gerente —me dijo el guardia que aunque malhumorado me regaló una sonrisa.

    Retiró la cadena para dejarme entrar y empecé a caminar por un pequeño y oscuro pasillo que daba a la escalera. A pesar de estar nerviosa al subir el primer escalón me sentí con más soltura. Llegué hasta arriba y por primera vez, en mi vida, vi un club para hombres; era muy grande, tenía varias pistas y unos sillones que se veían muy cómodos y elegantes. Era un lugar muy lujoso, más de lo que supuse. Pero no me detuve tanto a completar el lugar y mejor caminé como me lo indicaron: vuelta a la derecha después al fondo. En el bar había dos hombre, uno que parecía estar limpiando y otro que estaba sentado dándome la espalda. Pregunté quién era Jon y me señalaron hacia un rincón donde estaba un hombre en una mesa casi en la oscuridad; ya que únicamente se alumbraba con una lámpara de escritorio, y vestía de manera formal. Me dirigí hacia él saludándolo inmediatamente. Él a pesar de estar revisando unas notas se levantó amablemente y me invitó a sentarme.

    —Bien, me dicen que estás interesada en trabajar, mmm… ¿cuál es tu nombre? —me preguntó sin dejar de revisar sus papeles.

    —Gabriela.

    —Mucho gusto, Gaby. Bueno para empezar veo que tienes un cuerpo que puede competir muy bien con las mujeres que trabajan aquí; eso ya es un buen avance —me sonrió halagadoramente.

    —Es muy amable, pero antes de que continúe permítame explicarme algo; porque quizás nada más le voy a quitar su tiempo —me miró desconcertado—, quiero decir que quizás no le interese lo que pretendo.

    —A ver dígame qué pretende —me dijo dejando sus papeles, aun lado, para prestarme toda su atención. Echó cómodamente su cuerpo hacia atrás y, recargando su cara sobre su mano, esperaba mi respuesta.

    —Verá usted, estoy interesada en trabajar —a pesar de mi temor, a ser rechazada, tuve que contarle mis verdaderas intensiones—, pero la realidad es que quisiera hacerlo por una sola noche. Debo decirle que soy casada; y el hecho de querer bailar aquí es por una inquietud que tengo. No busco sexo, pero sí me gustaría bailar. Sé de antemano que tendría que desnudarme; pero eso no sería problema para mí, lo puedo hacer, y muy bien —terminé jugando con mis manos nerviosamente y la mirada de Jon, sin expresión, fue muy incómoda.

    —Qué le puedo decir. La realidad es que no contratamos mujeres por un solo día. Nos interesan que sean constante, que los clientes las conozcan para que regresen por ellas, así funciona el negocio.

    —Entiendo muy bien, por eso quise explicarle antes, para que usted decida si está en sus posibilidades darme esa oportunidad —se hizo un silencio y después continué hablando un poco titubeante, tratando de hacer el último esfuerzo por convencerlo—; y del pago no se preocupe como será por un solo día no me interesa… —terminé por sentirme un poco extraña ante su silencio y mirada que parecían no aprobar mis intensiones.

    Entendí todo eso como un, no; así que mejor me fui alistando para irme, cuando de pronto me dijo:

    —Está bien, te ayudaré, pero hay dos cosas: una es que para mantener el nivel del lugar debo hacerte un examen de baile; no sé si tengas algo de experiencia en eso.

    —He practicado lo bastante, así que no creo tener problema. Pero dígame la segunda cosa.

    —La segunda es que, para no tener deudas con nadie se te pagará la noche que trabajes, pero eso lo veremos hasta ese día.

    —Me parece muy bien todo. ¡Está perfecto! —me puse inevitablemente muy contenta no pudiendo evitar una gran sonrisa.

    —Ah…Una cosa más.

    —Dígame.

    —¿Por qué tu interés en bailar y por qué solamente una vez?

    —Bueno, no sé si me pueda dar a explicar bien pero, me ha llamado mucho la atención la idea de bailar ante la mirada enloquecida de muchos hombres; que, ellos se pierdan en el deseo al verme bailar de la manera más sensual, en un lugar tan sorprendente como este. Es solamente una fantasía, una locura si lo quiere ver así, la cual he pensando por años llevarla a cabo, pero como soy casada usted comprenderá que no es fácil hacerlo bajo esas circunstancias; mas sin embargo creo que por mi edad aún estoy a tiempo de poder llevar a cabo esto.

    —Muy bien, entiendo. Vamos a la pista para verla bailar —me dijo tomándome suavemente del brazo para guiarme hacia allá.

    Llamó al hombre de camisa blanca, que estaba sentado en el bar. Me lo presentó diciéndome que se llamaba Mario y que era el DJ.

    —Bien, Mario por un poco de música y haz que esto se vea de ambiente —se lo pidió dando unas palmadas, después se dirigió hacia mí—. Por favor prepárate, en unos minutos vengo.

    —¿Alguna melodía en especial, Gaby? —me preguntó, Mario.

    —Billie Jean, de Michael Jackson —es la canción de moda y me encanta bailarla, era con la que siempre practicaba.

    Subí a la pista y comencé a estirarme un poco. Las luces en general se apagaron, después otras de color azul y lila, muy parpadeantes, comenzaron a brillar. En eso llegó Jon quien se sentó en un sillón muy cómodo, a un lado de la pista.

    —Por favor primero modela un poco para mí, quiero ver bien tu cuerpo.

    Comencé contoneándome por toda la pista, dando unas vueltas lentamente para que me viera por todos los ángulos, finalmente me paré frente a él, con las manos en la cintura.

    —Es suficiente, pero ahora debo tomarte una foto; es solamente para control del personal.

    —Está bien —desgraciadamente no le di mucha importancia a eso, pero ese fue mi primer gran error.

    Entonces la música comenzó, y yo me acoplé rápidamente al ritmo. Había ensayando mil veces esa melodía, y con las ganas que tenía de hacerlo la conexión fue perfecta; mis giros en el tubo, mi soltura en la pista, mis splits y, sumado a eso, dicen que soy muy sensual al bailar. Al final Jon me dio unos pocos aplausos y me dijo:

    —Bien, regresa el sábado antes de las 7 pm. Y por favor considera el poder seguir trabajando aquí —se retiró.

    Estaba realmente feliz, lo había logrado.

    Durante el resto de los días me dediqué a prepararme para ese día. Compré bastante ropa, y de ahí pensaba escoger la mejor. Finalmente, siendo el color negro mi favorito, me decidí por un vestido negro, ceñido al cuerpo, un poco brilloso; era precioso.

    El sábado a buena hora fui a un salón de belleza para terminar de cambiar mi apariencia. Me hicieron un peinado muy bonito; con rizos largos y oscuros que me llegaban casi hasta media espalda, todo esto le daba el suficiente volumen para que se me viera una gran cabellera. El maquillaje fue fino acompañado con detalladas sombras verdes, muy oscuras, que contrastaban con lo blanco de mi piel, entonces estuve lista para ir al club. Llegué muy puntual, de hecho creo que fui la primera de las mujeres en llegar. Me pidieron enseguida que me cambiara para estar lista porque en cualquier momento podrían llegar clientes, y por lo tanto llamarme a la pista. Así que fui a cambiarme de ropa y a retocar el maquillaje. Cuando terminé me senté en el camerino esperando ansiosa mi llamado. Algunas chicas me notaron nerviosa y me decían: ¡Ánimo! Todo va a salir bien

    Repetidamente me asomaba al salón y veía que el lugar se empezaba a llenar, haciéndose cada vez de más ambiente. Por fin llegó el momento, un mesero fue a buscarme al camerino y me avisó que tendría que bailar en tres ocasiones, durante toda la noche, y que debía alistarme porque pronto me iba a llamar. Se empezó a escuchar en el sonido local el sobrenombre que elegí (Galilea). Finalmente me dijeron que debía bailar en la pista dos, la cual no era precisamente la principal.

    Caminé por la espaciosa sala. Iba nerviosa y con la boca seca, pero evidentemente emocionada. A mi paso me di cuenta que atraía las miradas, eso fue muy motivante para levantarme mi ego; aunque tuve que escuchar algunas majaderías, cosa que en ese momento me dio risa. Cuando por fin conseguí llegar a la plataforma subí en ella y enseguida se escuchó sonar la primera canción, de las dos que debía bailar en mi primera sesión, que era precisamente Billie Jean. Aún era temprano y no estaba llenó el lugar. Había hombres regados por todos lados, pero casi enseguida, de que empecé a bailar, éstos se fueron acercando poco a poco, y cada vez más y más, hasta que tuve hacia mí todas las miradas de los presentes. Entonces se dejaron escuchar sus gritos desbocados. Cómo describirlo, fue algo maravilloso ser el centro de atención de todo el lugar, tal como lo deseaba, me sentí la reina del lugar. Pensé que lo estaba haciendo bien y eso fue muy motivante para tratar de hacerlo, aún, mejor. Antes de terminar mi primera canción me di cuenta, que en una mesa, había un hombre solitario; que no gritaba, no aplaudía, pero me miraba sin parpadear, con una actitud muy propia. Éste vestía un traje oscuro que lo hacía ver muy elegante, atractivo, seguro de sí mismo. Pensé que seguramente sería alguno de esos hombres muy ricos que, se decía, visitaban ese lugar. Pero también noté que había algo en su mirada que me atraía mucho; y a la vez, hasta me intimidaba.

    Cuando terminé de bailar me aplaudieron y gritaron efusivamente, me sentía realmente sensacional. Pero en especial los aplausos de aquel hombre, de quien su miraba me hizo voltear constantemente. Cada que coincidía mi mirada con la suya me sonreía con una actitud tan segura que atrapó toda mi atención. Comenzó la segunda canción, en la cual tenía que desnudarme, y por alguna razón sentí la necesidad de dirigí hacia donde estaba él. Sin duda se sintió muy complacido, y en varias ocasiones me guiño el ojo; era evidente la atracción, en ambos.

    Terminé mi baile y fui enseguida al camerino, a prepararme para el siguiente llamado. Pero apenas lo hacía cuando una compañera me avisó que Jon deseaba hablar conmigo. ¡Cielos! A caso lo había hecho tan mal que ni siquiera me dejaría terminar la noche: pensé. Fui inmediatamente a verlo a su oficina, se veía muy contento, sonriente y amable.

    —Qué bueno que viniste, necesito hablar contigo, Gaby —me dijo abriéndome la silla amablemente.

    —Dígame, señor.

    —Durante el poco tiempo que has estado aquí has sido la sensación y has logrado cautivar a uno de nuestro mejor clientes, quien, inmediatamente después de verte bailar, solicitó tu presencia; quiere que bailes en privado para él. Además pidió

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