El Lazarillo de Tormes
Por Anónimo
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El Lazarillo de Tormes - Anónimo
Muchas novelas actuales están escritas en primera persona. Esto nos ayuda a identificarnos con el personaje principal, a vivir sus experiencias desde la proximidad y a implicarnos de una manera especial en la lectura.
El libro que tienes en las manos es una de las primeras narraciones en primera persona al estilo «moderno». No se trata de una novela propiamente dicha, pues cuando se escribió el Lazarillo, la novela como género no había sido inventada todavía. Es un relato en el que el protagonista, Lázaro, nos cuenta su vida desde la infancia. Y su voz suena tan natural, tan espontánea y vibrante de vida, que en algunos momentos, cuando estés leyendo esta historia, llegarás a olvidar que Lázaro de Tormes nunca existió, y que detrás de esa voz se encontraba un escritor cuya vida puede que no se pareciese en absoluto a la de su personaje.
En realidad, no sabemos nada de la vida del autor del Lazarillo, ni siquiera su nombre. La obra se publicó de manera anónima. Pero de la lectura del libro y de sus muchas referencias literarias podemos deducir que se trataba de una persona culta, familiarizada con las corrientes intelectuales más importantes de su época, el siglo
xvi
. No sabemos dónde vivía o a qué se dedicaba, pero podemos afirmar que era un humanista, alguien que no aceptaba la visión tradicional de la sociedad sin más, que se atrevía a reflexionar sobre ella bajo el prisma de las nuevas ideas difundidas por los pensadores del Renacimiento. Alguien que observaba la sociedad desde una visión crítica, que pensaba que esa sociedad debía cambiar. Quizá por eso escribió una obra tan inclasificable como el Lazarillo de Tormes: porque sabía que una manera de empezar a cambiar el mundo es mirarlo desde otra perspectiva, a través del espejo mágico de la literatura.
El protagonista de esta obra no es un personaje ejemplar de cuya vida se puedan extraer valiosas enseñanzas; al contrario. Lázaro de Tormes es lo que en la literatura contemporánea se denomina un «antihéroe», un personaje que no encarna los valores de la sociedad en la que vive, sino que se posiciona contra ellos.
En la literatura medieval y buena parte de la literatura renacentista, los conflictos que se narran enfrentan temporalmente al individuo con la comunidad, pero al final se llega a un equilibrio y se restaura la armonía entre ambos. Aquí no. A través de sus aventuras, Lázaro no se vuelve una persona mejor, y la sociedad no cambia para integrarlo. Lo único que consigue el protagonista es aprender a sobrevivir como sea, aun a costa de su dignidad. En este sentido, es un tipo de personaje muy actual.
Uno de los rasgos más innovadores de este libro es que, a diferencia de la mayor parte de las obras literarias anteriores y de muchas de las novelas que se escribieron tomándolo como modelo, no contiene ninguna moraleja. En ninguna parte el autor nos indica qué debemos pensar sobre la historia de Lázaro, o lo que piensa él. No nos explica cómo hay que entender su evolución. Es una obra abierta a la interpretación del lector, que cuenta con él para que construya su significado. Esta forma de implicar al lector en la construcción del sentido de la obra es una de las características más sobresalientes de la literatura contemporánea. Y el autor del Lazarillo de Tormes lo lleva tan lejos, que incluye a un lector ficticio en la propia narración: es el «vuestra merced» al que Lázaro dirige todo su relato. Este lector imaginario es lo que los críticos literarios llaman un narratario: un recurso literario muy sofisticado que en esta obra se utiliza con gran maestría.
El Lazarillo de Tormes tuvo una enorme influencia en los escritores del Siglo de Oro español, y se sitúa en el origen del género conocido como novela picaresca. Esto no es casualidad; cuando una obra literaria es tan original e innovadora como lo fue el Lazarillo de Tormes en su época, consigue que otros escritores se planteen interrogantes sobre ella, que dialoguen con ella a través de sus propias obras. Y de ese diálogo entre unos libros y otros, entre unos autores y otros, surgen las grandes explosiones creativas de la historia de la literatura.
Lo increíble es que el Lazarillo de Tormes nos sigue desafiando e interrogando hoy en día a través de la voz de su protagonista. Sigue siendo una historia abierta que invita al lector a implicarse en ella, a interpretarla.
Aunque nosotros seamos lectores muy distintos del «vuestra merced» del libro, la voz de Lázaro nos sigue conmoviendo e inquietando de una forma extraña. Y nos plantea preguntas; por ejemplo, esa capacidad de adaptación del personaje, al precio que sea, ¿es buena o es mala? ¿Qué papel jugamos cada uno de nosotros en una sociedad donde la corrupción campa a sus anchas mientras, a menudo, quienes deberían velar por que se hiciera justicia miran para otro lado? ¿Qué estaríamos dispuestos a hacer para sobrevivir? Y sobre todo: como lectores del siglo
xxi
, como sustitutos del «vuestra merced» al que se dirige Lázaro, ¿qué respuesta podemos darle a este personaje que intenta explicarnos por qué ha sacrificado su dignidad a cambio de cierta seguridad en la vida?
LAZARILLO DE TORMES
ANÓNIMO
PRÓLOGO
Tengo para mí que sucesos tan señalados como los que voy a contar merecen ser puestos por escrito, antes de caer en la sepultura del olvido, y que han de servir para enseñar a unos y deleitar a otros, que quizá prefieran no profundizar tanto.
Por eso insistía Plinio el Viejo¹ en que no hay ningún libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena, sobre todo si pensamos que no hay un solo gusto sino muchos, y que lo que uno no come, otros se pierden por ello. Así vemos cosas tenidas en poco por algunos, que otros aprecian.
Conviene, pues, no desdeñar ninguna historia, y contarla y comunicarla a los otros, sobre todo cuando, como en este caso, no hace daño a nadie y se puede obtener de ella algún fruto. Y es que los escritores también queremos ser recompensados, no solo con dinero, sino con el interés y el aprecio de nuestros lectores. Por eso dice Tulio² que la búsqueda del honor es lo que mueve a los artistas. Sin eso, muy pocos escribirían, ya que no se hace sin trabajo.
Porque, ¿hay alguien que crea que el soldado que sube en primer lugar la escalera, a la hora de asaltar un castillo, es el que tiene menos apego a la vida? Ciertamente, no. Es el deseo de ser alabado por todos lo que le hace exponerse al peligro. Lo mismo pasa en las artes y en las letras.
Hay buenos predicadores que trabajan para salvar nuestras almas. Pero, por muy buenos que sean, ninguno rechaza un elogio, y a todos les agrada que les digan: «¡Oh, qué bien habló hoy vuestra reverencia!».
O pensemos en el señor don Fulano. Ha fracasado en un torneo, pero un truhán le dice que ha manejado muy bien la lanza. Seguro que el caballero le premia con alguna prenda. ¿Qué no le habría dado, si lo de la lanza hubiera sido cierto?
Así funciona todo. Confieso no ser más santo que mis vecinos, y soy consciente de que esta obra, escrita en estilo vulgar, es una nonada, es decir, poca cosa. Pero mi esfuerzo habrá valido la pena si los lectores encuentran en ella algo de su gusto, y se entretienen viendo cómo un hombre puede sobrevivir a tantos peligros, desdichas y adversidades.
Y como vuestra merced me ha pedido que le escriba y le cuente mi caso con detalle³, me ha parecido que podía hacerlo desde el principio, para informarle de todo lo ocurrido desde mi nacimiento, a fin de que tenga completa noticia de mi persona. Poco mérito tienen, creo yo, los que son ricos por herencia, y mucho los que, teniendo a la fortuna en contra, remaron con maña y con fuerza, para llegar a buen puerto⁴.
TRATADO PRIMERO
Lázaro cuenta su vida, y de quién fue hijo
Pues sepa vuestra merced, ante todo, que a mí me llaman Lázaro de Tormes. Soy hijo de Tomé González y de Antona Pérez, nacidos en Tejares, aldea de