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Historia del New Deal: Conflicto y reforma durante la Gran Depresión
Historia del New Deal: Conflicto y reforma durante la Gran Depresión
Historia del New Deal: Conflicto y reforma durante la Gran Depresión
Libro electrónico226 páginas3 horas

Historia del New Deal: Conflicto y reforma durante la Gran Depresión

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La Gran Depresión está considerada como la crisis económica más larga, profunda y extendida del siglo XX, marcada por el desempleo masivo y las quiebras en cadena desde el crac de 1929. En Estados Unidos incluso llegó a poner en jaque la sólida tradición política del país, cuyas clases populares reclamaban un nuevo pacto social que diera cabida a sus demandas. Este fue el contexto que vio a Franklin Delano Roosevelt, icono del progresismo estadounidense, hacerse con la presidencia en 1933, desde la cual trató de impulsar un ambicioso programa reformista conocido como New Deal. Si bien las líneas maestras de este “Nuevo Trato” estuvieron inspiradas por la revolución keynesiana, que defendía una mayor intervención del Estado en la economía, en este libro se trata la historia del New Deal como un proceso que, lejos de pretender aplicar una teoría concreta, estuvo marcado por un fuerte grado de experimentalismo, con numerosas improvisaciones, fracasos parciales y rectificaciones constantes. Finalmente, la Administración Roosevelt (1933-1945) puso los cimientos para la creación del estado del bienestar norteamericano y el inicio de una recuperación económica de larga duración, al mismo tiempo que asumía los riesgos y las contradicciones de elevar a Washington a su nueva posición de primera potencia mundial.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 ene 2021
ISBN9788413521381
Historia del New Deal: Conflicto y reforma durante la Gran Depresión
Autor

Andreu Espasa

Andreu Espasa es profesor e investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona y autor del libro Estados Unidos en la Guerra Civil española (Libros de la Catarata, 2017).

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    Historia del New Deal - Andreu Espasa

    Andreu Espasa

    Historia del New Deal

    Conflicto y reforma durante la Gran Depresión

    colección investigación y debate

    Serie Estudios norteamericanos

    © Fotografía de cubierta: [Group (Bonus Army?) in front of U. S. Capitol, Washington D. C.], Harris & Ewing, 1932. Fuente: Library of Congress Prints and Photographs Division (Washington D. C., 20540 USA).

    © Andreu ESPASA DE LA FUENTE, 2020

    © instituto universitario de investigación en estudios norteamericanos BENJAMIN Franklin, 2020 Universidad de AlcaláCalle de la Trinidad 1 28801 Alcalá de Henares (Madrid)Tel. 91 885 52 54 www.institutofranklin.net

    © Los libros de la Catarata, 2020

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 20 77

    www.catarata.org

    HISTORIA DEL NEW DEAL.CONFLICTO Y REFORMA DURANTE LA GRAN DEPRESIÓN

    ISBN: 978-84-1352-100-8

    E-ISBN: 978-84-1352-138-1

    DEPÓSITO LEGAL: M-28.224-2020

    thema: NHK/NHT/3MPBGJ-US-K

    este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

    A Pere de la Fuente Collell (1946-2012)

    Introducción

    Un mundo en crisis

    La memoria de la Gran Depresión parece más viva que nunca. Ante la Gran Recesión iniciada en 2007-2008 y la crisis del coronavirus, han abundado las comparaciones con la que, hasta la fecha, sigue siendo considerada una de las peores crisis de la historia del capitalismo. A pesar de las diferencias de contexto histórico, sin duda los años treinta presentan muchas analogías con el tiempo actual. Probablemente la similitud más importante es el carácter múltiple de ambas crisis. Lo que empezó en 1929 como una crisis económica derivó en muchos países en una crisis de representatividad política, con una rápida disminución del número de regímenes democráticos, y, en el ámbito exterior, en una fuerte crisis geopolítica, que terminaría provocando el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Ochenta años después, durante la Gran Recesión, la debacle económica también generó una dura crisis de legitimidad política para muchos Gobiernos. En los últimos años, el populismo de derechas ha logrado sorprendentes victorias electorales en países como Brasil, Estados Unidos y el Reino Unido. En el plano geopolítico, asistimos a un enfriamiento en las relaciones entre Moscú y Washington y a una guerra comercial con Pekín. A la crisis económica, democrática y geopolítica, en la actualidad hay que sumar también una crisis ecológica que amenaza con terminar con las condiciones de habitabilidad del planeta.

    Es natural, pues, que, en nuestro tiempo de crisis, haya un creciente interés por las lecciones que se puedan extraer del gran programa de reformas económicas y políticas impulsado por el presidente Franklin Delano Roosevelt para sacar a Estados Unidos de la profunda depresión en la que se encontraba. Sin duda, la popularidad de su programa, el New Deal, resulta inseparable del carácter mítico de la figura de Roosevelt, quien enfrentó con éxito los dos mayores retos del siglo XX: la Gran Depresión y el fascismo internacional. La Administración Roosevelt (1933-1945) puso los cimientos para la creación del estado del bienestar norteamericano y el inicio de una recuperación económica de larga duración, al mismo tiempo que asumía los riesgos y las contradicciones de elevar a Washington a su nueva posición de primera potencia mundial. Las circunstancias particulares de su muerte, todavía en el cargo y a pocas semanas de lograr la rendición nazi, contribuyeron a engrandecer el mito. Mientras el presidente Wilson había fallecido en 1924 tras haber sido derrotado en sus intentos por lograr el ingreso de Estados Unidos a la Sociedad de Naciones, Roosevelt, en cambio, murió en 1945 con las botas puestas, lo que sin duda hizo volar la imaginación contrafactual de sus seguidores. De ahí la extendida creencia de que, en caso de haber vivido unos años más, quizás Roosevelt hubiera podido evitar la dinámica de confrontación mundial que se impuso durante la Guerra Fría.

    Con el paso del tiempo, la memoria del New Deal ha evolucionado, no sin presentar algunas ironías históricas. En la actualidad, el New Deal ya no es la bandera de los demócratas con sensibilidad social, sino la de los que, viniendo de una tradición obrerista, aprovechan la derechización de la mayoría del Partido Demócrata para reclamar un espíritu radicalmente reformista que permita romper con los grandes consensos neoliberales de las últimas décadas. El caso más relevante de esta tendencia es el famoso Green New Deal. Sus máximos defensores —el senador Bernie Sanders y la congresista Alexandria Ocasio-Cortez— se definen como socialistas democráticos y defienden un modelo de transición energética que permita la simultánea reducción de los gases de efecto invernadero y de la desigualdad social. Fuera de Estados Unidos, las referencias al New Deal se han vuelto cada vez más frecuentes. Incluso el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, con una formación muy nacionalista y poco dado a invocar ejemplos del extranjero, ha citado a Roosevelt y su New Deal como fuente de inspiración para su proyecto de transformación nacional.

    Hoy por hoy, el New Deal se suele entender como la versión estadounidense de la revolución keynesiana que transformó la forma de comprender la ciencia económica y, sobre todo, la intervención del Estado en la economía. Aunque la influencia del pensamiento de Keynes en importantes sectores de la Administración Roosevelt resulta innegable, esta percepción tiende a simplificar un fenómeno histórico necesariamente complejo. En este caso se confunden los resultados duraderos de la presidencia Roosevelt con el abanico de posibilidades y contingencias que marcaron el desarrollo de la respuesta gubernamental a la Gran Depresión. Este libro se propone explicar la historia del New Deal como un proceso que, lejos de pretender aplicar una teoría concreta, estuvo marcado por un fuerte grado de experimentalismo, con numerosas improvisaciones, fracasos parciales y rectificaciones constantes, ya fuera por insatisfacción ante los resultados económicos o por las constantes exigencias del contexto político del momento.

    Para comprender el desarrollo del New Deal es necesario enmarcar este episodio como un capítulo decisivo en la historia de la democracia en Estados Unidos. Se ha escrito mucho del siglo XX como un siglo muy ideológico, marcado tanto por la influencia del comunismo soviético como por las distintas respuestas que generó este desafío, especialmente el fascismo de entreguerras. En las grandes narrativas del siglo XX, ocupa también un lugar destacado el fin de los grandes imperios europeos y el proceso de descolonización. Obviamente, no han faltado análisis sobre el ascenso de Estados Unidos como primera potencia mundial y la consiguiente caracterización del siglo americano. Estas narrativas suelen centrarse en el desarrollo de la política exterior estadounidense y su papel determinante como motor de desarrollo capitalista y como eje central del proceso de globalización y de las instituciones que garantizan la gobernanza mundial del capitalismo. Sin embargo, se ha dedicado poca atención a la historia del sistema democrático en Estados Unidos. Quizás este olvido tenga que ver, paradójicamente, con el carácter hegemónico de la ideología americanista. No hay nada más naturalizado que aquello que se considera inmune al paso del tiempo. El hecho de que Estados Unidos siga funcionando con un texto constitucional del siglo XVIII, de que siempre haya celebrado sus elecciones presidenciales cada cuatro años independientemente de cualquier contingencia bélica o de que los dos principales partidos políticos sean nominalmente los mismos desde hace más de siglo y medio, alimenta la falsa sensación de que la democracia estadounidense funciona como un reloj suizo.

    A su vez, el estudio del New Deal también nos permite entender mejor un proceso histórico que trasciende los límites de la historia estadounidense: la difícil coexistencia entre el capitalismo y la democracia, especialmente cuando el primero no da los resultados necesarios para lubricar sus inevitables conflictos con la soberanía popular. También puede enriquecer nuestra visión del siglo XX como un periodo marcado por grandes movimientos sociales que lograron democratizar parcialmente la organización política y económica en sus respectivos países, especialmente en momentos de grandes crisis como la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Muchos historiadores han señalado de forma convincente la importancia del miedo provocado por la Revolución soviética para entender las impresionantes conquistas sociales en los países del centro capitalista durante el siglo XX. Sin embargo, la historia del estado del bienestar moderno no puede entenderse solamente como una reacción defensiva ante el peligro rojo. Su proceso de construcción y sus peculiaridades nacionales se deben, en gran parte, a un gran y variado movimiento de reformismo democrático, que suele estar definido por una considerable flexibilidad ideológica y por un plural abanico de agentes de cambio, incluyendo a sindicalistas, veteranos de guerra, políticos de orden sensibles a las demandas populares, economistas del Gobierno formados en el consenso keynesiano, etc.

    Hay que tener en cuenta, además, que la relación del New Deal con la democracia ha sido un terreno de debate muy intenso y recurrente, incluso para sus contemporáneos. En su momento, los opositores conservadores a Roosevelt consideraron al New Deal como un programa dictatorial y con tintes extranjerizantes, mientras que sus partidarios lo interpretaban como una revolución democrática que amplió notablemente la base del demos políticamente activo a través de nuevos derechos sociales y marginó la minoría de plutócratas que tenían secuestrada a la República. Más adelante, al calor de la radicalización izquierdista en la academia en los años setenta, surgiría una nueva tendencia historiográfica que juzgaría al New Deal como un gran esfuerzo de restauración conservadora, con la creación de un Estado liberal y granempresarial, blindado por nuevos consensos, pero esencialmente funcional al gran objetivo reaccionario de sofocar cualquier desafío al orden capitalista. Con sus diferencias, estas visiones compartían una visión del New Deal con unos objetivos muy ambiciosos y predeterminados. En realidad, el punto de partida era bastante sencillo y sus posibilidades de desarrollo, muy abiertas y variadas. Como su nombre indica, el New Deal (nuevo trato) proponía una redefinición de las reglas del juego para el sistema económico y político. Su bagaje ideológico venía principalmente de la tradición política estadounidense. Animado por un sincero espíritu reformista, el objetivo esencial era salvar a la democracia y al capitalismo con un nuevo pacto social que incluía la apertura de campos de oportunidades para la movilidad social, la construcción de redes de seguridad para garantizar el nuevo derecho ciudadano a vi­­vir sin miedo a la bancarrota personal y la neutralización del sesgo de clase del Estado a través de una mayor separación del po­­der económico y el poder político.

    Para lograr este nuevo pacto, el presidente Roosevelt era consciente de que muchas de las recetas económicas del pasado debían ser reemplazadas por un nuevo espíritu experimental. A base de un constante ejercicio de ensayo y error, buscaba políticas eficaces para reformar la base económica nacional y propiciar una recuperación duradera. Quizás por su natural tendencia a no dejarse atar por la rigidez y la complejidad de determinados esquemas teóricos, a veces se ha confundido injustamente su considerable flexibilidad programática con una supuesta falta de principios políticos y económicos. Sin embargo, es innegable que el New Deal contaba con una filosofía política coherente en la que sin duda el pensamiento económico jugaba un papel importante, aunque siempre subordinado a la función técnica de buscar los medios necesarios para satisfacer los fines establecidos por la voluntad popular. Entre sus ideas, destaca también la conciencia de que el nuevo pacto social estadounidense necesitaba una profunda actualización histórica. Para Roosevelt y los reformistas que lo rodeaban, el éxito del New Deal dependía en última instancia de su capacidad para corregir el desfase entre la ideología trasnochada del individualismo americanista y la evolución real del capitalismo maduro estadounidense tras el fin de la colonización del Oeste y la consolidación de grandes oligopolios. El propio New Deal, claro está, era un producto muy arraigado a su tiempo histórico. Aunque sus principales ideas venían cociéndose desde, como mínimo, la llamada era progresista de principios de siglo, su aplicación práctica fue posible gracias a un contexto histórico muy perturbador, la Gran Depresión, que desconcertó y deso­­rientó profundamente al conjunto de la sociedad, poniendo fin a las inercias conservadoras de la década anterior y abriendo las puertas a un experimento político que cambiaría sustancialmente la forma y el fondo de la democracia estadounidense.

    Capítulo 1

    Del crac del 29 a las elecciones de 1932

    Una crisis sin precedentes

    Es difícil exagerar la importancia histórica de la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX, especialmente en Estados Unidos. Su irrupción en 1929 desestabilizó numerosos Gobiernos y contribuyó en gran medida al eventual estallido de la Segunda Guerra Mundial. A los que la sufrieron les cambió la percepción sobre la fragilidad del mundo en que vivían, y de ella se extrajeron lecciones políticas y económicas que durarían generaciones. El economista John Kenneth Galbraith la consideraba el suceso más influyente en la vida de los norteamericanos:

    Ninguna de las dos guerras tuvo un efecto parecido sobre tantos. La liberación de la energía atómica, aunque pudo inducir a cierta precaución de los beligerantes patológicos, tuvo unas consecuencias menores. Los viajes a la Luna son cuestiones de detalle en comparación con aquella. Pocos de los que sobrevivieron a la Gran Depresión no cambiaron con esta experiencia¹.

    Para los defensores más entusiastas de un capitalismo sin regulación, la Gran Depresión provocó un efecto parecido al que tuvo la caída del Muro de Berlín para los socialistas y comunistas setenta años después. La derrota política e intelectual provocada por el derrumbe económico hizo imposible defender aspectos esenciales del mundo anterior, como el patrón oro o la ausencia de una fuerte legislación social. En Estados Unidos, la Gran Depresión terminó con una década de hegemonía derechista y empezó un proceso de transformación que acabaría cambiando las reglas del juego entre clases sociales y el papel de Washington en el mundo.

    Sin embargo, durante los primeros años de la crisis resultaba difícil imaginar que tras el final del túnel vendría un largo periodo de prosperidad económica y de liderazgo mundial estadounidense. En su momento, nadie recordaba una crisis parecida, ni en extensión temporal y geográfica ni en profundidad. Para el invierno de 1932-1933, el desempleo en Estados Unidos alcanzó el 25%. Casi trece millones de trabajadores estaban en paro. En 1933 el PIB era una tercera parte inferior al de 1929². La crisis agraria —que ya se venía arrastrando desde la década anterior— sumía en la miseria a millones de pequeños propietarios y trabajadores agrícolas. En crisis anteriores, algunas economías importantes habían quedado más o menos al margen del ciclo descendente. En esta ocasión, la crisis parecía un fenómeno verdaderamente universal. A diferencia de otras crisis, los años pasaban y la recuperación seguía sin aparecer, generando tensiones sociales y políticas de enormes consecuencias, especialmente en Europa.

    El desencadenante de la crisis se había producido en octubre de 1929 con la caída en picado de la Bolsa de Wall Street. Sin embargo, para la mayoría de la población, los efectos de la crisis no se sintieron de inmediato. El escritor Granville Hicks recordaba así el inicio de la Gran Depresión:

    Luego vino la depresión. Comenzó, por supuesto, con la caída de la bolsa de valores de octubre de 1929, pero no empezamos a ser conscientes de ello entonces. Ese otoño había comenzado a enseñar en el Instituto Politécnico Rensselaer, y uno o dos de mis colegas se pillaron los dedos, pero pensé que les estaba bien empleado por jugar en la bolsa. Después de todo, todavía tenían sus trabajos y sus familias no morirían de hambre. Algunos de los grandes operadores quedaron gravemente tocados y algunos se suicidaron, pero no teníamos mucha simpatía por los hombres de Wall Street. […] Pero a medida que pasaba 1930, comenzamos a preguntarnos qué estaba pasando, y en 1932 nos pareció claro a algunos de nosotros que esta civilización empresarial […] se había derrumbado. Las máquinas, esas maravillosas máquinas que nos habían dado a muchos de nosotros un alto nivel de vida, habían dejado de funcionar. Y cada vez más personas estaban sin trabajo. En 1932, algunos economistas dijeron que hasta 17 millones de personas estaban desempleadas, y eso significaba que una de cada cuatro personas que conocíamos estaba sin trabajo. Y eso probablemente significaba que él y su familia estaban sufriendo, porque no había seguro de desempleo, y uno no tenía nada en lo que apoyarse más que sus propios ahorros y la escasa ayuda que sus familiares pudieran darle. A los desempleados que se las arreglaban los veíamos en la calle, vagando desesperados en busca de trabajo o parados de pie en las esquinas, aturdidos y desconcertados. Los que no se las arreglaban los veíamos durmiendo en las escaleras de las entradas del metro, cubiertos de periódicos. Fuera de cada ciudad de cualquier tamaño, en algún basurero u otra zona desierta, se encontraba lo que se llamaba Hooversville, una colonia de chozas de hojalata, cartón y arpillera,

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