Lo que Dios dispone
Por Pedro Muñoz Seca
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Lo que Dios dispone - Pedro Muñoz Seca
Lo que Dios dispone
Pedro Muñoz Seca
Cover image: Shutterstock
Copyright © 1925, 2020 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726508048
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
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El autor se reserva el derecho de traducción.
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–––––
Droits de representation, de traduction et de reproduction réservés pour tous les pays, y compris la Suède, la Norvège et la Hòlande.
–––––
Queda hecho el depósito que marca la ley.
A Constanza Sáncbez Guerra
REPARTO
PERSONAJESACTORES
Angela Sra. Alba.
Laura Srta. Barrón.
Pilar» Caba (J.)
Benita Sra. Sanz.
Isidra Srta. Caba (I.)
Teresa» G. Granda.
Doña Manolita Sra. Manso.
Carmen Srta. Pujó (B.)
Leoncia» Caba (P.)
Nicanor Sr. Bonafé.
Guerrita» García Leór
Fermín» Perales.
Negrales» Hidalgo.
Calunge» Bruguera.
Eduardo» Oltra.
Don Bernardo» Gutiérrez.
Quiroga» Caba.
Oficialas bordadoras.--La acción en Madrid
–––––
ACTO PRIMERO
Habitación en casa de Angela Casalvo; una habitación de un piso cuarto de una casa de quinto orden.—Puerta de entrada en el primer término de la izquierda (actor).—En este mismo lateral y en chaflán, un balcón.—En el lateral derecha, dos puertas.—Ante el balcón hay una mesa de escritorio, con su correspondiente sillón. En el centro de la escena, una mesa de comedor pequeña.—En el fondo un aparador; entre las dos puertas de la derecha, una librería.—Seis sillas de comedor completan el mobiliario.— Este mobiliario será modestísimo: de nogal chapeado y viejo.—La acción en Madrid.—Epoca actual.—En el mes de mayo.—Es de día.
(Al levantarse el telón están en escena Nicanor y Guerrita.—Nicanor es un señor como de setenta años, pero ágil y fuerte.— Viste birriosamente, cada prenda de un color distinto, y desde luego «al difunto le estaban mejor». Usa quev é dos o gafas, de esas que los cristales tienen hechura de media luna, para poder mirar cómodamente por encima de ellos.—Guerrita, dependiente de una carbonería y en traje de mecánica, lo mismo puede tener treinta y cinco años que cincuenta, con tantísimo tiznón no hay quien calcule.)
Guerri. (Con un papel en lamano.) De manera, don Nicanor, que de la cuenta nada, ¿eh?
Nica. (Tristemente.) Nada, amigo Guerrita, nada.
Guerri. ¿Pero nada tampoco a cuenta de la cuenta?
Nica. Tampoco: y créame usted que lo siento hasta llorarlo.
Guerri. Más lo siento yo, porque le dije al señor Verganza, mi principal, que hoy no volvería yo a la tienda con las manos limpias como otras veces.
Nica. Pues ya usted ve...
Guerri.( Mordiéndose un dedo que es un puro tiznón.)
¡Por vida de la inopia!...
Nica. No se enfade usted, amigo Guerrita.
Guerri. Pero hombre; si es que llevo ya año y medio...
Nica. Yo le aseguro a usted que el día menos pensado sale usted de esta casa con los treinta y dos duros que se le deben y diez más.
Guerri. Con los treinta y dos me conformo, don Nicanor. Ni el señor Verganza ni yo admitimos propinas. Lo nuestro y nada más que lo nuestro.
Nica. Ya sé, ya sé, picarillo, que va usted a entrar en sociedad con su principal.
Guerri.( Muy halagado.) Sí, señor, ahí andamos en esos tratos.
Nica. ¡Hay que ver qué suerte!... Tan joven y condueño de una de las mejores carbonerías que hay en Madrid.
Guerri. Hombre, al cabo de cuarenta años que llevo en la casa...
Nica. ¡¡Ordago!!
Guerri. ¿Eh?
Nica. (Admirado) ¿Cuarenta años?
Guerri. Día tras día.
Nica. Pero si yo creía que tenía usted treinta y cinco a lo sumo.
Guerri. Sí, sí... ¡Cincuenta y tres!
Nica. ¡Reteórdago!... (Examinándole.) ¡Y ni una cana!
Guerri. ¡Está usted apañao!
Nica. ¿Qué?
Guerri. Que si me viera usted en Alicante en el mes de agosto...
Nica. ¿Qué, se baña usted?...
Guerri. Natural: y al quinto baño ya me caneo unas miajas, pero al décimo, me quedo más blanco que el Comendador. (RíeNicanor.) Si, usted se ríe, pero a mí maldita la gracia que me hace, porque raro es el año que no tengo algún lio por causa del kilométrico; como me retrato aquí, de negro, cuando me ven luego de blanco dicen los Revisores que soy mi padre.
Nica. ¡Su padre!
Guerri. Y se arma cada bronca, que se para el tren.
Nica. ¿Pero es que usted no se lava durante el invierno?
Guerri. Hombre... según. Yo, agua me echo tóas las mañanas pa espabilarme; ahora que dejo que ella se seque sóla, ¿sabe usted?, porque si principiara yo a restregarme con toallitas... vamos, no ganaría yo para toallas.
Nica. Sí, sí, bajo ese punto de vista...
Guerri. Ahora, cuando firmemos esa escritura ya será otra cosa. Como condueño tendré que contratar y que dar la cara...
Nica. ¿Y la va usted a dar limpia?
Guerri. Por lo menos tengo que dar siempre la misma pa evitar confusiones, de manera que una de dos, o tengo que lavarme tóos los días o que no volverme a lavar nunca jamás.
Nica. Hombre, yo creo que debe usted lavarse, amigo Guerrita.
Guerri. Eso me dice también Verganza, pero es una pensión y un cuidao más tos los días ¡y tiene uno tantas cosas encima!...
Nica. ¡Y que lo diga usted! En fin, usted tiene ya resuelto el problema del mañana. Ha sembrado usted y recoge el fruto. ¿Pero y yo?.. Treinta y dos años de apuntador en las mejores compañías de España y América y ahora que se me ha estropeado la vista y ya no sirvo, un puntapie y a vivir a costa de mi hermana y de mis sobrinas... que las pobres viven de milagro... He nacido un poco pronto. A los apuntadores de hoy no les ocurrirá esto mañana.
Guerri.