Tomar la palabra: La poesía en la escuela
Por Mercedes Calvo
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Tomar la palabra - Mercedes Calvo
Mercedes Calvo nació en Salto, Uruguay. Desde niña fue una lectora asidua de poesía y, en su labor como docente, tanto de educación primaria como para adultos, siempre dio especial importancia al desarrollo del lenguaje poético. Este tema ha sido el eje de otras actividades que ha emprendido, como la colaboración en revistas de especialización docente y el diseño y la impartición de cursos y talleres de poesía y escritura creativa. Sin embargo, su experiencia se ha enfocado principalmente en el trabajo con niños. En el 2008 obtuvo el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños por Los espejos de Anaclara, publicado por el FCE y la Fundación para las Letras Mexicanas. Y en el 2010 publicó en Conaculta Poesía con niños: guía para propiciar el encuentro de los niños con la poesía.
Tomar la palabra
La poesía en la escuela
ESPACIOS PARA LA LECTURA
Primera edición, 2015
Primera edición electrónica, 2016
Colección dirigida por Socorro Venegas
Edición: Angélica Antonio
Formación: Guillermo Carmona
Viñeta de portada: David Lara
© 2015, Mercedes Calvo
D. R. © 2015, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
Comentarios:
librosparaninos@fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55) 5227-4672
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ISBN 978-607-16-3754-3 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Tomar la palabra
La poesía en la escuela
Mercedes Calvo
Como fuente primaria de información, instrumento básico de comunicación y herramienta indispensable para participar socialmente o construir subjetividades, la palabra escrita ocupa un papel central en el mundo contemporáneo. Sin embargo, la reflexión sobre la lectura y la escritura generalmente está reservada al ámbito de la didáctica o de la investigación universitaria.
La colección Espacios para la Lectura quiere tender un puente entre el campo pedagógico y la investigación multidisciplinaria actual en materia de cultura escrita, para que los maestros y otros profesionales dedicados a la formación de lectores perciban las imbricaciones de su tarea en el tejido social y, simultáneamente, para que los investigadores se acerquen a campos relacionados con el suyo desde otra perspectiva.
Pero —en congruencia con el planteamiento de la centralidad que ocupa la palabra escrita en nuestra cultura— también pretende abrir un espacio donde el público en general pueda acercarse a las cuestiones relacionadas con la lectura, la escritura y la formación de usuarios activos de la lengua escrita.
Espacios para la Lectura es, pues, un lugar de confluencia —de distintos intereses y perspectivas— y un espacio para hacer públicas realidades que no deben permanecer sólo en el interés de unos cuantos. Es, también, una apuesta abierta en favor de la palabra.
Índice
Prólogo
El comienzo
1. El encuentro con la poesía
¿Por qué la poesía en la escuela?
¿Alumnos o niños?
¿Poesía o poema?
La poesía está en la mirada
La poesía es creación
La poesía es más que lenguaje
El maestro como mediador
El espacio de la poesía
2. La relación escuela-poesía
La función de la escuela a través del tiempo: una aproximación
Evolución de los conceptos leer y escribir
Leer y escribir hoy
Escuela y literatura
Escuela y poesía
3. Prácticas habituales en la escuela
Entre las nuevas y las viejas prácticas
Leer poesía
La lectura del poema en silencio
Lectura en voz alta por parte del maestro
Explicación de palabras desconocidas
Interpretación global del poema
Análisis del poema por estrofas
Escribir poesía
Recitar
4. Necesidad de revertir la situación
Hacia una educación liberadora: la visión de Freire
El primer paso: la transformación del maestro
El aprendizaje como una necesidad expresiva: algunas experiencias
La misión del maestro en el panorama actual
5. Se hace camino al andar
Una experiencia personal
Como alumna
Como maestra
Primer proyecto: ¿Y si escribimos poesía?
Como escritora
Como tallerista
Hoy, taller
Verso a verso: la palabra de los niños
¿Y la conclusión?
Bibliografía
Prólogo
La experiencia de Mercedes Calvo como profesora durante varias décadas en el Uruguay la lleva a encontrar nuevas preguntas en un ejercicio permanente de búsqueda, donde los hallazgos de posibles respuestas nunca representan el fin del recorrido: la palabra es infinita, como la imaginación. Poeta de experiencia viva, antes de proponer un método sugiere una reflexión integral sobre la presencia de la poesía en la escuela.
Comparto con Mercedes Calvo una idea: el aprendizaje inicia en casa, con las voces cercanas de la familia diciendo o cantando las palabras que nos conmueven y nos importan, porque son la caricia del abuelo, del padre o de la madre; porque su ritmo nos hace sonreír o su sonido nos conduce a un viaje por la fantasía y el pensamiento. La poesía nos llega de la mano de las primeras palabras; es decir, forma parte de nuestro primer contacto con el mundo, de lo más hondo de nosotros mismos. Es posible mantener la capacidad perceptiva de la infancia si la escuela lo propicia, si no se precipita en una tarea ciega que termina provocando rechazo; si alienta nuestra recepción del sentir poético y colabora en la manera como lo distinguimos, lo percibimos y lo apreciamos.
Los prejuicios rodean a la palabra poesía, son numerosos y evidentes, y producen una inquietante distancia con la educación formal. Calvo se pregunta por qué la poesía habría de estar en el aula y encuentra que, en la práctica, existe una diferencia entre alumnos y niños. De origen no debería generar antagonismo alguno, pero conceptualmente, por desgracia, se vuelven ideas divergentes y terminan por ocultar su naturaleza complementaria. El niño se convierte en alumno —advierte Calvo—, en un ente por educar y estimular intelectualmente, relegando al niño a un ámbito distinto. Ese solo papel modifica los procedimientos para animar la sensibilidad ante la poesía. ¿Cómo evitar entonces la opresión de la poesía en el currículo escolar? Calvo responde asertiva: desde la afectividad y no desde la didáctica…
Para lograr el vínculo con la poesía desde la afectividad, la autora hace ver la diferencia no siempre resaltada entre poesía y poema; una importante y amplia concepción que entiende a la poesía más allá del poema o el verso. En lo personal, siempre me ha interesado distinguir esta diferencia para elogiar la música del verso en el poema, y el poema como forma literaria que busca contener poesía.
Mercedes Calvo propone rechazar prejuicios aún vigentes en nuestro tiempo, presentes tal vez en todo el continente desde el final del siglo XIX, que sugieren a la poesía como una actividad femenina. Nuestras sociedades han hecho grandes conquistas en términos de equidad. Estos logros nos exigen terminar con esa antigua percepción de la poesía como actividad para las niñas, como algo ensoñado y pasivo; diluirla definitivamente en beneficio de una igualdad de género y en provecho de seres humanos no escindidos, de niños y niñas enriquecidos con la poesía. Al respecto, Mercedes concibe la poesía como otro lenguaje anterior incluso a la lengua, un lenguaje que está en el cuerpo —música capaz de hacernos mover a todos, sin distingo— y no en la mente que, para comprender, cataloga e individualiza.
Esos mismos estereotipos han creado un ideal de niño. No siempre se toma en cuenta al marginal, al indígena o al de condición social distinta, dejándolos fuera de esa burbuja aséptica que nuestro cómodo imaginario colectivo tiene como modelo aceptado. Estereotipos divisores de algo que para la poesía siempre ha sido una unidad.
Reescribo aquí las palabras citadas por Mercedes de la compositora de canciones, profesora y poeta, María Elena Walsh, donde se expresa en toda su densidad esta idea: la poesía es, en definitiva, reconstrucción y reconciliación, es el elemento más importante que tenemos para no hacer de nuestros niños ni robots ni muñecos conformistas, sino para ayudarlos a ser lo que deben ser: auténticos seres humanos
.
Al mantener en nuestros niños la habilidad sensible para la poesía, no se busca convertirlos en escritores de poemas; se trata de influir con la poesía en el ánimo, en el pensamiento, en el ambiente de quien se va a dedicar a otras profesiones, otros oficios, de quien vivirá con libertad una vida. Queremos no sólo lectores sino, fundamentalmente, seres capaces de tomar la palabra
—anota Mercedes, y agrega—: lo único que la escuela puede —y debe— hacer es ofrecer la posibilidad de que el niño se apropie libremente de la palabra y la utilice para decir aun lo opuesto a nuestro pensamiento
.
De este modo, la escuela debe brindar una preparación para vivir la vida, transformada erróneamente, en la práctica actual, en preparación para ganarse la vida, lo cual hace una notable diferencia. Ahí, pienso, aparece una de las justificaciones para eludir la enseñanza de poesía en el aula, adversidad que impide a la poesía ingresar por todas sus ventanas y puertas, instalarse en todos sus espacios. En mi propio trabajo con jóvenes, enfrento el desaliento de los muchachos cuando manifiestan el deseo de estudiar alguna carrera artística. La familia suele preguntarles: ¿de qué vas a vivir? Quien quiere dedicarse a las artes puede transformar esa pregunta familiar y económicamente especulativa en una más rotunda, constituida en sí misma en respuesta: ¿por qué voy a vivir?
En otra sencilla pero agudísima distinción, Calvo afirma que no es lo mismo promover la lectura que promover la poesía. Como sabemos, las definiciones son complejas, muchas veces provisionales, pero el propósito está vivo: enseñar, mostrar, acercar a los alumnos a la poesía. Este libro es una hermosa contribución al esfuerzo de encontrar posibilidades para la enseñanza de la poesía en las escuelas, con el maestro como mediador.
Aunque en los años de educación básica mi generación no tuvo un aliento para la poesía —como sí sucedía en casa— considero afortunado haber contado en la escuela secundaria con maestros interesados en ello. Esto produjo un cambio en mi generación escolar. Celebro a un maestro como Arqueles Vela —director de nuestra Secundaria Anexa a la Normal Superior— entrando a las aulas en el horario destinado al tema a hablar con vehemencia, sabiduría y amenidad de algún libro, muchas veces de poesía; lo hacía con emoción tal que nos impulsaba a retirar de la biblioteca el libro en cuestión y prácticamente, como suele decirse, nos lo bebíamos durante el fin de semana. A maestros como él uno debe muchísimo, como seguramente le deben a Mercedes Calvo sus alumnos por su ejercicio de toda una vida, como ahora le debemos los lectores y quienes estamos interesados en hacer llegar la poesía a todos los espacios de las aulas, cuyas paredes fueron levantadas por un albañil cantando, y las mesas y las sillas construidas por carpinteros silbando melodías mientras pasaban las herramientas por la madera dispuesta a recibir las cualidades de su oficio.
Con este libro, se trata de volver a hacer posible que padres y maestros, habitados ellos mismos por la emoción poética, continúen la natural relación entre la poesía y los niños, porque la educación no es un tema de didáctica sino de relación
y la poesía debe estar junto a los niños, no frente a ellos
. No mostrar ni demostrar la poesía, sino lograr que se introduzca en el cuerpo de quien la vive como un aliado permanente.
EDUARDO LANGAGNE
El comienzo
Al enfrentarme al reto de escribir este libro advierto que pocas cosas han tenido una presencia tan constante en mi vida como la poesía y la escuela.
Ya desde el día de mi nacimiento la poesía fue la encargada de darme la bienvenida: mi abuelo celebró mi arribo escribiendo y dedicándome un poema que publicó en el diario del cual era director. Allí vaticinaba: Vas a encontrar, gurisa’e mis quereres, ¡angelito sin alas! / el amor de unos pocos que sostiene / y el egoísmo ‘e muchos, que acobarda
.
Sin creer mucho todavía en estas premoniciones, me dormí en brazos de esos pocos que sostienen
, arrullada tanto por los cánticos religiosos de mi abuela (Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar y la Virgen concebida sin pecado original
) como por las cancioncillas juguetonas de mi madre: Con leche de su cabra / Pastora hizo un quesito / el gato la miraba / con ojos golositos
.
Mi padre aportó las coplas populares que tanto me divertían: Vamos al baile, dijo el fraile / queda muy lejos, dijo el cangrejo
; mientras que uno de mis tíos, al igual que un mago de su galera, sacaba poemas de entre sus libros de filosofía, con versos que me abismaban largamente. Uno altivo, otro sin ley / así dos hablando están: / Yo soy Alejandro, el rey. / Y yo Diógenes, el can.
Otro tío me enseñó la fuerza estremecedora del dolor y de la muerte, recitando sobre una mesa, en su histrionismo magnífico: ¡No!, ¡que no quiero verla!, ¡que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena!
.
Mi tía, en cambio, me mostró