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La política del destierro y el exilio en América Latina
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Libro electrónico836 páginas27 horas

La política del destierro y el exilio en América Latina

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Política y exilio en América Latina abre nuevos rumbos teóricos y líneas analíticas para la agenda retrospectiva y prospectiva de investigación del exilio, así como también para ampliar los estudios de la emigración como práctica de exclusión informal de ciudadanos que se sienten amenazados de vivir en aquellos países democráticos que sufren disrupciones graves por factores socioeconómicos, étnicos, de seguridad y demográficos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 ago 2014
ISBN9786071621986
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    La política del destierro y el exilio en América Latina - Mario Sznajder

    MARIO SZNAJDER (Buenos Aires, 1948) es doctor en ciencia política por la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde ocupa la cátedra Leon Blumen ciencia política. Se ha desempeñado como investigador y docente en reconocidas universidades de diferentes países; actualmente colabora con el Instituto Truman para el Avance de la Paz. Ha sido distinguido con los premios Jacob L. Talmon y Golda Meir. En sus investigaciones se ha ocupado del fascismo, de los procesos de democratización, del exilio político y de los derechos humanos en América Latina.

    LUIS RONIGER (Buenos Aires, 1949) es doctor por la Universidad Hebrea de Jerusalén y profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad Wake Forest. Sus trabajos de sociología política se enfocan en la inter sección entre la política, la sociedad y la cultura pública. Ha publicado numerosos artículos y libros, entre los que se encuentran Patrones, clientes y amigos (con Shmuel Noah Eisenstadt), Democracia, clientelismo y sociedad civil (con Aye Güne-Ayata) y Globalización y múltiples modernidades (con Carlos Waisman).

    Juntos son autores de El legado de las violaciones de derechos humanos en el Cono Sur.

    SECCIÓN DE OBRAS DE POLÍTICA Y DERECHO

    LA POLÍTICA DEL DESTIERRO Y EL EXILIO

    EN AMÉRICA LATINA

    Traducción

    LUCÍA RAYAS

    Revisión de la traducción

    MARIO SZNAJDER y LUIS RONIGER

    MARIO SZNAJDER

    LUIS RONIGER

    La política del destierro

    y el exilio en América Latina

    Primera edición en inglés, 2009

    Primera edición en español, 2013

    Primera edición electrónica, 2014

    Título original: The Politics of Exile in Latin America

    Cambridge University Press, 2009

    Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

    D. R. © 2013, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-2198-6 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    Para Shmuel N. Eisenstadt y Zeev Sternhell

    con profundo aprecio por su sabiduría,

    estatura intelectual y compromiso público

    SUMARIO

    Agradecimientos

    Abreviaturas

    Introducción. La política del destierro y el exilio

    Hacia una definición de la condición del exilio

    Desalojo forzado, construcción de identidades colectivas y formación del Estado

    Las características del exilio temprano

    Lugares de exilio

    Exclusión ampliada y la estructura de cuatro niveles del exilio

    Comunidades de exilio, activismo y política

    Presidentes en el exilio

    ¿Pone el retorno fin al exilio?

    Bibliografía

    Índice analítico

    Índice general

    AGRADECIMIENTOS

    Tenemos una gran deuda con una multitud de individuos e instituciones que contribuyeron de diversas maneras a esta obra. Estamos agradecidos con el Truman Research Institute for the Advancement of Peace, el Consejo de Investigaciones Científicas de España en Madrid, el Davis Center for International Relations, el Aims Byudks Research Fund y el Shain Center for Research in the Social Sciences de la Universidad Hebrea de Jerusalén, el Social and Behavioral Sciences Fund de la Wake Forest University, y la U. S.-Israel Bi-National Science Foundation por su apoyo durante diferentes etapas de la investigación. Debemos un agradecimiento especial a quienes compartieron sus experiencias y puntos de vista retrospectivos o reflexiones sobre el exilio con nosotros, en particular al finado Daniel Recanati, a Elda González, Pablo Yankelevich, Clara Obligado, Mempo Giardinelli, Mauricio Frajman, Laurence Whitehead, Pinchas Avivi, Claudia García, Alan Angell, al ex embajador israelí Benjamin Oron, Yehuda Dominitz, Ran Curiel, Blas Matamoros, Abrasha Rotemberg, Adriana Muñoz, Arnoldo Liberman, Maria Luiza Tucci Carneiro, Tulio Halperin Donghi, Nora Bendersky, Ingrid Hecker, Orit Gazit, Ifat Bachrach, Avital Appel, Yuval Ben-Dov, Esther Lifshitz, Gustavo Silva, Fanny Muldman, el finado Carlos Fuentes, Batia Siebzehner, Samantha Quadrat, Samuel Ouman, Nahum Solán, Leonardo Senkman, Florinda Goldberg, el finado doctor Mario Cohen, el finado Daniel Moore, y las bibliotecarias Brenda Golan, Regina Gruzman y Amnon Ben-Arieh. Las entrevistas con el ex presidente de Brasil, el profesor Fernando Henrique Cardoso, y con el ex presidente de Chile, el profesor Ricardo Lagos, fueron particularmente iluminadoras.

    Estamos agradecidos con los directores y el personal de las siguientes instituciones y bibliotecas: el Instituto Internacional de Historia Social en Ámsterdam, la biblioteca del Instituto Iberoamericano de la Prussian Heritage Foundation en Berlín, el CIEMI-Centre d’Information et d’Études sur les Migrations Internationales en París, la Biblioteca del Congreso en Washington, la Biblioteca Nacional de Argentina, la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, la Bodleian Library de la Universidad de Oxford, la Biblioteca Nacional en San José de Costa Rica, la Biblioteca Nacional de Cuba en La Habana, el Archivo Nacional de Israel en Jerusalén, la biblioteca del Ministerio del Interior de España en Madrid, la FASIC y la Biblioteca del Congreso en Chile, la Library of the Center for Latin American Studies en la Universidad de Cambridge, y la Fondazione Lelio y Lili Basso en Roma, Italia.

    Estamos en deuda con Tamar Soffer del Departamento de Geografía de la Universidad Hebrea de Jerusalén por haber hecho los mapas que se incluyen en esta obra, y con Ronit Nirel y Bella Vakolenko-Lagun del Laboratorio de Estadística Aplicada de Jerusalén, por su consejo y trabajo en las secciones estadísticas de la obra. También queremos agradecer a Irina Babchenko de la Facultad de Ciencias Sociales y a Ronit Sasson del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea. Se reconoce con gratitud la colaboración en la investigación, durante diversas etapas de este proyecto, de Haim Portnoy, Nathan Brener, Leandro Kierszenbaum, Yaara Angres, Deby Babis, Caroline Kaplan, Andrés Lindner, Hillen Meirovich, Peter Morris, Melissa Velarde y Orly Haimovich. Extendemos también un reconocimiento a Eric Crahan, editor de historia y política de la Cambridge University Press, por haber invertido su talento y esfuerzo para hacer fructífero este proyecto; y a Lucía Rayas por su excelente traducción.

    Algunas partes de esta obra se presentaron en diversos foros y posteriormente aparecieron como artículos en las siguientes publicaciones: Journal of Latin American Studies, 37 (2005), Soziologia Israelit, 6 (2005), Revista de Ciencia Política, 27 (2007), Latin American Perspectives, 34 (2007), y Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, 18 (2007). Agradecemos a estas publicaciones por otorgarnos los permisos correspondientes para reproducir partes de estos materiales aquí.¹ También estamos en deuda con todas las personas que comentaron esta obra en los seminarios del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad Hebrea de Jerusalén en 2003, del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Wake Forest en 2004, y la Universidad de São Paulo en 2005; durante el Congreso del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Buenos Aires, Argentina, en agosto de 2005; en el Congreso Internacional de Ciencia Política celebrado en Fukuoka, Japón, en julio de 2006; en la Universidad Nacional Autónoma de México, en agosto y septiembre de 2006; en las reuniones anuales de la Asociación Chilena de Ciencias Políticas en la Universidad Católica de Santiago, en noviembre de 2006; en las reuniones anuales de MACLAS en Reading, en marzo de 2007; durante el Social Sciences Seminar de la Wake Forest University en septiembre de 2007; en el Congreso de la LASA (Latin American Studies Association) en Montreal, en septiembre de 2007 y durante el Segundo Congreso Internacional sobre el Análisis de las Prácticas Sociales Genocidas, celebrado en la Universidad 3 de Febrero en Buenos Aires, en noviembre de 2007.

    Los encuentros en la Universidade Federal Fluminense y en el congreso de la LASA en Río de Janeiro en junio-julio de 2009, así como en la Universidad de la Plata y en el seminario internacional sobre las políticas de exilio en la UNTREF en Buenos Aires en agosto de 2010, contribuyeron a refinar algunas de las temáticas analizadas en esta obra.

    ¹ Gracias a Cambridge University Press por el uso de los materiales de From Argentina to Israel: Escape, Evacuation and Exile, Journal of Latin American Studies, vol. 37, núm. 2, 2005, pp. 351-377; la Asociación Sociológica Israelí por permitir usar Israel and the Escape of the Victims of Military Repression in Argentina (1976-1983), Israeli Sociology, vol. 6, núm. 2, 2005, pp. 233-263; Sage Publications por Political Exile in Latin America, Latin American Perspectives, vol. 34, núm. 4, 2007, pp. 7-30; el Instituto de Historia y Cultura de América Latina de la Escuela de Historia de la Universidad de Tel Aviv por Los antecedentes coloniales del exilio político y su proyección en el siglo 19, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, vol. 18, núm. 2, 2007, pp. 31-51, y la Universidad Católica de Chile por Exile Communities and Their Differential Institutional Dynamics: A Comparative Analysis of the Chilean and Uruguayan Political Diasporas, Revista de Ciencia Política, vol. 27, núm. 1, 2007, pp. 43-66.

    ABREVIATURAS

    Introducción

    LA POLÍTICA DEL DESTIERRO Y EL EXILIO

    En este libro analizamos el uso recurrente y las transformaciones del exilio desde la época colonial hasta el presente en América Latina. La premisa de este estudio es que el exilio ha sido un mecanismo regulador para aquellos sistemas políticos incapaces de crear modelos de participación plurales e inclusivos, y pese a que el destierro se desarrolló como un fenómeno de élite durante el siglo XIX cuando la participación política era restringida, se volvió una tendencia masiva durante el XX, cuando las movilizaciones y una participación más inclusiva desembocaron nuevamente en regímenes autoritarios.

    El exilio es un tema perenne que refleja una lógica de exclusión y desplazamiento de la política y las esferas públicas internas. Las democracias occidentales han desarrollado esferas públicas cada vez más plurales y tolerantes, que les permitieron contener a las fuerzas de oposición sin expulsarlas, siempre y cuando todas las partes respetaran las reglas del juego democrático. Las élites gobernantes anteriores, cuyos desatinos durante su ejercicio de gobierno se han expuesto de manera pública, así como los intelectuales disidentes y opositores elocuentes de las administraciones en turno han podido actuar y expresarse en los dominios públicos sin ser forzados a abandonar sus países. Cuando se recomendaron procedimientos impugnatorios, Richard Nixon renunció a la presidencia en 1974, pero no abandonó los Estados Unidos. Charles de Gaulle abandonó su cargo en 1946 para retirarse a Colombey les Deux-Églises, para volver al poder en 1958 y establecer la Quinta República francesa. Cuando se acusó a Giulio Andreotti, el primer ministro de Italia durante muchos periodos, de corrupción y complicidad con el crimen organizado, aún pudo permanecer en su país y confiar en la justicia. Bajo las democracias establecidas y en un Estado de derecho, tanto los políticos de alto nivel como los activistas de base han podido permanecer en sus países y participar en las esferas públicas. Éste no ha sido el caso en América Latina.

    La exclusión institucional ha sido un rasgo constitutivo principal de la política latinoamericana. Claramente, la región ha sido testigo de numerosas rebeliones, movimientos de protesta y presiones para ampliar la participación y el acceso al poder y a los recursos políticos y materiales. No obstante, de manera paralela, la esfera política ha estado con frecuencia bajo el control de estrechos círculos de élite, aislando a otros, en tanto que se ha forzado a las masas a funcionar a través de redes de mediación, clientelismo y favoritismo. Estas tendencias han estado presentes tanto en medios autoritarios dictatoriales, como en situaciones en las que quienes detentan el poder han profesado su fe en las instituciones democráticas. En otras palabras, centrándonos en los actores políticos, aunque la exclusión de la oposición ha sido un correlato natural del autoritarismo, la exclusión tampoco ha estado ausente de las aperturas democráticas. Tanto bajo el autoritarismo como bajo regímenes formalmente democráticos, quienes han perdido el poder o han participado de manera directa en la oposición se han visto forzados a veces a tomar el camino del exilio. Muchas figuras opositoras y ciudadanos comunes se han mudado al extranjero a partir del control de Hugo Chávez sobre las instituciones y la esfera pública en Venezuela. Además, ex presidentes como Alberto Fujimori, Carlos Salinas de Gortari, Jamil Mahuad y Alejandro Toledo decidieron abandonar sus países en lugar de enfrentarse a las dificultades de la vida pospresidencial. Las democracias han profesado respetar los derechos fundamentales de cada ciudadano y, con todo, de manera similar a las formas de gobierno que han utilizado profusamente la expulsión y el exilio como herramientas políticas, éstas también a veces se han caracterizado por perseguir, excluir y marginar a aquellos ciudadanos que disienten con quienes detentan el poder. El recurrente uso del exilio refleja un reto constante a la naturaleza incompleta y excluyente de los estados de la región.

    Así, el exilio político ha sido una práctica política sustancial en todos los países de América Latina a lo largo de la mayor parte de los siglos XIX y XX. Sostenemos que el exilio ha sido parte vital en la disposición de la forma y los estilos de la política latinoamericana. Sin embargo, pese a su ubicuidad en estos países, el exilio político aún es un tema cuya investigación sistemática se expande sólo recientemente. Aunque resulta fascinante, hasta hace poco se le había concebido como marginal, de alguna manera, para el desarrollo de estas sociedades, y se le había estudiado en el marco de conceptos y preocupaciones tradicionales para la historia y las ciencias sociales. No era inusual encontrar numerosas biografías y testimonios autobiográficos que mencionaban el exilio como una experiencia formativa. Tales son los casos de Bolívar o Perón, pero incluso aquellos de individuos menos conocidos, cuyos testimonios erigen en su conjunto una narrativa colectiva de comunidades de exiliados y expatriados. De manera similar y como era de esperar, la última ola de exilio político generó una amplia bibliografía testimonial, documentando en primer lugar las experiencias de numerosos ciudadanos forzados a salir al exilio. Entre los primeros testimonios se encuentran los de aquellos brasileños forzados a dejar su país como consecuencia del golpe de Estado de 1964,¹ marcando una tendencia que se iba a repetir constantemente a lo largo de las siguientes tres décadas. Una serie de biografías y testimonios de este tipo han florecido durante la última generación e incluyen algunas obras sobresalientes y de gran agudeza reflexiva.²

    Estos relatos y testimonios biográficos de exiliados y expatriados constituyen piezas importantes para la reconstrucción de la experiencia colectiva del exilio. También señalan la universalidad y el profundo impacto del fenómeno, resultado de la exclusión política y persecución de las dictaduras militares de las décadas de 1960 a 1980. Sin embargo, la mayor parte de estos testimonios no ofrecen un análisis sistemático del papel del exilio en la política y las sociedades latinoamericanas, ni contribuyen mayormente a explicar la recurrencia del exilio o sus transformaciones en el tiempo desde principios del siglo XIX hasta fines del XX. Es sólo desde hace poco que algunas obras colectivas escritas desde la óptica de la historia reciente se han encaminado a la construcción de una perspectiva integral de ciertas comunidades específicas de connacionales exiliados durante la última ola de dictaduras militares.³

    De manera paralela, hemos visto proliferar el análisis y la crítica literaria centrados en el significado universal de la experiencia del destierro, desde el exilio forzado hasta el auto impuesto. Esta bibliografía se ancla principalmente en los escritos del siglo XX, lo que refleja el pronunciado efecto de la represión política y las dictaduras militares de los años setenta y ochenta sobre la bibliografía del exilio. Con frecuencia, estas obras ofrecen una profunda visión retrospectiva, teórica, sobre la experiencia existencial de la marginación y las tensiones que crea, en particular para aquellos escritores enraizados en el lenguaje de comunidades silenciadas por la represión, que pasaron por procesos de transformación cultural en la que los exiliados tomaron parte sólo de manera tangencial mientras estuvieron en el extranjero. Con todo, la mayor parte de las obras que siguen esta línea están fuertemente impregnadas de los énfasis posmodernos, y han tendido menos a contribuir al estudio social y político sistemático del efecto y las funciones del exilio en la política latinoamericana.

    Otro gran corpus de análisis es el producido por psicólogos sociales, trabajadores sociales y psiquiatras sobre las dificultades que muchos exiliados enfrentaron al ser desplazados de sus patrias. Estas obras han analizado, con frecuencia de manera perspicaz, los problemas del ajuste, la desarticulación personal, el estrés mental, la desconfianza y el aislamiento, los casos de suicidio, así como las altas tasas de disolución familiar y de divorcio. Resulta sobresaliente la obra pionera de Ana Vásquez y Ana María Araujo, Exils Latino-americains. La malediction d’Ulysse, que presenta un análisis teórico, paso a paso, del exilio, sobre la base de su experiencia profesional con exiliados sudamericanos en Francia. Según estas autoras, cuestión que también recuerda la obra de los Grinberg, los exiliados pasan por una etapa inicial de dolor y remordimiento, seguida por otra de transculturación, y por una posible tercera fase de ilusiones demolidas y profundo cuestionamiento. Pese a que nos apoyamos en los hallazgos de esta obra y otras similares, nos abstenemos de revisar sus contribuciones a entender la condición del exilio de manera comprehensiva.

    Nuestro trabajo sigue una perspectiva sociopolítica y analiza el exilio político, sus antecedentes, patrones y efectos culturales y sociales más amplios. Algunos desarrollos recientes en la ciencia política y la historia, en la sociología, la antropología y las relaciones internacionales, han puesto de relieve la centralidad de las diásporas y de los estudios transnacionales, de la transitoriedad y la reubicación, de la hibridez cultural y de las múltiples modernidades. Al seguir estos cauces analíticos, sugerimos que el estudio del exilio latinoamericano se puede volver un tema de preocupación central cercanamente relacionado con temáticas y controversias teóricas fundamentales para estas disciplinas. Al mismo tiempo, sugerimos que el estudio sistemático del exilio también promete conducir a nuevas lecturas del desarrollo histórico latinoamericano, lejos de las lecturas tradicionales de las historias nacionales, para moverse hacia dimensiones más regionales, transnacionales, o aun continentales.

    A nivel teórico, el estudio del exilio alude a una tensión central entre el principio de la nacionalidad y el principio de la ciudadanía. Una vez que alguien es empujado al exilio, él o ella se pueden sentir incluso más apegados que antes a aquello que se percibe como el alma nacional. Existe una dimensión latente, pero clara, de identidad colectiva inmersa en la ciudadanía que necesariamente se reconoce en el exilio. De manera concordante, ha sido en el extranjero que muchos de los desplazados descubrieron, redescubrieron o inventaron el alma colectiva nacional de sus países en términos primordiales o espirituales. En tanto que algunos desplazados y migrantes se volvieron transnacionales y desterritorializados, muchos otros buscaron reconstruir sus lazos de solidaridad en términos de la identidad colectiva de origen. Se abre con ello un área fascinante de debate político y cultural conforme estas sociedades volvieron a la democracia y abrieron sus esferas públicas.

    Después de los periodos de crisis, que producen una cantidad significativa de exiliados, se han generado debates muy sugerentes entre quienes permanecieron en el país de origen y quienes se trasladaron al extranjero, en torno a la definición de los componentes de la identidad colectiva nacional. De manera concurrente, se han forjado nuevos lazos con exiliados de países hermanos, reforzando una dinámica de reconocimiento mutuo e identificación de problemas compartidos y de intereses transnacionales en el sistema interamericano. Las personas exiliadas, en espera de volver algún día a sus países de origen, con frecuencia intentan definir de maneras novedosas los términos de la identidad colectiva. En muchos casos, el exilio parece haber jugado un papel importante en América Latina en la redefinición tanto de la identidad nacional como de la identidad panlatinoamericana.

    Al mismo tiempo, aunque los exiliados con frecuencia sostienen ser los verdaderos representantes del pueblo cuando están en el extranjero, interactúan en ambientes nuevos, se exponen a ideas formuladas por los habitantes de otros países, y confrontan nuevos modelos de organización que los transforman, de manera voluntaria o no. Esto plantea un importante dilema para cada exiliado a niveles personal, psicológico, familiar y colectivo: cómo relacionarse con la sociedad anfitriona y si volverse parte de ésta más allá del nivel instrumental de la vida cotidiana, e incluso si desarrollar identidades y compromisos híbridos. Además, si se instalan en lo que perciben como un medio más avanzado, organizado o culto, se enfrentan al dilema de manera más drástica. Mientras más dure el exilio es más probable que esto conduzca a identidades múltiples o fragmentadas, a imágenes de heterogeneidad, desarraigo y heteroglosia, que algunos pueden celebrar y otros lamentar.

    La experiencia del exilio reta a las personas desplazadas a reconsiderar los ideales con los que llegaron al país anfitrión, así como sus ideas sobre éste y sobre la patria que dejaron atrás. Un profundo proceso de redefinición de supuestos culturales, sociales y políticos se lleva a cabo de este modo, y resulta crucial recorrerlo cuando se analizan las transformaciones posteriores en estos países.

    Esta perspectiva nos lleva a sugerir que el exilio político es importante de múltiples maneras. Es tanto el resultado de procesos políticos como también un factor constitutivo de sistemas políticos en términos causales, porque resulta de una forma de persecución política que se abstiene de aniquilar a la oposición; el exilio alude, en términos gramscianos, a la proyección de una hegemonía autoritaria en la política, sin menoscabo de la definición formal del sistema político en ciernes. Tales patrones de ejercicio de la política se basan en la exclusión y se generan sobre un fondo situacional dirimido en un plano intermedio entre dos situaciones extremas, a saber: una competencia por el poder, en la cual quien gana toma todo, y los riesgos de un juego de suma cero que llevan a guerras civiles.

    Pese a que es consecuencia de dichas formas de competencia política, el constante recurso al exilio ha terminado por internalizarlo en la cultura política de estos países, reforzando las reglas de exclusión del juego político en América Latina. En las primeras etapas del desarrollo político, la difundida práctica del exilio tiene una institucionalización democrática limitada, aun cuando haya desplegado su presión sobre un dominio más amplio de la acción política. Afectó a la democracia al limitar la representación y la oposición dentro del sistema político, obstaculizando el desarrollo de la libertad de expresión y el desacuerdo legítimo, así como la posibilidad de impugnar al poder establecido mediante canales abiertos de acción democrática.

    El estudio del exilio requiere de una lectura matizada del contexto y la historia, porque evolucionó y cambió de carácter a lo largo de los siglos XIX y XX. El exilio es dinámico, con eje en la acción política, y con una evolución paralela a los procesos de institucionalización y desinstitucionalización políticas, así como a la reformulación de las reglas políticas básicas. A la vez, las dinámicas del exilio recurrente han sido componentes principales de las democracias limitadas o excluyentes en América Latina.

    Es de notar que la experiencia del exilio es variada pero que, no obstante, existen tendencias y patrones del exilio que pueden estudiarse desde diversas perspectivas disciplinarias. Seguimos un enfoque sociopolítico y macrohistórico que combina puntos de vista institucionales y de redes.

    Nuestra tesis es que el exilio político ha sido instrumental en la definición de aspectos clave de los estados latinoamericanos, y que tiene consecuencias para la manera en que se ha desplegado la política y estructurado la vida pública en estos países, desde la independencia. Pese a que reconocemos el uso temprano del destierro en épocas coloniales, hemos identificado, en la época posterior a la independencia, la transformación del exilio en un mecanismo importante para la regulación de los sistemas políticos autoritarios, con consecuencias significativas para las esferas públicas de dichos estados.

    También sostenemos que el exilio ha cambiado su estructura con el paso del tiempo. En el contexto de la política elitista, el exilio desarrolló una estructura de tres factores, conformados en torno a la interacción entre el Estado que expulsaba, los exiliados y el país anfitrión. Para fines del siglo XIX, y aún más en el siglo XX, esta estructura fraccionada comenzó a sufrir el peso de un cuarto factor, el de una esfera pública internacional de creciente impacto en la modulación de las maneras en las que los otros factores interactúan.

    En el primer modelo, la combinación de faccionalismo político y la carencia de mecanismos efectivos de remplazo político y representación crearon olas de individuos expulsados y desplazados hacia territorios vecinos. Las oposiciones frecuentemente se encontraron aisladas de los escenarios políticos de sus países de origen. Cuando las fronteras de los nuevos estados aún estaban en proceso de definición, el destierro se volvió un mecanismo importante de la política regional. En situaciones de derrota, los exiliados se trasladaron a zonas cercanas con el propósito de prepararse para rehacerse del control en el escenario político de su país de origen. Motivados por su propia agenda, los gobernantes anfitriones ejercían su influencia regional al otorgar refugio a quienes huían de constelaciones de poder perjudiciales, convirtiéndolos en aliados políticos bien dispuestos. Por lo tanto, no sorprende que cuando una facción con la que algún gobernante se alió sufría una derrota en un país vecino, el gobernante frecuentemente le daba la bienvenida al vencido, hospedándolo e incluso apoyando sus planes de retorno al país de origen. Cuando la facción derrotada era hostil al proyecto político del anfitrión, aún se podía dar albergue a los individuos expulsados y controlar su libertad de acción limitando, por tanto, las posibilidades de conspirar contra un aliado: el gobierno en turno del país vecino expulsor. En todos los casos, los individuos desplazados y las comunidades de exiliados jugaban un papel importante en esta estructura de tres factores, tanto desde la perspectiva de los planes de hegemonía regional de los países anfitriones, como desde la óptica de las estrategias y presiones de los países de origen sobre los estados que hospedan a las personas desplazadas.

    Esta dinámica se mantuvo a lo largo de los primeros dos siglos de vida política independiente. Con todo, se produjeron importantes modificaciones en su funcionamiento como consecuencia de transformaciones sociales, económicas y políticas, en particular el grado de institucionalización o desinstitucionalización de los diferentes sistemas de gobierno. El faccionalismo político reflejaba el formato de las políticas de élite y de masas. Las aperturas y movilizaciones políticas, tanto debido a las guerras civiles como a una ampliación de los derechos electorales y políticos, generaron un mayor grado de complejidad. Esto se reflejaba tanto en la diversificación del origen social y de clase de los exiliados como en el grado al que la ruta de exilio era compartida por un creciente número de personas de diversos contextos sociales y orientaciones políticas. En cierto modo, el exilio se ha transformado en correlación con el ritmo de la modernización, puesto de manifiesto en presiones para lograr la inclusión política mediante la incorporación de nuevos estratos sociales a la vida de la nación y, a la vez, la exclusión, mediante el ostracismo, la persecución y el desplazamiento territorial. De manera concordante, el exilio ha reflejado en forma progresiva el carácter limitado de la arena política en la que se enfrentaban en forma masiva individuos integrantes de asociaciones políticas, partidos, asociaciones profesionales, sindicatos y organizaciones estudiantiles.

    Los exiliados no eran necesariamente los paladines de la democracia política. Muchos de los revolucionarios que salían al exilio no eran menos autoritarios y violentos que los gobernantes que los expulsaron, o de quienes huían. Al rastrear las características de los exiliados, la investigación puede revelar los cambios en el estira y afloja entre las políticas autoritarias y las presiones por democratizar la política latinoamericana. La violencia que genera este proceso político ha sido un ingrediente principal que empuja a la gente a abandonar su patria, aun cuando sus conexiones con la política sean tangenciales. Para el siglo XX, la migración masiva consecuencia de los conflictos políticos, las guerras civiles y la violencia era manifiesta a lo largo del continente. El problema de los refugiados se volvió evidente, tanto en situaciones de guerra civil como en conflictos prolongados y de baja intensidad.

    La estructura triangular del exilio pasó por una transformación central una vez que un cuarto elemento, de creciente importancia, entró a la ecuación: una arena global preocupada por el derecho humanitario internacional y los derechos humanos. En América Latina, los cimientos de este cuarto factor se echaron en el siglo XIX. La proliferación de personas exiliadas y, posteriormente, de refugiados, ocasionó que los estados latinoamericanos se esforzaran por regular la problemática a nivel interestatal y se acercaran a la creación de un régimen internacional de asilo interamericano. Ya entre las décadas de 1850 y 1870, los delegados de estos países discutían el derecho al asilo y elaboraron, de manera progresiva, un cuerpo de normas de derecho internacional privado y de derecho internacional penal, creando un medio político más complejo en el que las acciones llevadas a cabo por los gobiernos expulsores se cuestionaban y examinaban de manera cada vez más crítica. Con el paso del tiempo, los exiliados se incorporaron a amplias redes globales y transnacionales con voces que no serían silenciadas por la distancia, el tiempo o la censura interna. Las redes de solidaridad, las organizaciones no gubernamentales (ONG), las organizaciones gubernamentales internacionales (OGI) y los medios de comunicación globales crearon un ambiente organizacional nuevo y más complejo a tomar en cuenta. Hacia fines del siglo XX, el exilio había claramente puesto de manifiesto esta estructura de cuatro factores.

    Este estudio rastrea los orígenes del exilio político en el destierro colonial. Reconstruimos el surgimiento del exilio a partir de formas de desplazamiento forzado de la época colonial, cuando se utilizaba con propósitos jurídicos, administrativos y sociales, para llegar a la forma moderna del exilio político y sus transformaciones subsecuentes durante los siglos XIX y XX. Después de la independencia, los antecedentes coloniales arraigaron en la formación del exilio como un mecanismo para afianzar el dominio de las pequeñas élites sobre las masas, al evitar un juego de suma cero así como situaciones de destrucción mutua inherentes al faccionalismo. Una de las consecuencias no intencionales de esto fue que los exiliados se volvieron un factor en la definición de los límites y fronteras de las naciones y estados en ciertas regiones.

    El surgimiento de la situación de ser desplazado contribuyó a dar forma a las maneras en que se definieron las fronteras, la identidad y la alteridad en América Latina. Así, dio sustancia concreta a las definiciones formales que adoptaron tanto las masas como las élites en el proceso de definición de los nuevos estados en América. De este modo, el exilio fue inadvertidamente instrumental para estos estados, con base en las divisiones administrativas formales heredadas de la época colonial, conforme sus élites luchaban por dar forma a identidades singulares y construir sus propias naciones y autoimágenes. Conforme los actores políticos tomaban el camino del exilio en el continente americano, asumían su estatus como nacionales de un sistema político que dejaban atrás, tan pronto como quedaban fuera del alcance de los gobernantes de su país de origen, y se daban cuenta de que no se les aceptaba como miembros plenos en su lugar de destino. Este fenómeno por sí mismo determinó, de maneras novedosas, lo que resultaron ser esferas fragmentadas de poder que surgían de las jurisdicciones coloniales anteriores. Por tanto, el exilio político coadyuvó en la definición de nuevos gobiernos y formas de soberanía, características del nacimiento de los estados-nación modernos, a partir de los imperios en desintegración. Así, atribuimos al exilio político no sólo una función que deriva de tradiciones anteriores, sino también un papel formativo en la transformación de la política y los estados en el continente americano.

    La naturaleza del exilio político, como la doble faz de Jano, era evidente ya que seguía reforzando las características autoritarias del juego político en estos estados. En la cultura política de las diversas Américas Latinas, para seguir la expresión acuñada por Renato Ortiz, el exilio se volvió un importante mecanismo regulatorio de la acción política. El exilio y el retorno permitieron que los nuevos gobiernos se estabilizaran al proyectar presiones políticas hacia afuera y gobernar, momentáneamente, sin los retos de las oposiciones internas efectivas y bien organizadas. Estos fenómenos también posibilitaron que la organización de estos nuevos gobiernos, sobre la base de los modelos políticos prevalecientes en aquella época, se aparejara con la falta de debate político en los países de la región.

    La propia exclusión de los exiliados de la arena pública local contribuyó a dar forma, no obstante, a una esfera pública transnacional y a una política multiestatal en el continente americano y más allá de sus confines, en la que algunos de los exiliados aprendieron cómo participar en el juego de su política nacional desde lejos. Al mismo tiempo, se atrajo a los estados al juego político de nivel internacional y, posteriormente, global.

    Otra implicación importante de esto es el surgimiento de culturas políticas caracterizadas por una falta de congruencia entre las fronteras del Estado y las definiciones de identidad nacional. Muchos nacionales, incluyendo a miembros de la élite, se encontraron huyendo al extranjero. En tanto que las verdaderas diásporas sólo existieron a partir de fines del siglo XIX, los individuos desplazados se movilizaron por territorios diversos mientras debatían y redefinían su identidad así como la de sus países, incluyendo sus fronteras. Esto también implica que hubo un derrame de la política más allá de las fronteras formales de cualquier Estado iberoamericano, y que la definición misma de la identidad y las fronteras de un país se volviera una función de la experiencia personal y colectiva de los exiliados en el siglo XIX, del mismo modo que se volverá un vector de renovación política y cultural durante el XX.

    Al excluir a integrantes de las élites políticas y culturales, los problemas que se señalaban como internos en un país, se proyectaron a una arena que sólo entonces se identifica como extranjera. De manera análoga, la interacción de los exiliados en estos campos en evolución contribuyó a configurar los dominios nacionales y transnacionales, de modo que ambos vincularon a los nuevos estados con los límites administrativos anteriores, y los proyectaron hacia nuevas visiones y definiciones, al tiempo que quizá redujeron las presiones internas por lograr cambios.

    La estructura de este libro sigue los supuestos y sugerencias planteados aquí de manera analítica. El capítulo I analiza la condición del exilio y se centra en los elementos, el significado y los alcances clave de éste como fenómeno de exclusión social y política. El capítulo examina los enfoques prevalecientes en torno al desplazamiento forzado y sugiere algunas dimensiones analíticas para el estudio del exilio político.

    En el capítulo II se analizan la tradición del destierro y los antecedentes históricos del exilio en Latinoamérica. Este capítulo estudia las prácticas portuguesa y española del destierro, la primera construcción de identidades latinoamericanas diferenciadas en el destierro y el papel formativo de los exiliados en el proceso de constitución de nuevos estados-nación y sus identidades colectivas.

    El capítulo III versa sobre el formato de tres factores del primer modelo de exilio y el surgimiento de comunidades de exiliados, analizando su papel en la dinámica transnacional de la política latinoamericana. Se dedica especial atención a los imaginarios colectivos y la formación de nuevas identidades estatales mediante una política de expulsión.

    El capítulo IV estudia el papel que han jugado los principales sitios de exilio, enfocando el análisis en los casos de Chile en el siglo XIX, París como la meca cultural que atrajo a exiliados y emigrados desde la independencia, y México en el siglo XX. Se examina la receptividad de los países anfitriones y los límites que establecieron sobre la actividad política de los exiliados.

    El capítulo V trata sobre las relaciones entre la creciente participación política y social y la masificación del exilio como contracorriente de la inclusión política. Explica los detalles de los acuerdos internacionales de asilo y la transformación del formato del exilio en una estructura de cuatro elementos o factores, en la que las redes transnacionales juegan un papel cada vez más importante.

    En el capítulo VI se examinan las diversas dinámicas de las comunidades de exiliados a fines de siglo XX, su relación con las diásporas de connacionales y el papel político que juegan como parte del cuarto nivel globalizante del exilio. Se revisan los casos particulares de los exiliados de Brasil, Argentina, Chile y Uruguay en la segunda mitad del siglo XX, y se presta especial atención a la manera en que comunidades proactivas de exiliados tienen un impacto sobre la política de su país de origen a través de la arena internacional. Por razones de espacio y de diseño de la investigación, nos concentramos en comunidades de exiliados que escaparon de la represión en el Cono Sur, y no profundizamos en el caso de otras importantes comunidades de exiliados, como las de Cuba, Haití y América Central.

    El capítulo VII combina datos cuantitativos y cualitativos sobre el exilio presidencial latinoamericano, desde la independencia hasta tiempos presentes, señalando el desplazamiento de jefes de Estado debido a su centralidad en el proceso político, tanto desde el punto de vista práctico como simbólico. El análisis se construye a partir de una base original de datos, elaborada por los autores, de los casi 1500 periodos presidenciales que ha habido en América Latina.

    Por último, el capítulo VIII explora la cuestión de si el retorno a la patria bajo condiciones de democracia significa la conclusión del exilio. También menciona algunas de las transformaciones que se experimentan durante el exilio, así como aquellas que forman parte del proceso de retorno a los países de origen. Vivir en el extranjero e interactuar con organizaciones y redes de los países anfitriones y en la arena transnacional hacen que los exiliados experimenten cambios personales e ideológicos significativos respecto a su manera de entender el activismo político, cuestiones de género, raza y unidad nacional. Al regreso de muchos de los exiliados, estas nuevas perspectivas han tenido un impacto variable sobre los procesos políticos y sociales de sus países de origen. El capítulo cierra anotando las implicaciones más amplias de este estudio y las posibles líneas futuras de investigación.

    La combinación de temas en torno al exilio político y sus variantes latinoamericanas constituye un intento por entender las implicaciones teóricas de este fenómeno sobre la base de su desarrollo en una región que ha usado el exilio político, y abusado de éste, como un mecanismo regulatorio de exclusión social, política y cultural. El enfoque de los múltiples ángulos que seguimos va más allá del simple análisis de desarrollo histórico. Al incluir diferentes aspectos y sesgos del exilio político, esperamos crear conciencia sobre los principales problemas de investigación que rodean el tema, al tiempo que sugerimos líneas de análisis, tanto teóricas como empíricas, fundamentadas en cientos de casos, pasados y contemporáneos, de desplazamiento forzado y expatriación en el continente americano.

    ¹Pedro Celso Uchôa Cavalcanti y Jovelino Ramos, Memórias do exilio: Brasil 1964/19??, Editora Livraria Livramento, São Paulo, 1978; Abelardo Jurema, Exilio, Acauá, Paraiba (Brasil), 1978.

    ²Dentro de éstas: Albertina de Oliveira Costa, et al., Memórias das mulheres do exílio: obra coletiva, Paz e Terra, Río de Janeiro, 1980; Albino Gómez, Exilios (Por qué volvieron), Homo Sapiens Ediciones, Rosario, 1999; Flavio Tavares, Memorias do esquecimento, Globo, São Paulo, 1999; Carlos Ulanovsky, Seamos felices mientras estamos aquí, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2001; Diana Guelar, Vera Jarach y Beatriz Ruiz, Los chicos del exilio. Argentina (1975-1984), Ediciones El País de Nomeolvides, Buenos Aires, 2002; David Cox, En honor a la verdad. Memorias desde el exilio de Robert Cox, Colihue, Buenos Aires, 2002; Abril Trigo, Memorias migrantes. Testimonios y ensayos sobre la diáspora uruguaya, Beatriz Viterbo Editora y Ediciones Trilce, Buenos Aires y Montevideo, 2003; Jorge Luis Bernetti y Mempo Giardinelli, México: el exilio que hemos vivido, Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2003, y Pilar Roca, Ismael Viñas. Ideografía de un mestizo, Dunken, Buenos Aires, 2005.

    ³José del Pozo Artigas (comp.), Exiliados, emigrados y retornados chilenos en América y Europa, 1973-2004, RIL Editores, Santiago, 2006; Silvia Dutrénit Bielous (comp.), El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios, Trilce, Montevideo, 2006; Pablo Yankelevich y Silvina Jensen (comps.), Exilios. Destinos y experiencias bajo la dictadura militar, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2007. Véanse también Samantha Viz Quadrat (comp.), Caminhos cruzados, Univer sidade Federal Fluminense, Río de Janeiro, 2011; Luis Roniger, James N. Green y Pablo Yanke levich (eds.), Exile and the Politics of Exclusion in the Americas, Sussex Academic Press, Brighton, 2012.

    I. HACIA UNA DEFINICIÓN

    DE LA CONDICIÓN DEL EXILIO

    EL PROPÓSITO de este capítulo es colocar el análisis del destierro o exilio político en el dominio más amplio de los estudios sobre la condición genérica del exilio. Definimos el destierro o exilio político como un mecanismo de exclusión institucional, no el único, mediante el cual alguien involucrado en la política y la vida pública, o alguien al que quienes detentan el poder perciben de ese modo, es forzado o presionado a abandonar su país de origen o lugar de residencia, imposibilitado de regresar hasta que haya una modificación en las circunstancias políticas. Esta definición cubre tanto a quienes sufren persecución directa de las autoridades o de otros autores políticos violentos, tales como los grupos paramilitares y las organizaciones guerrilleras, así como a quienes eligen el desplazamiento y la expatriación ya que sienten una amenaza o problema existencial que se origina en lo político. La definición también cubre a quienes, una vez en el extranjero como residentes temporales voluntarios, descubren que una transformación en las circunstancias políticas impide su retorno. El ostracismo, el destierro forzado y el exilio son, desde nuestro punto de vista, resultado de escenarios políticos propensos a excluir a multitudes de actores, cuya expresión política es inaceptable para quienes detentan el poder e incontenible dentro del sistema político. Así, consideramos que el exilio es una de las formas principales de exclusión institucional, una herramienta profusamente usada por los estados para eliminar la disención política.¹

    Octavio Armand, un poeta cubano en el exilio, dijo alguna vez que para una persona desplazada ser es no estar [soy de donde no estoy presente]… En décadas recientes el exilio político se ha tratado, en gran medida, atendiendo los retos existenciales que ha generado el destierro a lo largo de la historia, al parecer sin menoscabo del contexto político en que operó. En efecto, a lo largo de la historia se ha forzado a los individuos a abandonar el sitio que consideraban su hogar y a reubicarse en una tierra extraña, lo que dispara una serie de limitantes psicológicas y sociales, así como creatividad y cambio. Dichos individuos han vivido en el espacio que hay entre el lugar de residencia y la patria, las raíces y el movimiento, un pasado perdido y un futuro incierto, y entre la fe individual y la tarea colectiva, todos temas de preocupación fundamental en términos fenomenológicos y narrativos.

    Desde tiempos inmemoriales, la condición del exilio se ha vuelto una práctica y una imagen central reflejada en los principios culturales, los relatos y los mitos de todas las sociedades. En el imaginario occidental, por ejemplo, se codificó en las imágenes arquetípicas del desalojo de Adán y Eva del Jardín del Edén; Lot y su esposa petrificada, ya que no se separó de lo que dejaban atrás; Jacobo y sus hijos abandonando la tierra de Canaán hacia Egipto y, siglos más tarde, el éxodo del pueblo hebreo de la tierra ancestral; Eneas huyendo de la Troya derrotada para llegar a Italia; Ulises disuadido durante años de volver a Ítaca; el ostracismo tal como lo introdujo Clístenes en Atenas; o bien la familia de Jesús huyendo de Belén.

    La condición del exilio también se ha codificado como parte de la obra de autores aclamados, forzados a abandonar sus sociedades de origen. Desde Ovidio y Séneca hasta Dante Alighieri y Camões; de Madame de Staël y Victor Hugo a Joseph Korzeniowsky-Conrad; de Witold Gombrowicz y Vladimir Nabokov a Rafael Alberti, Joseph Brodsky y Thomas Mann, entre muchos otros. No es casualidad que la condición del exilio se haya vuelto un paradigma clave para la condición humana, en especial bajo condiciones de distanciamiento, enajenación y marginación, así como de desplazamiento territorial, reubicación y migración.²

    Se ha sugerido que el exilio es un motivo de lo más recurrente y particularmente prevaleciente en la literatura latinoamericana.³ Una lista de escritores, poetas y ensayistas bastante incompleta, cuya intención es sólo ofrecer un atisbo de este fenómeno inmensamente vasto, podría empezar a principios del siglo XIX con Juana Manuela Gorriti, una temprana voz feminista en el exilio, e incluiría a figuras tales como Pablo Neruda y José Donoso, Miguel Ángel Asturias y Jorge Icaza; Augusto Roa Bastos, Hérib Campos Cervera y Gabriel Cassaccia; Mario Benedetti y Carlos Onetti; José Martí y Alejo Carpentier; Jorge Amado y Marcia Theophilo; Guillermo Cabrera Infante, César Vallejo y Reinaldo Arenas; Tomás Eloy Martínez y Mempo Giardinelli; Antonio Skármeta y Ariel Dorfman; Clara Obligado, Tununa Mercado y Manuel Puig; Eduardo Galeano y Jorge Edwards; Roque Dalton y Claribel Alegría; Rómulo Gallegos y Juan Gelman; Noé Jitrik y Edgardo Cozarinsky; Antonio di Benedetto y Héctor Tizón; Fanny Buitrago y Fernando Vallejo; Cristina Peri Rossi y Alicia Kozameh; Edmundo Paz Soldán y Héctor Borda Leaño; Pedro Shimose y Víctor Montoya; Salomón de la Selva y Daisy Zamora, entre muchos otros.

    En un análisis fascinante del exilio latinoamericano y escritores migrantes, Florinda Goldberg sigue la observación del escritor argentino Julio Cortázar cuando dice que la consecuencia inevitable del problema que plantea el exilio en la literatura es la literatura del exilio [en su complejidad], y añade que dicha literatura necesariamente también condujo a la proliferación de exilógrafos y exilófilos, personajes centrales del análisis literario de nuestro tiempo.⁴ No es casualidad que la etapa actual de creciente movimiento de individuos, organizaciones y redes por el globo parezca reforzar lo típico de la condición del exilio como metáfora de la condición humana.

    Al hacer correlatos de este énfasis sobre la condición del exilio, con frecuencia se ha prestado atención al amplio rango de las denotaciones que implica: desplazamiento, destierro, migración forzada, asilo, refugio, relegación (deportación interna por orden judicial), insilio, deportación, expatriación, alejamiento (distanciamiento), expulsión, deportación, proscripción y ostracismo. En ocasiones esta gran variedad de términos se ha traído a colación para subrayar la ubicuidad del fenómeno a lo largo del espacio y la profundidad del tiempo. Se ha prestado atención con mayor frecuencia al trazado de matices terminológicos, como ha sucedido en muchos estudios literarios y legales.

    PUNTOS DE VISTA PREVALECIENTES

    Aunque nos centraremos en el papel político y relevancia del exilio, empezaremos con un breve repaso de algunos de los puntos de vista prevalecientes sobre éste y la condición del exilio, que tocan el marco de análisis más amplio posible, en especial desde la perspectiva de aquellos individuos forzados a seguir esta ruta. Nuestra primera observación es que aun confinando nuestra mirada al término primordial exilio, las definiciones son muchas. Algunas provienen de la raíz latina exilium, que se refiere a un estado de destierro. El Oxford English Dictionary define exilio como la extracción forzada de la tierra de la que uno es originario, siguiendo un edicto o sentencia, expatriación penal o destierro; el estado o condición de ser desterrado; residencia forzada en alguna tierra extranjera, pero también dice expatriación, ausencia prolongada de la tierra de la que uno es originario, situación soportada de manera obligatoria por las circunstancias, o situación sobrellevada voluntariamente con algún propósito.⁵ De este modo, incluye tanto la condición de expulsión como el acto voluntario de expatriación fundamentado en un cambio radical de circunstancias.

    Un importante diccionario italiano ofrece una definición con profundidad histórica, que describe el exilio como una sanción que, desde la Antigüedad, sustituía la pena de muerte y, por esto, se trataba de un castigo de suprema gravedad: en sentido general, [el exilio es] una medida obligatoria que aleja a un individuo de su patria, de manera legal o arbitraria, decidido por las autoridades en el poder, principalmente debido a razones políticas.⁶ En otro diccionario, el hecho de que el exilio limite la libertad personal, sobresale. Asimismo, se considera la posibilidad de abandonar la patria de manera voluntaria para escapar de la persecución o de la violencia civil y política.⁷ Estas definiciones generan conciencia de que el exilio puede ser consecuencia de procedimientos más o menos legales o de decisiones autoritarias, arbitrarias, pero califican a ambos casos como un acto de coerción. También ponen de relieve que el exilio puede ser consecuencia de algunas situaciones en las que los gobernantes autoritarios estén al mando, pero también de situaciones en las que se mantiene y prevalece la legalidad.

    En francés, el término exil se relaciona con expulsión de alguien de su patria sumado a la prohibición de retorno; situación de la persona expulsada, pero también con "destierro, expatriación, expulsión, proscripción, relegación, transportación, ostracismo y lettre de cachet".⁸ En otra definición francesa, se habla de distanciamiento afectivo o moral; separación que ocasiona a un ser [humano] una pérdida de su lugar de apego, refiriéndose a una sensación de alienación. Con base en un pasaje de Madame Bovary, de Gustave Flaubert, se ilustra el exilio como "cualquier cambio de residencia, voluntario o no, que provoca un sentimiento o sensación de dépaysement (pérdida de la patria)".⁹ Las definiciones francesas, de este modo, traen a colación no sólo el acto físico del destierro, sino también un componente espiritual que amplía los dominios a analizar a aquello sobre lo que impacta el exilio político. Los diccionarios portugueses también incluyen este elemento porque mencionan el significado de la expulsión del hogar (expeler da casa), porque mencionan la suspensión de las relaciones sociales (afastar da convivencia social), y la reubicación en un lugar desagradable para vivir (lugar desagradavel de habitar).¹⁰

    En español, el término exilio se vincula con la palabra destierro, concepto que precede al de exilio, que significa la separación de alguien del terruño en el que habita; una expatriación por razones políticas. De este modo, concentra la dimensión territorial como el corazón del fenómeno del exilio. El verbo desterrar (hacer con coerción que alguien abandone un territorio) implica una acción jurídica que obliga a quienes se considera social, moral o políticamente dañinos, a abandonar cierto territorio o lugar.¹¹ La condena de destierro puede implicar un desplazamiento territorial temporal o de por vida.¹² Desde los tiempos del Imperio romano, en el mundo ibérico destierro ha adquirido el significado de deportación de un individuo durante un cierto periodo, sea éste breve, largo o perpetuo, a cierta distancia de su lugar habitual de residencia. Las variantes incluyen la deportación (esto es, la expulsión que se lleva a cabo, por un puerto, a un sitio del otro lado del mar o el océano) o la relegación (esto es, el desplazamiento a otro sitio específico).¹³

    Pese a que se trata de una figura jurídica claramente reconocida, presente en códigos y regulaciones penales, en épocas modernas el destierro también llegó a significar una decisión voluntaria en la que el individuo abandona su patria para jamás volver.¹⁴ No obstante, con frecuencia el destierro incorporaba una fuerte sensación de coerción, que proyectaba un sentimiento de alienación, y se podría incluso usar de manera metafórica. Así, la rebelión de 1809, encabezada por Pedro Domingo Murillo en La Paz, encontró justificación en términos de reparación de una injusticia, y declaraba en su manifiesto que habíamos vivido un destierro en el seno mismo de nuestra propia patria.¹⁵ Sophia MacClennen cita al escritor cubano exiliado, Guillermo Cabrera Infante, quien señaló que hasta 1956 la palabra exilio no se incluía en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.¹⁶ Cuando finalmente se incluyó, se refería a la condición de exilio y no a una persona exiliada. Aunque las raíces de este sesgo semántico se originan en los usos lingüísticos del español desde la Edad Media, quizá la explicación de Cabrera Infante de que la dictadura del general Franco ignoró la condición de quienes fueron excluidos de España por razones políticas,¹⁷ tiene un ápice de verdad. Los gobernantes autoritarios tienden a pasar por alto a los exiliados como interlocutores políticos legítimos.

    Amy K. Kaminsky, trasladándose por completo a la interfase entre las definiciones lingüísticas y los procesos sociales y políticos, señala la cercana conexión del exilio con el espacio y el movimiento en éste, mediado por el lenguaje, al tiempo que distingue al exilio como algo particularmente coercitivo: el exilio, tal y como lo uso aquí, es como el nomadismo, la errancia, o […] cruce de fronteras, un proceso de movimiento y cambio, no sólo el desplazamiento más allá de una frontera (aunque también se trata de esto).¹⁸ Considera al exilio voluntario un oxímoron.¹⁹ Susanna Bachmann subraya la dialéctica del exilio en términos de una posición dual de pertenecer y ser, al tiempo que se es alguien de afuera, de estar en algún sitio (el del exilio) y, con todo, estar fuera de aquello que resulta realmente importante para el individuo desplazado, excluido de la vida social y el entorno cultural de los que él o ella había participado antes.²⁰

    El exilio implica una ruptura no sólo con el territorio y paisaje de origen, sino también con un medio, bagaje e imaginario social y cultural, una cierta visión de la historia colectiva. En The Oxford Book of Exile, John Simpson define el concepto como ser arrancado del hogar, la familia, todo lo que resulta placentero y conocido, y entrar de manera forzada a un mundo que es frío y hostil, sea que el agente expulsor sea el Ángel de Dios o el NKVD de Stalin: ésta es la experiencia definitoria del exilio. La palabra misma conlleva poderosas implicaciones de pena y alienación, de la capitulación del individuo ante fuerzas abrumadoras, de años de espera infructuosa. Fue Victor Hugo quien llamó al exilio ‘un largo sueño con el hogar’ ²¹ porque, como Edwards indica, el exilio implica "un desarraigo de la tierra propia así como un traslado del centro a

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