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Modelando el crecimiento de ciudades medias: Hacia un desarrollo urbano sustentable
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Libro electrónico449 páginas5 horas

Modelando el crecimiento de ciudades medias: Hacia un desarrollo urbano sustentable

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Las aproximaciones para estudiar el fenómeno urbano son esencialmente disciplinarias y reduccionistas, siendo necesario sustituirlas por modelos y principios que correspondan de mejor manera con los enfoques de la sustentabilidad. Una forma de acercarse a la comprensión más holística del fenómeno urbano, consiste en la identificación, clasificación y explicación de sus patrones y procesos en el tiempo y el espacio. En este contexto se estudia la dinámica espaciotemporal del crecimiento urbano de dos ciudades medias chilenas, Chillán y Los Ángeles, ubicadas en la VIII región del Biobío, mediante un modelo prospectivo del cambio uso de suelo que integra sistemas de información geográfica (SIG), percepción remota y técnicas de simulación espacial. Con los resultados del modelo se realiza una evaluación ambiental de los impactos en la intensidad de la isla de calor urbana, cambios en el coeficiente de escorrentía superficial y la estimación de pérdida de suelo agrícola entre 1978-2048. Este enfoque propuesto, con un fuerte énfasis metodológico y aplicado, permite plantear desafíos a un público interesado en el desarrollo de la disciplina geográfica, el urbanismo y las ciencias ambientales, así como igualmente dar orientaciones a la política pública de modo de lograr ciudades más sustentables.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UC
Fecha de lanzamiento2 ene 2014
ISBN9789561426627
Modelando el crecimiento de ciudades medias: Hacia un desarrollo urbano sustentable

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    Modelando el crecimiento de ciudades medias - Cristián Henríquez Ruiz

    2014

    INTRODUCCIÓN

    Hoy el mundo asiste a procesos de deterioro ambiental de distintos niveles y alcances, como el problema de cambio climático global, el avance de la desertificación, la reducción de la capa de ozono, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación de aguas, la pérdida de suelos, la mala calidad del aire, el incremento de residuos, entre otros. La mayoría de estos desequilibrios ambientales encuentra su origen directamente en los actuales procesos de crecimiento económico y demográfico que requieren cada vez más recursos y energía de la naturaleza para sustentarse en el tiempo.

    Los principales lugares que generan estas crecientes presiones sobre los sistemas naturales son las áreas urbanas, las que además reflejan una serie de tensiones sociales como pobreza, segregación y desesperanza, por lo que conocer el impacto derivado del crecimiento urbano es un tema central para evaluar la sustentabilidad del sistema urbano y en definitiva del sistema global.

    Para abordar esta compleja problemática de la expansión de la ciudad es necesario reconocer un modelo que permita su estudio integrado en sus dimensiones económica, social, cultural, ecológica y ambiental, que muchas veces no son consideradas por los estudios urbanos existentes, frecuentemente de carácter reduccionista y sectoriales.

    De modo tradicional, tanto las ciencias y disciplinas que estudian al hombre como las que estudian compartimentos específicos del medio se han distanciado y especializado cada vez más. Y por otra parte, los enfoques multidisciplinarios no han sabido dar respuesta efectiva a los graves problemas ambientales. Una explicación se puede encontrar en el rasgo complejo e intrincado que se da en las relaciones hombre-medio y en la dificultad de que los ciclos naturales y sociales no son similares ni en tiempo ni espacio (Tiezzi, 1990). Sin embargo, actualmente las ciencias ambientales ofrecen una buena oportunidad para enfrentar dichas problemáticas que exigen una multidimen- sionalidad y un enfoque integral en su tratamiento (O’Riordan, 2000).

    En este sentido, los problemas ambientales de la ciudad constituyen un caso paradigmático para estudiar bajo la perspectiva de la ciencia ambiental, ya que tradicionalmente ha sido objeto de estudios parciales por parte de planificadores, arquitectos y cientistas urbanos, que no han sabido dar respuesta satisfactoria a los efectos negativos que las ciudades ejercen sobre el medio, incluido el hombre. Y por otro lado, históricamente, biólogos, ecólogos y cientistas naturales no se han interesado en investigar las áreas urbanas, por encontrarlas espacios poco atractivos y altamente intervenidos, para una investigación desde sus ópticas (Leitmann, 1999; Pickett et al., 2001).

    En este contexto, el enfoque más ampliamente consensuado para abordar la problemática ambiental de la expansión de la ciudad corresponde al llamado desarrollo sustentable, que intenta conjugar las dimensiones económicas, sociales y naturales. El desarrollo sustentable es entendido como un proceso que reúne un crecimiento económico sostenido, mejoras en la calidad de vida de las poblaciones urbanas y el cuidado de un medioambiente limpio y saludable (Brundtland, 1987; UICN et al., 1991; Chambers et al., 2000; Sachs, 2002). Aunque resulta difícil encontrar algún agente social, económico o político que discrepe de tal tipo de estrategia de desarrollo, la principal preocupación desde una óptica científica es definir claramente las formas de alcanzar dicho desarrollo y sus indicadores de desempeño, especialmente a escala urbana.

    Ante este desafío, el presente libro tiene como propósito central investigar la dimensión espaciotemporal de la sustentabilidad urbana, específicamente en dos ciudades medias chilenas de rápido crecimiento, como es el caso de Chillán y Los Ángeles de la VIII región del Biobío, en un período de 70 años: se considera la evolución de estos últimos 35 años, entre 1978 y 2013, y la predicción futura de 2013 a 2048.

    La necesidad de estudiar esta problemática se refiere, en primer lugar, a que algunas ciudades medias chilenas han experimentado una rápida dinámica de crecimiento espacial en las últimas décadas. Se sostiene que las ciudades medias como es el caso de Chillán y Los Ángeles, cambian velozmente sus patrones de crecimiento urbano. De este modo, se pretende contribuir a resolver la interrogante de si ha aumentado el grado de fragmentación urbana física y social en las ciudades medias y si ello es semejante a las grandes ciudades o metrópolis. Para ello, se investiga tanto los patrones espaciales de cambio de coberturas y usos del suelo como las causas que mejor explican el proceso de crecimiento espacial de estas ciudades medias y también los factores que inciden en la fragmentación del paisaje urbano.

    Un segundo elemento central es el carácter estocástico que el crecimiento urbano tiene en el espacio, el que puede ser descrito por un modelo de simulación espacial para generar escenarios de crecimiento futuro. La aparición espontánea de barrios marginales e igualmente el desarrollo de condominios privados en la periferia, son ejemplos del carácter aleatorio de dichos procesos espaciales. Para abordar estos problemas se emplean las herramientas proporcionadas por los sistemas de información geográfica (SIG), la percepción remota y los sistemas de modelación ambiental, ya que ofrecen una poderosa ayuda para cuantificar, prospectar, modelar y consecuentemente predecir el fenómeno de la urbanización.

    Asimismo se intenta contribuir a aclarar la magnitud de los principales impactos ambientales del crecimiento urbano y su evolución futura. En general, las evaluaciones de impacto ambiental por cambio de uso urbano son de carácter sectorial y descriptivo, por lo cual se plantea la importancia de considerar el impacto desde una perspectiva integrada y prospectiva que vincule el impacto físico con los aspectos urbanos. Se han seleccionado tres indicadores para evaluar los impactos ambientales: impacto en la intensidad de la isla de calor, cambio en el coeficiente de escorrentía superficial y pérdida de suelo agrícola. La irreversibilidad del proceso de urbanización fundamenta la elección de estos indicadores, porque una vez que cambia la cobertura de suelo es muy difícil volver al estado original.

    Bajo este marco el propósito general del libro consiste en identificar, analizar, evaluar y comparar la sustentabilidad del medioambiente urbano a partir del conocimiento de los cambios observados del uso de suelo de las ciudades medias de Chillán y Los Ángeles, las que han sido fuertemente impactadas por las transformaciones económicas, sociales y culturales experimentadas por el país en las últimas décadas.

    El texto desarrolla un enfoque que integra los métodos de la geomática –sistemas de información geográfica, percepción remota, trabajo de campo y ecología del paisaje– y de sus principales fuentes de información, con los conceptos y modelos proporcionados por la modelación ambiental, ecología urbana y geografía urbana. En este sentido se centra en el modelamiento y simulación ambiental del crecimiento urbano a través de un enfoque multiescalar y multidimensional, que permita evaluar los efectos ambientales del uso urbano en un horizonte temporal retrospectivo y futuro.

    De esta forma, el libro se estructura en seis capítulos. El primero corresponde a la introducción donde se plantea el problema ambiental de la urbanización a escala global y nacional, y donde se revisan los elementos teóricos y conceptuales que sustentan el estudio, así como las aproximaciones metodológicas.

    En el segundo se presentan las ciudades de Chillán y Los Ángeles en términos históricos y geográficos, para luego abordar la evolución reciente del cambio de uso / cobertura del suelo entre 1978 y 2013 en dos escalas de análisis: a nivel urbano e intraurbano.

    En el tercero se explican y analizan los patrones espaciales de crecimiento urbano, las causas demográficas, sociales y económicas, y los efectos en la fragmentación física y social del paisaje. En función de dichas dinámicas, se desarrolla un modelo de simulación simultánea de cambio de uso / cobertura del suelo para el período 2013-2048.

    Utilizando los resultados del capítulo anterior, el siguiente examina los impactos ambientales del crecimiento urbano sobre distintos factores ambientales, esto es, la intensidad de la isla de calor urbana, cambios en el coeficiente de escorrentía superficial y la estimación de pérdida de suelo agrícola para el período 1978-2048.

    El quinto corresponde a una discusión de la sustentabilidad de los patrones de crecimiento urbano observados en estas ciudades sobre la base de los principales hallazgos indagados.

    Finalmente, en el sexto se plantean las principales conclusiones y desafíos para la sustentabilidad urbana en estas ciudades y en general para las ciudades medias, de manera de contribuir a una planificación más efectiva y que permita no repetir los errores de las grandes ciudades.

    Los resultados y discusiones presentados se basan principalmente en una actualización, ampliación y profundización de la tesis doctoral del autor¹, así como de otras investigaciones y estudios que han contado con el apoyo y financiamiento de los proyectos Fondecyt² y los centros Conicyt/Fondap³, a los cuales se agradece profundamente. Al igual que a todos los investigadores, tesistas y personal técnico que han colaborado en la concreción de esta obra. En especial a los profesores Hugo Romero, María Mardones, Federico Arenas, Gerardo Azócar, José Ignacio González y Jorge Qüense por su apoyo y contribuciones, y a los estudiantes y egresados del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en particular a quienes colaboraron en la edición y asistencia técnica del texto: Rocío Valderrama, Emilia Fercovic, Andrés Romero, Nicolle Aspee, John Treimun, Sebastián Espinosa y Francisco Fernández. También a Olga Puertas por las interesantes discusiones sobre modelos urbanos sostenidas en el contexto de su trabajo doctoral. Finalmente un especial reconocimiento a mi esposa Maureen y familia por el infinito cariño y comprensión.

    En síntesis, este libro apunta a estudiar la dinámica espaciotemporal del crecimiento urbano de las ciudades medias de Chillán y Los Ángeles, de forma de entender los procesos de crecimiento urbano y su relación con la sustentabilidad; comprender la evolución de los cambios en el paisaje y causas explicativas del crecimiento urbano; desarrollar un modelo prospectivo del uso de suelo; realizar una evaluación retrospectiva y prospectiva de los impactos ambientales; y reflexionar sobre el nivel de sustentabilidad urbana alcanzado en estas ciudades.

    Una de las principales limitantes de la obra se refiere a la disponibilidad y calidad de los datos oficiales, especialmente los referidos al censo de Población y Vivienda de 2012, los cuales han estado sujetos a una fuerte controversia pública. También hay aspectos como la sensibilidad del modelo para recoger los rápidos cambios urbanos experimentados en esta última década. De todas formas este libro se puede concebir como una introducción a una temática poco abordada en el medio nacional, con grandes proyecciones para los análisis territoriales y de evaluación ambiental estratégica.

    Este enfoque propuesto, con un fuerte énfasis metodológico y aplicado, permite plantear desafíos y enfoques para el desarrollo de la disciplina geográfica, el urbanismo y las ciencias ambientales, así como igualmente sustentar recomendaciones y orientaciones para la política pública, de modo de lograr ciudades más sustentables.

    _________________

    ¹Tesis Modelación, impacto ambiental y sustentabilidad del crecimiento urbano en las ciudades intermedias de Chillán y Los Ángeles, realizada en el Centro EULA-Chile de la Universidad de Concepción (2005).

    ²Proyectos Fondecyt N° 1000828 (2000-2003), 1050649 (2005-2006), 11060278 (2006-2009), 1080080 (2008-2010), 1100657 (2010-2012) y 1130305 (2013-2015).

    ³Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS) 15110020 y Centro Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres Naturales (CIGIDEN) 15110017.

    Capítulo uno:

    El problema ambiental de la urbanización

    1.1.Dimensión global de la urbanización

    Entre los problemas ambientales de mayor significado a nivel mundial, se encuentran los causados por la acelerada urbanización⁴ y por la falta de información científica para la gestión eficiente de este proceso (Naciones Unidas, 2001). La tendencia de los ecosistemas urbanos es a concentrar espacialmente cada vez más población y actividades económicas, con el consiguiente impacto sobre el medioambiente y calidad de vida.

    Desde un ámbito global, la población ha vivido históricamente en el medio rural; sin embargo, la tendencia demográfica actual y futura es a vivir en el medio urbano. Los principales factores que guían el actual proceso de crecimiento urbano son la mayor movilidad espacial de la población, en busca de mejores oportunidades de empleo y servicios; las altas tasas de crecimiento vegetativo, la dinámica socioespacial que aumenta las distancias entre los habitantes urbanos y entre estos y los centros de comercios y servicios, entre otros. A ello contribuye el flujo continuo y creciente de capitales internacionales que tienden a localizarse en regiones productoras de materias primas y en las ciudades que les sirven de centro geográfico de operación. Además, se deben sumar los objetivos de la economía de mercado, que fomentan la urbanización como forma de aumentar la eficiencia de los procesos de producción y consumo de bienes y servicios.

    A fines de la década pasada por primera vez el porcentaje de población urbana mundial superó a la población rural, y se proyecta que este llegará a 60,2% el año 2030 (Naciones Unidas, 2012a). Sin embargo, este crecimiento no ha sido ni será espacialmente homogéneo, ya que actualmente los países desarrollados cobijan a tres cuartas partes de población urbana (Naciones Unidas, 2002a). Es importante destacar asimismo, que el aporte de los países desarrollados a la población total es menor en relación al resto del mundo y que a futuro se estima que estos últimos experimentarán un crecimiento demográfico cada vez más lento. En consecuencia, la mayor contribución a la población urbana provendrá de los países subdesarrollados y en vías de desarrollo. Por otro lado, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados se observa una tendencia al crecimiento espacial de las superficies urbanizadas⁵, a pesar del estancamiento o reducción del crecimiento demográfico. Este proceso de expansión espacial de las instalaciones urbanas comienza a generalizarse también en el Tercer Mundo, especialmente en los países en vías de desarrollo, donde las ciudades requieren espacios cada vez más amplios para su crecimiento.

    El proceso de urbanización mundial también presenta diferencias en cuanto al tamaño de las ciudades que participan en él. El número de megaciudades sobre 10 millones de habitantes ha crecido de 2 a 23, entre 1970 y 2011, y se proyecta que aumente a 37 para el 2025, aunque una mayor proporción de población vive en ciudades bajo los 500.000 habitantes. Naciones Unidas estima que el 2011, el 50,9% de la población mundial vivía en este último tipo de ciudades, respecto al 9,9% que lo hacía en las megaciudades⁶. Para el año 2025, se espera que 42,4% de la población mundial vivirá en ciudades medias y pequeñas, y 13,6% lo haga en megaciudades (Naciones Unidas, 2012a). De todas formas, son las grandes ciudades, sobre el millón de personas, las que han centrado la atención de los investigadores por su acelerado crecimiento, impactos ambientales y transformaciones asociadas a la globalización.

    De los hechos anteriores, surgen las primeras problemáticas a escala global; por un lado, la tendencia mundial de urbanización observada requerirá cada vez más recursos y energía del medioambiente para el funcionamiento de pueblos y ciudades, y a su vez, mayores esfuerzos para reducir la contaminación y los problemas ambientales asociados, en especial en las regiones menos desarrolladas. Por otro lado, las evidencias indican que las ciudades de menor tamaño (medias o menores) serán las más importantes en esta dinámica. Justamente son este tipo de ciudades medias las que poseen menos documentación ambiental para su eficiente gestión (Naciones Unidas, 2001).

    Las principales herramientas para afrontar los desequilibrios mencionados anteriormente provienen de las iniciativas internacionales a través de programas y políticas dirigidas a la ciudad como unidad estratégica de actuación. El nuevo paradigma ambiental, que enfatiza las políticas de desarrollo urbano sustentable, ha sido ampliamente aceptado por los organismos internacionales en sus principios y lineamientos globales. Sin embargo, en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, al momento de aplicar programas específicos en el ámbito local, por ejemplo en las ciudades medias, no se exhiben muchos logros concretos. No obstante, los importantes avances en la búsqueda de políticas y acuerdos internacionales de instituciones y agencias mundiales, en algún momento deberán tomar cuerpo en nuestra sociedad.

    En el ámbito nacional, los principales instrumentos articuladores del crecimiento urbano están comprendidos en el actual sistema de planificación urbana, que descansa de manera importante en los principios de la economía de libre mercado, adoptados por el gobierno militar, en la década de 1970, en la Ley General de Urbanismo y Construcciones (de Vivienda y Urbanismo, 1976) y Ordenanza respectiva, en la Ley de Bases Generales de Medio Ambiente (Ministerio Secretaría General de la Presidencia, 1994; 2010) y en la reciente Política Nacional de Desarrollo Urbano (Ministerio de Vivienda y Urbanismo, 2014a).

    Con todo, los principales hitos que han marcado la evolución de la política internacional de protección ambiental urbana, así como también la situación nacional en materia de planificación territorial, se sintetizan a continuación.

    1.1.1.Políticas internacionales de desarrollo urbano sustentable

    La principal referencia en materia de política internacional ambiental ha sido sin duda, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano, que tuvo lugar en Estocolmo, en 1972, en donde se realizó la primera declaración global sobre las relaciones entre medioambiente y desarrollo. En este encuentro se cuestionó que el crecimiento económico fuera un fin en sí mismo, y se sentaron las bases para futuras reflexiones ambientales, dentro de las que destaca el Informe Brundtland, elaborado en 1987, que acuña el adjetivo sostenible para acompañar al sustantivo desarrollo, tema que se profundizará más adelante.

    Otros aportes como la publicación del libro Primavera silenciosa (Carson, 1962), de Rachel Carson, y el informe Los límites del crecimiento (Meadows et al., 1972), de Donella Meadows y otros miembros del Club de Roma, ya habían dado sendas señales de alerta respecto al impacto humano sobre el medioambiente.

    En el contexto urbano, el punto de partida más importante es la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (UNCED, por su sigla en inglés), denominada también Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, Brasil, en 1992. El principal balance de dicho encuentro fue el compromiso de los 178 países firmantes para la consecución de un modelo de desarrollo sustentable, que se plasmó en un programa de acción llamado Agenda 21. Si bien el mencionado programa no posee un peso legal para los países firmantes, son numerosas las acciones mundiales que se han llevado a cabo bajo este enfoque. Para supervisar y dar cuenta de la realización de los acuerdos a escala local, nacional, regional e internacional se creó la Comisión para el Desarrollo Sostenible (CDS) (Castro, 2002).

    La aplicación de este programa al entorno urbano se denomina Agenda Local 21, y se realiza a través del capítulo 28, dedicado a las autoridades locales. La Agenda Local 21 promueve la coordinación entre ciudades, para que cada comunidad desarrolle de forma consensuada su agenda específica y genere información necesaria para formular las mejores estrategias para una política económica, social y ecológica sustentable.

    Para evaluar los progresos de la Cumbre de la Tierra, la Asamblea General de las Naciones Unidas acordó una revisión penta-anual, la primera de las cuales se realizó en la ciudad de Johannesburgo, Sudáfrica, entre el 26 de agosto y 4 de septiembre de 2002, concluyendo en la necesidad de erradicar la pobreza, cambiar los patrones de producción y consumo, y proteger y manejar los recursos naturales que son la base del desarrollo económico y social (Sachs, 2002). En el encuentro de Johannesburgo, donde asistieron 191 países, se reafirmó la importancia de las autoridades locales en la implementación de las Agendas 21 y de las iniciativas asociadas, así como la necesidad de la interacción de estas con otras autoridades y otras instancias de gobierno. Dentro de las iniciativas regionales propuestas para Latinoamérica y el Caribe se promovió, entre otras acciones concretas, alcanzar ciudades sustentables y disminuir la pobreza en la región (Naciones Unidas, 2002b).

    Entre el 20 y 22 de junio de 2012 se realizó la Conferencia de Desarrollo Sustentable, Río + 20, en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil. En ella los Estados miembros lanzaron un documento con medidas prácticas que permitan alcanzar los objetivos de desarrollo sustentable basada en los llamados Objetivos de desarrollo del milenio⁷. La Conferencia también adoptó decisiones a futuro sobre una serie de temas, tales como la energía, la seguridad alimentaria, los océanos y las ciudades. Respecto a este último se compromete a promover un enfoque integrado de planificación y la construcción de ciudades y asentamientos urbanos sostenibles, incluyendo la participación de múltiples interesados, y reconociendo que las administraciones municipales pueden desempeñar una importante función al establecer una visión de ciudades sostenibles (Naciones Unidas, 2012b).

    A partir del espíritu de estos encuentros, se han realizado otros importantes aportes internacionales para proponer y aplicar estrategias de desarrollo urbano sustentable, dentro de los cuales destacan: Iniciativas Ambientales Locales (ICLEI), establecido en 1990; Iniciativas Locales por el Medio Ambiente Urbano (LIFE), del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas desde 1992; la Conferencia de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos, Hábitat II, realizada en Estambul en 1996; la Campaña de Ciudades para la Protección de Clima, ligada al proyecto ICLEI; el Proyecto de Ciudades Sustentables de la Organización Mundial de la Salud (OMS); el Programa Urbano de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE); y las políticas de desarrollo urbano del Banco Mundial, entre otras (Castro, 2002).

    Dentro de los principales objetivos que persiguen dichos programas, se pueden mencionar: establecer asentamientos sostenibles, proveer asistencia directa a los proyectos locales de desarrollo sustentable, mejorar las condiciones de la vivienda, financiar redes internacionales de ciudades para difundir experiencias y promover Agendas Locales 21, mejorar la calidad del aire y aumentar la habitabilidad urbana, y desarrollar indicadores de sustentabilidad urbana (Castro, 2002).

    En este contexto, la Unión Europea es un importante referente en la adopción de políticas de desarrollo urbano sustentable. Varios documentos y programas de política medioambiental europea, incorporan el aspecto urbano como un elemento central en su accionar, como por ejemplo: el Libro Verde sobre Medio Ambiente Urbano, el Libro Blanco sobre Crecimiento, Competitividad y Empleo, Europa 2000+, el Libro Verde Una red para los ciudadanos, el Libro Verde Política futura de lucha contra el ruido, el Informe de Ciudades Sostenibles, el Programa Piloto Urbano, entre otros (Castro, 2002). Las políticas y planes implementados resaltan a la planificación urbana como la herramienta más útil para alcanzar la sostenibilidad de las ciudades. En este sentido, se destaca el proyecto Murbandy / Moland (Monitoring Urban Dynamics / Monitoring Land Use Change), desarrollado por la Agencia Ambiental Europea y la Dirección General del Joint Research Centre, cuyos propósitos son medir y evaluar la dinámica de crecimiento urbano. Para ello se creó una base de datos de uso del suelo de varias ciudades y áreas urbanas dentro de Europa, que permitió generar un atlas urbano, y luego se desarrolló un conjunto de indicadores que dan cuenta de los avances hacia la sustentabilidad (Pereira y European Environment Agency, 2002). En esta línea destaca el proyecto Urban Atlas de la Agencia Ambiental Europea que provee de datos de uso / cobertura de suelo para zonas urbanas de más de 100.000 habitantes.

    Asimismo, destaca los compromisos de Aalborg para ciudades europeas, los cuales están diseñados para reforzar los esfuerzos locales en materia de sostenibilidad y para revitalizar la Agenda Local 21. Otra valiosa iniciativa de la Comisión Europea es el premio de Capital Verde Europeo a las ciudades pioneras en adoptar medidas hacia estilos de vida más saludables y sostenibles⁸.

    Un elemento transversal a dichas políticas tanto en esta región como a escala mundial, es el empleo de indicadores medioambientales y de sustentabilidad urbana, los que gozan de gran popularidad entre las instituciones internacionales dedicadas a la gestión urbana. Sin embargo, estos indicadores son también objeto de múltiples críticas, especialmente en cuanto a su efectividad concreta para contribuir a alcanzar un desarrollo sustentable urbano y respecto a su fundamentación científica.

    Las principales limitaciones que se plantean sobre el uso de indicadores son: ambigüedad entre el indicador y el fenómeno a medir, escasez de datos estadísticos, heterogeneidad de fuentes estadísticas, dificultad práctica para incluir indicadores subjetivos o de percepción, problema de escala al comparar distintas unidades espaciales y los problemas temporales que resultan de variaciones de los datos en el tiempo (Castro, 2002). Así por ejemplo, se pueden dar casos de indicadores muy bien formulados, pero que al momento de aplicarlos, no existen los datos o resulta muy difícil conseguir la información base. Este es el caso de los 55 indicadores propuestos por la Agencia Europea del Medio Ambiente, donde solo se pudo comparar 51 de las 72 ciudades seleccionadas, básicamente porque la información solicitada no estaba disponible o los datos no eran comparables (Bettini, 1998).

    En términos simples, un indicador se puede definir como un modelo que permite monitorear y comunicar informaciones sobre los progresos o tendencias de un fenómeno (Bettini, 1998). Calvo y Sancho (2001) declaran que los indicadores ambientales y de sustentabilidad urbana vienen a llenar un vacío importante que existía dentro de la amplia gama de indicadores económicos y sociales que se usan en la actualidad para medir el estado de desarrollo de las sociedades humanas.

    Para Max-Neef et al. (1986), un indicador sería inútil mientras no se discierna claramente entre lo que es positivo y lo que es negativo para la sociedad. Es el caso de indicadores, tales como el Producto Interno Bruto (PIB), consumo de electricidad por habitante o número de automóviles vendidos, donde los mayores niveles alcanzados son inversamente proporcionales al grado de sustentabilidad ambiental. Esto significa un cambio sustancial en el debate filosófico sobre la sustentabilidad del desarrollo, ya que lo que antes era visto como beneficioso para un lugar o región, como por ejemplo elevados niveles del PIB, ahora puede tener un significado contrario, porque la sustentación de esos niveles depende de la explotación, consumo de recursos y aprovechamiento de servicios de la naturaleza que muchas veces son limitados (Calvo y Sancho, 2001).

    La organización y esquema conceptual más ampliamente utilizado de los sistemas de indicadores medioambientales es el modelo Presión-Estado-Respuesta (PER), desarrollado por Friend y Rapport (1976), y adoptado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico⁹. El modelo se basa en el hecho de que las actividades humanas ejercen presiones sobre el medioambiente y modifican la cualidad y calidad de los recursos naturales (Estado). A su vez, la sociedad responde a estos cambios a través de políticas ambientales, macroeconómicas y sectoriales (Respuestas). El sistema PER también es empleado por las Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Oficina Estadística de las Comunidades Europeas (Eurostat) (Bettini, 1998; Castro, 2002). Existen

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