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Las palabras del historiador: Diccionrio de conceptos
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Libro electrónico172 páginas2 horas

Las palabras del historiador: Diccionrio de conceptos

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En América Latina hemos importado gran parte del vocabulario disciplinar de la historia sin ponerlo suficientemente en tensión respecto de nuestras propias realidades y desarrollos históricos. En tal sentido, este diccionario no pretende, en ningún caso, entregar definiciones canónicas y definitivas, sino más bien problematizar conceptos y dejarlos abiertos a la comunidad académica y a todos quienes se interesen en las palabras y en la evolución de sus significados.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 nov 2019
ISBN9789563570021
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    Las palabras del historiador - Nicolas Offenstadt

    trabajo.

    A

    Acontecimiento

    El acontecimiento puede definirse, a primera vista, por el historiador como un episodio histórico importante y nuevo, cuya extensión temporal está delimitada por un comienzo y un hito terminal. A menudo entendido desde la Edad Media y en la época moderna según esquemas de interpretación preestablecidos surgidos del pensamiento cristiano, preocupado de rescatar lo conocido y ejemplar; el acontecimiento se vuelve único junto con el desarrollo de la idea de progreso y el historicismo de los siglos XVIII y XIX. El acontecimiento se ubica entonces en el corazón de los estudios históricos hasta que la escuela de los Annales y la Nueva Historia abogan por perspectivas más amplias, atentas a las estructuras y a la larga duración. La historia política, productora casi natural de acontecimientos, es entonces relegada a un segundo plano, en beneficio de una historia social y económica, además de cultural, que privilegia las tendencias de fondo o las mentalidades. Hoy en día, las perspectivas no se limitan solo a este dualismo (acontecimiento/ estructura). El acontecimiento puede servir, en primer lugar, de punto de observación respecto de los elementos que lo sobrepasan. Una vez que Georges Duby en "Le dimanche de Bouvines (1973) estudia la batalla de Bouvines (27 de julio de 1214), él intenta, a través de ella, llevar a cabo una sociología de la guerra" de la Edad Media. Así, busca comprender cómo se constituyó la huella del acontecimiento —o su ausencia— en los relatos de la época y la transformación del mismo en mito.

    Numerosos historiadores estudian los acontecimientos desde una perspectiva muy diferente a la de una historia acontecimental. La primera dificultad metodológica consiste en determinar lo qué es un acontecimiento. Es necesario primero, sin duda, que un hecho sea conocido para convertirse en acontecimiento: un descubrimiento que permanece confinado únicamente al descubridor no podría convertirse en acontecimiento. Sin embargo, los relatos que mediatizan el acontecimiento juegan un papel muy importante en su definición. Un acontecimiento está también constituido de todos los relatos que lo han evocado. Duby escribe huellas perdurables de la batalla de Bouvines: Estas huellas por sí solas le confieren existencia. Fuera de ellas, el acontecimiento se reduce a nada. Por lo tanto, es de ellas, esencialmente, que se escucha hablar" (Le dimanche de Bouvines).

    Para las ciencias sociales, el acontecimiento debe ser incorporado en una serie. Se busca ubicar el lugar que él ocupa al interior de ella; el situar los acontecimientos que cierran o abren una serie. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 parece ilustrar bien esta última posibilidad, abriendo especialmente una serie de acontecimientos poscoloniales donde los dominados se vuelven actores (Alban Bensa, Eric Fassin en Terrain, 38, 2002). Es conveniente no limitar ni circunscribir demasiado un acontecimiento que siempre incorpora lo pasado. Es necesario interrogarse sobre el peso y los usos de ese pasado por los propios actores de un acontecimiento. Además, como dice Arlette Farge: Para el historiador es difícil decir cuando se detiene un acontecimiento, pues él se ejerce a través de una red de relaciones con efectos estructurantes (en Terrain, op cit.).

    A decir verdad, la singularidad del acontecimiento no deja de plantear problemas en tanto la percepción o la recepción de un evento pueden variar según la distancia que los actores mantienen respecto de él, según sus características geográficas, sociales o incluso políticas. Como ejemplo, el affaire Dreyfus no tiene el mismo eco ni la misma amplitud en un intelectual parisino que en un campesino bretón. El acontecimiento no contiene en sí mismo ninguna neutralidad: el ser fabricado socialmente, es apropiado de manera muy diferenciada por el conjunto de las capas sociales (Arlette Farge). Finalmente, el estudio de un acontecimiento necesita de una interrogación diacrónica (lo que conserva del pasado y que abre o cierra para el futuro) y sincrónica (lo que es y no es para cada uno).

    *Historicismo.

    Acontecimental (historia)

    *Acontecimiento, Historizante (historia), Positivismo.

    Aculturación

    El término designa los procesos mediante los cuales un individuo o un grupo se hacen imponer o se impregna de elementos culturales de otra sociedad, generalmente dominante, a lo largo de una serie de contactos de larga duración y que pueden ser de variado tipo (ocupación, colonización, emigración, etc.). La aculturación no se limita a la pérdida de la identidad. En los Estados Unidos diversos estudios se han interrogado —sobre este punto— respecto de la aculturación de los pueblos indígenas. La noción no deja de plantear problemas, pues ella parece postular un sentido único de apropiación en detrimento de la reciprocidad que puede existir, incluso en una situación de desigualdad, entre dos grupos sociales. Su dimensión demasiado abarcadora debe llevarnos a precisar los procesos en juego, tanto si estos son diferentes por su intensidad (asimilación de superficie o cambios culturales profundos) o bien por sus modalidades.

    Actor

    Desde hace quince años y bajo la influencia creciente de la sociología de la acción, el actor se ha instalado, después de un largo eclipse, en el corazón de las preguntas de las ciencias sociales. En la tradición sociológica francesa surgida de los trabajos de Emile Durkheim, el actor fue por largo tiempo considerado como una suerte de autómata social. Sus acciones y pensamientos eran percibidos como siendo condicionados —sin tener conciencia de aquello— por estructuras objetivas y ocultas. Más que un actor, el individuo era considerado como un agente cuyas maneras de actuar y de pensar estaban determinadas por fuerzas profundas de las que él no tenía plena conciencia: sus pertenencias sociales, confesionales, sexuales, generacionales… Solo el sociólogo se estimaba entonces capaz de revelar estas determinaciones inconscientes que explican los comportamientos de los individuos más allá de las razones y los móviles invocados por ellos mismos. Oponiéndose a esta sobrevaloración del colectivo, que esconde una visión hipersocializada del individuo, la sociología de la acción, especialmente aquella de Luc Boltanski y Laurent Thévenot (De la justificaron. Les économies de la grandeur, 1991), busca tomar a los actores con seriedad, interrogando sus razones de actuar; es decir, los valores, las normas, las representaciones y los intereses invocados por los propios individuos en sus discursos dirigidos a dar cuenta de sus conductas. Siendo parte de la galaxia de los sociólogos constructivistas que buscan superar las antinomias clásicas de la sociología, que oponen individuo y sociedad, objetivo y subjetivo, explicación y comprehensión, se revaloriza la actividad comprehensiva e internalista (Max Weber) sin —por lo tanto— invalidar la óptica externalista y explicativa (Émile Durkheim). No se trata de apelar a un retorno a la teoría utilitarista del actor racional, sino de interesarse en el sentido que los individuos dan a sus actos, de resaltar la pluralidad de las lógicas de la acción, de revalorizar la parte de libertad, de inventiva y de capacidad de juicio de los actores dentro de uno u otro sistema de restricciones y determinaciones objetivas. La visión del actor desarrollada por las ciencias humanas es —a partir de este momento— aquella de un individuo plural, llamado ponerse en marcha en las diferentes escenas de la vida cotidiana, a recurrir a experiencias múltiples, a adoptar lógicas de acción diversas que pueden —en ocasiones— movilizar registros diferentes e incluso contradictorios de su personalidad.

    Durante más de medio siglo y a la imagen de la sociología, la disciplina histórica y la escritura de la historia, tal como fue desarrollada en los trabajos de la escuela de los Annales, han consagrado igualmente el rechazo del actor. En primer lugar, bajo la pluma de sus fundadores, que retoman a su manera los avances de la sociología durkheimiana y que rechazan el ídolo biográfico de la escuela metódica, pero más todavía bajo los efectos conjugados del marxismo y del estructuralismo luego del período de Braudel /Labrousse y de la Nueva Historia, verdadero momento de apogeo de esta ausencia del actor dentro de la disciplina. En reacción a ello, se constata —desde hace unos 20 años— un nuevo interés en el análisis del mundo social por medio de la experiencia vivida y las interpretaciones de los propios actores. Las señales de este gusto recobrado por la acción situada, las prácticas de los actores y la parte reflexiva y explícita de la acción, se leen especialmente en el interés por la microhistoria, el renacimiento de la biografía, la influencia de la sociología pragmática; así como también en la mirada crítica de la escuela de los Annales. Para algunos observadores, tales como Marcel Gauchet, Bernard Lepetit o François Dosse, un nuevo paradigma en las ciencias sociales se cristalizaría hoy en día alrededor de este retorno al sujeto.

    *Alltagsgeschichte, Biografía, Microhistoria, Paradigma científico.

    Alltagsgeschichte

    (La traducción aproximativa sería Historia de lo cotidiano). Esta corriente de historiadores que se desarrolla en Alemania a principios de los años 80, especialmente en torno de la figura de Alf Lüdtke, centra su investigación sobre las experiencias específicas de los individuos, de sus comportamientos cotidianos, vistos desde el interior, oponiéndose —de cierta manera— a la historia social tradicional que privilegia el estudio de grupos, clases o estructuras. De hecho, esta última ha reaccionado con virulencia a las proposiciones de la Alltagsgeschichte. Atenta a las práctica cotidianas de los actores, la Alltagsgeschichte produce también una apertura de la esfera académica hacia la historia amateur, una historia de lo cotidiano (Thierry Nadau in Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 83, 1990), en particular a través de los talleres históricos. Su terreno principal es aquel de la historia contemporánea, especialmente el estudio de los individuos dominados, los sin nombre (A. Lüdtke), como los obreros o las empleadas del servicio doméstico y la utilización de fuentes generalmente poco valorizadas como las imágenes, o el testimonio oral. Para sus promotores, la Alltagsgeschichte, por su mirada precisa, permite explicar los problemas en su conjunto (por ejemplo el comportamiento de los alemanes bajo el nazismo) tanto como los métodos más globales.

    * Actor, Microhistoria, Oral (historia y fuentes).

    Anacronismo

    Para Lucien Febvre, uno de los dos padres fundadores de los Annales, el anacronismo constituye el pecado mortal del historiador. Nada es más grave, según él, que el hecho de proteger los valores contemporáneos al tratar las sociedades pasadas, y de hablar de sí mismo creyendo hacer hablar a los seres humanos de otro tiempo. Para remediar la tentación del anacronismo, que postula la permanencia de los sentimientos humanos, y de evitar así atribuir a una época anterior lo que pertenece a otra, el historiador debe tomar conciencia de la distancia cultural que le separa de los seres humanos del pasado. Es así como su primera misión consiste en intentar deshacerse del mayor número de condicionamientos y sumergirse en el pasado que él estudia para encontrar sus creencias, sus representaciones del mundo, sus convicciones científicas y sus maneras de sentir. De hecho, si él espera avanzar en la comprensión del otro e intentar acercar lo que es lejano, el historiador se debe dotar de un sentido de extrañeza, saber practicar la empatía y dar espacio a su imaginación.

    Al optar por la historia comprehensiva, Henri-Irénée Marrou se interrogaba así: ¿Cómo comprender, sin esta disposición de espíritu que nos hace connaturales al otro y nos permite volver a sentir sus pasiones, repensar sus ideas bajo la misma luz con que él las vio…?.

    * Psicohistoria.

    Antiguo Régimen

    Término inventado durante la revolución francesa de 1789 para describir el mundo que acababa de destruir, el Antiguo Régimen se encuentra, a falta de un acta de nacimiento clara, en buena forma a pesar de varios presuntos decesos, como decía irónicamente François Furet. Desde entonces, el concepto de Antiguo Régimen presenta la característica de no alcanzar su significado sino que a costa de su desenlace fundador. En este sentido, y arriesgando los dos grandes obstáculos del anacronismo y la teleología, el uso de la noción por los historiadores no ha cesado de encontrar fuertes objeciones y especialmente

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