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Fábulas argentinas
Fábulas argentinas
Fábulas argentinas
Libro electrónico230 páginas2 horas

Fábulas argentinas

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En Fábulas argentinas Godofredo Daireaux traslada la sabiduría de la vida que encierra la moraleja de toda fábula a un escenario para él cercano. Conocedor de los relatos de La Fontaine, Daireaux los adapta a los pasajes de la pampa argentina. Así desfilan, página por página, la fauna, la flora y las sencillas y humildes gentes criollas.
A través de sus fábulas conocemos animales tan notables como el teruteru, de la vizcacha a la comadreja, de la lechuza al cóndor, del perro cimarrón al colibrí, y también humanos sencillos de innegable simpatía.
Estas Fábulas argentinas son narraciones breves, de estructura sencilla y de prosa diáfana. Fluctúan entre la inocencia, el humor y la ironía, dejando sentada, casi siempre, la intención pedagógica del autor de mostrar alguna reflexión moral.
IdiomaEspañol
EditorialLinkgua
Fecha de lanzamiento1 sept 2012
ISBN9788498978094
Fábulas argentinas

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    Fábulas argentinas - Godofredo Daireaux

    9788498978094.jpg

    Godofredo Daireaux

    Fábulas argentinas

    Barcelona 2024

    Linkgua-ediciones.com

    Créditos

    Título original: Fábulas.

    © 2024, Red ediciones S.L.

    Diseño cubierta: Red ediciones S.L.

    ISBN tapa dura: 978-84-1126-175-3.

    ISBN rústica: 978-84-9816-758-0.

    ISBN ebook: 978-84-9897-809-4.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

    Sumario

    Créditos 4

    Brevísima presentación 11

    La vida 11

    Al lector 13

    El hombre y la oveja 15

    La mariposa y las abejas 16

    El tigre y los chimangos 17

    La gaviota 17

    El arroyo y el cañadón 18

    La hormiga y la cucaracha 19

    El perro fiel 20

    El terú-terú 21

    El hurón y la gata 22

    La cigüeña 23

    El mono y la naranja 24

    El ombú 24

    La vizcacha y el pejerrey 25

    El mosquito 26

    Los pavos y el pavo real 27

    Flor de cardo 28

    El gato montés 29

    El trigo 30

    Las palomas 30

    El caballo asustadizo 31

    Cambio de política 32

    Concurso de belleza 32

    Los carneros y el capón 33

    Patrón rico 34

    El guacho 35

    El caballo y el buey 36

    El zorro y el avestruz 37

    El caracol 38

    El avestruz y la perdiz 38

    El zorro y la vizcacha 39

    El toro y el hornero 40

    La cotorra y la urraca 40

    El tigre y sus proveedores 41

    El chancho gordo 42

    Flores quemadas 42

    El médano y el pantano 43

    Maledicencias 44

    La mulita indiscreta 44

    Vae soli! 45

    La gran conejera 46

    Los zánganos en la colmena 47

    La gallina y el cuchillo 47

    Flores marchitas 48

    Interesante sesión 48

    La oveja merina y las ovejas criollas 49

    Las dos manos 49

    El gato blanco 50

    El entierro del perro 50

    El chajá y los patos 51

    La ostra madreperla y la ostra común 52

    La babosa 52

    Cóndor y chingolo 53

    La vizcacha inexperta 54

    Amor sincero 54

    Pelea de gallos 55

    El hornero y la palma 55

    Las colmenas 56

    El escarabajo y el picaflor 57

    La lechuza y el zorro 58

    El zorrino manso 58

    La rosa, el picaflor y la mariposa 59

    El gato montés y la nutria 60

    Los gatitos en la escuela 61

    El toro y la argolla 61

    Los dos carneros 62

    El capón flaco 62

    La araña 63

    La víbora y el zorro 64

    El perro y el zorro 64

    El cuis y la lechuza 65

    Los dos gallos y la polla 66

    El oso hormiguero 67

    Jerarquía 67

    El mono y la cinta elástica 68

    La hormiga y su fortuna 69

    Los dos perros y el ladrón 70

    La comadreja y el zorro 70

    El triunfo del zorro 71

    La gallina y la perdiz 72

    El pato 73

    El nido del carancho 74

    El cisne y la garza mora 75

    El pato y las gallinas 76

    El perro y el cabrón 76

    Mucho ruido, pocas nueces 77

    El zorro y el puma 77

    La armadura del peludo 78

    La sequía 79

    El mono y el perro 79

    Las voraceadas del tigre 80

    El vizcachón previsor 81

    El pavo y el gallo 81

    Las vizcachas 81

    El pavo real, la urraca y el hornero 82

    La araña y el sapo 83

    Caridad 84

    El hurón y el zorro en sociedad 84

    El ruiseñor y los gansos 85

    El burro 86

    La vizcacha y el zorrino 86

    El loro muerto 87

    Maniobras militares 87

    El perro, el cimarrón y los guanacos 87

    La vaca empantanada 88

    Las pértigas y la barrica 88

    ¡Ya no soy poeta! 88

    La cúspide y el valle 89

    El ñandubay la paja 90

    El picaflor enojado 90

    La hormiga alada 91

    Las opiniones del gallo 91

    Los burros y el eco 92

    El carnero filósofo 93

    La luciérnaga y las arañas 93

    El cordero negro 94

    El águila y el gorrión 94

    El tutor y la planta 94

    Los patos caseros y los patos silvestres 95

    El chajá y los mensajeros 96

    El águila, el chimango y las urracas 97

    El zorro y la vizcacha 97

    El perro gritón 97

    El cisne y la gallareta 98

    Los cimarrones y el tigre 98

    El bien-te-veo y la comadreja 99

    La fiesta del águila 100

    El novillo 101

    El caballo enriquecido 101

    El perro y las pulgas 102

    El chajá 102

    La perdiz y la gaviota 103

    Las dos plantas 103

    El águila 103

    El caballo y el burro 104

    Las abejas en sus comicios 104

    El pavo real y sus admiradores 104

    El gaucho y el potro 105

    Zorro viejo 105

    Las hormigas 107

    Parentesco póstumo 107

    Los tres durazneros 108

    El bien-te-veo 108

    El cuis en el entierro del perro 109

    El ganso 109

    Justas quejas 110

    La chicharra y la rana 111

    Gallos y gallinas 111

    El mal tropero 112

    Decreto moralizador 112

    El avestruz y el ganso 113

    Los dos tigres y el zorro 113

    El caballo y la mula 114

    El cencerro y la campana 114

    Los pajaritos y la luciérnaga 115

    Ayuda oportuna 115

    La selva 116

    Invasión de hormigas 116

    El lagarto 117

    La burra y el potrillo 118

    Los escarabajos 118

    El cimarrón y el zorro 118

    La nutria y la gallareta 120

    Aves de rapiña y mosquitos 120

    Libros a la carta 123

    Brevísima presentación

    La vida

    Godofredo Daireaux (París, 1849-Buenos Aires, 1916). Argentina.

    Hijo de un normando que había hecho fortuna con el café en Brasil, Geoffroy Francois Daireaux se estableció como hacendado en la Argentina en 1868 y en 1883 poseía tres estancias en Rauch, Olavarría y Bolivar.

    Participó de la fundación de la ciudad de Rufino en la provincia de Santa Fe y Laboulaye y General Viamonte en la provincia de Córdoba.

    En 1901 fue Inspector General de Enseñanza Secundaria y Normal. Enseñó Francés en el Colegio Nacional. Trabajó en La Nación, colaboró en Caras y Caretas, La Prensa, La Ilustración Sudamericana, La Capital de Rosario, y dirigió el diario francés L’Independant. Su casa fue centro de encuentro de artistas como Fader, Quirós, Sivon e Yrurtia.

    Daireaux escribió relatos de costumbres y tratados como «La cría del ganado» (1887), «Almanaque para el campo» y «Trabajo agrícola».

    Al lector

    («El hombre dijo a la oveja...»)

    Godofredo Daireaux

    A medida que uno envejece, le entran como loca picazón las ganas de dar consejos. ¿Será que, no pudiendo ya sacar provecho de su tardía experiencia, el hombre la ofrece de regalo a los que todavía la pueden utilizar?

    Puede ser.

    Pero los consejos, y más todavía las críticas, a que también da la experiencia cierto derecho, tienen que ser envueltos en algo muy dulce para que el paciente consienta en tragárselos, y que del remedio se pueda esperar algún efecto. Y por esto es que, desde tantos siglos, se ha imaginado el apólogo. Con él, ha podido un pobre esclavo, como el gran fabulista frigio Esopo, cantar verdades a su amo sin ser muerto a azotes; con él, ha podido Rabelais, el jovial cura francés, mofarse de los clérigos viciosos de su tiempo, sin acabar en la hoguera; por él, Lafontaine ha popularizado tantas máximas de moral y tantas reglas prácticas de conducta, que sus fábulas han contribuido más al progreso de la humanidad que cien tratados de filosofía.

    Estos maestros y muchos otros han dejado tan trillado el campo del apólogo, que poco queda que espigar en él; y por mi parte, no me habría atrevido a hacerlo, si, durante muchos años, no hubiera sorprendido entre los animales que pueblan la Pampa, mil conciliábulos que sería lástima dejar perder, pues no desmerecen sus lecciones de las que nos han venido de allende los mares.

    Es de sentir, por cierto, que no hayan tenido por intérprete de sus gestos graciosos y de sus conversaciones instructivas a algún inspirado poeta, capaz de traducirlos en versos lapidarios, pero no pude yo sino tomar fieles apuntes de lo que vi y oí, y reducirlos a simple prosa corriente para los que ignoran el idioma de los bichos pampeanos.

    Los hay entre éstos, llenos de picardía, de envidia, de ingratitud, de egoísmo, de orgullo, de avaricia, de ignorancia, de mala fe y de muchas otras cosas feas, cuya enumeración sería mucho más larga que la lista de sus virtudes; y no hay duda que el hombre es muchísimo mejor que esos seres inferiores. Pero podría suceder ¿no es cierto? por una gran casualidad, que también se encontrasen hombres que no fueran modelos de lealtad, de desprendimiento, de gratitud, de modestia, de generosidad, de buena fe, y para enseñarles a corregirse, el apólogo es y siempre será de gran resultado; por lo menos podrá servir de desahogo al que sienta la imperiosa necesidad de reprender sin herir, y si por sus alusiones y sus indirectas, las fábulas hacen cosquillas al que las oiga... ¡que en silencio se rasque!

    Bien raras veces, por lo demás, se da uno por aludido: cuando, en un círculo de muchachos, algún travieso ha pegado con alfiler colas de papel a dos de sus compañeros, todos, por supuesto, se ríen, pero, más que los otros, siempre los dos que llevan la cola.

    La fábula no hace personalidades; y su gran poder, justamente, consiste en que a nadie choca, ya que siempre puede cualquiera desconocer en ese espejo las arrugas de la propia cara y aplicar a otro la semejanza; pero no por esto deja de ser siempre más eficaz la sonrisa indulgentemente burlona del fabulista que la voz severa y los ojos redondos del pedante.

    • • •

    También te diré, lector, el porqué del título.

    Estábamos un día en un corral de ovejas arreando despacio los animales al chiquero, y nos hablaba un compañero de un sujeto a quien habían explotado muy feo los mismos que, bajo forma de habilitación, parecían ayudarle, cuando lo interrumpí diciendo: «¡claro! pues: el hombre dijo a la oveja...»

    Y un gaucho, un peón, que caminaba algunos pasos delante de nosotros, al momento dio vuelta la cabeza y alargó el pescuezo, prestando con interés el oído en espera del resto. No seguí ese día, porque no había tiempo, pero la mirada hambrienta de cuentos de ese hombre había bastado para que me decidiera a juntar todos los que andaban sueltos en el cajón de mi mesa y también en mi cabeza, haciendo de ellos el modesto lío que aquí te ofrezco.

    Y si también las llamé Fábulas argentinas, es que, aunque lo mismo pueden ser de aplicación en cualquier otro país, me han sido inspiradas, casi todas, por acontecimientos y personajes argentinos, o por sucesos e incidentes acaecidos aquí, entre gente radicada en esta tierra; y que sus actores son, con muy pocas excepciones, animales pertenecientes a la fauna argentina.

    G. D.

    El hombre y la oveja

    El hombre dijo a la oveja:

    —¡Te voy a proteger!

    Y a la oveja le gustó.

    —Apenas —dijo el hombre— tienes en las espaldas, para resistir al frío, algunas hebras de gruesa lana. Vives en rocas ásperas, donde tienes que brincar a cada paso, con riesgo de tu vida, para buscar el escaso alimento, el pobre pasto que allí crece. Los leones no te dejan en paz. Crías hijos flacos con tu poca leche, y da pena ver en semejante miseria a ti y a toda tu familia. Ven conmigo. Te daré rico vellón de lana fina y tupida, perseguiré a tus enemigos,

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