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Correspondencia 1946-1959
Correspondencia 1946-1959
Correspondencia 1946-1959
Libro electrónico346 páginas3 horas

Correspondencia 1946-1959

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Información de este libro electrónico

"Pienso que nuestra fraternidad, que se manifiesta en todos los planos, va mucho más lejos de lo que los dos pensamos y aun de lo que sentimos. Cada vez más seremos un incordio para la frivolidad de los explotadores de nuestra época, para los selectos pregoneros de uno y otro bando. Tanto mejor. Este nuevo combate apenas comienza, y con él, nuestra razón de existir. Al menos de ello estoy convencido... Es lo que siento y presiento."
René Char a Albert Camus,
3 de noviembre de 1951

La fraternal amistad que unió a Albert Camus y René Char era conocida, pero gracias a esta correspondencia al fin podemos aquilatar su auténtico valor y lo que sin duda reunió a estos dos creadores: el encuentro y el reconocimiento, en un tiempo de sinrazón y desmesura, de dos obras que coincidieron plenamente. Una manera luminosa, entre el Ventoux y el Luberon, de darle la razón a Julien Gracq cuando intuía que, con el paso del tiempo, "se acercarían, en la signi_ cación de sus obras, dos amigos cuyas siluetas han podido parecer distintas".

Edición, presentación y notas de Franck Planeille
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 mar 2019
ISBN9788494994210
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    Correspondencia 1946-1959 - Albert Camus

    René Char y Albert Camus en L’Isle-sur-la-Sorgue.

    Col. particular.

    Albert Camus - René Char

    CORRESPONDENCIA

    1946-1959

    Edición, presentación y notas

    de Franck Planeille

    Traducción de Ana Nuño

    Título original: Correspondance 1946-1959,

    publicado por Éditions Gallimard en París, en 2007, 2017

    Primera edición en esta colección: marzo de 2019

    CORRESPONDANCE 1946-1959

    Copyright © Éditions Gallimard, Paris, 2007 et 2017

    All rights reserved

    «Collection Catherine et Jean Camus»

    © de la presente edición: Alfabeto Editorial, 2019

    © de la traducción, Ana Nuño, 2019

    Alfabeto Editorial S.L.

    C/ Téllez, 22 Local C

    28007 - Madrid

    Tel. +34 910 687 252

    www.editorialalfabeto.com

    ISBN: 978-84-949942-1-0

    Diseño de colección: Ariadna Oliver

    Diseño de cubierta: Ariadna Oliver

    Diseño de interiores y fotocomposición: Grafime

    Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

    ÍNDICE

    Ribera y orilla, René Char y Albert Camus

    Nota sobre la edición

    Agradecimientos

    CORRESPONDENCIA

    ANEXOS

    1. Albert Camus sobre René Char. René Char sobre Albert Camus

    2. Sobre «La posteridad del sol»

    APÉNDICES

    Cronología

    Orientación bibliográfica

    Bibliografía de Char y Camus en castellano

    Indicaciones de la presente edición en castellano

    RIBERA Y ORILLA,

    RENÉ CHAR Y ALBERT CAMUS

    A Jacqueline Lévi-Valensi

    y Edwin Engelberts

    ¿Puede haber fraternidad entre creadores? El encuentro de dos artistas, acaso su amistad, no tiene sentido fuera del ámbito de la obra realizada por y gracias a ellos. Sin duda es una de las razones de la decepción que tan a menudo se siente al leer la correspondencia entre dos escritores. En Leyendo escribiendo, Julien Gracq observa que la correspondencia entre pintores (su ejemplo es la de Matisse y Bonnard) sugiere la de «dos benedictinos informándose con urbanidad del progreso de sus trabajos gemelos, y ayudándose mutuamente sin egoísmo y sin mezquindad a delimitar con mayor precisión la verdad».1 Pero si las cartas que los pintores se escriben parecen evocar diálogos de santos (salvedad hecha de algún que otro luciferino) en su camino de perfección, ello es buenamente imposible, sentencia Gracq, entre dos escritores. Imposibilidad que atribuye a la misma naturaleza de las relaciones que el escritor mantiene con su arte: «No hay santos de la literatura [, solo hay] herejes encerrados cada uno en su herejía singular, y que no quieren la comunión de los santos».2 Sin duda, también por esta razón la correspondencia entre dos escritores difícilmente «supera el estadio de la crítica recíproca y estimulante». El momento del encuentro se reducirá, de entrada, a la exhibición y el despliegue de la obra de cada uno. En este primer acercamiento de dos singularidades inciertas, cuando la voz no acaba de definirse, las relaciones son lábiles. Es el momento en el que los artistas, «inseguros de serlo, pero seguros de no ser otra cosa»,3 se muestran recelosos de influencias que pudieran confundirlos. Después llega la etapa de la madurez. El artista sabe lo que quiere decir y se siente cada vez menos inseguro al tratar de decirlo, porque se sabe fiel a sí mismo. A pesar de las dudas y los momentos fugaces de esterilidad, también a veces de las tentaciones de renuncia, la obra va realizándose. La influencia deja de ser amenaza y se convierte en ganancia. Sobre Char y Camus, Gracq observaba: «Conocí un poco a Camus al mismo tiempo que a Char, en los años posteriores a la guerra: en su revista Empédocle publiqué a la sazón La literatura como bluff. Sus obras han seguido siéndome muy próximas, y la lejanía en el tiempo también ha empezado a acercarme, por la significación de sus obras, a dos amigos cuyos perfiles podrían parecer tan diferentes».

    Convergencia de hombres, de artistas, sobre la base de la obra y en circunstancias en las que cada uno lleva consigo esa fuente de misterio y creación que solemos llamar, a falta de una expresión más feliz, su mundo, el traspaís de la obra.


    La correspondencia entre Albert Camus y René Char es el testimonio de un encuentro y una amistad que enriquece nuestra comprensión de circunstancias determinantes, de esas que son capaces de transformar la vida como el fulgurante azar. «El paisaje, como la amistad, es nuestro río subterráneo. Paisaje sin país», escribe René Char. Es posible, sin embargo, descubrir los puntos de cruce de ese río. A la fórmula elíptica de Montaigne sobre su amistad con La Boétie («porque era él, porque era yo»),4 cabría puntualizar, en el caso de la de Camus y Char, añadiendo: «… en ese instante preciso de su vida y obra». Cuesta imaginar, en efecto, un diálogo Char-Camus antes de la guerra, cuando nada parecía acercar a estos dos hombres y sus obras. La primera vez que Char oyó hablar de Camus, el poeta estaba en el maquis de Céreste. Un visitante le había llevado un ejemplar de El extranjero. Pero aquel fue un encuentro fallido, ya que, como Char reconoció mucho después, las circunstancias no se prestaban a concederle al libro de un desconocido el espacio propicio a la ensoñación. En su posfacio a «La posteridad del sol» recuerda haber recorrido la novela sin que le «hubiese dejado una profunda impresión». Y, sin embargo, el río que compartirían ya había empezado a correr. Nos serviremos de algunas imágenes para seguir su curso.

    En el panfleto «No visitéis la exposición colonial», firmado, entre otros, por René Char, se reivindican los mismos principios que Camus defenderá años después desde las páginas del diario Alger républicain. El 9 de febrero de 1934, Char participó en las manifestaciones de protesta por los disturbios que tuvieron lugar el 6 de febrero a raíz de los desfiles organizados por las Ligas de extrema derecha. Aquellas contramanifestaciones dieron origen a un movimiento que acabó cristalizando en el Frente Popular. Por su parte, Camus se afilió al Partido Comunista en 1935 (que abandonó en 1937, tras constatar que la lucha contra el colonialismo había dejado de ser una prioridad para el partido). En 1936 fundó el Teatro del Trabajo, y el siguiente año participó en la creación de la Casa de la Cultura de Argel y apoyó el proyecto Blum-Violette. Los artículos que desde 1938 publicaba en Alger républicain le valieron un exilio forzoso, lejos de Argel, en enero de 1940. En tiempos de violencia política (baste recordar el saldo de heridos y muertos que arrojaban las manifestaciones, el clima de violencia en la Italia fascista y la Alemania nazi y, a partir de 1936, la guerra civil española), el compromiso con una causa suponía no solo la insumisión ante lo inaceptable, sino también la asunción de actos de valor físico. Por lo demás, la guerra en España aceleró notablemente la cascada de desgracias que caracterizarían esos años. Es posible que Camus no leyera en 1937, cuando fue publicado, el poema dedicado a los niños españoles con el que comienza Cartel para un camino de escolares en el momento de su publicación, en 1937, pero es innegable que el espíritu de sus versos coincidía con el suyo. De hecho, lo que en esos años compartían estos dos creadores era un tipo de compromiso y unos posicionamientos que eran el reflejo de lo que sostenían y defendían en sus respectivas obras, aún en pleno desarrollo. Aquello era una «propedéutica» de la historia, para decirlo con Camus, que preparaba el terreno a la Resistencia. Más que con la obra de arte, la relación con la política los había acercado antes de conocerse. Camus denunciaba los engaños y la cobardía de los políticos (también en lo referido concretamente al colonialismo), señalaba las contradicciones entre principios y acciones y reivindicaba la coherencia y el respeto general. En cuanto a Char, su punto de partida era la rebeldía, la insurrección individual, indispensable para redescubrir y reconquistar la libertad personal.

    Durante la guerra, los dos sufrieron la muerte de un amigo que también había sido creador y, por añadidura, poeta. Camus escribió el prefacio a la edición de las Poesías póstumas de René Leynaud, y Char el que acompañó la publicación de los poemas de Ma faim noire déjà, de Roger Bernard, compañero de maquis que murió asesinado ante sus ojos. En este marco, «Misivas a Francis Curel», de Char, es un texto fundamental para comprender el acercamiento de los dos hombres al finalizar la guerra. Publicado originalmente en el primer número de Empédocle, lo recorre la misma preocupación, común y urgente, que cobrará cuerpo, dos años después, en El hombre rebelde.5 ¿Cómo volver a la rutina «jornalera», después de haber «vivido y compartido la muerte violenta»? La desmesura de la época, simbolizada en el descubrimiento de los campos de exterminio y la irrupción de la destrucción nuclear, obligaba a replantearse la naturaleza del hombre, el sentido de la moderación, de lo nombrable y lo innombrable. La familiaridad del artista con unos límites que en su trabajo creador ha de rechazar o imponerse le otorga una especial idoneidad para formar en su uso a otros hombres. Jean Grenier recuerda en sus Carnets lo que Louis Guilloux decía de Albert Camus: «Habría podido ser un hombre de pura violencia, pero su ideal se oponía a su naturaleza».6 La violencia, «lo que de ciego e instintivo»7 hay en nosotros, debe ser llevada a un punto de equilibrio, so pena de caer en la libertad vacía del dictador o el servilismo ciego de sus «seguidores» y «cómplices». Se comprende, así, por qué la mención de Calígula en la primera carta de Char a Camus es un claro indicio de lo que era el «punto de contacto» entre los dos hombres. ¿Cómo «asumir» la desmesura de la época y la que cada quien lleva consigo sin caer en una especie de locura estéril y homicida? A esta pregunta, impuesta por la historia, la única respuesta se halla en el ejercicio paciente y paralelo del artista creando su obra. En «las tierras áridas del arte», sus pasos pueden conducirlo «al borde de la locura», pero es allí, enfrentado a su obra, donde el artista nos ofrece un refugio. Para Camus como para Char, no tiene ningún sentido separar la obra del compromiso; las dos realidades parten de un mismo impulso, y la salvación reside en la creación: «En nuestras tinieblas no hay un sitio para la Belleza. Todo el sitio es para la Belleza».8

    Pero antes del manantial está la tierra donde nace. René Char escribe:9

    En cuanto tuvo la certeza

    a punta de apretones de garganta

    dio paso a la palabra.

    Ella jugaba con revistillas de tres centavos.

    Él habló como quien mata

    la fiera

    o la piedad.

    Cuando la escritura no fluye «naturalmente» (la escritura es violencia, descuaje), también puede nacer del contacto con hombres que se expresan en una lengua poética, esos que René Char llamaba «los Transparentes». Pero la tarea del poeta consiste en «descuajar el poema de su errancia provincial y llevarlo al marco universal». El poema ha de hablar en nombre de todos. El niño de Névons dejó atrás un hogar receloso, la agonía y la muerte de un padre que apenas tuvo tiempo de conocer, las palizas de un hermano brutal, la indiferencia y la incomprensión a menudo hostiles de la madre, para encontrarse en medio de hombres casi siempre señalados con el dedo a causa de su forma de vida y pensamiento libres. El surgimiento de la poesía y su encuentro acontecen en un exilio a un tiempo impuesto y deseado.

    También en Camus aparece vinculada la escritura al silencio de la madre (un silencio sin reproche, en este caso, pero tan indiferente que provoca una mezcla de piedad, amor, admiración y temor), a la muerte de un padre que excluye toda posibilidad de imaginarlo(la) y al exilio lejos del mundo natal. Char es hombre de ribera, Camus lo es de orilla.10 Uno reconoce en los prados y riberas del Sorgue la patria del sufrimiento y la libertad, habitada por hombres «fuertes como robles y sensibles como pájaros».11 El otro recorre de punta a punta la orilla, entre los aromas de Tipasa y el viento seco del desierto, en Djémila, y «Transparentes» son para él los pueblos mestizos de Argel y de Orán. El exilio y la opción de la escritura imponen una tensión entre fidelidad y vitalidad. «Sí, existe la belleza, y existen los humillados. Sean cuales sean las dificultades de la empresa, querría no ser jamás infiel ni a la una ni a los otros», leemos en El verano.12

    Por el rigor de su vida y obra, estos dos hombres, estos dos artistas estaban condenados a la soledad, y, sin embargo, nunca estuvieron solos. Poco a poco descubrieron que compartían, para decirlo con una palabra de Char, un mismo «traspaís», una tierra originaria cuyo paisaje coincidía con el que rodeaba L’Isle-sur-la-Sorgue y, más allá, el Vaucluse, entre el monte Ventoux y el macizo de Luberon.


    Del primer encuentro se desprende el tono que irá tiñendo la amistad, y de él depende la transformación de una amistad en fraternidad. El encuentro de 1946 se produjo entre dos hombres, ciertamente, pero sobre todo entre dos inmensos artistas, muy diferentes y, sin embargo, avecinados por ese «río subterráneo» al que solo sus obras permiten aproximarse. La amistad se convierte entonces en una empresa de descubrimiento que trasciende a cada individuo y amplía el ámbito que cada uno ocupa como artista. René Char escribe, en una carta fechada el 3 de noviembre de 1951: «Pienso que nuestra fraternidad, que se manifiesta en todos los planos, va mucho más lejos de lo que los dos pensamos y aun de lo que sentimos».13 Y si, como confiesa Camus, «de repente se siente uno rodeado al estar al fin acompañado por unos pocos…»,14 la fraternidad en cuestión, hecha de admiración y conocimiento, es de las que permite respetar la soledad del creador. Pero, del mismo modo que «las ganas de escribir poemas se consuman solo cuando es posible pensarlos y sentirlos a través de muy contados compañeros»,15 las dudas que acompañan la realización de la obra necesitan del cayado que ofrece «el amigo que sabe y comprende, y que avanza al mismo paso».16

    FRANCK PLANEILLE

    NOTA SOBRE LA EDICIÓN

    La correspondencia entre René Char y Albert Camus apenas abarca una docena de años. Se veían con frecuencia (aunque menos de lo que los dos querían), lo que sin duda explica el carácter discontinuo de sus comunicaciones por escrito. A diferencia de Camus, Char fechaba sus cartas de tarde en tarde, una costumbre que se volvió más habitual a partir de 1956, cuando Camus se instaló a vivir en la rue de Chanaleilles, en París, en el inmueble donde vivía Char. Con frecuencia las notas de esta época llevan mención del día de la semana y poco más, de modo que ha habido que proceder a una reconstitución de las fechas. La primera parte de esta edición y la más copiosa se compone de cartas fechadas por sus respectivos autores o que ha sido posible ubicar con precisión en la cronología de la correspondencia. Como complemento a este corpus, ofrecemos un pequeño conjunto de cartas que ha sido posible distribuir por periodos, seguido de otro grupo no fechable. Los elementos relativos a las reconstituciones se indican entre corchetes y en cursiva. Siempre que ha sido posible, indicamos la dirección postal que figura en el sobre y la fecha del matasellos.

    En lo que concierne a la transcripción, hemos restituido los títulos que en los originales aparecen solamente indicados por sus iniciales y unificado la grafía. Los títulos se marcan en cursiva, salvo los de poemas y textos breves, que van entre comillas (por ejemplo, «L’Arrière-histoire du Poème pulvérisé»). Se han completado asimismo las abreviaturas de nombres de personas, personajes y lugares y de palabras corrientes, siempre que ello no prestara a confusión.

    No se indican los casos de texto añadido o tachado, poco numerosos y por lo general producto de puntualizaciones de la relectura.

    Las referencias a textos de René Char y Albert Camus, salvo excepciones, corresponden a las respectivas Obras completas publicadas por Gallimard en «Bibliothèque de la Pléiade» (ver «Orientación bibliográfica», al final del presente volumen).

    Los documentos originales de la correspondencia entre René Char y Albert Camus, salvo contados casos excepcionales, están conservados en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Francia y en el Centro Albert-Camus de Aix-en-Provence.

    [N. de la T.: En el cuerpo de las cartas hemos traducido los nombres de las obras de Camus y Char (estén o no traducidos) para no entorpecer la lectura. Puede consultarse en la bibliografía de la p. 305 las obras de Camus y Char traducidas al castellano.]

    AGRADECIMIENTOS

    El editor agradece a Catherine y Jean Camus y a Marie-Claude Char por haber hecho posible que esta edición resulte lo más completa posible. Madame Pia Engelberts, monsieur Jacques Polge y monsieur Pierre Leroy han facilitado el acceso a documentos con frecuencia inéditos y comunicado informaciones que han contribuido a enriquecer tanto el corpus de esta edición como su aparato crítico. El Centro Albert-Camus de Aix-en-Provence nos brindó una ayuda muy estimable, gracias a Marcelle Mahasela, cuyas competencias, disponibilidad y buen humor nos han sido de gran utilidad.

    Marie-Claire Roux-Planeille y Emmanuelle Fournier realizaron con rigor y fidelidad la transcripción no siempre fácil de los documentos. Gracias a Zette Montagnier, Jean-Pierre Roux, Andrée Fosty, Jean-Louis Meunier y Marie-Louise Taittinger ha sido posible aclarar algunas dudas muy importantes. Con su presencia y aliento, Giselle Nègre, Pierrette, Sabine y Thomas Planeille arroparon este trabajo, a veces delicado.

    Por último, Alban Cerisier se hizo cargo de la edición de este libro con sagacidad y constante afán de precisión, en favor tanto de a las obras de Albert Camus y de René Char como de sus lectores de hoy.

    CORRESPONDENCIA

    1946

    1. RENÉ CHAR A ALBERT CAMUS

    París, 1.º de marzo de 1946

    Estimado señor:

    Agradecería la ocasión de poder reunirme con usted.17 Me gustaría decirle de viva voz que coincido plenamente con su Calígula,18 además de manifestarle la afinidad que creo que existe entre nosotros.

    René Char

    René Char – 6 rue Victorien Sardou, París, 16.º

    P. S. Estaré en París unos diez días más, después en el sur: L’Isle sur Sorgue – Vaucluse.

    2. ALBERT CAMUS A RENÉ CHAR19

    4 de marzo [de 1946]

    Estimado señor:

    También yo agradecería la posibilidad de vernos. Salgo de viaje la semana próxima.20 ¿Podría usted pasar por la NRF un día cualquiera de esta semana, sobre las 11 de la mañana?

    Si esto no le conviniera, indíqueme lugar y día por correo neumático, siempre que sea a esa misma hora. Aprovecho la oportunidad para agradecerle su autorización a la publicación de su libro en mi colección. Quedé prendado de sus Hojas de Hipnos.21

    Hasta entonces, reciba mi aprecio y estima,

    Albert Camus

    3. RENÉ CHAR A ALBERT CAMUS

    Lunes [diciembre de 1946]

    Mi estimado Camus.

    He aquí la pequeña nota, por si su amigo Bloch-Michel22 pudiese hablar con alguien del gabinete del ministro de Justicia para poner fin al acoso del que son objeto las buenas gentes de Bajos Alpes.23

    Si ello le supusiera alguna molestia, no dude en decírmelo y no haga nada al respecto.

    Cordialmente,

    R. Char

    1947

    4. RENÉ CHAR A ALBERT CAMUS24

    22 de junio de 1947

    Querido Albert Camus:

    Los que disfrutan llamando a los agujeros de la pared decorados con barrotes los caminos del futuro y a su corazón de pedernal las arterias del hombre, me temo que, tras leer La peste,25 tendrán que renunciar a sus ilusiones. Ha escrito un libro muy grande. Los niños pueden crecer tranquilos, respirar las quimeras.

    Los «esquivos» volverán a su indiferencia. Es usted muy necesario en esta época.

    Reciba mi más cordial admiración.

    René Char

    5. ALBERT CAMUS A RENÉ CHAR26

    [Le Panelier,] 30 de junio [de 1947]

    Querido René Char:

    Su carta me ha dado una gran alegría. Son contados los hombres en los que admiro tanto el lenguaje como su actitud, y es usted uno de ellos. Y es que es usted el único poeta que

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