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Contra Valls: La historia de un aventurero que quiere reinar en Barcelona
Contra Valls: La historia de un aventurero que quiere reinar en Barcelona
Contra Valls: La historia de un aventurero que quiere reinar en Barcelona
Libro electrónico154 páginas1 hora

Contra Valls: La historia de un aventurero que quiere reinar en Barcelona

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Mucha gente se pregunta por qué Manuel Valls intenta ser el alcalde de Barcelona, él, que en 2016 luchaba para llegar a ser el presidente de la República Francesa.
Rechazado por los socialistas y la izquierda, humillado por Emmanuel Macron, abandonado por los que eran sus "amigos", no le queda ningún espacio político en Francia.
Ahora busca un nuevo terreno de juego para dar salida a sus orientaciones políticas, ignoradas masivamente por los franceses: bonapartismo, liberalismo, autoritarismo y apoyo al Estado-nación "único e indivisible".
Noël Mamère y Patrick Farbiaz analizan en Contra Valls, con todo el rigor, la trayectoria ideológica y política del ex primer ministro francés, y explican con detalle las claves de lo que designan como el "método Valls".
Para esta edición, los autores han escrito expresamente dos capítulos finales en los que se interrogan sobre las razones de un exilio y dan las pautas para entender a qué intereses sirve el nuevo inquilino de la calle París de Barcelona.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 feb 2019
ISBN9788417611125
Contra Valls: La historia de un aventurero que quiere reinar en Barcelona

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    Contra Valls - Noël Mamère

    nombres

    Contra la izquierda

    que claudica

    Josep Ramoneda

    El día en que Manuel Valls anunció su candidatura a la alcaldía de Barcelona, un amigo francés me mandó este mensaje: «Próxima etapa, Andorra». La aventura española de Valls es una consecuencia de su fracaso francés. Y digo aventura española —y no catalana— por dos razones: porque el propósito de Valls es utilizar la plataforma de Barcelona para ganarse un sitio en toda España, de la mano de Ciudadanos; y porque su proyecto es en clave española: hacer el trabajo que, según él, por dejadez, las élites catalanas no han sido capaces de afrontar, es decir, liberarlas de los independentistas y de los comunes.

    Si Valls no hubiera fracasado en Francia, hoy no ­estaría aquí. Y por eso es interesante reseguir lo que pasó al otro lado de los Pirineos para que una carrera laboriosamente construida durante treinta años haya tenido un final tan abrupto con una huida tan inesperada. Y eso es lo que hacen Noël Mamère y Patrick Farbiaz, dos militantes ecologistas franceses de larga trayectoria, el primero de ellos diputado durante veinte años en la Asamblea Nacional por Los Verdes, que no solo han seguido la trayectoria de Manuel Valls, sino que han vivido la confrontación política con él.

    Contra Valls reconstruye con detalle el proceso de construcción de un liderazgo autoritario y arrogante que evoluciona rápidamente hacia la asunción de los tópicos ideológicos y morales del neoconservadurismo, que asume la sumisión a la ortodoxia neoliberal más estricta (el libro recoge una cita extraordinaria de Serge Dassault, una de las grandes fortunas de Francia y director de Le Figaro: «Debo deciros que estamos muy contentos con su acción. […] Por eso cuenta con el apoyo de un periódico conocido por todos») y que erige en su guía el simplismo, el juego binario de buenos contra malos, siempre basándose en la descalificación y trasladando todos los problemas al campo de la intransigencia y del orden público. Así fue como alcalde, como ministro del Interior y como primer ministro francés, asumiendo por completo la agenda del Frente Nacional contra la inmigración y, con la complicidad del presidente François Hollande, convirtiendo la lucha contra el terrorismo yihadista en un discurso de guerra de civilizaciones.

    Si en un primer momento, sobre todo cuando era ministro del Interior, una parte de la sociedad compró su discurso autoritario en tiempos de desconcierto, poco a poco el desbarajuste del gobierno socialista, su estilo —en que la arrogancia evidenciaba la ausencia de autoridad carismática—, su falta de empatía y su menosprecio por las desgracias de los ciudadanos, su asunción de los tópicos neoliberales sobre la autosuficiencia del individuo único responsable de sus desdichas, todo ello adornado por la reprobación moral de la cultura de la excusa, fueron desluciendo su figura. Valls abandonó el gobierno para ganar distancia respecto del barullo que él mismo había creado y se presentó a las primarias socialistas para la elección como presidente de la República. Ya era tarde. Parece que no captó el profundo malestar que su política y su evolución ideológica, decidido como estaba a liquidar el patrimonio cultural del Partido Socialista, habían provocado en la militancia. Se imaginaba candidato por aclamación y perdió ante Benoît Hamon. En el resentimiento por la derrota dio el paso definitivo: dejó el Partido Socialista y llamó a la puerta de En Marche! No lo quisieron. Solo le hicieron la concesión de no presentar candidato contra él en su circunscripción.

    En tierra de nadie, aprovechó el conflicto soberanista para caer en Cataluña, invitado a colaborar con el bloque contrario al independentismo. Con una ventaja importante: llegó ya sin camuflaje, perfectamente anclado a la derecha, cumplido ya su tránsito ideológico, para intentar capitalizar el voto españolista a hombros de Ciudadanos. En mayo sabremos cómo sigue la historia: ¿final de la aventura o nueva etapa?

    Valls, fiel a su obsesión de diluir el proyecto y el patrimonio político de la izquierda, apela a un consenso entre PP, Ciudadanos y PSOE, para aislar a Vox, Podemos y al independentismo. La ignominia que representa colocar en el mismo plano el neofranquismo de Vox, los intentos de renovación democrática surgidos a la izquierda del PSOE y un movimiento pacífico de amplio espectro, que reivindica la autodeterminación, como el independentismo, indica muy claramente la intención de Valls: arrastrar al PSOE, como hizo con el Partido Socialista francés, hacia el espacio neoliberal-­conservador, aislándolo de la izquierda y destruyendo así cualquier opción alternativa a la hegemonía de la derecha.

    Por eso, más allá de la trayectoria personal de Valls, lo que más me interesa del libro de Noël Mamère y Patrick Farbiaz es cómo a través de su figura reconstruyen la crisis y la evolución de una izquierda que no encuentra su lugar en un mundo en gran mutación, culminando un proceso de desarraigo ideológico y social que comenzó cuando Tony Blair y compañía asumieron el consenso de Washington y la socialdemocracia se descafeinó hasta volverse irreconocible. El subtítulo de la edición francesa —«Respuesta a los neoconservadores»— es tan importante como el título Contra Valls, escogido por ser este personaje el prototipo de dicha evolución «iliberal» y antisocial de una parte del socialismo. La actualidad de Valls lo hace pues oportuno, pero el título del libro podría haber sido perfectamente Contra la claudicación de la izquierda. Y esta es la cuestión importante, que sea cual sea el destino de Valls seguirá vigente.

    Los autores expresan la necesidad de construir un nuevo relato, que permita a la izquierda recuperar la conexión perdida con las clases populares y la capacidad de incidir en el debate público después de que gran parte de la intelectualidad haya pasado al otro lado asumiendo el discurso contra la inmigración y el sacrificio de libertades contra el terrorismo, así como la asunción acrítica del status quo económico y de la agotada tecnocracia europea. Del «yo» de Valls al «nosotros»; esta sería la consigna. De una sociedad de individuos aislados —en lucha a muerte por la supervivencia— a una reconstrucción de los espacios comunitarios. Con especial sensibilidad por los tres principales discursos emancipadores existentes hoy en escena: el ecologismo, el feminismo y la denuncia de unas políticas inhumanas que dejan morir a miles de personas en el Mediterráneo —los parias del mar— para acallar los miedos y satisfacer las bajas pasiones de una parte de la ciudadanía. El caso Valls es el ejemplo de una deriva alarmante. Valls pasará, pero, si la izquierda no despierta, estaremos cada vez más cerca del autoritarismo posdemocrático, que políticas como la suya favorecen por acción y por omisión. Hay que defender la libertad antes de que la democracia complete la mutación hacia el autoritarismo.

    Introducción.

    Derrota del pensamiento,

    decadencia de la izquierda

    Lunes, 16 de noviembre de 2015: tres días después de la masacre de la sala de espectáculos Bataclan de París, François Hollande, presidente de la República Francesa, convoca una sesión del Parlamento en Versalles. Francia está perpleja, aplastada por el peso del símbolo que representan los jóvenes asesinados a sangre fría mientras tomaban copas en una terraza o esperaban para ver un concierto. «Podrían haber sido mis hijos» es la frase que los padres se repiten sin parar, horrorizados. Tienen miedo. Todo el mundo tiene miedo. Ante tal barbarie, el poder no puede quedarse impasible. Hay que encontrar una respuesta política a la altura del drama. Tomar una decisión que muestre determinación y tranquilice a los franceses. Golpear fuerte. Por eso nos reunimos en Versalles.

    No falta ningún senador ni ningún diputado. Aquí, los acabados de oro brillan menos que en el Palais Bourbon, sede de la Asamblea Nacional, y el rojo encarnado del terciopelo se ha vuelto púrpura. Ocupamos las filas por orden alfabético y así descubrimos a colegas cuyos nombres ni conocíamos. Esperamos al presidente en un silencio que, dadas las circunstancias, se acerca al recogimiento. Su tardanza añade tensión al ambiente. Al pie de la tribuna desde donde se dirigirá a los «representantes de la nación», su primer ministro, Manuel Valls, permanece inmóvil. Sabe que las cámaras lo vigilan.

    La puesta en escena «republicana» es perfecta. Fran­çois Hollande, la viva imagen de la solemnidad y el rigor, se dirigirá al país en el papel de padre de la nación. En momentos como este, uno no puede permitirse ti­tubear, sobre todo cuando se busca el efecto sorpresa. Y Hollande no duda cuando anuncia la constitucionalización del estado de emergencia y la privación de nacionalidad para los binacionales autores de actos terroristas. Este estado de emergencia durará dos años y será sustituido por la ley antiterrorista proclamada durante la presidencia de Emmanuel Macron el 31 de octubre de 2017, perpetuando varias medidas propias del estado de excepción.

    Sin apenas tiempo para pensar en lo que acaban de anunciarles —tampoco han tenido tiempo para hacerlo—, los diputados y senadores se levantan y ovacionan a Hollande, que acaba de reciclar en directo una antigua obsesión de la extrema derecha en nombre de la «guerra contra el terrorismo». Después entonan La marsellesa al unísono.

    De vuelta a París o a sus respectivas regiones, ya superada la emoción del momento, numerosos diputados y algunos senadores se dan cuenta de la gravedad de la poción que les han administrado. Es amarga para todos nosotros, hombres y mujeres de izquierdas. Ya estamos bastante desorientados por el gobierno de esta legislatura, en que se comenzó luchando contra el poder finan­ciero para luego someternos a la patronal Medef.

    En 2014 todo el mundo lloraba a Rémi Fraisse, el joven militante ecologista asesinado en

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