Sherlock Holmes: La Colección Esfinge
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SHERLOCK HOLMES: LA COLECCIÓN ESFINGE. Tres Misterios de Sherlock Holmes en Un Libro.
HISTORIA UNO. El Misterio de la Tumba Envenenada
––Ah, buenos días, John. Si no nos damos prisa, entonces nos perderemos la revelación del sarcófago.
Se levantó de un salto, sintiéndose mucho mejor que yo, y me siguió hasta mi propia habitación para que yo pudiera cambiarme.
Había una gran multitud que había acudido para ver la tumba. Holmes y yo nos abrimos camino entre ellos. Noté que Ini nos estaba mirando atentamente. El señor y la señora Fairfax estaban de pie en el túnel con alguien del Departamento de Antigüedades. Nos habían estado esperando. Los cinco nos abrimos camino por el túnel y volvimos a la tumba. No podía esperar a ver si de verdad había un faraón en la siguiente habitación.
HISTORIA DOS: El Caso del Espejo Roto
El bombero había visto un esqueleto vistiendo un frac, y cuya cabeza estaba en llamas. Yo estaba profundamente preocupado por la joven desaparecida. Si se la había llevado el fantasma de la ópera, ya fuera de carne y hueso o un espíritu, ¿qué destino le depararía si ella rechazaba su "amor"? Todas las preocupaciones fueron eliminadas de mi cabeza momentáneamente cuando un repentino chillido resonó por el teatro de la ópera.
––¡No puedo creerlo! ¡Yo! ¡Una sospechosa!
HISTORIA TRES: El Misterio de la Novia Sin Rostro
La novia no portaba rosas marchitas, pero su vestido nupcial estaba rasgado y quemado. Sus piernas desnudas, agujas desnutridas, se tambaleaban sin ritmo. El velo colgaba bajo sobre su rostro. Yo tenía mi pistola; sin embargo, no pude disparar. Si era un fantasma, la bala la atravesaría con seguridad; si era de carne y hueso, entonces le estaría disparando a una mujer. Sus manos, las uñas largas y rotas, levantaron el velo. ¡Su rostro! Incluso en la oscuridad podía ver su ruina. Los ojos habían sido arrancados de sus cuencas, la nariz estaba hundida; todo lo que quedaba era la boca. Delgados labios derretidos se separaron para revelar marrones dientes rotos.
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Sherlock Holmes - Pennie Mae Cartawick
SHERLOCK HOLMES
La Colección Esfinge
por
Pennie Mae Cartawick
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Las historias contenidas en este libro son obras de ficción. Nombres, personajes, lugares, e incidentes son producto de la imaginación de la autora o están usados de modo ficticio. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, sucesos, o lugares es pura coincidencia.
Copyright 2019, todos los derechos reservados. Primera edición en eBook
Traducido del Original por Cinta Garcia de la Rosa
http://cintagarcia.com
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Tabla de Contenidos
Aviso
SHERLOCK HOLMES: El Misterio de la Tumba Envenenada
SHERLOCK HOLMES : El Caso del Espejo Roto
SHERLOCK HOLMES : El Misterio de la Novia Sin Rostro
Acerca de la Autora
Libros por Pennie Mae Cartawick
SHERLOCK HOLMES: El Misterio de la Tumba Envenenada
00005.jpgLa primera vez que oí que Holmes y yo íbamos a viajar a Egipto fue cuando mi amigo dejó sobre la mesa del desayuno, entre el té y las tostadas, una maleta con mi ropa. Ahora íbamos montados a caballo, el calor abrasador cayendo sobre nuestros rostros. Me limpiaba constantemente la frente con un pañuelo y me sentía atónito al ver que Holmes no estaba afectado para nada. Ladeó la cabeza como si hubiera una suave brisa y me dijo alegremente: ––Alégrese, colega, usted me prescribió unas vacaciones.
––Yo me refería a un fin de semana en el campo, ¡no en un desierto abrasador!
––¿La fría y húmeda Yorkshire con lo único intrigante siendo un caso de robo de ovejas? ––Holmes sonrió para sí. ––¿No se siente excitado? Los artefactos egipcios son mucho más fascinantes en su hábitat que encerrados en un polvoriento museo o en una colección privada.
Nuestro destino era una excavación arqueológica en el Valle de los Reyes. Parecía haber más americanos y británicos en Egipto que egipcios. El furor de únicos y caros artefactos había pasado como un ciclón entre las clases superiores. Aquellos con dinero pagaban a profesores y a sus ansiosos estudiantes para que rastrearan las interminables dunas de arena. Los artefactos que yo había visto en el museo habían sido increíbles: broches de escarabajo y jarras con tapones de cabeza de perro.
––Casi hemos llegado. Watson, mire, puede verles desde aquí.
Forcé la vista y vi las figuras encorvadas de los trabajadores egipcios que habían sido contratados para cavar. Mientras nos acercábamos vi turbantes y túnicas ondear con sus movimientos. Había un hombre que se paseaba entre ellos. Tenía los brazos cruzados y sujetaba una larga tira de cuero. Supuse que debía ser el capataz. Nos observó con una expresión incalculable.
A una pequeña distancia, habían montado una pequeña tienda. Cuando nos detuvimos y descendimos, un pequeño hombre vivaz apartó las cortinas y salió a zancadas. Sus brazos estaban bien abiertos en un gesto de bienvenida, un fez sujeto en cada mano y un tercero posado sobre su rizada cabeza mientras soltaba un resonante: ––¡Bienvenidos a Egipto!–– Y el americano prestamente colocó un fez en nuestras cabezas. ––No se parece en nada a su hermano, señor Holmes ––apuntó el hombre.
––De lo cual me alegro ––respondió Holmes mientras le estrechaba la mano al hombre. ––Watson, este es Benjamin Fairfax, un colega del trabajo de Mycroft.
––Colega retirado del trabajo, en realidad. No pude lidiar con ello como Mycroft. Ahora entren. Conozcan a mi esposa.
La esposa de Fairfax era una belleza de pelo oscuro con una complexión de mejillas sonrosadas. Estaba sentada a una mesa pequeña con té y bollos. La mujer se abanicaba con un abanico oriental, su pelo suelto flotando alrededor de su rostro por la intensidad de sus movimientos al abanicarse mientras observaba a los trabajadores. Podía verse a los hombres fuera a través de las cortinas de fina muselina.
––Buenos días ––nos sonrió y continuó mirando sus vagas figuras. ––Hay té para ustedes sobre la mesa ––murmuró distraídamente.
––Esta es Jane––. Fairfax se inclinó y la besó en la mejilla. ––Fue ella quien sugirió que le pidiera que viniera aquí.
Había dos asientos preparados para nosotros y nos sentamos. Cogí las dos tazas y le di una a Holmes, quien rápidamente la devolvió a la mesa. Entonces se quitó el sombrero y empezó a juguetear con la borla. ––Sentía curiosidad sobre por qué querían mis servicios.
Por supuesto que esto no eran unas vacaciones. Holmes había encontrado otro caso.