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El Chihuahua
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Libro electrónico170 páginas2 horas

El Chihuahua

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A pesar de su reducido tamaño, el chihuahua es un perro de gran valentía y arrojo, inteligencia considerable y una limpieza y comportamiento intachables.
Su origen parece remontarse al antiguo México, donde los aztecas lo consideraban animal de compañía.
¿Cómo debe ser su temperamento? El estándar de la raza responderá a esta y otras preguntas.
En este libro le explicamos cuándo y cómo debe escoger el cachorro, qué educación debe darle, cómo cuidarlo, alimentarlo y acicalarlo y, en el caso de que desee tener algunas crías, todo lo necesario sobre la reproducción.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ago 2018
ISBN9781644615331
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    El Chihuahua - Licja Berlingeri Lanza di Mazzarino

    oficial

    Prólogo

    En estos últimos años la cinofilia ha experimentado una transformación considerable. El número de personas que siente la necesidad o el deseo de tener un perro, y además de raza, es cada vez mayor. El perro ya no se considera como una ayuda para determinadas funciones, sino como un amigo con el cual se pasan las horas libres y se vive una experiencia distinta, en una estrecha relación entre hombre y animal.

    Para satisfacer las exigencias de un número cada vez más elevado de lectores, el editor ha considerado oportuno crear esta nueva colección, titulada «Perros de raza», paralela a la ya existente y que quiere informar de una manera más directa e inmediata a través del texto y las ilustraciones.

    El chihuahua es el perro más pequeño que existe y para darse cuenta de ello no hace falta compararlo con un san bernardo. Hay ejemplares que pesan menos de un kilo; tienen la cabeza globosa y con los ojos ligeramente prominentes, típicos de las razas enanas.

    Pese a sus dimensiones, es un perro de carácter fiero, vigilante y atento dispuesto a dar la alarma ante cualquier ruido extraño. Sus reducidas dimensiones le convierten en el perro de compañía por excelencia, fácil de transportar a todas partes. Goza de una gran difusión en Estados Unidos y en Gran Bretaña, si bien en España es todavía muy raro verlo.

    Los autores son la condesa Licja Berlingeri Lanza di Mazzarino, criadora de la raza con el afijo Brusuglio y una persona de gran prestigio en la cinofilia internacional, y Alberto Marengoni que, además de elaborar los dibujos, ha escrito esta obra en la que se exponen los conocimientos de la condesa y se narran sus experiencias como criadora.

    En este libro se tratarán los distintos aspectos de la raza, desde los orígenes y difusión hasta las características morfológicas y comportamentales. También se tendrán en cuenta todos aquellos consejos útiles acerca de la cría y el mantenimiento de un chihuahua. El texto específico sobre la raza se ha completado con capítulos más técnicos de carácter genérico referentes a la comunicación —a cargo de Marina Verga—, así como a la reproducción, la salud y la higiene, elaborados por Giovanni Falsina, médico veterinario que se dedica a los perros desde hace muchos años.

    Para concluir, el editor desea agradecer la colaboración de todas aquellas personas que han facilitado material fotográfico para hacer más agradable la lectura.

    El director de la colección

    LUIGI GUIDOBONO CAVALCHINI

    Introducción

    Cuando era adolescente, después de una larga guerra psicológica conseguí arrancar a mis padres el permiso para comprar el tan anhelado perro. Inmediatamente se planteó el dilema de la elección de la raza.

    Dado que aquel deseo ya hacía varios años que duraba, había tenido todo el tiempo del mundo para documentarme. Mientras mis compañeros coleccionaban cromos de futbolistas, yo leía todos los libros de temática canina que pasaban por mis manos, y así pude adquirir unas buenas nociones sobre las diferentes razas.

    Las largas reflexiones, elaboradas leyendo por enésima vez mi pequeña biblioteca, me habían llevado a la siguiente disyuntiva: la elección entre un baset alemán de pelo duro y un spinone italiano. Aunque la razón me encaminaba al manejable baset, la atracción que ejercía en mí aquel gran perro blanco acabó imponiéndose. Así fue como un buen día me encontré compartiendo mi vida con un perro tan maravilloso como, en ocasiones, embarazoso.

    Cuando más tarde decidí dar el salto cualitativo que representa la cría, mi elección recayó en los terrier, primero en los fox y actualmente en los cairn.

    A veces pienso que si sigo evolucionando en esta dirección, tarde o temprano me encontraré en casa con un chihuahua.

    Bromas aparte, es innegable el hecho de que el neófito se siente irremediablemente atraído por las razas más llamativas (de talla grande o de pelaje largo). Por otra parte, también es cierto que los perros pequeños y poco exigentes presentan innumerables ventajas para el propietario en una sociedad en donde el espacio representa siempre un problema.

    De hecho, al aumentar mi bagaje de conocimientos y al evolucionar mis gustos, no tardé en superar aquella fase un poco infantil, en la que la imagen de un perro majestuoso me proporcionaba una protección virtual y me daba seguridad, para dar paso a una relación más personal e íntima con mis perros, a quienes, al contrario que antes, doy «protección».

    Desgraciadamente, en muchos países existe una cierta reserva, en la mayoría de los casos inmotivada, en lo que respecta a los perros toy, que se consideran como perros «de señora», malcriados y un poco histéricos, lo cual demuestra lo fácil que resulta confundir la cantidad con la calidad.

    El chihuahua ha gozado hasta el momento de una popularidad relativa, más fundada en su talla digna del libro Guiness que en su carácter y aptitudes, que le convierten en un perro de paladares finos. El problema no es que su tamaño sea necesariamente un factor negativo para la salud de la raza. Más bien es un malentendido que impide que muchas personas puedan disfrutar de este perrillo que es todo cerebro.

    Orígenes e historia

    Al hablar de una raza de orígenes tan remotos y geográficamente tan lejanos, es fácil dejarse deslumbrar por hipótesis demasiado fantasiosas y que carecen de una sólida documentación histórica. En no pocas ocasiones el mismo documento iconográfico ha aparecido en diferentes textos como la representación del ancestro de razas muy diferentes. Otro motivo que induce a una cierta cautela es la convicción de que, con excepción de situaciones muy específicas y limitadas a algunos documentos históricos, la cría canina se haya desarrollado por motivos de utilidad y no sea fruto de la casualidad.

    Más allá de estas consideraciones es innegable que la fascinación por una determinada raza está estrechamente relacionada con la imagen que esta puede evocar y que, si el patrimonio cinófilo de cada civilización puede considerarse como un componente de su historia, es indispensable conocerla para apreciar plenamente las peculiaridades de la raza en cuestión.

    Debemos decir que, a falta de fuentes fidedignas, aceptaremos la hipótesis que sostiene el origen mexicano del chihuahua, ya que la Federación Cinológica Internacional, a la cual está afiliada la RSCFRCE, atribuye a México no sólo la paternidad, sino también la tutela de la raza. Chihuahua es también el nombre de una importante ciudad mexicana, capital de una región limítrofe con Estados Unidos.

    Pese a todo, tiempo atrás se formularon otras hipótesis. Una de ellas pretendía que estos pequeños perros eran originarios de la cuenca mediterránea, y más concretamente de la isla de Malta, y que llegaron a América central acompañando a los conquistadores.

    Según otra teoría basada en algunas analogías con el china crested, la raza procedería de China y se habría extendido por el mundo después de una larga migración a través del estrecho de Bering. Sin embargo ambas hipótesis parecen bastante improbables, porque no se explica cómo un perro tan particular habría desaparecido de los países mediterráneos para encontrar mejor suerte en territorios menos hospitalarios, o cómo y por qué motivo, habida cuenta de sus características físicas, habría llevado a cabo una migración de tal magnitud, sin dejar ningún rastro de su paso. Es comprensible que el parecido con el oloitzcuintle o perro desnudo mexicano pueda inducir a sugerentes hipótesis de relaciones entre civilizaciones geográficamente tan lejanas, aunque en este caso la característica peculiar de estas dos razas podría atribuirse con mayor verosimilitud a mutaciones relacionadas con determinadas condiciones climáticas.

    Para no retroceder excesivamente en el tiempo, tomaremos como referencia una fecha que para nuestra cultura occidental tiene un gran valor simbólico: el año 1000.

    En aquella época, en América Central termina la etapa clásica de la civilización maya, que junto a la de Teotihuacán dominaba en aquellas regiones desde hacía unos 3.000 años, alcanzando el máximo esplendor alrededor del año 500 d. de C., después de la decadencia de los antiguos olmecas. La economía de aquellos pueblos estaba vinculada a la actividad agrícola (maíz, pimientos, frijoles), a la artesanía de la madera y a la elaboración de instrumentos con obsidiana.

    La civilización de Teotihuacán, que desapareció por razones desconocidas hacia el 750 d. de C., desarrolló una intensa actividad artesanal y una importante capacidad constructiva, basada especialmente en el culto funerario. En la capital que lleva este mismo nombre, emplazada en el Golfo de México, se encuentra una extensa área arqueológica, el Valle de los Muertos, donde hay más de 75 templos en forma de pirámide.

    A partir del siglo XI la civilización maya inicia una lenta pero inexorable retirada de la península de Yucatán, para ceder la hegemonía a una nueva población, originariamente nómada y dedicada a la caza, procedente de regiones más septentrionales: la tolteca. A ella, que por el año 850 había fundado la ciudad de Tula, considerada una de las capitales de América central más antiguas, se atribuye la construcción de las pirámides de Cholula, en las que aparecen esculpidas unas figuras que algunos consideran el testimonio más antiguo de la presencia de perros pequeños parecidos al chihuahua. Sin embargo, Thelma Gray, en su obra The Popular Chihuahua publicada en 1961, sostiene que anteriormente los indios mayas «ya tenían un perro pequeño conocido como el techichi. Los historiadores lo describen como un perro pequeño y gordo, sin más».

    En el siglo XII, los toltecas, a su vez presionados por otras poblaciones procedentes del norte, probablemente las tribus chichimecas, se trasladaron al sur de la península de Yucatán, en donde se integraron con los mayas.

    Un siglo después, siguiendo la corriente migratoria que ha caracterizado hasta ahora la historia de esta región del continente americano, otro pueblo se estableció en el territorio mexicano: el azteca.

    En su larga marcha, los aztecas también tuvieron que enfrentarse con tribus que se habían instalado en la ciudad de Tula y en las regiones adyacentes. Durante este periodo de conflictos, los nuevos habitantes fundaron en una isla del lago Texcoco la ciudad de Tenochtitlán, que más tarde fue la actual Ciudad de México.

    A principios del siglo XV, los aztecas ocupaban un vastísimo territorio entre el Atlántico y el Pacífico, poblado por 2,5 millones de habitantes,

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