El Hombre De Los Zapatos Rojos: Diario De Un Inmigrante
Por Carlos Vanegas
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When comingto the UnitedStates in searchof the American dream,everyone reachesitin different ways.Each caseis different,but in the endallthose of us who come tothe UnitedStatescomein the hopeof reaching adream thatwas deniedto us in ourcountry of origin.A dreambecomes a realitywhen we reachour goalssuccessfully.Butwhile somesucceed, othersneverreach theirgoals; their hopes areshatteredand they are forced to face one of theirworstdefeats.
Ever since I moved to the UnitedStates, my life hasbeen so intenseand deep.A life full ofups and downs,oflight and darkness, just likethe contraststhat exist inmy photographs.Driven bythenostalgiabrought on by mylonelinessI relive themoments spent away frommy country, moments that are even more valuable because of my time spent in New York.InMiamiBeachIalmosttouchedthe sky withmy fingertips...My storyis the storyof the American dream,the immigrant whocomes to Americain search ofa better life,the story ofan artist whofinds his voice,the story of aman whohad to leaveColombiato becomethe man he alwayswanted tobe. "
Carlos Vanegaswww.carlosvanegas.com
Carlos Vanegas
“Cuando se viene a los Estados Unidos en busca del sueño americano, siempre se llega a él de diferentes maneras. Cada caso es diferente, pero al final todos los que llegamos a vivir a Estados Unidos venimos con la esperanza de alcanzar ese sueño que nos fue negado en nuestro país de origen. Un sueño que se hace una realidad cuando alcanzamos con éxito nuestros propósitos. Pero mientras unos triunfan, otros jamás alcanzan sus metas y en la carrera destrozan sus esperanzas y se ven frente a frente con la peor de las derrotas. Mi vida desde que comencé a vivir en los Estados Unidos ha sido tan intensa como profunda. Una vida llena de altos y bajos, de claros y oscuros como los contrastes que hay en mis fotografías. Llevado por la nostalgia que me produce la soledad, a mi memoria llegan esos momentos vividos fuera de mi patria, tiempos que cada día cobran mayor valor por lo que han sido mis vivencias en Nueva York. En Miami Beach casi toqué el cielo con las yemas de mis dedos... Mi historia es la historia del sueño americano, del inmigrante que llega a Estados Unidos en busca de una vida mejor, la historia de un artista que encuentra su voz, la historia de un hombre que tuvo que dejar Colombia para convertirse en el hombre que siempre quiso ser”.
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El Hombre De Los Zapatos Rojos - Carlos Vanegas
© 2013 by Carlos Vanegas. All rights reserved.
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Published by AuthorHouse 10/25/2013
ISBN: 978-1-4817-2428-9 (sc)
ISBN: 978-1-4817-2429-6 (hc)
ISBN: 978-1-4817-2430-2 (e)
Library of Congress Control Number: 2013909303
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El hombre de los zapatos rojos
Correción de estiloy edición final Andrea Montejo
Primera edición de texto Margarita Cepeda
Scanner de fotos Mireya Burgos C.
Concepto editorial Carlos Vanegas
Fotos Generales CVC Multimedia
CONTENIDO
Prefacio
Capítulo 1: Washington Heights
Capítulo 2: Harlem
Capítulo 3: Lower East Side
A La Conquista De La Gran Manzana:
Instantes
Agradecimientos
Créditos Fotográficos
A la memoria de mi hermano Moisés Darío y a
quienes luchan por alcanzar sus sueños…
PREFACIO
Cuando se viene a los Estados Unidos en busca del sueño americano, siempre se llega a él de diferentes maneras. Hay quienes arriban con ciertos recursos, gracias a sus ahorros y a la venta de sus propiedades. Estos recursos se menguan con el cambio del dólar, sin embargo permiten alguna adaptación y posición social inmediata. Hay quienes aterrizan protegidos por una visa de trabajo o un asilo político, y casi inmediatamente pasan a ser parte del mercado laboral. Otros se disfrazan de turistas, logran pasar los controles, y saliendo del aeropuerto se dan cuenta que la vida en USA no es color de rosa, pasan por todas las penurias y humillaciones hasta que un día la providencia y la astucia los legaliza logrando tal vez convertirse en piezas prósperas del sistema. Por último, existen aquellos tristemente llamados mojados que arriesgando sus vidas y dejándolo todo intentan penetrar las fronteras de los Estados Unidos, perdiendo muchas veces su vida en el desierto y nunca alcanzando su objetivo.
Cada caso es diferente, pero al final todos los que llegamos a vivir a Estados Unidos venimos con la esperanza de alcanzar ese sueño que nos fue negado en nuestro país de origen. Un sueño que se hace una realidad cuando alcanzamos con éxito nuestros propósitos. Pero mientras unos triunfan, otros jamás alcanzan sus metas y en la carrera destrozan sus esperanzas y se ven frente a frente con la peor de las derrotas. Ante éste fracaso se frustran para siempre. Por ello, escuchar a Carlos Gardel interpretar "Volver" es uno de los parajes más nostálgicos que puede hospedar la mente de quien desea rencontrarse con su pasado, con sus raíces. Frases como el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar
llegan a nuestra alma cuando no hay otra mejor opción y hay que tomar la decisión de regresar a casa por decisión personal u obligado por el Departamento de Inmigración de los Estados Unidos, el verdadero demonio de cualquier inmigrante.
También hay quienes logran tener cierta estabilidad lejos de su país, pero un buen día deciden desandar lo añadido para reencontrarse con sus raíces y regresar al pequeño pueblo que los vio nacer. Un regreso a casa lleno de dudas y emociones encontradas porque la incertidumbre y la decisión es dura y difícil. Pero realmente el sueño americano no existe, lo que verdaderamente logramos es batallar contra nosotros mismos para abrirnos paso en un sistema complejo en donde las oportunidades existen, pero hay que arrancarlas a mano limpia aunque nos desangremos en el intento. El llamado sueño americano es en realidad una realización completa del individuo que olvida lo que fue para lograr ser lo que verdaderamente es. En Estados Unidos, los mediocres no logran nada, sólo los capaces, los más fuertes, es la supervivencia darwiniana aplicada a la humanidad.
Pero al llegar a este país, lo primero que nos damos cuenta es que debemos empezar todo de nuevo porque como dice la escritora chilena Isabel Allende en su libro biográfico Paula
: Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces, hay que comenzar de cero, porque el pasado se borra de un plumazo y a nadie le importa de donde uno viene o que se ha hecho antes
. Es iniciar una nueva vida.
Y al final de ese proceso de auto-reconstrucción o de nuestra preparación, de la adaptación a esta nueva sociedad, de aprender el inglés y buscar un trabajo, con el paso del tiempo se nos dan los objetivos; es entonces cuando la miel del triunfo nos da el alivio que siente el guerrero después de la victoria. Plantamos nuestra bandera y nos convertimos en grandes triunfadores de quienes somos o queremos ser. Entonces podemos decir que fuimos victoriosos en la búsqueda de nuestro propio destino, sin palancas y sin ninguna ayuda. Es allí cuando podemos afirmar que somos creadores de nuestros propios sueños, que somos protagonistas de nuestra propia historia.
CAPÍTULO 1
WASHInGTON HEIGHTS
El comienzo
Es imposible no terminar siendo como los otros creen que uno es
, (Atribuido a Julio César). Tomado de
Memorias de mis putas tristes", Gabriel García Márquez.
Como nadie yo he amado la fotografía. Sus contrastes, sus blancos y sus negros, lo que siempre trato de captar a través del lente no deja de sorprenderme cuando, al procesarlo, veo asombrado que lo que pensé jamás fue. Y resulta tan real como mi vida misma. Hoy, a través del lente de mi cámara, como si estuviese próximo a morir, mi vida va pasando a 24 fotogramas por segundo, y resulta gracioso que este otoño, a pesar de la creencia no consideré que el verano fue el mejor.
Mi vida desde que comencé a vivir en los Estados Unidos ha sido tan intensa como profunda. Una vida llena de altos y bajos, de claros y oscuros como los contrastes que hay en mis fotografías. Llevado por la nostalgia que me produce la soledad, a mi memoria llegan esos momentos vividos fuera de mi patria, tiempos que cada día cobran mayor valor por lo que han sido mis vivencias en Nueva York.
En Miami Beach casi toqué el cielo con las yemas de mis dedos cuando la mayor parte del tiempo estuve rodeado de amigos, conocidos, artistas y de quienes de una u otra manera se acercaban a mí buscando, o yo a ellos, para hacerles una entrevista o un reportaje para triunfar en sus respectivos campos a través de ¡Mira!, la revista de American Media, la casa editorial del National Enquirer, entre muchas otras publicaciones. Comencé a trabajar para esa revista como reportero de celebridades en el año 2001 y así con ello lograr que los sujetos de mis fotografías fueran algún día célebres y reconocidos o que alcanzarán reconocimiento y luego la fama. Aquello que es tan intangible, difícil y cuesta mucho alcanzar, pero que igualmente se puede perder en cuestión de un minuto porque es tan efímera como una exquisita y prestigiosa fragancia que se evapora solo con el viento y nos deja con su lánguido aroma en la ropa su huella como recuerdo que allí estuvo.
Quizás por ello, desde que llegue a Nueva York a mediados del verano de 2002 con inmensas expectativas de emprender un nuevo trabajo en uno de los periódicos hispanos de mayor relevancia en la Gran Manzana, por invitación e iniciativa de los editores Maria Mercado y Jorge Garcia. Días antes, en un viaje relámpago que hice de Miami a Nueva York en menos de 24 horas, tuve una improvisada entrevista con el editor Garcia en el McDonald’s cerca al museo Madame Tussaud’s de Times Square, ese gran templo ícono de la cultura popular que atrapa la atención del turista y que muestra figuras de cera de personajes históricos y reales, estrellas de cine, del deporte y asesinos famosos. No hay transeúnte en medio de Manhattan que no se detenga a contemplar las espectaculares figuras de sus ídolos.
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Jennifer Lopez llegando a los MTV Awards en el 2002.
Por ejemplo, allí está una de mis artistas preferida y a quien admiro, Jennifer Lopez, quien fue inmortalizada con una réplica de su figura en cera con su doble en una posición sugestiva e interactiva que fue la primera en fabricar de ese tipo. La figura posee sus atributos con su cabello suelto color café claro y esta ataviada con un vestido en un tono más oscuro al que uso la afamada cantante y actriz de origen puertorriqueño para la premier de la película Maid in Manhattan. La estatua de espaldas, permite apreciar su codiciado derrière y lleva las zapatillas en color crema con toques dorados. Además trae puesta una copia de un anillo de brillantes en su mano izquierda. La réplica de la actriz de Anaconda, Out of Sight, The Cell y Wedding Planner se puede tocar y posee un dispositivo especial que hace que se sonroje ante cualquier piropo, insinuación o improperio que se le ocurra a un admirador decirle al oído. Hasta el más despistado visitante suele tropezarse con las dos figuras de cera que ese día estaban expuesta en las puertas del museo, la de Derek Jeter, jugador de beisbol de los Yankees, y el legendario boxeador Muhammad Ali.
Después de la confirmación verbal de Garcia para que trabajara con él como reportero gráfico para las revistas y suplementos del periódico que coordinaba, y darme un breve recorrido por el midtown de Manhattan tomé el vuelo de regreso a Miami Beach. Ya en mi apartamento de Alto Road, con vista a la bahía desde donde podía apreciar la mansión de Emilio y Gloria Estefan, pensé las cosas con calma y no sentí temor en tomar la decisión de dejar La ciudad del sol
. A los pocos días, sin pensarlo dos veces empaque mis maletas y emprendí mi aventura lleno de inmensas expectativas y con la ansiedad que se siente cuando emprendemos algo nuevo. La Gran Manzana me esperaba, al menos eso creía yo. No obstante, cuando nos dejamos llevar por el impulso poniendo a un lado la razón, por lo general las consecuencias suelen ser inesperadas.
En Nueva York, después de instalarme por cuatro días en el hostal de estudiantes Hostelling International, ubicado en la calle 103 y la avenida Amsterdam en el alto Manhattan, salí en busca de Jorge Garcia. Cuál sería mi sorpresa cuando al preguntar por él escuché al recepcionista del periódico informarme que el periodista no se encontraba en la ciudad y regresaría a mediados del mes porque había salido a cubrir el concurso Miss Universo 2002 en Puerto Rico. La noticia me cayó como un balde de agua fría y sentí que se paralizaba todo mi cuerpo. Estaba aterrorizado.
EL NIDO
Los días siguientes los dediqué a arreglar el estudio que gracias a la información y el contacto que me había dado días antes mi amigo y colega, el fotógrafo Rubén Roncallo, había rentado a Francisco Torres, un joven dominicano. Torres me había dicho que lo que único que tenía en el momento era un estudio en Washington Heights, pero tenía que pintarlo y hacerle algunos arreglos por lo que tardaría algunos días en entregármelo. A lo que le respondí que no habría problema. Si había arreglos por hacer, lo haría con mi roomate (como se dice en inglés a quien comparte la renta y el apartamento) pues necesitábamos mudarnos lo antes posible. Y efectivamente, allí mismo firmamos el contrato. A los tres días, recibimos el apartamento aún con pintura fresca en las paredes. Andrés Gay y yo nos mudamos a la pequeña vivienda ubicada en la calle 152 de la avenida Broadway, la cual tenía el baño junto a la cocina y un solo salón con dos grandes ventanas con vistas a la calle. Era tan pequeño el apartamento que parecía más bien una habitación. Era muy diferente al espacio de mi apartamento en South Beach. La ventaja del estudio era que estaba muy cerca a la estación del metro, que es el medio de transporte más importante para los neoyorquinos.
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En Miami siempre tuve el apoyo de Ana Isabel Alvarado, mi incondicional amiga que la amo tanto como a su hija Isabella.
A Andrés lo había conocido semanas antes en Miami Beach gracias a mi amiga Diana Franco. Cuando ella supo que me mudaba a Nueva York me dijo: Qué casualidad, tengo un gran amigo que viaja esta noche para Nueva York. El está empacando sus cosas y metiéndolas en el camión que rentó en estos momentos
. Caí en cuenta inmediatamente en que yo no sabía cómo llevar mis archivos fotográficos, por lo que le pregunté a ella si creía que él podía llevarme los archivos a Nueva York en el camión, unos módulos plásticos de cinco gavetas, muy fáciles de cargar. Ella me respondió: Ven, vamos de una al camión y trae tus cosas, yo los voy a presentar y si él no puede lo mandamos por carga
. De entrada, Andrés y yo hicimos buena química, me pareció un joven muy inquieto, inteligente sobre todo y muy práctico. El se había desempeñado como productor del noticiero en la cadena Telemundo y días antes había dejado el cargo. Igual que yo viajaba a Nueva York en busca de trabajo, de nuevas oportunidades.
Inmediatamente, sin reparar detalles u objeción, Andrés aceptó transportar mis archivos fotográficos en el camión. Allí, en medio del trasteo hablamos un poco de las expectativas de ambos en nuestro viaje y cruzamos teléfonos con la promesa de que tan pronto llegáramos a la Gran Manzana nos llamaríamos. Y efectivamente, cuando Andrés llegó, yo lo llamé a casa de su hermana y él me dijo que había dejado el camión parqueado en un storage, (que es un tipo de bodegas que se rentan aquí y que parecen unos cubículos para guardar cosas), porque todavía no sabía donde iba a vivir. Al escucharlo le pregunté: ¿Por qué no vives conmigo? Estoy rentando un estudio en Washington Heights
. Le expliqué los detalles e inmediatamente él me respondió: Listo, firma contrato y mudémonos
.
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Edifico de la calle 152, donde Andrés y yo vivimos en Washington Heights.
Mientras Andrés buscaba y coordinaba los detalles de su trabajo, el cual consiguió inmediatamente como editor del noticiero local Noticias 41 de la cadena Univisión, gracias a una llamada que había hecho a su presentador Ramón Zayas, yo me dediqué a poner las cosas en su sitio y a limpiar pues en verdad el estudio estaba hecho un mugrero. El piso estaba todo manchado y el baño ni que decir. Mientras limpiaba este pequeño espacio, recordaba lo que había sido mi trayectoria profesional periodística en Miami, al colgar en la pared principal del estudio nueve cuadros del mismo tamaño con la portada de las revistas en las que había trabajado o en las que se habían publicado mis trabajos fotográficos.
Hoy que recuerdo algunas situaciones y estoy evocando al pasado, ello me produce risa porque esa pequeña vivienda parecía la recepción de una empresa periodística por como la tenía decorada. Nos tomo días darle un ambiente acogedor al pequeño estudio. Yo compré un colchón inflable y Andrés una colchoneta. En realidad, sólo nos veíamos por pequeños ratos. Cuando el salía del trabajo yo me levantaba pues él tenía el turno de doce de la noche a las siete de la mañana. El armaba y desarmaba su colchoneta para dormir y levantarse por la tarde y yo todas las noches inflaba y desinflaba el colchón plástico, hasta el día que me aburrí y dejé de hacerlo aunque este pareciera como una balsa en pleno océano…
Ya a la tercera semana de mi llegada a Manhattan, los días