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Coincidencias: Cómo sacarle partido a la sincronicidad
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Coincidencias: Cómo sacarle partido a la sincronicidad
Libro electrónico463 páginas6 horas

Coincidencias: Cómo sacarle partido a la sincronicidad

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Información de este libro electrónico

Todos hemos experimentado, en algún momento de nuestras vidas, un instante fugaz en el que una coincidencia sorprendente nos hizo sonreír y maravillarnos.
Quizás conociste a tu alma gemela en un vuelo que no pensabas tomar, o recibiste la llamada de un amigo, del que llevabas mucho tiempo sin saber nada, el mismo día en que pensaste en él, o sentiste una señal concreta que te hizo tomar una decisión inesperada que cambió tu vida. Para algunos, las coincidencias son consecuencia del azar. Para estos racionalistas el universo funciona como un reloj, y el funcionamiento de la Gran Máquina se ajusta a las leyes de la probabilidad. Se trata solo de "meras" coincidencias. Otros creen que las coincidencias significativas son obra de su Dios, un Dios que los guía y los cuida. Entre Dios y la mera probabilidad se extiende una amplia gama de teorías.
El campo emergente de los estudios de la coincidencia, disciplina que desarrolla el doctor Beitman, propone una conexión más estrecha entre la mente y el entorno que ha sido ya aceptada por la psiquiatría y la psicología actuales. Y por primera vez, desde los trabajos de Carl Jung, una investigación se aproxima científicamente al tema para tratar de identificar, comprender y, así, llegar a canalizar el poder de la coincidencia. Ese es el objetivo final de este libro.
IdiomaEspañol
EditorialHojas de Luz
Fecha de lanzamiento8 jun 2018
ISBN9788417399276
Coincidencias: Cómo sacarle partido a la sincronicidad

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    Coincidencias - Dr. Bernard D. Beitman

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    comunicacion@editorialsirio.com

    o bien regristrase en nuestra página web:

    www.editorialsirio.com

    Título original: Connecting with Coincidence

    Traducido del inglés por Antonio Luis Gómez Molero

    Diseño de portada: Editorial Sirio S.A.

    Composición ePub por Rafael Olivares

    Diseño y maquetación: Toñi F. Castellón

    © de la edición original

    2016, Bernard D. Beitman

    Publicado con la autorización de Health Communications Inc.

    Deerfield Beach, Florida, USA

    © de la presente edición

    EDITORIAL SIRIO, S.A.

    Puedes seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram y Youtube

    www.editorialsirio.com

    E-Mail: sirio@editorialsirio.com

    I.S.B.N.: 978-84-17399-276

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra».

    Contenido

    Introducción

    Las coincidencias extraordinarias se producen habitualmente

    Más que cerca

    Encontrar el amor

    Incrementar el número de oportunidades

    Incrementar la aleatoriedad

    Coincidencias decisivas

    Confirmar el compromiso

    Triángulos amorosos

    Cómo se crean las coincidencias sentimentales

    Los lazos familiares

    Padres e hijos

    Relaciones conyugales

    Más cambios

    Familia perdida y encontrada

    Las mascotas de la familia también

    ¿Cómo puede ser esto?

    Los amigos, los compañeros de trabajo y los conocidos

    Nuevas amistades

    Jugar con los amigos

    Coincidencias entre terapeutas y pacientes

    Primero busca una explicación convencional

    Conocidos y desconocidos

    Los iguales se atraen

    Soluciones para los problemas de salud

    Sanar el cuerpo

    Médicos intuitivos

    Psicoterapia y asesoramiento por medio de la coincidencia

    Duelo

    Las ideas están en el aire

    Coincidencia de ideas

    Los ángeles de biblioteca

    Los ángeles de Internet

    Coincidencia farmacológica

    Serindipia

    Decisiones

    La escritura coincide con la realidad

    Dinero oportuno

    Recibe la cantidad precisa

    Hacer lo correcto

    Coincidencias negativas

    Visualizar el dinero

    El estudio del dinero inesperado (EDI)

    El trabajo y la «suerte»

    El lugar oportuno en el momento propicio

    La llamada

    Las oportunidades perdidas

    Ascender dentro del sistema educativo

    Hacer el trabajo

    La suerte

    La constancia

    El optimismo

    El fracaso

    La intuición

    La espiritualidad y la experiencia del círculo completo

    Satisfacer las necesidades religiosas

    Completando el círculo

    La conexión con los difuntos

    Mi padre

    Cómo integrar las coincidencias en tu vida

    Cómo sacar partido de las coincidencias

    Cree en la utilidad de las coincidencias

    Cómo activar tu yo observador

    Dándote justo lo que necesitas

    Claridad sobre una decisión

    Aplicaciones a diferentes profesiones

    Afianzar el amor y la conexión

    Confirmando las creencias sobre la manera de funcionar del mundo

    Expandiendo la conciencia de los poderes personales

    La estética de determinadas coincidencias

    Ayudar a otros a través de coincidencias

    Cómo interpretar las coincidencias

    Análisis formal de las coincidencias

    Cuando las líneas se cruzan

    El mal uso de las coincidencias

    Cómo aumentar el número de coincidencias

    Tu mente

    ¿Quieres que te sucedan más a menudo?

    Conoce los rasgos de tu personalidad

    Déjalo estar

    Abre una puerta en tu cerebro

    Equilibra la intención consciente con la intuición

    Ten cuidado con los estados de ánimo que interfieren

    Manda energía a tus ideas con la atención y la intención

    Tu contexto

    Reconoce las situaciones que fomentan las coincidencias

    La suerte llega cuando la oportunidad y la preparación se encuentran

    Prepárate para actuar con rapidez

    Encuentra un ambiente propicio a las coincidencias

    No exageres tus coincidencias

    Aumenta tu capacidad de crear coincidencias

    Pregúntate a ti mismo: «¿Cómo ayudé a crear esta coincidencia?»

    Aprende de las coincidencias negativas y de las fallidas

    Entrénate para desarrollar la simulpatía y tu GPS interno

    Integra las coincidencias en tu vida

    Una nueva teoría de las coincidencias

    La psicosfera: nuestra atmósfera mental

    Receptores sensoriales

    Los receptores de E-I

    Nuestro GPS interno

    Consecuencias de la teoría del receptor de E-I

    Nuestra atmósfera mental

    La psicosfera es espíritu

    La psicosfera contiene toda la información habida y por haber

    La psicosfera está llena de energía vital

    Grupos que actúan al unísono

    Descubrimientos simultáneos

    Efectos de las redes sociales

    Experimentar la psicosfera

    Agradecimientos

    Escala de coincidencias extraordinarias

    Sobre el autor

    Introducción

    Todos hemos experimentado, en algún momento de nuestras vidas, un instante fugaz en el que una coincidencia sorprendente nos ha hecho sonreír y maravillarnos. Puede haber sido una canción que sonó en la radio justo cuando estabas pensando en ella, o la llamada de un amigo, del que llevabas mucho tiempo sin saber nada, el mismo día en que se te vino a la mente. También podría aparecer, como le sucedió a Saundra, en letras impresas. Saundra estaba comiendo comida china en casa de su padre y le escribió un mensaje a su hermana para decirle que estaban poniendo en televisión El mago de Oz , una de sus películas favoritas. Su hermana le respondió que se acordaba de cuando veían la película con su madre, ya fallecida. «Mamá siempre hacía palomitas...», escribió, rememorando con cariño los momentos que pasaron juntas.

    Mientras Saundra leía el mensaje de su hermana, tomó una galleta de la suerte y la abrió. Con gran regocijo, descubrió que el mensaje de la galleta era precisamente «palomitas».

    A Saundra acababa de sucederle algo muy especial, y cuando le escribió a su hermana para decírselo, ambas sintieron la presencia y el cariño de su madre.

    Durante la mayor parte de mi vida he sentido un profundo interés por este tipo de coincidencias. He tratado de comprenderlas y de encontrar la mejor manera de utilizarlas y de explicárselas tanto a los escépticos como a los que creen en ellas.

    Había vivido muchas coincidencias antes, pero ninguna tan asombrosa como lo que me sucedió a las once de la noche del 26 de febrero de 1973, cuando tenía treinta y un años. Estaba en una antigua casa victoriana de la calle Hayes, en el distrito Fillmore (San Francisco) y, de repente, empecé a retorcerme sobre el fregadero. Me había atragantado con algo y me estaba ahogando. No podía expulsarlo. No había comido ni bebido nada y no sabía qué tenía en la garganta. Nunca me había atragantado durante tanto tiempo. Por fin, tras aproximadamente un cuarto de hora, pude tragar y respirar con normalidad. Al día siguiente, que era mi cumpleaños, mi hermano me llamó para decirme que mi padre había muerto en Wilmington (Delaware), a las dos de la mañana. Estaba a casi cinco mil kilómetros y tres franjas horarias de distancia. Las dos de la mañana en Wilmington eran las once de la noche en California. Mi padre había sufrido una hemorragia de garganta y se ahogó con su propia sangre aproximadamente en el momento en que yo me estaba ahogando sin poder hacer nada. Murió el 27 de febrero, el día de mi cumpleaños.

    ¿Fue solo una coincidencia? No. El momento fue demasiado preciso y la experiencia tremendamente visceral. Yo quería mucho a mi padre, pero nunca se me habría ocurrido que nuestra conexión pudiera trascender el tiempo y el espacio de aquella manera. A partir de entonces, empecé a preguntarme si otros habrían tenido experiencias parecidas.

    El pasajero de un tren que regresaba a Zúrich (Suiza) se quedó de repente sobrecogido con la terrible visión de alguien que se estaba ahogando. Al llegar a casa, supo que aproximadamente en el mismo momento en el que tuvo esa espantosa visión su nieto había estado a punto de ahogarse en un lago cercano.

    El protagonista de esta anécdota fue el psiquiatra Carl Jung, que inventó la palabra sincronicidad para designar una gran variedad de coincidencias extraordinarias. Él mismo tuvo muchas experiencias sorprendentes, pero sus escritos se centraron más en la especulación teórica. Conocido como el principal teórico de la coincidencia, desarrolló su teoría de la sincronicidad basándose en conceptos complejos extraídos de la física cuántica y las filosofías ancestrales, además de sus propios conceptos del inconsciente colectivo y los arquetipos. Asimismo, documentó claramente que a lo largo de la historia de la humanidad múltiples culturas han reconocido el papel de las coincidencias significativas. He explorado prácticamente el mismo terreno que Jung, pero siguiendo una senda distinta.

    Me crie en Wilmington (Delaware), donde se encuentra la sede central de la empresa DuPont, una ciudad en la que todo giraba en torno a la química. En algunas reuniones escolares, veíamos películas que representaban la historia de la que en tiempos fue una empresa dedicada a la pólvora, nacida en la ribera del río Brandywine, que recorre Wilmington. Me gustaba la química y me especialicé en ella en la Universidad de Swarthmore. De haber continuado con esta especialidad, habría tenido que elegir entre ser químico o ingeniero químico. El primero se encarga de descubrir nuevas teorías y moléculas; el segundo averigua cómo aplicarlas. Elegí la senda práctica, pero no en esa disciplina. Me hice psiquiatra, una profesión en la que a menudo se emplean sustancias químicas para ayudar a los pacientes.

    Como mi profesión se centra en la vida de la mente, empecé también a observar las extraordinarias coincidencias que se producían en mi vida y en las de mis pacientes. Con el tiempo, mi fascinación por el tema me llevó a realizar una investigación sobre las coincidencias en la Universidad de Missouri-Columbia, cuyos resultados aparecieron en la publicación Psychiatric Annals, de la que fui editor.1 Ahora el ingeniero que hay en mí está usando los resultados de esa investigación para darles un uso práctico a las coincidencias. Me veo a mí mismo como un ingeniero que utiliza los conceptos teóricos de Jung.

    Tal y como demostró mi investigación, al menos una tercera parte de la población general advierte coincidencias extraordinarias. En nuestros días hay mucha gente (amigos, compañeros de ­trabajo, ­pacientes, conocidos o desconocidos haciendo cola en un cine) que habla de coincidencias o las experimenta: «¡Qué coincidencia!», «¿Qué probabilidades hay de que ocurra algo así?», «Déjame que te hable de esa coincidencia»... En nuestra cultura tecnológica moderna, existen incluso aplicaciones del smartphone para ayudarte a llevar la cuenta de tus coincidencias.

    Pero ¿qué queremos decir con la palabra coincidencia?

    Para algunos, las coincidencias son consecuencia del azar. Para estos racionalistas el universo funciona como un reloj, y el funcionamiento de la Gran Máquina se ajusta a las leyes de la probabilidad. Se trata «solo» o «únicamente» de «meras» casualidades. Otros creen que las coincidencias significativas son obra de su Dios, un Dios que los guía y los cuida. Entre Dios y la probabilidad se extiende una amplia gama de teorías. El campo emergente de los estudios de la coincidencia, disciplina que estoy ayudando a desarrollar, propone una conexión más estrecha entre la mente y el entorno que ha sido ya aceptada por la psiquiatría y la psicología actuales.

    Pero la coincidencia es más que la combinación poco probable de circunstancias parecidas; además, ambas circunstancias deben estar conectadas de una manera significativa y su significado es personal y está ligado intrínsecamente al sujeto implicado.

    Nuestra percepción de la coincidencia surge al combinar la espiral de información que se produce en nuestra mente con la espiral de acontecimientos que suceden a nuestro alrededor. La mente activa y una serie de circunstancias coinciden fugazmente lo mismo que dos diales girados por manos diferentes, haciendo que la mente observe una extraña correspondencia entre ambas cosas. Esta correspondencia parece improbable y por eso suele sorprendernos. Pero la coincidencia es más que la combinación poco probable de circunstancias parecidas; además, ambas circunstancias deben estar conectadas de una manera significativa y su significado es personal y está ligado intrínsecamente al sujeto implicado.

    Muchos libros ofrecen compilaciones de relatos de coincidencias sorprendentes, y no faltan obras que propongan ­teorías específicas para explicarlas. Este libro es diferente. He intentado analizar punto por punto los informes de coincidencias de infinidad de fuentes para ver cómo y por qué podrían haberse producido de la forma en que lo hicieron. Examinando esos relatos descubrí las características fundamentales que hacen que se produzcan coincidencias, entre ellas los rasgos personales y los factores situacionales que sirven para incrementar su frecuencia. Estos elementos han resultado tan coherentes que he comprendido que en realidad nosotros mismos causamos (y tenemos la capacidad de causar) nuestras coincidencias.

    La primera parte del libro muestra cómo ocurren las coincidencias significativas en todos los aspectos de la vida: las relaciones, la salud, el dinero y el espíritu. Presenta varios usos y explicaciones ­posibles.

    La segunda parte esboza sugerencias concretas sobre cómo utilizar las coincidencias, especialmente las «decisivas». Estas coincidencias nos ayudan de dos maneras en nuestra vida cotidiana. Una de ellas es proporcionarnos justo lo que necesitamos, ya se trate de una persona, de una información o de dinero; la otra, responder a una pregunta o comentar una decisión. En esta segunda parte veremos también cómo podemos incrementar la frecuencia de las coincidencias.

    La tercera parte nos describe nuestra psicosfera, o atmósfera mental. Del mismo modo en que realizamos un intercambio de oxígeno y dióxido de carbono con la atmósfera, con la psicosfera efectuamos un intercambio de formas sutiles de energía e información. En estos intercambios de energía e información puede encontrarse la base de muchas coincidencias, como el ahogo que experimenté cuando mi padre estaba agonizando, que de otro modo resultarían inexplicables.


    1 Psychiatric Annals, vol. 39, Issue 5, mayo de 2009. Psychiatric Annals, vol. 41, Issue 12, diciembre de 2011.

    Primera parte

    Las coincidencias extraordinarias

    se producen habitualmente

    Capítulo 1

    Más que cerca

    El ahogo que sentí mientras mi padre agonizaba, así como otras muchas extrañas coincidencias, me llevaron a investigar hasta qué punto son habituales estas experiencias. La conclusión fue que eran muy corrientes. De hecho, descubrí que el psiquiatra Ian Stevenson había recopilado al menos doscientos casos parecidos. 1 Estaba convencido de que estas «coincidencias» eran algo más que casualidades. Pero ¿qué era exactamente lo que sucedía? Decidí ­descubrirlo.

    Como psiquiatra, me maravilla la importancia y la complejidad de las relaciones humanas. Sentado en mi consulta, día tras día, semana tras semana, año tras año, observo y escucho a la gente tratando de comprender y de mejorar su conexión con los demás.

    Cada uno de mis pacientes intenta, como tú y como yo, gestionar de la mejor manera la desconcertante contradicción de ser, por un lado, un individuo separado del resto, en continua evolución y crecimiento y, por otro, de necesitar desesperadamente sentirse conectado emocionalmente a otros. Hay quienes quieren negar que sienten necesidad de los demás, mantenerse firmemente independientes, ser autosuficientes. A otros les da miedo vivir solos, sin nadie que los defina. Mi trabajo consiste en ayudarlos, a todos ellos, a hallar un punto intermedio.

    Además, existe una misteriosa corriente subterránea que me conecta con mis pacientes. Me uno a sus vidas a través de una combinación de sus palabras, su tono de voz, sus expresiones faciales... y algo más. Cada vez que vienen a la consulta, experimento sus vivencias y me convierto en parte de ellos durante unos momentos. Mi mente refleja la suya con la ayuda de la familiaridad y de las llamadas neuronas espejo, ese sorprendente conjunto de células nerviosas de nuestros cerebros que se activan cuando realizamos una acción y también cuando la observamos. Es probable que las neuronas espejo nos ayuden a empatizar con los demás. Sintonizamos con ellos, resonamos. Y creo que, en ocasiones, al sintonizar con otros y con el mundo que nos rodea, vamos más allá de la comprensión normal del funcionamiento cerebral. Nos adentramos en una esfera, que aún hoy sigue siendo un misterio, en la que es posible sentir a distancia el malestar de un ser querido.

    Según Stevenson, la mayoría de estas experiencias de resonancia se producen entre miembros cercanos de la familia. Por ejemplo, a una mujer le invade de repente una profunda congoja y siente la necesidad de volver corriendo a casa. Se encuentra con que su marido estaba sufriendo un ataque al corazón. Gracias a su oportuna llegada consigue recuperarse. Entre parejas de familiares las conexiones más habituales son las que se dan entre las madres y sus hijos. Por ejemplo, de pronto la hija empieza a llorar desconsoladamente; su madre acaba de morir de repente en un lugar lejano. La hija no se entera de su fallecimiento hasta pasado un tiempo.

    Un psiquiatra me contó que ni él ni su hermano podían meterse en problemas sin que su madre se enterara. Cuando llegaban a casa puntualmente, pero habían participado en alguna pelea, lo sabía antes de que hubieran pasado por la puerta. Me insistió en que nadie la alertaba por teléfono.

    Julia Altamar, de Tuscaloosa (Alabama), me contó esta anécdota sobre la muerte de su hijo:

    En el preciso instante en que mi hijo murió, yo estaba fuera mirando la luna llena; había sacado a pasear a nuestro pastor alemán, Coco, que sujetaba con una correa. Sentí como si se me escapara el alma del cuerpo y supe que había pasado algo espantoso. Quería entrar en casa y llamar a mi hijo, pero el miedo me abrumaba. Ni siquiera me quité la ropa antes de acostarme, como si supiera que alguien vendría a decírmelo. Cuando sonó el timbre, apenas tardé unos segundos en llegar a la puerta. Y aunque nadie está preparado nunca para escuchar una noticia tan horrible, de algún modo en lo más profundo de mi mente lo estaba; no puedo explicar cómo, pero de no ser así, quizá no habría sobrevivido a la impresión.

    Altamar sabía de algún modo que aún no logramos entender que su hijo había sido asesinado. Recibió la información necesaria de una manera extraordinaria, y así pudo estar más preparada cuando la horrible noticia le llegó de una forma convencional.

    Los familiares son los que tienen más probabilidades de experimentar la simulpatía, pero también pueden hacerlo los amigos íntimos. La psiquiatra junguiana Jean Bolen cuenta la historia de Juddy Vibberts:

    Estaba disfrutando de una tarde tranquila, placenteramente relajada en el parque Golden Gate de San Francisco cuando, exactamente a las 4:30 (inexplicablemente, anotó la hora) se vio asaltada de repente por un dolor abdominal insoportable, acompañado de un terrible dolor de cabeza. Esa noche se enteró de que una buena amiga había sufrido un accidente grave. El coche había quedado destrozado, causándole varias lesiones graves en el abdomen y en la cabeza. La llevaron inmediatamente a un hospital, necesitó una intervención quirúrgica de emergencia para extirparle el bazo y se hallaba en estado crítico en la unidad de cuidados intensivos. El accidente ocurrió exactamente a las 4:30 de la tarde.2

    Una de mis pacientes se despierta de pronto en mitad de la noche sintiéndose mal y sabiendo que, en otra ciudad, una amiga suya está atravesando un mal momento, probablemente la ruptura de una relación. La llama por teléfono y su amiga le confirma su impresión.

    En ocasiones, incluso los desconocidos se ven conectados entre sí. Una de las participantes en nuestra investigación escribió:

    Me había separado de mi marido maltratador. Mientras él hacía un viaje de negocios, decidí volver con él. Mi marido perdió el vuelo de enlace para el regreso. Esa noche una mujer a la que su novio maltrataba marcó por error mi número y estuvo hablando conmigo. El miedo que se percibía en su voz me hizo comprender que volver con mi marido era un error. A la mañana siguiente me encontré con él en el aeropuerto para decirle que había cambiado de idea y que no quería que volviera a mi casa. Me han pasado muchas cosas como esta. Yo no creía en Dios hasta que empecé a prestar atención a estas experiencias. Ahora creo firmemente.

    Reflexionar acerca de la inesperada llamada telefónica le hizo ver con claridad lo que sentía sobre su matrimonio y cómo debía actuar. ¿Cómo podríamos explicar esta coincidencia? En este caso, la mujer la atribuyó a Dios. Otros dirían que fue un hecho fortuito. Me gustaría plantear una tercera posibilidad. En ese momento las dos mujeres eran hermanas en la sincronía, gemelas emocionales que estaban sufriendo los abusos de un maltratador y necesitaban romper con él. Esta similitud creó una resonancia que ayudó a conectarlas. Como se ve en muchos de estos casos, la gran necesidad de la participante en la investigación y su intenso estado emocional (y el hecho de encontrarse en un momento de cambio: a punto de recoger a su marido) ayudaron a crear las condiciones para que esto se produjera. Una pregunta importante es qué hizo que los dedos de la otra mujer marcaran «por casualidad» el número equivocado, pero al mismo tiempo correcto. Creo que, conforme avancemos en el estudio de las coincidencias significativas, veremos cómo, en mayor o menor medida, tanto la probabilidad como Dios y la responsabilidad personal juegan un papel en su creación. Algunas coincidencias se explicarán mejor atribuyéndolas al azar; otras, a la responsabilidad personal, y otras al Misterio Divino. Habrá otras muchas que se explicarán mejor recurriendo a una combinación de estas tres causas.

    Al parecer, las parejas de terapeutas y pacientes también desarrollan la capacidad de sentir a distancia la aflicción del otro. Robert Hopcke, terapeuta junguiano de Berkeley (California), afirma haber tenido una coincidencia escalofriante con un antiguo paciente llamado Jerry. Hopcke tuvo un sueño perturbador en el que Jerry estaba acostado muy quieto respirando muy despacio en una casa situada en una playa. Aunque su relación terapéutica había terminado un año antes, el sueño transmitía una ansiedad densa, casi palpable. Hopcke se preguntó si debería llamarlo, pero no lo hizo. Unos meses más tarde, Jerry lo llamó inesperadamente para reservar una cita. Fue entonces cuando Hopcke supo que unos cuantos meses antes Jerry se había hundido por un fracaso sentimental y había reservado una habitación en un hotel cerca de la playa, en la que tomó una sobredosis. Durante tres días permaneció inconsciente, y finalmente se despertó sintiéndose espantosamente. Al parecer, nadie lo había echado de menos. Jerry le comunicó la fecha a Hopcke. Cuando este revisó su diario de sueños, descubrió que había tenido ese sueño una semana antes del intento de suicidio de Jerry y le dijo que eso demostraba que estaba conectado al menos a una persona, aunque creyera que no tenía conexión con nadie. Jerry no estaba solo.3

    En la actualidad no existe ninguna explicación aceptada científicamente para estas coincidencias. De manera que, con la finalidad de aprender más acerca de ellas, inicié una investigación sobre las coincidencias en el año 2007 en la Universidad de Missouri-Columbia. Aproximadamente 700 individuos (profesorado, estudiantes y personal de la universidad) respondieron a nuestra petición de evaluar la frecuencia de coincidencias significativas en sus vidas (ver la escala de coincidencias extraordinarias en el apéndice). Entre otras cosas, los participantes evaluaron la frecuencia con la que habían experimentado emociones o sensaciones físicas intensas que fueron compartidas a distancia por un ser querido. El grupo en su conjunto manifestó haber tenido ese tipo de experiencias «de vez en cuando». Alrededor de un quince por ciento de los 681 participantes, es decir, 102, afirmó que vivía esas experiencias con frecuencia. Este resultado confirmó plenamente la realidad de este extraño fenómeno. Unos pocos contaron con todo detalle que habían sabido cuándo sus esposas, en la otra parte del mundo, estaban a punto de dar a luz. Otros nos contaron cómo sintieron que algo iba mal y más tarde se enteraron de que un miembro de su familia había atravesado un momento muy difícil.4

    Los desencadenantes más habituales de estas experiencias son la muerte y las enfermedades o las lesiones graves.5 Los informes que hablan de «sentir a distancia el dolor de un ser querido» sugieren que ocurre algo fuera de lo normal. A esta experiencia la llamo simulpatía. El término procede del latín simul, que significa «al mismo tiempo», y del griego pathos, que significa «sufrimiento o emoción», como en simpatía y psicopatología.

    Los sujetos que con mayor frecuencia se han estudiado para demostrar la simulpatía son los gemelos. Pese a que pueda parecer más probable que estos experimenten simulpatía, aparentemente la ­variable más importante es el grado de conexión, con independencia de la relación en sí. El escritor británico Guy Playfair analizó la investigación sobre gemelos y llegó a la conclusión de que la probabilidad de comunicación fuera de lo normal entre ellos se incrementaba si se trataba de gemelos idénticos (es decir, procedentes de un mismo óvulo), estaban estrechamente unidos y eran extrovertidos.6

    En Christchurch (Nueva Zelanda), los antropólogos Brett Mann y Chrystal Jaye entrevistaron en profundidad a gemelos adultos acerca de sus experiencias con la enfermedad. De los veinte pares entrevistados, quince eran gemelos idénticos, entre ellos unos gemelos siameses separados en la niñez. El grupo declaró que por lo general uno de los gemelos experimentaba la enfermedad o la lesión del otro. Los veinte pares relataron más de cincuenta incidentes en los que uno sentía a distancia el dolor del otro –algunas parejas relataron más de diez incidentes mientras que otras solo uno o dos–. Estas experiencias simultáneas solían producirse durante crisis vitales importantes.7

    También los accidentes desencadenan coincidencias de simulpatía. Una enfermera de dieciocho años llamada Ana estaba sirviendo la comida a los pacientes cuando de repente empezó a temblar como una hoja. Apenas podía mantenerse de pie. Supo que sucedía algo horrible y aterrador y estaba horrorizada. Cuando llamó a su madre, se enteró de que un coche había atropellado a su hermano gemelo; tenía el bazo destrozado y un riñón dañado. Los médicos estaban muy preocupados porque no lograban detener la hemorragia. Luego supo que había empezado a temblar aproximadamente en el momento en el que el coche arrolló la motocicleta de su hermano.

    ¿Cómo sucede esto? Nos haríamos una mejor idea de cómo funciona la simulpatía examinando las experiencias de los gemelos unidos por la cabeza. Se los llama gemelos craneópagos, y se trata de una anomalía física que se produce aproximadamente en uno de cada dos millones y medio de nacimientos, o en alrededor del dos por ciento de los nacimientos de gemelos siameses. Normalmente este tipo de gemelos mueren jóvenes. Las gemelas siamesas craneópagas canadienses Krista y Tatiana, estaban unidas no solo por el cráneo, sino también a través de unas finas hebras de tejido nervioso * que conectaba los tálamos de ambas.

    El tálamo funciona como interruptor principal del cerebro y conecta nuestro cerebro inferior y nuestro cerebro superior, coordinando la información recibida y las reacciones. Toda la información sensorial, excepto la olfativa, va al tálamo; el movimiento intencional y la emoción también pasan por él. Por tanto, Krista podía percibir las sensaciones de Tatiana y viceversa, y lo mismo sucedía con sus emociones e intenciones. Aparentemente, si una bebía algo, la otra también sentía su sabor.

    Cuando las gemelas tenían dos años, su neurocirujano le tapó los ojos a Krista y adhirió unos electrodos a su cuero cabelludo. Mientras iluminaba los ojos de Tatiana con una luz estroboscópica, la corteza visual de Krista se activó. Invirtieron los papeles y obtuvieron la misma respuesta en Tatiana con los ojos tapados. Esta era una prueba convincente de que las gemelas estaban conectadas a través del tálamo. La luz entraba en los ojos de una de ellas y llegaba hasta las cortezas visuales

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