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Evangelice como Jesús
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Evangelice como Jesús

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Información de este libro electrónico

Sin duda, el evangelismo es de vital importancia en el servicio a Cristo. Lamentablemente, compartir las buenas nuevas es entendido muchas veces como algo complicado donde hay que conocer el método correcto para hacerlo bien. ¿Qué debe hacer entonces un discípulo? "Formule una pregunta," dice Randy Newman. Hacer preguntas, después de todo, es lo que hizo Jesús. Este estilo de evangelizar con preguntas no contiene fórmulas, ni respuestas para memorizar y no requiere de un doctorado en teología para ponerlo en práctica. Disponible en inglés de Kregel Publications.

Questioning Evangelism offers a different way of thinking about how to evangelize. This is a book that will teach a new skill to Christians, the skill of "dialoguing" the gospel, asking questions and bouncing ideas back and forth. Asking questions is, after all, what Jesus did. This style of evangelism is without formulas, without answers to memorize, and brings back the art of listening, dialoging and learning to ask the right questions. Available in English from Kregel Publications.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 abr 2015
ISBN9780825483134
Evangelice como Jesús
Autor

Randy Newman

Randy Newman is senior fellow for apologetics and evangelism at the C. S. Lewis Institute. He was formerly on staff with Cru, ministering in and near Washington, DC. He is the author of several books, including Questioning Evangelism and Bringing the Gospel Home. 

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    Evangelice como Jesús - Randy Newman

    Este es un libro importante, cuya lectura será muy beneficiosa a todo aquel que esté interesado en la evangelización de contemporáneos, los cuales están profundamente enajenados del evangelio. Producto de veinte años de evangelismo personal, este libro refleja tanto un profundo conocimiento de la teología bíblica como una fuerte compasión por las personas; y descubre un modelo a seguir de sabias e inquisitivas preguntas. ¡Cuán parecido al mismo Maestro!

    —D. A. CARSON

    Profesor en investigación del Nuevo Testamento

    Trinity Evangelical Divinity School

    "Evangelice como Jesús ofrece una combinación totalmente exclusiva de información apologética y prácticos consejos evangelísticos. Newman es un profesional experto; y este libro es de lectura obligada para aquellos que quieren aprender cómo llevar la apologética a la evangelización en un estilo bíblico y susceptible en el ámbito de las relaciones".

    —J. P. MORELAND

    Distinguido profesor en filosofía

    Talbot School of Theology, Biola University

    Randy Newman va más allá de un manual de instrucciones y apologética, y recupera el arte perdido de escuchar, dialogar y el núcleo de la evangelización en el espíritu de Cristo.

    —MARC V. RUTTER

    Director nacional del liderazgo de recursos humanos

    Ministerio universitario, Cruzada Estudiantil para Cristo

    Randy Newman ha escrito un recurso valioso para todos los que estamos tratando de predicar las buenas nuevas de Jesús a nuestros contemporáneos.

    —MITCH GLASER

    Presidente

    Chosen People Ministries

    Formular preguntas, preguntas adecuadas, es una habilidad esencial necesaria para todos los cristianos. ¡La próxima vez que testifique de mi fe, voy a formular algunas preguntas que preparen el terreno para el evangelio!

    —GENERAL R. L. VANANTWERP

    Comandante general, Centro de apoyo operacional

    Fort Leonard Wood, Missouri

    Presidente de Officers’ Christian Fellowship

    Título del original: Questioning Evangelism: Engaging People’s Hearts the Way Jesus Did © 2004 por Randy Newman y publicado por Kregel Publications, una división de Kregel, Inc., P.O. Box 2607, Grand Rapids, MI 49501. Traducido con permiso.

    Edición en castellano: Evangelice como Jesús, © 2008 por Randy Newman y publicado por Editorial Portavoz, filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49501. Todos los derechos reservados.

    Ninguna parte de esta publicación podrá reproducirse de cualquier forma sin permiso escrito previo de los editores, con la excepción de citas breves en revistas o reseñas.

    A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera 1960, © Sociedades Bíblicas Unidas. Todos los derechos reservados.

    EDITORIAL PORTAVOZ

    P.O. Box 2607

    Grand Rapids, Michigan 49501 USA

    Visítenos en: www.portavoz.com

    ISBN 978-0-8254-1584-5 (rústica)

    ISBN 978-0-8254-0607-2 Kindle)

    ISBN 978-0-8254-8313-4 (epub)

    Realización ePub: produccioneditorial.com

    A mi madre judía, Rhoda Newman,

    quien, a los 75 jóvenes años de su madura edad,

    encontró respuestas a sus muchas preguntas

    y se convirtió en una seguidora de Jesús,

    el Salvador, Maestro, Redentor y Señor.

    Contenido

    Cubierta

    Portada

    Elogios

    Créditos

    Dedicatoria

    Reconocimientos

    Introducción

    Parte 1: ¿Por qué hacer preguntas?

    1. Las preguntas son más útiles que las respuestas

    2. El método salomónico: ¿Qué nos enseña el libro de Proverbios sobre las preguntas?

    3. Las preguntas preparan el terreno para las respuestas

    Parte 2: Las preguntas de la gente

    4. ¿Por qué son tan intolerantes los cristianos?

    5. Por qué un Dios bueno permite males y sufrimientos como matanzas en escuelas y el SIDA?La pregunta por qué fundamental (Parte 1)

    6. ¿Por qué deberíamos adorar a un Dios que permite ataques terroristas? La pregunta por qué fundamental (Parte 2)

    7. ¿Por qué creer en un libro antiguo escrito por hombres judíos que ya han muerto?

    8. ¿Por qué los cristianos detestan a los homosexuales?

    9. ¿Qué tiene de bueno el matrimonio?

    10. Si Jesús es tan bueno, ¿por qué son tan hipócritas algunos de sus seguidores?

    Parte 3: Más allá de las preguntas y las respuestas

    11. La variable compasión: ¿Acaso me preocupa que mi semejante vaya al infierno?

    12. La variable enojo: ¿Acaso quiero que mi vecino vaya al infierno?

    13. La variable silencio: ¿Cuándo es tiempo de callar?

    Epílogo: Preguntas sin contestar

    Guía de estudio

    Notas

    Reconocimientos

    MI gratitud VA DIRIGIDA CON ALEGRÍA y cálido afecto a muchas personas que me animaron durante la elaboración de este libro y se prestaron para escuchar mis ideas, leer un par de capítulos (¡o más!), ayudarme a expresar un argumento con fluidez o mostrarme algo que no se relacionó bien. Tengo una gran deuda de gratitud con Ellen Beauchamp, Jim Beavers, Barbara Brand, Mike Calkin, David Case, Dave Fossum, Mitch Glaser, Derrick Lovick, Mark Lundquist, Dave McGaw, Mike Metzger, Jim Roembke, Joe Scimecca, Stan Wallace, David Walnut, y George Selden por su tiempo y sugerencias.

    Agradezco a los miembros del desayuno de oración del Pentágono, a la Iglesia de la Comunidad Burke, a la Iglesia Bíblica Barcroft, a la clase de los Edificadores de Vida de la Iglesia Bíblica McLean, y a las confraternidades universitarias de la Universidad George Mason y de la Universidad de Maryland por permitirme poner en práctica mis ideas en mensajes dirigidos a ellos.

    Gracias a mis mayores animadores y críticos, Lin Johnson, Spencer Brand, Patrick Dennis, Don Carson y J. P. Moreland, por tomarse el tiempo para evaluar mi manuscrito y alentarme a seguir adelante.

    Me encanta poder decirles a mis tres hijos Dan, David y Jon, que su papá estará más disponible ahora que el proyecto está completo. Sería una demostración de la gracia de Dios si este libro les ayuda a alcanzar a sus amigos, ¡a quienes ni siquiera puedo empezar a entender!

    Sobre todo, agradezco a mi esposa Pam por amarme y alentarme a seguir adelante. A veces, creíste en mí y en este trabajo más que yo mismo. Escribir el capítulo sobre el matrimonio fue un placer… gracias a ti.

    Introducción

    USTED PUEDE PENSAR QUE ESTE LIBRO es extraño. Cuando se trata de la evangelización, pienso de manera diferente a muchos otros. Hago preguntas que otros no hacen. Ofrezco respuestas que muchos no consideran, y las respuestas que muchos hallan totalmente convincentes, no me convencen.

    Tal vez usted piense como yo. Tal vez usted conozca personas que formulan las mismas clases de preguntas que yo hago. O tal vez, nuestro mundo ha cambiado tanto que necesitamos replantear la evangelización.

    Mis cuestionamientos son razonables. La gente me dice a menudo que hago buenas preguntas, y cuando digo que ciertas respuestas son poco convincentes, es como si señalara una verdad evidente que todos se niegan a aceptar. Y ante las respuestas que ofrezco, muchas personas me dicen: Caramba, debí haber pensado en eso.

    Durante mucho tiempo, me pregunté si debería callarme nada más y adherirme al proverbio que dice: Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio (Pr. 17:28). Con el deseo de encontrar otra opción, puse a prueba mis preguntas y respuestas con algunas personas no cristianas de la vida real. Mientras escribía este libro, me encontré con docenas de personas muy amables y cuidadosas que estaban haciendo progresos en su propio viaje espiritual, y me permitieron acompañarles en parte del recorrido. Algunos eran estudiantes, otros eran profesores y la mayor parte eran personas corrientes de diversos estratos sociales. Una de las primeras personas en contarme sus incertidumbres (y permitirme contarle algunas de mis ideas) ¡fue un bombero que leía a Nietzsche!

    A lo largo del camino, recibí bastante estímulo para escribir este libro.

    Mi oración es que los lectores reciban el aliento y la ayuda necesaria en la tarea de contar a otros las mejores noticias que jamás han sido anunciadas. No pongo en duda la validez de la evangelización. Simplemente invito a los cristianos a utilizar más preguntas a la hora de evangelizar. No obstante, tengo dos temores. El primero es que algunas personas vean Evangelice como Jesús como una crítica de otros libros de evangelismo o apologética. Trabajos monumentales como Más que un carpintero[1] de Josh McDowell, Know Why You Believe [Sepa por qué cree][2] de Paul Little o Mero Cristianismo[3] de C. S. Lewis son los que me vienen a la memoria. Sería mucha presunción de mi parte criticar tales trabajos. Estos libros (y muchos otros similares) son regalos de Dios a su iglesia, y Él los ha usado asombrosamente. Obsequio ejemplares cada vez que puedo, puesto que son muy eficaces con cierto tipo de personas.

    También me gustan varios de los libros nuevos del arsenal evangelístico. Los dos libros de Lee Strobel, El caso de Cristo y El caso de la fe, son éxitos de librería por buenas razones.[4] Son trabajos bien escritos, bien razonados y convincentes, que nuestro Señor ha usado y seguirá usando para traer muchos al reino.

    Una audiencia diversa, sin embargo, requiere metodologías diversas. Evangelice como Jesús ofrece otra metodología. Si Jesús nos enseña algo sobre la evangelización, es que Él usó una variedad de métodos con una variedad de personas.

    Cualquier método evangelístico requiere tres habilidades. La primera y más básica consiste en declarar el evangelio, e incluye la capacidad de expresar clara y concisamente el mensaje de salvación. El uso de una herramienta como Las Cuatro Leyes Espirituales[5] es provechoso en la presentación clara del mensaje y evita distracciones innecesarias o pistas confusas. La declaración del evangelio también incluye hablar de su propia historia o testimonio personal. Cada creyente en Cristo necesita expresar con fluidez el relato de cómo el Señor cambió su vida y la sigue cambiando a diario.

    La segunda habilidad evangelística es defender el evangelio. Esto se logra al prever cuáles podrían ser las preguntas recurrentes, informarse acerca de los descubrimientos provechosos del pasado y transmitir la información en una secuencia lógica. Todo esto forma parte de esta[r] preparados para presentar defensa (1 P. 3:15).

    La tercera habilidad, y aquí es donde encaja Evangelice como Jesús, es edificar sobre el fundamento de declarar y defender el evangelio. Es una habilidad que consiste en dialogar el evangelio. Bastante desatendida, difícil de dominar, pero absolutamente esencial, la habilidad de dar y recibir (hacer preguntas, escucharlas y devolver ideas), podría ser justo lo que necesita nuestro público postmoderno. Las tres habilidades son necesarias si vamos a ser los embajadores de Cristo en el siglo veintiuno.

    Mi segundo temor consiste en que algunos vean Evangelice como Jesús como un manual técnico. De ser así, podrían verse tentados a usarlo de forma mecánica y les resultaría infructuoso y frustrante. No quiero que las personas respondan a mis ejemplos diciendo: Tengo que memorizar esto, así la próxima vez que alguien me pregunte, diré estas palabras, usaré estas frases y haré tales preguntas.

    Más bien, espero que los lectores adquieran un modo diferente de pensar sobre las personas, sus preguntas y nuestro mensaje. Como resultado de ello, nuestras conversaciones evangelizadoras serán menos en función de contenido-persuasión y más en función de relación-entendimiento. Serán más como diálogos rabínicos que monólogos catedráticos. Se convertirán en un intercambio de ideas que conducirá a ambos participantes a la verdad del evangelio. Para uno de los interlocutores, será su primera llegada a aquel punto; para el otro, será su redescubrimiento y nueva apreciación del mensaje de la cruz.

    El objetivo de Evangelice como Jesús es mostrar a las personas cómo pensar acerca de un asunto, en lugar de en qué pensar. Este libro ayudará a los seguidores de Jesús a desarrollar su mente (la mente de Cristo) más que su metodología, al dar a los lectores una idea de qué decir; pero más importante todavía, los lectores adquirirán confianza al saber qué preguntar. Este libro presenta preguntas que los cristianos pueden hacer para encaminar cada conversación hacia Cristo, así como preguntas que los no cristianos hacen directa o indirectamente, ¡y hasta preguntas que pueden usarse como respuestas!

    Algunas preguntas que las personas hacen hoy son las mismas antiguas preguntas que han hecho durante milenios. Por ejemplo: ¿Por qué un Dios bueno permite el mal y el sufrimiento? Por supuesto, hoy día se pregunta eso mismo a raíz de la caída de las torres gemelas en Nueva York, lo cual pone el asunto en contexto y lo hace más real.

    Hay preguntas que se han hecho antes, pero la temperatura o el tono han subido. Por ejemplo, cuando alguien pregunta cómo puede Jesús ser el único camino a Dios, suena más a una acusación que a una pregunta sincera. Al fin y al cabo, el destino eterno del pagano de alguna tribu africana, que nunca escuchó el evangelio, no viene tanto al caso. Más bien, se pregunta en referencia al hindú que vive al lado, el musulmán que trabaja en el escritorio de al lado, el judío que entrena el equipo de fútbol de sus hijos, o la pareja de solteros que cree en la Nueva Era y viven en la otra calle.

    Otras preguntas son nuevas. Hace veinte años, pocas personas traían la cuestión del estilo de vida homosexual al contexto de una conversación evangelística. Ahora, las personas hacen esa pregunta, y a menudo la expresan como un ataque: ¿Por qué ustedes los cristianos tienen tanta aversión hacia los homosexuales?

    Varias preguntas, que no se verbalizan, siguen al acecho en las charlas evangelísticas. En un tiempo, apenas unos cuantos pícaros universitarios tenían el descaro de preguntar por qué deberían dejar de acostarse con las chicas. Incluso entonces, sus preguntas eran más defensivas que francas, mezcladas con una buena dosis de culpa. Hoy día, gracias a la revolución sexual, la fidelidad matrimonial y la castidad están a la defensiva y los interrogadores modernos podrían preguntarse (en voz alta o en sus corazones hastiados): ¿Qué tanto tiene de bueno el matrimonio? O: Si creo en este Dios del que usted habla, ¿tendré que comulgar con sus ideas anticuadas, sofocantes, y malsanas sobre el sexo? O: ¿Por qué debería tener relaciones sexuales con una sola persona por el resto de mi vida?

    Sean las preguntas antiguas o nuevas —o un tanto más corajudas— deberíamos ser más comunicativos y menos polémicos al predicar las buenas nuevas. Debemos instalar bisagras nuevas para abrir las puertas del evangelio a una nueva generación. Debemos ser discípulos de nuestro Señor y rabino, Jesús de Nazaret, de modo que cada vez más personas se unan a nosotros en aquella gran reunión de adoradores alrededor del Cordero. Si a Él le complace usar este libro para tal fin, dándole a usted confianza a lo largo del camino, estaré agradecido.

    Parte 1

    ¿POR QUÉ HACER PREGUNTAS?

    CAPÍTULO 1

    Las preguntas son más útiles que las respuestas

    NUNCA OLVIDARÉ SU NOMBRE.[1] Jamás lo había oído. Artyum[2] era de Ucrania y quizás el indagador más sincero que he conocido. Simplemente no sabía qué hacer con él. Entablamos una conversación sentados en el césped de la Universidad Americana en Washington, D.C., un día en noviembre que parecía de primavera. No se suponía que hiciera calor, pero allí estábamos, Artyum y yo, disfrutando del sol, cuando según el calendario deberíamos haber estado bajo techo, tomando chocolate caliente.

    Hablamos del estado del tiempo, las clases, nuestras ciudades natales y cosas así. Después, él me preguntó a qué me dedicaba. Trabajar para una organización llamada Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo hace que tales preguntas conduzcan fácilmente a una conversación acerca del evangelio. Es uno de los beneficios de pertenecer al movimiento.

    Cual diestro evangelista, llevé nuestra charla al punto donde un pequeño folleto verde se volvió el foco de atención. Conociendo a Dios personalmente es una adaptación de Las Cuatro Leyes Espirituales, y me pareció una buena herramienta para hablarle del evangelio.[3] Todavía la considero como tal, pero lo que pasó ese día en la Universidad Americana cambió mi manera de pensar acerca de algunos de nuestros métodos de evangelización.

    Yo había sido entrenado y había dictado talleres sobre cómo presentar el folleto, avanzar a través del folleto, evitar distracciones durante la exposición del folleto, llevar a la persona al punto de decisión al final del folleto, y acompañar a la persona durante ese momento trascendente de la conversión tras cerrar el folleto. Podría mencionar las ventajas de usar tal herramienta (y son muchas). También podría mostrar los inconvenientes de improvisar y prescindir de una herramienta tan conducente (y son muchos). Además, podría relatar historias de cómo Dios la ha usado para llevar muchas personas al Salvador.

    Le leí el primer punto: Dios te ama y te ha creado para que le conozcas personalmente. No recuerdo haber hecho una pausa en aquel punto. Creo que ni siquiera respiré, pero de alguna manera Artyum intervino.

    "¿Qué quiere decir con la palabra Dios? preguntó en voz alta. ¿A qué se refiere con la palabra amor? Pero antes que nada, ¿cómo sabe que todo esto es verdad?"

    Fue un momento difícil para mí. Había sido entrenado para barrer cualquier objeción diciendo: Esa es una buena pregunta, ¿qué te parece si la volvemos a considerar cuando terminemos de leer el folleto? Aquella respuesta mecánica me había servido en muchas ocasiones. El resultado inevitable era que las preguntas pasaban a segundo plano, y no volvían a plantearse. Es porque la mayor parte de las preguntas que se hacen al inicio de una presentación evangelística son simples cortinas de humo, cuyo propósito es evitar la convicción que seguramente vendrá de frente al evangelio.

    Por eso muchos detienen la presentación antes que les resulte incómoda diciendo: Pero es que no podemos creer realmente en la Biblia; tiene demasiadas contradicciones; o hay tantas religiones en el mundo, ¿cómo puede alguien saber cuál es la correcta?; o un millar de comentarios pretenciosos que deberían eludirse con la frase esa es una buena pregunta….

    Pero las preguntas de Artyum eran diferentes. No eran cortinas de humo. Conozco la diferencia entre un indagador sincero y alguien que trata de evitar la verdad. Las preguntas de Artyum eran fundamentales. ¿Cómo podría avanzar a la segunda página del folleto y leer que el ser humano es pecador y está separado de Dios, si él estaba atascado en las palabras Dios y amor? ¿Qué nos depararía la palabra pecado?

    Examiné mentalmente los datos de fondo que había extraído de nuestra charla previa y los relacioné con nuestra discusión presente. Al ser de Ucrania, Artyum había sido criado en un mundo ateo, comunista, que leía a Nietzsche y Marx, y pensaba profundamente acerca de la vida. Él era licenciado en historia, le gustaba la filosofía y le molestaba la falta de profundidad intelectual mostrada por la mayor parte de los norteamericanos. No estaba molesto por mi iniciativa de evangelización. Tenía un genuino deseo de hallar respuestas a sus preguntas. Sin embargo, a diferencia de mí, él no sentía ninguna necesidad imperiosa de completar el folleto. Eso sí, le parecía de gran importancia entablar una interacción juiciosa sobre preguntas de peso.

    Lo que siguió fue una discusión de noventa minutos que giró alrededor de preguntas que martillaban los fundamentos de la fe: ¿Cómo sabemos lo que sabemos? ¿Qué sabemos con certeza? ¿Qué sentido tiene todo ello? Hacia el final de la conversación, yo le hice más preguntas a él de las que él me hizo a mí.

    Artyum me ayudó a reconsiderar la tarea de la evangelización. Evangelice como Jesús es el resultado de aquel proceso. En todos los ejemplos de este libro, Artyum es el único nombre que no he cambiado. Aunque me refiera a personas reales en conversaciones reales, los demás nombres son ficticios. Decidí mantener el nombre de Artyum, a la espera de que un día él vea este libro y se ponga en contacto conmigo, para contarme que ha llegado a tener fe en Cristo. No lo hizo aquel día en el césped de la Universidad Americana. Poco después que el clima volviera a las temperaturas normales de noviembre, le perdí el rastro.

    ¿Por qué nos sentimos frustrados?

    Salí de aquella conversación emocionado y frustrado a la vez. La comunicación a ese nivel de intensidad y búsqueda de la verdad fue estimulante. Tal entusiasmo era relativamente nuevo para mí, pero la frustración era demasiado familiar. Otra persona que no hizo decisión por Cristo. Las personas no hacen la oración de decisión conmigo tan fácilmente como lo hacen con los oradores famosos que he oído. Aquellos evangelistas de talento natural, cada vez que se sientan junto a alguien y le presentan el evangelio, siempre conducen a la persona a una decisión de salvación. (¡Y siempre resulta durante un vuelo en avión!)

    Algunas personas me han dicho que mi carencia de fruto en la evangelización es resultado de la falta de oración. Seguramente no oro tanto como podría, pero me pregunto si eso es todo. Otros me han dicho que no presiono con suficiente fuerza el cierre de la venta. No sé cómo responder a eso, pues el evangelio no es un producto a la venta. En introspección, me he preguntado qué me faltará decir para producir la misma magia que tantos otros.

    He visto que no estoy solo en mi frustración. De hecho, frustración quizá sea la emoción más común que los cristianos asocian con la evangelización (seguida de cerca por culpa, confusión, y desesperación). Nuestra frustración tiene muchas facetas. Nos frustra que nuestro mensaje no logre más decisiones, un fruto genuino, un impacto cultural o el avance del reino de Dios que Jesús describió.

    En primer lugar, no mantenemos tantas conversaciones evangelizadoras como sabemos que deberíamos mantener. El mensaje que ha cautivado nuestros corazones, y forma la pieza central de nuestra vida, sigue sin expresarse, sin compartirse ni proclamarse. Perdemos oportunidades para decir a las personas lo que Jesús significa para nosotros. La secularización de nuestra cultura nos ha hecho callar cuando deberíamos hablar. Nos preguntamos por qué el tema que está presente en nuestra mente raras veces pasa por nuestros labios.

    Segundo, la mayor parte de nosotros no les llegamos a los tobillos a las personas dotadas por Dios como evangelistas. Y cuando realmente salimos en fe y hablamos de Cristo, no son tantas las personas que inclinan su cabeza y hacen la oración del pecador. Así que oír sobre los éxitos de Billy Graham solamente nos añade más frustración. En vez de motivarnos para ser valientes, las historias de éxito nos desalientan. Sin embargo, esto no es excusa. Pablo dijo a Timoteo, el cual era un ministro tímido que no se consideraba gran ganador de almas: Haz obra de evangelista (2 Ti. 4:5). Entonces, nos aferramos a la promesa de que Dios perdona hasta al mayor de los pecadores, y tememos que esa clase de pecadores incluya a los que han fracasado en la evangelización, pero abrigamos la esperanza de que algún día surja un método de evangelismo para los que no somos evangelistas.

    Tercero, nos sentimos frustrados por la carencia de fruto permanente. Si alguna vez ha conducido a alguien a Cristo, y más tarde encuentra a esa persona totalmente indiferente al crecimiento espiritual, sabe a qué dolor me refiero. La verdad es que no todas las semillas en la parábola de Jesús cayeron en buena tierra. De todos modos, nos preguntamos por qué algunas plantas aparecen y luego se marchitan bajo el sol, o en el suelo rocoso, o con las distracciones de este mundo. Nos preguntamos por qué, pese a todos nuestros esfuerzos evangelizadores, el porcentaje de cristianos nacidos de nuevo en nuestro país ha permanecido estancado durante más de treinta años, al mismo tiempo que el porcentaje de mormones, musulmanes y compradores de cristales de la Nueva Era sigue en aumento.

    En cuarto lugar, nos frustra nuestra baja salinidad, es decir, poca influencia cultural. Si, como se supone, somos la sal de la tierra o un agente conservante, ¿por qué decae nuestra cultura?

    Estas frustraciones las percibimos en un ambiente de

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