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Cuando la vida se derrumba: Respuestas bíblicas para los que sufren
Cuando la vida se derrumba: Respuestas bíblicas para los que sufren
Cuando la vida se derrumba: Respuestas bíblicas para los que sufren
Libro electrónico182 páginas3 horas

Cuando la vida se derrumba: Respuestas bíblicas para los que sufren

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¿Cuál es la razón para el sufrimiento y el dolor? ¿Por qué pasan cosas malas a la gente buena?Se ha formulado estas preguntas por años. En este libro encontrará que hay un propósito para el dolor y la pena, aprenderá cómo intentar sobrellevar el dolor y qué hacer cuando la vida se derrumba.

Is there a reason for pain and suffering? Why do bad things happen to good people? People have been asking these questions for ages. In this book, Christians will see that there is a purpose for sorrow and pain, and will learn how to cope and what to do when life falls apart.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 feb 2015
ISBN9780825484278
Cuando la vida se derrumba: Respuestas bíblicas para los que sufren
Autor

Warren W. Wiersbe

Warren W. Wiersbe, former pastor of the Moody Church and general director of Back to the Bible, has traveled widely as a Bible teacher and conference speaker. Because of his encouragement to those in ministry, Dr. Wiersbe is often referred to as "the pastor’s pastor." He has ministered in churches and conferences throughout the United States as well as in Canada, Central and South America, and Europe. Dr. Wiersbe has written over 150 books, including the popular BE series of commentaries on every book of the Bible, which has sold more than four million copies. At the 2002 Christian Booksellers Convention, he was awarded the Gold Medallion Lifetime Achievement Award by the Evangelical Christian Publishers Association. Dr. Wiersbe and his wife, Betty, live in Lincoln, Nebraska.

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    El tema del sufrimiento es abordado con sabiduria ,equilibrio y compasión.Lo cierto es que cualquier libro de este escritor es recomendable.

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Cuando la vida se derrumba - Warren W. Wiersbe

Notas

1

A los que sufren

Sea amable, porque todo aquel con el que se encuentra está peleando una batalla.

No estoy seguro de quién fue el primero en hacer esa declaración, pero nos da un buen consejo. Todos estamos peleando batallas y llevando cargas, y necesitamos urgentemente toda la ayuda que podamos conseguir. Lo último que uno de nosotros necesita es que alguien nos ponga encima más dificultades.

No son las exigencias normales de la vida las que nos quebrantan, sino las sorpresas dolorosas. Nos vemos a nosotros mismos peleando batallas en una guerra que nunca declaramos y llevando cargas por razones que no entendemos. No estoy hablando acerca de cosechar lo que sembramos, porque la mayoría de nosotros es lo suficientemente sagaz como para saber cuándo y por qué sucede eso. Si quebrantamos las normas, tenemos que aceptar las consecuencias, pero a veces suceden cosas aún cuando nosotros no las quebrantamos.

Cuando la vida nos pasa esas sorpresas dolorosas, comenzamos a hacernos preguntas. Nos preguntamos si quizá hemos sido engañados. Comenzamos a dudar de que la vida tenga sentido. Sí, a los hijos de Dios les suceden cosas malas, y cuando eso ocurre, nuestra respuesta normal es preguntar: ¿Por qué a nosotros?.

Este libro es el esfuerzo de un hombre para tratar de ayudar a las muchas personas que sufren, seres humanos que, en su dolor, están haciendo las preguntas esenciales que llegan hasta los fundamentos de la vida. ¿Existe Dios? Si existe, ¿qué clase de Dios es? ¿Mediante qué reglas está dirigiendo el juego de la vida? ¿Está libre o está maniatado por su propio universo? ¿Está llevando a cabo un plan, o es tan limitado que no puede intervenir en los asuntos de la vida? ¿Tiene algún beneficio el orar? ¿Tenemos alguna información autorizada de parte de Dios acerca de Dios, o tenemos que conformarnos con nuestras propias limitadas conclusiones, basadas en la poca información que vamos recogiendo en las experiencias demoledoras de la vida?

Estas son preguntas importantes de la vida y deben ser respondidas. Este libro, Cuando la vida se derrumba, trata los mismos problemas que el rabí Harold Kushner consideró en su libro Cuando a las personas buenas les suceden cosas malas. Ambos libros son parte de lo que Mortimer Adler llamaría La gran conversación, ese fascinante debate que ha continuado por siglos, siempre que los hombres y las mujeres han considerado los problemas del mal en este mundo. Puesto que el rabí Kushner y yo abordamos estos problemas con trasfondos y puntos de vista diferentes, es razonable suponer que tendremos nuestras diferencias cuando sacamos nuestras aplicaciones y conclusiones. Pienso, sin embargo, que tenemos el mismo propósito en mente: Ayudar a los que sufren y que se encuentran perplejos ante los problemas de la vida.

A pesar de nuestras diferencias, me benefició la lectura del libro del rabí Kushner. Quedé impresionado por su valor y franqueza al enfrentar sus sentimientos con honestidad, ¡e incluso atreverse a enojarse! Él y su esposa pagaron un gran precio al escribir este libro, y debemos admirarlos por su devoción.

Me ayudó su compasión. Las luchas con su fe no lo apartaron ni lo aislaron, como a menudo sucede en esas situaciones. Estuvo dispuesto a darle a conocer a otros sus descubrimientos, en la esperanza de que las lecciones aprendidas en la escuela del dolor animaran a otros compañeros de sufrimiento.

También me ayudó al forzarme a repensar mis propias convicciones. Esto es algo bueno, porque una fe que no puede ser probada, no es confiable. Por más de treinta años he estado involucrado en el ministerio pastoral, tratando de animar a las personas a que echaran mano de los vastos recursos espirituales que Dios pone a nuestra disposición. Yo también tuve que plantearme algunas de estas preguntas fundamentales. ¿Había estado aplicando la medicina apropiada a la enfermedad sufrida? ¿Había sido acertado mi diagnóstico de la situación? ¿Cuánto de verdad conocía yo acerca del Dios que había estado predicando y escribiendo durante todos estos años? ¿Tengo yo la clase de fe que funciona en los campos de batalla de la vida?

Al agonizar con estas y otras preguntas, llegué a algunas de las conclusiones que voy a ir desarrollando en los capítulos de este libro. Pero para que usted sepa hacia dónde nos encaminamos, aquí están.

Nuestras respuestas a los problemas del sufrimiento deben tener integridad intelectual. Estamos creados a la imagen y semejanza de Dios, y esto significa que debemos pensar. Debemos hacer las preguntas correctas si queremos obtener las respuestas correctas. Eso quiere decir que todos debemos ser filósofos y cuestionar nuestras preguntas. Esto no hay forma de evitarlo, porque desde el momento en que usted trata de responder a una cuestión de la vida, se convierte en filósofo.

Las personas viven mediante promesas, no mediante explicaciones. Este es el balance número 1. Nadie puede responder completamente a todas las preguntas; pero, si pudiéramos hacerlo, las respuestas no nos dan garantía de que la vida resultará más fácil o el sufrimiento más llevadero. Dios no está esperando al final del silogismo, ni tampoco hay paz mental a la conclusión de un argumento. En cada área de la vida debe haber siempre un elemento de fe: En el matrimonio, los negocios, la ciencia y las decisiones comunes de cada día. Lo que usted cree determina cómo va a comportarse, pero usted no puede explicar siempre lo que cree y por qué lo cree. La fe es una de las fuerzas mediante las que vive el hombre, escribió Henry James, y la ausencia total de fe significa desintegración.

¡Debemos vivir! La vida es un don de Dios, y debemos atesorarla, protegerla e invertirla. Puede que podamos posponer algunas decisiones, pero no podemos posponer vivir. La vida no puede esperar hasta que la ciencia haya explicado el universo científicamente, escribió el filósofo español José Ortega y Gasset. No podemos posponer la vida hasta que estamos listos… La vida nos cae encima como un disparo a quemarropa. Agarramos la vida, o hacemos con ella lo mejor que podamos, o la dejamos. El suicidio es la acción última de dejarla. La pregunta más importante en la vida no es ¿Por qué les suceden cosas malas a las personas buenas?, sino ¿Por qué y para qué estamos aquí?. ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Lo sabe alguien?

Debemos vivir para otros. El sufrimiento puede hacernos egoístas o generosos. Puede hacer que seamos parte del problema o parte de la respuesta. John Feble, amigo del cardenal John Henry Newman solía decir: Cuando usted se siente dominado por la melancolía, lo mejor para salir de esa situación es levantarse y hacer algo por otra persona. ¡Buen consejo! El apóstol Pablo explicó a los que sufrían de su tiempo que Dios nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios (2 Co. 1:4). Pienso que fuimos creados para ser canales y no lagos cerrados, para pensar en otros y no en nosotros mismos.

Tenemos a nuestra disposición los recursos para un sufrimiento creativo. Todo en la naturaleza depende de recursos ocultos, y nosotros también. La historia humana está llena de testimonios de personas que pudieron haber sido víctimas, pero que decidieron ser vencedoras. Aunque el mundo está lleno de sufrimiento, escribió Helen Keller, está también lleno de la superación del sufrimiento. El sufrimiento terminará siendo su amo o su siervo, dependiendo de cómo maneja las crisis de la vida. Después de todo, una crisis no hace a una persona, sino que revela lo que la persona lleva por dentro. Lo que la vida nos hace a nosotros depende de lo que la vida encuentra en nosotros. Los recursos están disponibles si nosotros queremos usarlos.

Al considerar estos asuntos, tendremos que usar nuestra mente y ponernos a pensar en serio. Al mismo tiempo, debemos abrir nuestro corazón a esa clase de verdades espirituales que no pueden ser examinadas en los laboratorios ni manipuladas por una computadora. Pero sobre todo, debemos estar dispuestos a obedecer la verdad e ir en la dirección que nos lleve. No es suficiente con que nuestra mente sea iluminada o nuestro corazón quede enriquecido; su voluntad debe ser capacitada en el servicio a otros. El sufrimiento no es un tópico para especulación; es una oportunidad para demostrar compasión e involucrarnos. La mente crece al tomar, pero el corazón crece al dar.

Ya es medio falso el que especula acerca de la verdad, pero no la hace, dijo F. W. Robertson, quien supo lo que era el sufrimiento y murió joven. La verdad nos es dada, no para ser contemplada, sino para hacerla. La vida es acción, no un pensamiento.

Pero si queremos que una acción sea inteligente, debe comenzar con un pensamiento.

Así, pues, nuestra primera responsabilidad es tratar de responder a La verdadera gran pregunta.

2

La verdadera gran pregunta

¿Por qué les suceden cosas malas a las personas buenas?.

Puede que usted no se dé cuenta de ello, pero cuando hace esa pregunta, está revelando mucho de lo que cree. Detrás de esa pregunta hay una serie de suposiciones que usted cree que son ciertas y mediante las cuales maneja su propia vida. Cada uno de nosotros tiene una declaración de fe personal y se manifiesta mediante las preguntas que hacemos.

Cada cual cree algo acerca del universo, de la vida, de la muerte, de la felicidad, de Dios, del bien, del mal y de otras personas. Estas creencias son como los axiomas en geometría, son difíciles de demostrar; pero si usted los rechaza, no puede resolver los problemas. Es estrictamente imposible ser un ser humano, escribió Aldous Huxley, y no tener en general alguna clase de puntos de vista acerca del universo.

Qué suposiciones están detrás de la pregunta: ¿Por qué les suceden cosas malas a las personas buenas?.

Para comenzar, al hacer esas preguntas estamos dando por supuesto que hay valores en la vida. Algunas cosas son buenas y otras son malas. Durante siglos, los filósofos han discutido el significado de lo bueno y de lo que es la vida buena, y no siempre estuvieron de acuerdo. Pero una cosa es muy cierta: Usted y yo preferimos tener la la vida buena antes que sufrir las cosas malas que pueden ocurrimos. Preferimos tener buena salud antes que la enfermedad, buen éxito en los negocios antes que los fracasos, buenas experiencias antes que dolor y tristeza.

Hay otra suposición detrás de nuestra pregunta: Damos por supuesto que hay orden en el universo. Suponemos que hay una causa para las cosas malas que suceden en la vida de las personas. Cuando ocurre una tragedia, decimos: Mira, aquí hay algo equivocado. Esto no debiera haber ocurrido nunca. Nuestra protesta les dice a los demás que creemos en un universo ordenado, uno que tiene sentido. Cosas tales como el nacimiento de un hijo imposibilitado, o el asesinato de una novia atractiva, nos parece que están fuera de lugar.

Una tercera suposición es que las personas son importantes. Pocos de nosotros preguntamos alguna vez por qué les suceden cosas malas a los tulipanes, a los peces o a los conejos. No hay duda de que a ellos también les suceden cosas malas, pero nuestra gran preocupación son los seres humanos. Damos por sentado que las personas son diferentes de las plantas y de los animales, y que esa diferencia es importante.

Nuestra cuarta suposición es, pienso, bien obvia: Creemos que la vida merece la pena vivirla. Después de todo, si la vida no mereciera la pena vivirla, ¿para qué molestarnos en hacer preguntas? ¿Por qué no le ponemos fin de una vez y para siempre? Albert Camus lo expresó sin rodeos: Hay solo un problema filosófico verdaderamente serio, y es el suicidio. Juzgar si merece la pena vivir o no es dar respuesta a la pregunta fundamental de la filosofía. El hecho de que estemos luchando con estos problemas es una evidencia de que merece la pena vivir, de que no estamos montados (como solía decir el cómico Fred Allen) en una noria del olvido.

Podemos añadir una quinta suposición: Creemos que somos capaces de encontrar algunas respuestas y beneficiarnos de ello. Damos por sentado que somos seres racionales con una mente que funciona, y que el mundo racional que nos rodea nos proveerá de algunas respuestas. Puede que no seamos capaces de entenderlo y explicarlo todo, pero aprenderemos lo suficiente para animarnos a enfrentar las luchas y seguir adelante. Edificada sobre esta suposición está la creencia de que somos libres para hacer preguntas y buscar la verdad. No somos robots.

De modo que si está preguntando sinceramente: ¿Por qué les suceden cosas malas a las personas buenas?, esto es lo que usted cree:

Hay valores en el universo.

El universo es lógico y ordenado.

Las personas son importantes.

La vida merece la pena vivirla.

Podemos encontrar respuestas que nos ayuden.

Pero declarar simplemente nuestras suposiciones no resuelve de forma inmediata nuestros problemas. De hecho, estas suposiciones ayudan a crear toda una serie nueva de preguntas que no nos atrevemos a evitar. Si hay valores en el universo, ¿de dónde provienen? ¿Qué es lo que hace que lo bueno sea bueno y lo malo sea malo? Si el universo es racional y ordenado, y nosotros podemos entender la ley de causa y efecto, ¿cómo llegó a suceder de esa manera? ¿Y por qué son las personas importantes? ¿Qué es lo que hace que la vida merezca la pena vivirla?

Pienso que todas esas importantes preguntas pueden ser resumidas en la que creo es la pregunta más grande de todas: ¿Cuál es el propósito de la vida? Si yo sé quién soy, por qué estoy aquí y cómo encajo yo en el plan del universo, entonces puedo entender y manejar las experiencias difíciles de la vida. Como escribió Nietzsche: "Si nosotros tenemos nuestro propio por qué en la vida, funcionaremos bien con casi todos los cómos". O como lo expresa el proverbio romano: Cuando el piloto no sabe a qué puerto se dirige, ningún viento le es de ayuda.

Así, pues, la verdadera gran pregunta no es "¿Por

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