[Colección del Nuevo Humanismo] Contribuciones al pensamiento: Psicología de la imagen — Discusiones histiorológicas
Por Silo
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En Psicología de la imagen se expone una novedosa teoría sobre lo que el autor llama “espacio de representación ”, “espacio” que surge al evidenciarse los objetos de representación (no simplemente de percepción ) y sin el cual no puede entenderse cómo es que la conciencia puede dirigirse a y distinguir entre los llamados “mundo externo” y “mundo interno”. Por otra parte, si la percepción da al perceptor cuenta de los fenómenos ¿en qué lugar éste se ubica respecto a aquéllos?, porque si se dijera que se ubica a sí mismo en la espacialidad externa, acorde con la externidad del fenómeno percibido, ¿cómo es que puede mover el cuerpo “desde adentro” guiándolo en esa externidad? Mediante la percepción puede explicarse el advenimiento del dato a la conciencia pero no se puede, por aquélla, justificar el movimiento que la conciencia imprime al cuerpo. ¿Puede el cuerpo actuar en el mundo externo si no existe una representación de ambos términos? Obviamente no. Esa representación, por tanto, ha de darse en algún “lugar” de la conciencia. Pero, ¿en qué sentido se puede hablar de “lugar”, o “color”, o “extensión” en la conciencia? Estas son algunas de las dificultades que se abordan exitosamente en el presente ensayo cuyo objetivo ha sido sostener las siguientes tesis: a) La imagen es un modo activo de estar la conciencia en el mundo y no simple pasividad como han sustentado las teorías anteriores; b) Ese modo activo no puede ser independiente de una “espacialidad” interna; y c) Las numerosas funciones con que cumple la imagen dependen de la posición que ésta asume en aquella “espacialidad”.
En Discusiones historiológicas se pasa revista a las distintas concepciones que el autor engloba bajo la designación de “Historia sin temporalidad”. Pero ¿por qué es que se ha dado cuenta, hasta hoy, de la historia humana considerando al hombre como epifenómeno o simple polea de transmisión en la que cumple con la función de paciente de factores extrínsecos? ¿Qué ha motivado la falta de explicación suficiente sobre la temporalidad y de qué naturaleza es ésta? El autor explica que la Historiología sólo devendrá en ciencia en la medida en que pueda responder a esas preguntas y aclare los pre-requisitos necesarios a todo discurso histórico, a saber: ¿de qué historicidad y de qué temporalidad estamos hablando?
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[Colección del Nuevo Humanismo] Contribuciones al pensamiento - Silo
Contribuciones al pensamiento consta de dos ensayos. El primero de ellos, Psicología de la imagen, fue escrito en 1988 y el segundo, Discusiones historiológicas, se concluyó en 1989. Aunque referidas a campos distintos estas dos producciones guardan entre sí muy estrecha relación y, en algún sentido, se esclarecen mutuamente. Es por ello que su publicación, bajo el título abarcante de Contribuciones al pensamiento, parece del todo adecuada. Los enfoques de Psicología de la imagen y de Discusiones historiológicas son característicos de la reflexión filosófica y no nacen de la entraña misma de la Psicología ni de la Historiografía. Sin embargo, ambos trabajos se dirigen a las mentadas disciplinas de modo fundamentante.
En Psicología de la imagen se expone una novedosa teoría sobre lo que el autor llama espacio de representación
, espacio
que surge al evidenciarse los objetos de representación (no simplemente de percepción ) y sin el cual no puede entenderse cómo es que la conciencia puede dirigirse a y distinguir entre los llamados mundo externo
y mundo interno
. Por otra parte, si la percepción da al perceptor cuenta de los fenómenos ¿en qué lugar éste se ubica respecto a aquéllos?, porque si se dijera que se ubica a sí mismo en la espacialidad externa, acorde con la externidad del fenómeno percibido, ¿cómo es que puede mover el cuerpo desde adentro
guiándolo en esa externidad? Mediante la percepción puede explicarse el advenimiento del dato a la conciencia pero no se puede, por aquélla, justificar el movimiento que la conciencia imprime al cuerpo. ¿Puede el cuerpo actuar en el mundo externo si no existe una representación de ambos términos? Obviamente no. Esa representación, por tanto, ha de darse en algún lugar
de la conciencia. Pero, ¿en qué sentido se puede hablar de lugar
, o color
, o extensión
en la conciencia? Estas son algunas de las dificultades que se abordan exitosamente en el presente ensayo cuyo objetivo ha sido sostener las siguientes tesis: a) La imagen es un modo activo de estar la conciencia en el mundo y no simple pasividad como han sustentado las teorías anteriores; b) Ese modo activo no puede ser independiente de una espacialidad
interna; y c) Las numerosas funciones con que cumple la imagen dependen de la posición que ésta asume en aquella espacialidad
. Si lo sostenido por el autor es correcto la acción del ser humano debe ser reinterpretada. Ya no será la idea
, o una supuesta voluntad
, o la misma necesidad objetiva
las que muevan al cuerpo hacia las cosas, sino la imagen y el emplazamiento de ésta en el espacio de representación. La idea
, o la necesidad objetiva
, podrán orientar la actividad en la medida en que se emplacen como imagen y en una perspectiva de representación, en un paisaje interno adecuado. Pero no solamente las necesidades o ideas tendrán esa posibilidad sino también las creencias y aún las emociones convertidas en imágenes. Las consecuencias que derivan de esto son enormes y el autor parece insinuarlas al cerrar su trabajo con estas palabras: Si las imágenes permiten reconocer y actuar, conforme se estructure el paisaje en individuos y pueblos, conforme sean sus necesidades (o lo que consideren que sean sus necesidades), así tenderán a transformar al mundo
.
En Discusiones historiológicas se pasa revista a las distintas concepciones que el autor engloba bajo la designación de Historia sin temporalidad
. Pero ¿por qué es que se ha dado cuenta, hasta hoy, de la historia humana considerando al hombre como epifenómeno o simple polea de transmisión en la que cumple con la función de paciente de factores extrínsecos? ¿Qué ha motivado la falta de explicación suficiente sobre la temporalidad y de qué naturaleza es ésta? El autor explica que la Historiología sólo devendrá en ciencia en la medida en que pueda responder a esas preguntas y aclare los pre-requisitos necesarios a todo discurso histórico, a saber: ¿de qué historicidad y de qué temporalidad estamos hablando? En el Prólogo a esta obra se dice: Hemos fijado como objetivo de nuestro trabajo dilucidar los requisitos previos necesarios para la fundamentación de la Historiología. Está claro que un saber fechado sobre los acontecimientos históricos no basta para efectuar reclamos acerca de su cientificidad...
. La Historiología no puede prescindir de la comprensión de la estructura de la vida humana ya que el historiólogo, aún cuando quisiera hacer simple historia natural, se vería compelido a estructurarla desde una óptica y una interpretación humana. Precisamente, la vida humana es historicidad, temporalidad, y en la comprensión de esa temporalidad está la clave de toda construcción histórica. Pero ¿cómo es que se suceden los acontecimientos humanos, cómo es que devienen unos en otros? Son las generaciones en su acumulación temporal los agentes de todo proceso histórico y aunque éstas coexistan en un mismo momento su paisaje de formación, desarrollo y lucha es diferente entre ellas ya que unas han nacido antes que otras. Aparentemente viven el mismo tiempo histórico como lo hacen el niño y el anciano pero aún coexistiendo representan paisajes y acumulaciones temporales diferentes. Por otra parte, las generaciones nacen unas de otras en un contínuum biológico pero lo que las caracteriza es su constitución social y temporal.
SILO
CONTRIBUCIONES AL PENSAMIENTO
Psicología de la imagen - Discusiones historiológicas
© Silo
ePub ISBN: 978-956-7483-33-4
Autorizada su reproducción parcial citando la fuente.
Diseño portada: Francisco Ruiz Tagle
Fotografía portada y autor: Rafael Edwards A.
Producción gráfica: Virtual ediciones
Abril de 2021 - Santiago de Chile.
LogotipoColeccionConferencia del autor
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Comentar el libro que se acaba de editar, comentar, digo, Contribuciones al pensamiento, parece tarea un poco técnica y si éste es el tratamiento al que estamos exigidos por el presente material debemos aclarar que trataremos de hacer una presentación en la que resalten los nudos principales del escrito sin llegar a rigorismos excesivos. Será ésta, además, una exposición breve.
Este libro, como sabemos, consta de dos ensayos reflexivos en torno a temas que aparentemente se encuadran dentro de la Psicología y de la Historiografía según revelan sus respectivos títulos: Psicología de la imagen y Discusiones historiológicas. Pero ya se verá cómo ambos estudios se entrelazan apuntando al mismo objetivo que es el de echar las bases para la construcción de una teoría general de la acción humana, hoy por hoy no suficientemente fundamentada. Cuando hablamos de una teoría de la acción no estamos planteando solamente la comprensión del trabajo humano como lo hace la praxiología de Kotarbinski, Skolimowski o en general la escuela polaca que, por cierto, tiene el mérito de haber desarrollado el tema in extenso. Nosotros nos dirigimos más bien a la comprensión del fenómeno del origen de la acción, de su significado y de su sentido. Desde luego, podrá objetarse que la acción humana no requiere de ninguna justificación teórica; que la acción es antípoda de la teoría; que las urgencias del momento son por demás prácticas; que los resultados de la acción se miden en términos de logros concretos y que, por último, no es éste el momento de teorías ni de ideologías ya que éstas han demostrado su fracaso y su derrumbe definitivo, dejando por fin el paso libre a la realidad concreta, paso que debe enderezarse a la elección de las circunstancias más adecuadas para el logro de la acción eficaz.
El fárrago de objeciones anteriores muestra un indudable trasfondo pragmático que, como sabemos, se exhibe cotidianamente como una actividad antiideológica que somete el valor de su prueba a la realidad misma. Pero los defensores de tal actitud nada nos dicen en torno a qué cosa es esa realidad que mencionan, ni entre qué parámetros se emplaza la acción para ser medida como eficaz
Porque si el concepto de realidad
queda reducido a la burda comprobación perceptual, nos mantenemos dentro de la superstición que la ciencia desmiente a cada paso de su desarrollo. Y si se menciona la eficacia de la acción
será bueno, como mínimo, establecer si el supuesto éxito de ésta se mide en términos inmediatos concluyendo en el hecho mismo o si sus consecuencias continúan desarrollándose aun cuando la acción haya terminado. Porque si decimos lo primero, no se advierte cómo una acción puede conectarse con otra, quedando el campo libre a la incoherencia o a la contradicción entre la acción de un momento B respecto de la acción del momento A. Si, en cambio, existen consecuencias de la acción, es claro que en un momento A ésta puede ser exitosa y que en un momento B deje de serlo. En fin, esta ideología que pretende no serlo, debe ser contestada a modo de disgresión y aun a riesgo de una caída de nivel expositivo, porque incluso siendo escaso su valor argumental ha logrado una cierta instalación como creencia pública, lo que hace generar reacciones desfavorables frente a todo planteo como el que nosotros presentamos.
Por nuestra parte, apreciamos el valor de las formulaciones teóricas en torno al problema de la acción y encuadramos a nuestra concepción dentro de las posturas ideológicas, entendiendo por ideología
a todo conjunto de pensamiento, científico o no, que se articula en sistema de interpretación de una determinada realidad. Y, desde otro ángulo, rescatamos para nosotros una total independencia con respecto a las teorías que, nacidas en el siglo pasado, han demostrado su fracaso no solamente práctico sino, sobre todo, teórico. Así pues, el derrumbe de las ideologías decimonónicas en nada disminuye, sino más bien lo contrario, a las nuevas concepciones que hoy están en proceso de gestación. Además, decimos que tanto El Fin de las Ideologías
preconizado por Daniel Bell en la década del ’60 y El Fin de la Historia
anunciado hace poco por Fukuyama responden a una percepción anticuada porque tienden a cerrar un debate que en términos ideológicos quedó ya agotado en la década del ‘50, por supuesto mucho antes de que algunas espectacularidades políticas actuales sobresaltaran a quienes advirtieron con retraso el paso de la Historia, hipnotizados como estaban con los supuestos del éxito práctico. Así es que este pragmatismo añejo, cuyas raíces encontramos en el Metaphisycal Club de Boston hacia 1870 y que James y Peirce expusieron con la modestia intelectual que los caracterizaba, fracasó también en términos ideológicos hace ya mucho tiempo y ahora solo resta ver las espectacularidades que han de acabar con los supuestos del Fin de la Historia