Obras - Coleccion de Jules Renard
Por Jules Renard
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El sapo
La llave
La petición
La señorita Olympe
Un modelo de agricultor
Blandine y Pointu
El agricultor modelo
El barco a vapor
El canario
El Cristo amonestado
El nido de jilgueros
Pierre-Jules Renard (Châlons-du-Maine, Mayenne, 22 de febrero de 1864 - París, 22 de mayo de 1910) fue un escritor, poeta, dramaturgo, crítico literario y de teatro francés. Fue miembro de la Academia Goncourt y uno de los fundadores del Mercure de France.
Jules Renard
Pierre-Jules Renard, dit Jules Renard, né le 22 février 1864 à Châlons-du-Maine et mort le 22 mai 1910 dans le 8e arrondissement de Paris, est un écrivain et auteur dramatique français.
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Índice
El picapedrero
El sapo
La llave
La petición
La señorita Olympe
Un modelo de agricultor
Blandine y Pointu
El agricultor modelo
El barco a vapor
El canario
El Cristo amonestado
El nido de jilgueros
Jules Renard
Francia: 1864-1910
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El picapedrero
-Perdone, amigo, ¿cuánto tiempo se tarda en ir de Corbigny a Saint-Révérien?
El picapedrero levanta la cabeza y apoyándose en su maza, me observa a través de la rejilla de sus gafas, sin responder.
Repito la pregunta. No responde.
-Debe ser sordomudo -pensé y continúo mi camino.
Había recorrido apenas un centenar de metros cuando oigo la voz del picapedrero. Me llama y agita su maza. Regreso y me dice:
-Necesitará dos horas.
–¿Por qué no me lo ha dicho usted antes?
-Señor -me explica el picapedrero- me ha preguntado cuánto tiempo se necesita para ir de Corbigny a Saint-Révérien. Tiene usted una mala forma de preguntar a la gente. Se necesita lo que se necesita. Eso depende del paso. ¿Conozco yo acaso a qué velocidad camina usted? Lo he dejado marcharse. Lo he visto caminar un trecho. Luego he echado cuentas y ahora ya lo sé; ya puedo informarle: necesitará dos horas.
El sapo
Nacido de una piedra, vive debajo de una y en ella se cavará la tumba.
Lo visito frecuentemente, y cada vez que levanto su piedra tengo miedo de encontrarlo y miedo de que ya no esté allí.
Pero está.
Escondido en aquella guarida seca, limpia, estrecha y propia, la ocupa plenamente, hinchado como una bolsa de avaro.
Si la lluvia le hace salir, viene a mi encuentro. Unos cuantos saltos pesados, y luego me mira con ojos enrojecidos.
Si el mundo injusto lo trata como a un leproso, yo no temo agacharme junto a él y acercar al suyo mi rostro de hombre.
Luego reprimiré un resto de asco y te acariciaré con la mano, sapo.
En la vida se tragan otros sapos que repugnan más.
Ayer, no obstante, me faltó tacto. Fermentaba y sudaba, con todas sus verrugas reventadas.
-Mi pobre amigo -le dije- no quiero ofenderte pero, ¡Dios santo! ¡qué feo eres!
Abrió su boca pueril y sin dientes, de aliento caliente, y me respondió con un ligero acento inglés:
-¡Pues anda que tú!
La llave
La vieja es vieja y avara; el viejo es aún más viejo y