Pasión tranquila: Ensayo sobre la filosofía de Hume
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Pasión tranquila - Felipe Martínez Marzoa
2007
1. Filosofía
MUY PROBABLEMENTE, cuando este libro, que ahora empiezo, esté terminado, podrá decirse que en él se intenta presentar la filosofía
de Hume. Con ello se estará dando por supuesto, primero, que se tiene algún concepto de qué es lo que se entiende aquí por filosofía y, segundo, que eso que aquí se entiende por filosofía es algo que en Hume mismo tiene alguna entidad definible, aunque quizá allí la palabra para designar esa entidad no sea precisamente filosofía
. Para dar algún contenido al primero de estos dos supuestos, asumiremos que el significado de filosofía
viene dado por el hecho de que, si en principio toda investigación pretende presentar contenidos válidos, la filosofía
sería la cuestión de en qué consiste el que algo sea un contenido válido, esto es, de en qué consiste la validez, qué es la validez, qué es ser válido o simplemente qué es ser. Pues bien, desde muy atrás, o al menos muy atrás en comparación con Hume, ha venido haciéndose valer el hecho de que una cuestión así, a saber, qué es ser válido o qué es validez, se coimplica con que haya un discurso (un pensar, un proceder) cualificado precisamente por el hecho de satisfacer un concepto de validez, o, dicho de otra manera, la cuestión qué es ser
está en coimplicación con que ciertos contenidos tengan el carácter de lo que en verdad es
. Así, pues, de la filosofía
en el sentido que hasta aquí hemos querido dar a esa palabra parece inseparable el que haya un discurso cualificadamente válido, llamémosle, por ejemplo, ciencia
, y digamos entonces: la ciencia es inseparable de que haya un en qué consiste la validez
, si bien la ciencia misma no es ese en qué consiste
, sino que ella es más bien el hecho de que el en qué consiste
esté interiorizado y funcione; un filósofo algo posterior a Hume llegó a designar como el seguro camino
de la ciencia el hecho de que la marcha de la investigación científica no necesite ya del expreso (re)planteamiento de la cuestión de en qué consiste la validez
, a saber, no lo necesite en el sentido de que tal en qué consiste
esté ya incorporado a la substancia misma del proceder. Sea o no ello así, aquí nos basta con la mencionada coimplicación (entre lo que hasta ahora hemos llamado filosofía
y lo que hemos llamado ciencia
) para entender la posibilidad, inherente a la misma tradición de la que forman parte los conceptos filosofía
y ciencia
, de que en el alcance de la denominación filosofía
se incluya también la ciencia; en efecto, ésta es prolongación inevitable del hecho de que haya un en qué consiste la validez
o qué es ser
. De hecho, en la manera de hablar de Hume y su entorno, la referencia de la palabra philosophy incluye también la ciencia. Ahora bien, nuestra exposición a lo largo del libro que ahora comenzamos habrá de aclarar por qué, sin embargo, Hume defiende la entidad propia de lo que aquí inicialmente hemos llamado filosofía
(digamos: de la filosofía en sentido estricto), defiende la estricta línea divisoria entre eso y lo que hemos llamado ciencia. Lo que ocurre entonces, como evidente consecuencia de todo lo hasta aquí dicho, es que a la filosofía en sentido estricto, aun defendiendo su delimitación y su entidad propia, Hume no la podrá llamar philosophy, sino que tendrá que adoptar para ella alguna denominación que delimite un campo dentro de la philosophy. Nuestra exposición, a lo largo de todo el libro, habrá de aclarar por qué esa denominación es moral philosophy o también science of human nature y, en conexión con ello, también por qué Hume llama moral subjects a todos los temas o cuestiones de lo que hemos llamado la filosofía en sentido estricto, por ejemplo: por qué todos los temas humeanos que cualquier profesor de filosofía de hoy trata en apartados como teoría del conocimiento
o similares son para Hume moral subjects y asuntos de moral philosophy.
2. Idea, facticidad e inmediatez
EL HECHO de que en el comienzo tanto de A Treatise of Human Nature como de An Enquiry concerning Human Understanding se encuentre la distinción entre impresión
e idea
puede inducir al lector de hoy a un error de perspectiva. Para nuestra contemporaneidad, en efecto, ambos términos pueden aparecer como en el mismo nivel el uno que el otro en cuanto a su condición de términos filosóficos. No es esa la situación cuando Hume escribe; idea
es entonces ya un término firmemente asentado como tal desde tiempo atrás, mientras que impresión
no lo es. En cierta manera, idea
significa en ese momento y ya de entrada, en sentido que precisaremos, el problema mismo de la filosofía (en sentido estricto, es decir: en el sentido nuestro
de nuestro capítulo 1), sólo que ese problema es en efecto problema, y es por la asunción de tal problemática por lo que Hume se ve llevado a introducir otro elemento, el cual, como corresponde, se designa con un término nuevo. Es, pues, claro que a nosotros, que llegamos cuando ya las dos palabras son en parecida medida la una que la otra términos filosóficos, nos será preciso, para entender el discurso de Hume, olvidarnos por unos momentos de impresión
y centrar nuestra atención en idea
, en definitiva con el fin de ver por qué lo designado con esta palabra contiene un problema que impide quedarse con ello solo.
Consiguientemente, en buena parte del presente capítulo, a saber, hasta el momento en que invoquemos expresamente y en particular a Hume, el trecho histórico al que atribuimos la problemática arranca de un momento algo anterior; también abarca algo más que una u otra particular corriente.
Desde algún tiempo antes de Hume idea
es ya, ciertamente, designación de algo que tiene algo que ver con la mente
. Sin embargo, como vamos a ver, dista mucho de ser mera erudición histórica
el recordar que idea
designa cuestiones filosóficas fundamentales desde mucho antes de tener esa relación, e incluso desde antes de que haya la mente
. Destaquemos por de pronto un sentido en el que esa procedencia de la palabra es sincrónicamente importante en la propia época de Hume, a saber: que la presencia de una idea, el que haya idea, no debe en modo alguno confundirse con mera facticidad psíquica o mental
; para el reconocimiento de una idea, hay siempre una quaestio iuris, una cuestión de validez; otra cosa es si en la constitución y dilucidación de la quaestio iuris desempeña o no un papel (y qué papel) alguna meramente fáctica presencia en la mente
, pero el simple hecho de que esta cuestión se plantee demuestra que la validez es algo de suyo distinto de la facticidad mental y que lo seguiría siendo incluso en el caso de que la respuesta a la cuestión de lo uno fuese lo otro.
De entrada lo que acabamos de decir puede ilustrarse mediante la imposibilidad de distinguir en términos de mera facticidad psíquica entre significados que, sin embargo, no resisten cierto análisis y otros que, hasta donde sabemos, sí lo resisten. Cuando decimos decaedro regular
, entendemos el significado de las palabras ni mejor ni peor que cuando decimos octaedro regular
; sin embargo, lo segundo es, por lo que hasta ahora sabemos, una idea, lo primero, en cambio, no; y el que alguien esté sinceramente dispuesto a morir por decaedros regulares, cosa que ocurre todos