La hipótesis macabra. Los Estados Unidos y el 11 de septiembre
Por Fernando Montiel
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Los hechos del 11 de septiembre de 2001 marcaron la futura agenda y los ritmos de la política internacional. Y si gran parte del mundo se detuvo aquel día frente a la pantalla de los televisores, luego se echó a andar, pero de un modo distinto. En ese sentido, este libro es esclarecedor. Aquí se analizan los motivos de los autores del atentado, la propaganda oficial, el uso y naturaleza de la palabra terrorismo, el nivel de información del público de Estados Unidos y la conducta de la prensa independiente.
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Poder acceder a la cultura y la información , superando las fronteras del tiempo y el espacio es lo más importante de esta aplicación, dónde además la censura de lo políticamente correcto no campea en demasia
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La hipótesis macabra. Los Estados Unidos y el 11 de septiembre - Fernando Montiel
¿Por qué escribir un libro sobre los sucesos del 11 de septiembre de 2001 más de una década después? Aunque existen muchas formas de responder a esta pregunta, nos limitaremos a una: tales hechos y sus secuelas, no por distantes, son anacrónicos.
Del mismo modo en que el sistema colonial español sentó las bases de la miseria actual del grueso de los pueblos indígenas en América Latina, el 11 de septiembre y todo lo que le siguió han marcado las agendas y los ritmos de la política internacional contemporánea. A la invasión de Afganistán en 2001 le siguió la de Irak en 2003, los ataques permanentes con drones (naves aéreas comandadas a distancia) en la frontera afganopakistaní desde 2004, las guerras civiles en Libia en 2011 y en Siria también desde el mismo año, que todavía continúan... Todas estas crisis y el agravamiento de otras tantas -como la del conflicto en los territorios ocupados por Israel en Palestina- deben mucho de su origen y no poco de su desarrollo a la guerra contra el terror
lanzada -al menos en teoría- como consecuencia de los ataques sufridos por Estados Unidos en 2001.
Y no se distingue todavía en el horizonte un fin de esas pretendidas secuelas. De hecho, más crisis y más violencia, con la misma excusa ambigua del terrorismo
y sus múltiples -e igualmente opacas- variaciones se asoman en el futuro: ya en su presentación de narcoterrorismo
, para los casos de México y Colombia, o de terrorismo nuclear
, para Irán y Corea del Norte.
Entonces, ocuparse de un cierto ángulo de los hechos de aquel septiembre de 2001 no es intrascendente ni es una tarea estéril; contribuye a comprender algo del origen de la sangre que salpica nuestras pantallas de televisión y las planas de nuestros diarios de forma cotidiana.
Si la vigencia de la guerra contra el terror
da cuenta del tema en cuestión, ¿qué justifica el enfoque que aquí asumiremos? Es decir: ¿por qué analizar la posibilidad de que el 11 de septiembre fuese producto, no de un atentado, sino más bien de un autoatentado?
No es este siquiera el primer libro en abordar esa perspectiva ni será el último; ahí están, por ejemplo, los libros del periodista francés Thierry Meyssan (1) y el de Andreas von Bulow (2) -ex ministro de Investigación y Tecnología del Gobierno alemán-, y sólo entre los más conocidos. Sin embargo, creemos que existe aquí una diferencia de fondo: mientras que aquellas obras ofrecen un recuento de hechos que, a juicio de sus autores, demuestran que el 11-S fue un autoatentado (y de allí su abundancia de algunos detalles fácticos puntuales que aquí omitiremos), este libro ofrece un análisis de la arquitectura de dicha hipótesis
.
En otras palabras, lo que el lector encontrará en este libro es una explicación de cómo es que se construye la hipótesis del autoatentado sin adoptar necesariamente una posición militante al respecto. En breve: una cosa es explicar la lógica del 11-S como un autoatentado
, que es lo que hacemos en esta obra, y otra cosa es suscribirla.
Parte del material del que se compone este libro fue publicado originalmente en dos obras colectivas. El primero de estos libros apareció apenas cuatro meses después del atentado, en enero de 2002 bajo el título Afganistán: Guerra, terrorismo y seguridad internacional en el siglo XXI (México: Montiel y Soriano editores, 2002) y el segundo, cuatro años más tarde, con el título La guerra contra el terror: Estados Unidos, Afganistán y la lucha contra el terrorismo (México: Ariete, 2006). En ambos casos, la coordinación del contenido estuvo a cargo de quien firma estas páginas, junto con reconocidos especialistas en asuntos internacionales como Heinz Dieterich, en el caso del primer libro, y Zidane Zeraoui, en el del segundo. Además de los aportes de los coordinadores, aquellas obras contaron también con la participación de otros autores, entre ellos, algunos escritores de talla mundial como Noam Chomsky y Johan Galtung.
Junto con el contenido, también la redacción experimentó cambios. La agilidad de la lectura debe mucho al agudo talento editorial de Julio Acosta, hábil mediador entre escritores y lectores, traductor de lenguajes, intérprete de contenidos y arquitecto de comunicaciones en todos los sentidos y direcciones.
Introducción
"En tiempos de guerra, a la verdad hay que protegerla con un guardaespaldas de mentiras."
Winston Churchill
Tal vez la mejor forma de introducir este libro sea describiendo con precisión qué es lo que contiene y qué es lo que no contiene y, para ello, conviene comenzar por esto último.
Este libro no contiene un análisis de ingeniería forense o sobre resistencia de materiales y estructuras. Por lo tanto, no tocará el tema de si la caída de las Torres Gemelas se debió a un derribamiento controlado o si fue producto del choque de los aviones, las explosiones y la temperatura. En este mismo sentido, tampoco discutirá si lo que hizo explotar un sector del Pentágono fue una bomba instalada, el impacto de un misil o el de un avión. Del mismo modo, la discusión de la veracidad y confiabilidad de las pruebas
que apuntan a la responsabilidad de Osama bin Laden y Al-Qaeda sobre los hechos ocurridos el 11 de septiembre de 2001 tampoco ocupará un lugar.
Estos y otros enfoques quedarán todos fuera de este trabajo por diversas razones; entre otras, por la dificultad para verificar mucha de la información sobre la que tales asertos están construidos; la imposibilidad material de probar o descartar empíricamente muchos de los argumentos; la incertidumbre que rodea muchas de las circunstancias a las que tales teorías aluden; la debilidad que existe en muchos de los vínculos y cadenas causales que esas visiones defienden y finalmente las dudas que tiene este autor de que en medio del mar de información y desinformación -un mar en el que con facilidad a las sospechas se les trata como hechos consumados y a las opiniones particulares, fundadas o no, se les da trato de verdades inobjetables- se llegue a una teoría completa, redonda y sin contradicciones, sobre todo lo que tiene que ver con este episodio de la historia contemporánea.
El planteamiento aquí es menos ambicioso en sus alcances, menos estridente en su desarrollo y, entendemos, tal vez menos descabellado en sus fundamentos. Lo que presentamos es, básicamente, un ejercicio hipotético. Y la premisa es la siguiente: sobre el supuesto de que la autoría del atentado del 11 de septiembre de 2001 fuese atribuible al Gobierno estadounidense, ¿qué es lo que habría que tomar en cuenta como sustento de dicha suposición? En otras palabras: aquí no nos desgarraremos las vestiduras para defender a capa y espada la afirmación de que Estados Unidos fueron los autores del atentado -en principio, y vale insistir en ello, porque es imposible de demostrar fuera de toda duda razonable-, sino que realizamos una exploración de algunos de los planteamientos básicos que sustentan las ideas de quienes afirman que así fue
.
El capítulo 1 se inicia con una discusión sobre algunos aspectos generales del terrorismo, su teoría y su práctica en Estados Unidos y el mundo. Como se verá, el terrorismo como concepto resulta controversial cuando se utiliza para tratar de definir y categorizar actores y procesos internacionales: la utilidad técnica del concepto es sacrificada y enterrada en la tormenta de calificaciones políticas y descalificaciones mediáticas. Aquí se aborda el tema del terrorismo y se intenta ponerlo en contexto y perspectiva, en un esfuerzo por lograr una definición a partir de sus componentes y antecedentes.
El capítulo 2 aborda de lleno el tema de la autoría de la tragedia. El punto principal aquí es: además de la voluntad
, ¿quién habría tenido la capacidad
de realizar un atentado como el del 11 de septiembre? La reflexión en torno de esta pregunta, lógicamente incluye la consideración de la que hemos llamado la hipótesis macabra, es decir, la posibilidad de que Estados Unidos -sus autoridades políticas, básicamente- fuesen los responsables por comisión o por omisión de los atentados. En este sentido, se discuten las dificultades que conlleva el atribuir la responsabilidad del atentado a los sospechosos de siempre
(los rogue states, células extremistas, etc.).
En el capítulo 3 se ofrece un conjunto de argumentos, que son básicamente de tres tipos: políticos, económicos y estratégicos. La idea principal es que, para poder atribuir algún grado de responsabilidad a las autoridades estadounidenses, es necesario presentar primero los motivos que los pudieron haber llevado a actuar de ese modo. En pocas palabras: si los responsables del atentado fueron dichas autoridades, ¿qué habrían ganado organizando o permitiendo un ataque así?; ¿cuáles serían sus motivos políticos?; ¿cuáles podrían haber sido los posteriores rendimientos económicos?; ¿qué conveniencia estratégica traería consigo, por ejemplo, una invasión contra Afganistán y por qué?... Y, para no dejar estas cuestiones sólo en el terreno de los interrogantes, ofrecemos aquí algunas ideas al respecto.
El capítulo 4 es un análisis de los tres pilares sobre los que construye la propaganda oficial Estados Unidos. La reflexión en esta dirección es pertinente por el siguiente motivo: suponer que las autoridades estadounidenses organizaron los hechos del 11 de septiembre y que además pudieron convencer a su población de que fue otro el responsable (Osama bin Laden, Al-Qaeda, o quien sea), implica dar por sentado que el grueso de la población es incapaz de escapar a la propaganda oficial
, es decir, que su capacidad para el pensamiento crítico e independiente es insuficiente. ¿Es esto realmente así? ¿Qué otros datos hay como punto de referencia para avalar o no esta visión? Y en todo caso, ¿cuáles serían esos tres pilares que se encuentran en la raíz de esta probable incapacidad crítica?
El capítulo 5 se destina al análisis de los sistemas de propaganda en el contexto del 11 de septiembre. En este apartado se hace una revisión crítica desde los fundamentos ideológicos sobre los que se construyó la histeria antiislámica y antimusulmana sobre la que posteriormente se presentó la imagen de Osama bin Laden como el enemigo perfecto
. Particularmente se critican las omisiones y la descontextualización de los hechos y de los antecedentes pertinentes por parte de las grandes cadenas de información. Asimismo, se hace un análisis, de la forma en que mucha de la prensa alternativa -crítica
según se autopresenta- incurrió en los mismos ciclos desinformativos respecto de la tragedia, oscureciendo tanto o más los esfuerzos por comprender lo que ocurrió, sus orígenes y consecuencias. Como veremos, la prensa alternativa, no por ser supuestamente crítica
, necesariamente es más profesional, objetiva, veraz o confiable que su contraparte corporativa.
El libro termina con una serie de reflexiones presentadas a modo de conclusiones finales. La meta a la que éstas aspiran es a abrir o continuar debates, no a limitarlos, y mucho menos a darlos por concluidos.
Al revisar estas páginas, notamos que mucha información, también pertinente, ha quedado fuera. Aunque eso es cierto, no es necesariamente relevante. Después de todo, sobre el tema del 11 de septiembre se podrían escribir bibliotecas enteras,