Siempre quiso escribir, pero jamás pensó recibir un espaldarazo tan maravilloso. Todo se lo debe a La sangre del padre, una novela que trata de rellenar los muchos huecos que existen en la vida de Alejandro Magno. Y es que, aparte de las grandes gestas, hay un hueco enorme en la personalidad del joven rey macedonio que Goizueta rellena con mucho acierto y de manera verosímil.
¿Por qué escribir sobre Alejandro Magno?
Bueno, porque sin duda es una de las figuras máximas del mundo antiguo, pero sobre todo porque el mundo que dejó no era para nada en el que él había nacido, allá por el 356 a. C. Yo creo que pocas fechas hay más significativas en la historia que el 323 a. C., el principio del helenismo, de un mundo totalmente nuevo. Este libro nace de la fascinación por este personaje que es irrepetible.
Se ha escrito tanto sobre Alejandro que parece difícil darle un nuevo enfoque, pero tú lo has encontrado adentrándote en esa parte psicológica del personaje tan atractiva.
La leyenda de Alejandro nació antes de que se hubiera escrito su historia, pero yo nunca compré la idea de que era un emperador megalómano más, al que solo le guiaba la ambición y el orgullo. Una persona que había sido educada por Aristóteles desde los 13 años tenía que tener otro tipo de relación con el mundo, otra forma de estar en la vida. Me fascinaba la idea de este chico que es rey de Macedonia con 20 años, en el 336 a. C., y que tenía mi edad, 23 años, cuando dio el salto a Persia, y quise adentrarme en los miedos que debía tener, propios de su edad.
Has dicho