manece en Phnom Penh el 17 de abril de 1975. Ni un alma en sus calles ominosamente silenciosas. Sobre sus carros blindados de fabricación china, los jemeres rojos de Pol Pot, con sus rojiblancos de algodón anudados al cuello, entran en la capital de Camboya blandiendo sus AK 47 de fabricación soviética. No hay resistencia, tras la huida del gobierno prooccidental y corrupto del general Lon Nol y la desbandada de su ejército. La población no sabe si esconderse en sus casas o salir a celebrar el fin de la guerra civil junto («la Organización»). Sin tomarse un respiro para disfrutar de su victoria, y aduciendo el peligro de un bombardeo estadounidense, los fieros guerreros ordenan a todos los habitantes de la capital, más de tres millones de personas, la evacuación inmediata. Quienes se resisten son ametrallados sin contemplaciones. A la una de la madruga- da, con la ciudad ya vacía, cortan el suministro de agua. El Jemer Rojo quería purificar la sociedad camboyana y crear un «hombre nuevo», inspirado en los valores del maoísmo marxista-leninista. Un nuevo hombre comunista, campesino, no contaminado por el capitalismo ni el individualismo occidentales. Y lo quería inmediatamente. No lo consiguió, pero el intento chiflado duró cuatro años, se cobró la vida de más de 2 millones de personas, la cuarta parte de la población de un país del tamaño de Extremadura y las dos Castillas juntas (181 000 kilómetros cuadrados).
Kampuchea, cuatro años de infierno
Aug 21, 2023
3 minutos
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