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Yellow Peril: Aquella Horrible Cara Amarilla
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Yellow Peril: Aquella Horrible Cara Amarilla
Libro electrónico225 páginas2 horas

Yellow Peril: Aquella Horrible Cara Amarilla

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Dos eventos trágicos, la masacre de Los Angeles de 1871 y el abonimable tráfico de las pequeñas esclavas, que resumen la relación difícil entre América y China en los años 1820 y 1945.
Un libro de ingeniosa e inteligente crítica que deja al descubierto verdades ocultas con un estilo simple y eficaz.
IdiomaEspañol
EditorialTektime
Fecha de lanzamiento9 ene 2020
ISBN9788835411000

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    Yellow Peril - Patrizia Barrera

    Patrizia Barrera

    Yellow Peril: aquella horrible cara amarilla.

    Tabla de contenidos

    Agradeciementos

    COPYRIGHT

    YELLOW PERIL : EL PELIGRO AMARILLO

    LA MASACRE DE LOS ANGELES

    LA VERDAD SOBRE LA MASACRE

    LOS VERDADEROS MANDANTES

    EL JUICIO DE PEGA

    LAS PEQUEÑAS ESCLAVAS

    LOS ORIGENES DE LA ESCLAVITUD

    COMIENZA EL VIAJE

    UN CALVARIO INFINITO

    PEQUEÑA MADRE

    SING SONG GIRLS, EL EPÍLOGO

    APÉNDICE 1

    APENDICE 2

    BIBLIOGRAFIA..

    Agradeciementos

    Este libro es para mi madre, la cual perdí sin que verdaderamente me haya amado.

    Dedico a ella este libro esperando que, allí donde esté, esté orgullosa de mi

    COPYRIGHT

    Imagen 1

    Copyright 2020 Patrizia Barrera

    Traductor IAN TORREZ

    YELLOW PERIL: Aquella Horrible Cara Amarilla

    Los Orígenes

    Imagen 1

    América ha sido siempre racista. AL fin y al cabo, con el fin de autorizar y cumplir las masacres con las que se manchó

    con los Nativos y para someter a la esclavitud los Africanos, era necesario un sentimiento de prevaricación fuerte y una convicción firme de su propia superioridad. Cabe destacar que estos sentimientos se compartían universalmente entre el 1700 y el 1800 y que ninguna de las Grandes Potencias Europeas pudo considerarse exenta. Sin embargo, el poder ejercido en América sobre las clases débiles y sobre las etnias diferentes alcanzó niveles exasperados y en cierto modo el racismo se llegó a ser institucional,

    hasta el punto que el linchamiento no sólo fue tolerado, sino que también por mucho tiempo llegó a ser una verdadera herramienta de justicia utilizada y sugerida por el Gobierno y la Policía. Los Black Codes y más adelante las Leyes Jim Crow (véase anexo) son un ejemplo evidente y emblemático del sentimiento racista popular: la historia habla ampliamente con respecto a los afroamericanos, che sin duda fueron afectados por el sistema legislativo americano.

    El gran público sabe poco de iguales (y en ciertos aspectos superiores) discriminaciones de América contra los emigrantes chinos, inicialmente reclutados como trabajadores de bajo coste y utilizados para trabajos más arduos y mal pagados durante el periodo que va desde el Boom de la Fiebre de Oro (1848) hasta el 1880.

    EN este libro no voy a trazar la historia completa de la problemática relación entre América y China, un discurso largo y ambiguo que puede dar lugar a varias interpretaciones. Estoy convencida de que la aclaración se encuentre en la simplicidad de la expresión y en la exposición de los hechos inexpugnables que en cierto modo pueden hablar por sí mismos. Por esto he elegido dos páginas oscuras de la historia americana del que se habla poco, pero de manera ejemplar: la historia del linchamiento más atroz de todos los tiempos y la tragedia de las pequeñas esclavas chinas, dos eventos desconocidos terminados en el olvido que marcan con la sangre, aún más que el genocidio de los Nativos, el libro negro de la historia americana.

    Es un periodo extremadamente delicado para América, que llena de ferrocarriles todo el territorio y que al mismo tiempo descubre los yacimientos mineros que lo enriquecerán. Despejado el campo de los Nativos, que estaban hambrientos u ocupados en las consecuencias de las Guerras Indígenas, el Nuevo Continente necesita ser reconstruido, y mediante Yankies. Si en los Estados del Sur, la esclavitud comenzaba a temblar con el impulso de la ideología (y política) del Abolicionismo, en el Norte el número de los trabajadores con el deseo de enfrentar los agotadores turnos de trabajo impuestos por las Compañías eran muy pocos. La verdadera oleada de inmigración, aquella que traerá millones de ciudadanos de todo el mundo a desembarcar en América, atraídos por el espejismo de una hipotética riqueza, tendrá lugar más tarde, a principios del nuevo siglo. El Nuevo Continente, por lo tanto, a mediados del 1800, carece de aquella mano de obra indispensable para dar el salto de calidad que lo coloque en una posición dominante con respecto a Europa. Es cierto que la fiebre de oro atrajo en el lugar cientos de miles de alucinados estimulando el crecimiento de las ferrovías y de la importación-exportación, pero de inmediato fue evidente que se trataba de un fenómeno temporal que habría acabado junto con los movimientos preciosos, como efectivamente sucedió. Cientos de ciudades edificadas en la arena no estaban destinadas a durar y los buscadores del oro eran trabajadores incansables, ciertamente… para ellos mismos. Acumulado el botín, volvían a sus casas, a Europa, un nido civilizado con respecto a la rugosidad y al peligro de la vida americana. Prohibida la esclavitud oficial los Estados del Norte se encontraron por lo tanto con la necesidad de volver a la servidumbre, importando carne fresca para ser utilizada a tal fin.

    Imagen 2

    Miles y miles de chinos fueron empleados, a partir de 1848, por las compañías ferroviarias que los utilizaban como trabajadores inexpertos y por lo tanto mal pagados. Se trataba en general de trabajadores agrícolas que emigraban para salvarse del hambre y de la peste que conmovía a China en aquel periodo. Se adaptaban a sobrevivir con lo poco y a dormir en medio del desierto o de las praderas con tal de ganar los pocos cents que mandaban a la familia, en China. Trabajadores chinos en las north railroads en 1850

    Miles y miles de chinos fueron empleados, a partir de 1848, por las compañías ferroviarias que los utilizaban como trabajadores inexpertos y por lo tanto mal pagados. Se trataba en general de trabajadores agrícolas que emigraban para salvarse del hambre y de la peste que conmovía a China en aquel periodo. Se adaptaban a sobrevivir con lo poco y a dormir en medio del desierto o de las praderas con tal de ganar los pocos cents que mandaban a la familia, en China.

    ¿Pero desde dónde? Se pensó de inmediato en Asia y especialmente en China que estaba viviendo un periodo extremadamente problemático con la caída de la dinastía Qing. Disturbios internos, guerras y revueltas impulsaban a los chinos a huir de su patria ya desolada por el hambre y por las enfermedades; dirigirse hacia América fue solo por casualidad y no por elección. Las fronteras hacia Asia muchas veces estaban cerradas o estaban controladas por Inglaterra en la famosa Guerra del Opio, la que tuvo lugar entre 1839 y 1842 y que coincidió con la oleada de inmigración de los chinos hacia América.

    Los datos hablan claramente: entre 1820 y 1840 se registran en total 11 emigrantes Chinos en los Estados del Norte. En 1848 el número sube a 2 millones y aumenta trágicamente de 14 millones entre 1853 y 1873 pero esta vez… precisamente por culpa de los Americanos. Durante la primera Inmigración se descubrió que los trabajadores Chinos eran verdaderamente una gran ayuda para la economía Americana. Se los describe como incansables, sin pretensiones, y capaces de vivir con poco. Con un sueldo de 2 dólares los Chinos eran capaces de sobrevivir… con 40 céntimos, de los cuales la mitad era para la familia en China. Otro punto a favor: el Chino emigraba solo, sin la familia a las espaldas y sin problemas en la cabeza, ahorrando lo máximo posible. Además, los siglos de la Dinastía Imperial los había forjado a la completa obediencia y a una plena sumisión hacia el Amo. En fin, el esclavo perfecto. Y América lo utilizó al máximo. Al principio los Chinos formaron una comunidad aparte que se utilizaba para los servicios de lavandería o como trabajadores no calificados para la construcción de las ferrovías. Más tarde, desde el 1848 al 1860, las Compañías Mineras comenzaron a pedirlos codiciosamente porque, a diferencia de los otros, los Chinos aceptaban trabajos pesados y peligrosos y sus medidas...pequeñas les permitían meterse en túneles estrechos donde podía entrar solo un niño. Colocar cargas de dinamitas o apuntalar desde dentro los peligrosos techos de los túneles llegó a ser cotidiano. Muchos morían, paciencia. Pero por esto se necesitaban más, muchos más. Y dado que la oleada de la inmigración parecía acabarse, el Gobierno pensó en reclutar un buen número llegando a un acuerdo con China. En 1868 se redactó por lo tanto el Tratado de Burlingame, una de las maniobras más desleales y detestables de América para obtener mano de obra a costa de los demás. En el papel se lee que el tratado estipula

    el derecho inalienable del hombre de cambiar de casa y de alianza y la mutua ventaja de la libre expansión e inmigración de sus ciudadanos por CURIOSIDAD, COMERCIO o como RESIDENTES PERMANENTES, garantizándoles, asimismo los mismos derechos, privilegios e inmunidad de los otros residentes protegiéndolos de los hechos de EXPLOTACIÓN, DISCRIMINACIÓN y VIOLENCIA.

    Imagen 3

    Uno de los trabajos más humildes en China era el del portador de rickshaw. Como veis en esta foto se trataba de hombres jóvenes envejecidos antes de tiempo que se ganaban la vida haciendo la parte del caballo. Mendigos, descalzos, con un bol de arroz al día, aceptaban hacer este trabajo humilde en China por necesidad. De hecho, los callejones Chinos muchas veces eran estrechos al más puro estilo medieval, y no permitían la entrada a un caballo. Se utilizaban por lo tanto servicios o esclavos que por 10 horas al día transportaban a toda prisa los Amos desde una parte de la ciudad a otra. La mayor parte de ellos morían de infarto antes de los 35 años .

    Se trató básicamente de un verdadero y propio comercio con la cual China fue forzada a soportar por Inglaterra la introducción del opio de las Indias en el propio territorio. Efectivamente, toda la ideología plurimilenaria del Imperialismo Chino se basa en la negación de extender las fronteras al extranjero, al cual le es concedido viajar y comercializar (no siempre) en todo el territorio. La idea de involucrarse con el Occidente, tanto culturalmente como prácticamente, había sido una cosa impensable para China que había puesto vetos inflexibles a la emigración nacional, prefiriendo los sistemas crueles de control demográfico que la pérdida regulada sus súbditos. Las razones no eran solo políticas y hegemónicas sino constitucionalmente religiosas: el Occidente era considerado el receptáculo de la perdición y culturalmente anticuado por el Coloso que desde siempre dominaba Asia.

    Fue entonces únicamente la debilidad interna y la interferencia Europea que la condujo a firmar dicho tratado, que en realidad liquidaba el propio patrimonio de carne humana entregándolo en manos enemigas. UN tratado que se profesa bilateral pero que prácticamente obligó a millones de Chinos, por las buenas o por las malas, a emigrar hacia América.

    Del reclutamiento forzoso se ocupó en primer lugar China que elaboró listas y listas de los elegidos; más tarde muchos fueron secuestrados o desaparecieron quizás a comisión. Se trataba claramente de jóvenes en buena salud que eran separados de sus familias que se quedaban en China como rehenes, como garantía de la buena conducta del individuo. Una amenaza oculta que llegaba de manera clara a la mente de los inmigrados y que explica su actitud servil y sumisa. De ahí a la constitución en América de una Mafia China, que controlaba los tráficos humanos por una agobiada petición de China, el paso es breve. Utilizando los males sufridos esta Mafia introdujo el opio, los esclavos y la prostitución gestionándolos finalmente a cargo de los Estados Unidos. Es como decir todo lo que haces, vuelve. Al final les costó a todos, sin excepción, aunque en dejar la piel fueron los más débiles, empezando por los pobres ex campesinos, obligados a trabajar 15 horas al día en condiciones inhumanas costándoles la vida, y las pequeñas esclavas que a los 7 años comenzaban su pobre existencia de prostituta que morían antes de los 20.

    Más allá de cualquier provisión los Chinos se mostraron extremadamente eficientes, tanto que en 1880 sus actividades se difundían ampliamente e impulsaban la economía Americana: su comercio era próspero y, al igual que hoy, eran capaces de ofrecer precios sin duda competitivos. Los objetos Chinos estaban de moda, y así sus especias, la ropa, los perfumes. Gracias a la Mafia podían vender fruta y verdura, también más allá del océano, a precios muy bajos y sus habilidades se expandían en cada sector, desde la artesanía hasta la fabricación e incluso el servicio privado. Frustraron los planes de los circos ambulantes, inventándose acrobacias espectaculares imposibles de realizar por los musculosos atletas americanos, acostumbrados a utilizar animales con gastos claramente superiores.

    Como trabajadores eran impecables y no hacían complot con aquellas ideas liberales que rondaban alrededor de 1800, aquellas medias pretensiones de reducción del horario de trabajo y de condiciones de vida más dignas. Sobretodo costaban la mitad y por eso sustituían a sus compañeros Europeos, con hijos a cargo, que mostraban los dientes y se quejaban con aquellos que les robaba el trabajo.

    Imagen 4

    La historia de las pequeñas esclavas secuestradas a las familias, generalmente campesinas, para ser enviadas a América como prostitutas inicia en 1865. Fue la Mafia China, con acuerdos directos con el gobierno Chino, en establecer y mantener en América con el fin de evitar mezclas entre Chinos y Americanos. Más tarde se extendió a los yankiees, que podían gozar de una niña China en adecuadas partes de atrás de los negocios por unas monedas. A diferencia de los compatriotas hombres, que después de una docena de años de duro trabajo podían volver a su tierra, las esclavas Chinas morían en América sin haber vuelto a ver el sol. Vivian en una completa separación con el exterior, en celdas aisladas, cuidadas por una comadrona que a veces las ayudaba a parir o a librarse de los varios hijos ilegítimos. Salían de sus celdas

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