Parece que los godos vivían inicialmente en la isla escandinava de Scanzia y que luego emigraron hacia el sur, ocupando el Danubio central, y más tarde hacia el este, entre los ríos Pruth (hoy en Ucrania, cerca de la frontera rumana) y Don. Allí se escindieron en dos pueblos, los del oeste o visigodos y los del este u ostrogodos. De costumbres seminómadas, establecieron su primer contacto con los romanos en la Baja Moesia (norte de Bulgaria), y pocos años después se produciría la primera de las llamadas «guerras góticas», en la que devastaron la región para después realizar desde allí incursiones de saqueo a Circasia y Georgia. En el año 262 destruyeron el templo de Diana en Éfeso, y cinco años más tarde atravesaron el Bósforo y conquistaron Bizancio. Pero, eso sí, arrasando todo a su paso, incluida Atenas.
Contenidos más tarde por los griegos y encerrados en los pasos montañosos de los Balcanes, se vieron obligados por el hambre a servir al emperador Claudio II. Fue una paz que duraría casi dos siglos, hasta que, tras diversos incidentes de manifiesta hostilidad, sobre todo por parte del emperador Valente, en agosto del 378 y ante los muros de Adrianópolis el jefe visigodo Fridigern, con la ayuda de los ostrogodos de Alateo y de Safrax y de otras tribus, infligió a los romanos la derrota más decisiva que habían sufrido desde Cannas. Fue el acto final de un drama de grandes proporciones y que tendría enormes consecuencias para el futuro.
NUEVAS TÁCTICAS
Allí quedó claro para siempre que las viejas tácticas de las legiones y las falanges habían sucumbido definitivamente: para enfrentarse al creciente número de jinetes que los bárbaros utilizaban en combate era necesario abrir las cerradas formaciones de infantería, incapaces de resistir el hostigamiento a pie firme con sus escudos y armas arrojadizas. Pero, si se extendían, las formaciones se adelgazaban y eran aún más vulnerables al ataque de los lanceros a caballo que, rápidamente, conseguían romper las filas enemigas; del resto se encargaban las hordas de guerreros a pie. Se precisaban nuevas formas de combatir y hasta armas innovadoras, pero el ascenso de la caballería había comenzado.
Así se inició la invasión de los bárbaros. Durante el siglo siguiente, las