La inflamación de bajo grado es un tipo de inflamación que va haciendo su trabajo de forma imperceptible, convirtiéndose en caldo de cultivo para muchas de las disfunciones y enfermedades que se producen en los países desarrollados. Por eso, si queremos mantener en forma nuestro sistema inmunitario, es importante que prestemos atención a las diferentes causas que mantienen esta inflamación de bajo grado.
ATENCIÓN A ESTAS SEÑALES
Son los síntomas que reflejan una inflamación de bajo grado en el organismo (en el sistema digestivo… o en el resto del cuerpo):
1. Aparato digestivo. Hinchazón, distensión, gases, reflujo, acidez, estreñimiento.
2. Síntomas en la piel. Sarpullidos, dermatitis o eccemas
3. Síntomas centrales. Falta de concentración, falta de memoria, desmotivación, sensación de cansancio, falta de vigor, alteraciones del sueño.
4. Síntomas metabólicos. Necesidad de comer constantemente, dificultad para perder peso, alteraciones en la glucosa y/o la insulina.
5. Síntomas hormonales. Alteraciones del ciclo menstrual o el mismo síndrome premenstrual.
LA INFLAMACIÓN AGUDA Y EL ESTRÉS
Cuando nos damos un golpe, por ejemplo, nuestro sistema defensivo desencadena una serie de reacciones que comienzan con la liberación de ciertas sustancias, entre las que se encuentra la llamada histamina. Esta molécula provoca la dilatación de los vasos sanguíneos, lo que provoca una mayor afluencia de sangre en la zona afectada, con el consiguiente enrojecimiento y aumento de temperatura. Es la respuesta natural del organismo a una agresión o estrés, ya sea de origen interno o externo.
Al mismo tiempo se enlentece la circulación, lo que facilita el trabajo de las células defensivas y la combustión de las sustancias de desecho. Pero además, los tejidos inflamados liberan un líquido que, al acumularse, excita las terminaciones nerviosas, lo que nos provoca dolor e impide el movimiento.
Todos conocemos la relación entre la causa (un golpe, una contusión) y reconocemos fácilmente la conexión