ESPERANZAS DE CAMBIO
Los gobiernos del primer bienio de la Segunda República emprendieron un ambicioso paquete de reformas acorde a las grandes expectativas de cambio manifestadas en un sector importante de la población. Las reformas buscaban conformar un sistema democrático, descentralizar el Estado, limitar la intervención del Ejército en asuntos políticos, restringir la presencia de la Iglesia en la vida pública, mejorar el sistema educativo, redistribuir la riqueza y reducir las amplias desigualdades sociales. Pocas de estas medidas generaron tantas esperanzas, controversias, resistencias y decepciones como la reforma agraria. A comienzos de la década de 1930, los núcleos rurales acogían a cerca del 60% de la población española, concentraban las mayores tasas de analfabetismo y mantenían condiciones de vida y trabajo especialmente duras. El malestar social de los campesinos había provocado importantes protestas sociales en la mitad sur de España, especialmente en los años conocidos como el “Trienio Bolchevique”, y el eco de estos conflictos alimentaba una creciente preocupación por el modo en el que estaba distribuida la tierra y las tradicionales relaciones del trabajo agrícola, carentes de todo tipo de regulación. Los diferentes gobiernos de la monarquía no consiguieron acometer con éxito los problemas sociales del mundo rural y las respuestas represivas tampoco lograron solucionar las demandas de las primeras organizaciones obreras en el campo.
Los gobiernos de la conjunción republicano-socialista adoptaron una nueva actitud para encarar los problemas sociales en el campo y promovieron una reforma agraria que favoreciese las aspiraciones de miles de campesinos pobres,
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