LA DESNAZIFICACIÓN DE ALEMANIA
Quien siembra vientos recoge tempestades, dice el refrán. Los alemanes de 1945 eran conscientes de los vientos que el nazismo había sembrado –aunque aún no lo sabían todo– y ahora se preparaban para la tempestad. De hecho, ya habían sufrido la primera parte de esta: los bombardeos. La potencia industrial americana barrió sus principales ciudades con fósforo y dinamita hasta pulverizarlas, pero aún no se había producido el temido encuentro de los civiles con las tropas foráneas, el espantoso cuerpo a cuerpo que, en todos los sentidos, supondría la invasión. Así que, cuando el enemigo atravesó la frontera, entre la población alemana corrió una frase desalentadora: “Ahora los judíos seremos nosotros”.
Por suerte para la humanidad, no fue exactamente así, aunque al principio lo pareciera: Stalin dio rienda suelta a sus tropas en Alemania del mismo modo que lo hiciera Hitler con las suyas en la URSS unos cuantos años antes. No obstante, en medio de los abusos se vieron casos heroicos, como el del intelectual Lev Kópelev, que merecería ser recordado aunque no hubiera escrito nada.
DIGNIDAD FRENTE AL ABUSO
Kópelev se enroló como voluntario en el Ejército Rojo en 1941; catedrático de alemán, acompañó en calidad de traductor a las primeras
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