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Todo vuelve a cambiar: Cómo la Web3 revolucionará el mundo tal y como lo conocemos
Todo vuelve a cambiar: Cómo la Web3 revolucionará el mundo tal y como lo conocemos
Todo vuelve a cambiar: Cómo la Web3 revolucionará el mundo tal y como lo conocemos
Libro electrónico283 páginas3 horas

Todo vuelve a cambiar: Cómo la Web3 revolucionará el mundo tal y como lo conocemos

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Información de este libro electrónico

El experto en innovación tecnológica Enrique Dans escribió en 2010 un ensayo titulado Todo va a cambiar. En él analizaba las transformaciones que había supuesto la irrupción de internet en los modelos de negocio de varias industrias y cómo afectaba a la sociedad y a la vida de las personas. Más de diez años después, la vertiginosa evolución de la tecnología ha llevado a Dans a escribir un nuevo libro, porque Todo vuelve a cambiar.
En nuestros días asistimos a una nueva revolución tecnológica que afectará prácticamente a todas las actividades e industrias. Esta nueva disrupción es la Web3, la próxima generación de internet que promete transformar por completo la manera en que interactuamos y hacemos negocios en ella.
Dans traza un recorrido desde los inicios de internet y su evolución hacia la web social y participativa o Web 2.0, hasta llegar al momento actual, en el que la tecnología de la cadena de bloques o blockchain está impulsando un cambio importantísimo en las transacciones digitales y el almacenamiento de información hacia mayores cotas de seguridad, descentralización, interoperabilidad y privacidad.
Todo vuelve a cambiar también examina otras tecnologías y su impacto en el mundo digital de hoy y del futuro: el metaverso, el código abierto, las criptomonedas, los NFTs o el machine learning. De hecho, la introducción de este libro ha sido parcialmente escrita mediante ChatGPT, un asistente de machine learning que está asombrando al mundo por su enorme calidad de interacción y su insólita capacidad para replicar el comportamiento lingüístico humano.
Estas páginas constituyen una magnífica aproximación a la Web3 y a la cadena de bloques. Comprenderás cómo la tecnología elimina la necesidad de intermediarios en muchas transacciones y proporciona una forma más segura y transparente de llevarlas a cabo, con el potencial para poner patas arriba el mundo del dinero, del trabajo, de los contratos… o de todo lo que conocemos.
IdiomaEspañol
EditorialDeusto
Fecha de lanzamiento12 abr 2023
ISBN9788423435777
Todo vuelve a cambiar: Cómo la Web3 revolucionará el mundo tal y como lo conocemos
Autor

Enrique Dans

Enrique Dans es, sin duda, la persona que más veces verás, oirás o leerás hablando de tecnología en medios. Profesor de Innovación en IE University desde 1990, lleva desde el año 2003 escribiendo al menos un artículo diario en su página, enriquedans.com, además de colaboraciones constantes en periódicos, revistas, radio, podcasts y televisión. Con más de diez mil lectores diarios en su página en español y más de cincuenta mil en inglés en Medium, Dans mantiene una columna semanal en El Español, ha sido senior contributor en la edición norteamericana de Forbes durante siete años, y es una referencia constante en redes sociales (incluido en la Best Influencers List desde que empezó a publicarse) y en medios nacionales e internacionales.  Licenciado en Biología por la Universidad de Santiago de Compostela, cursó un MBA en el Instituto de Empresa, un doctorado (Ph.D.) en Sistemas de Información por la Universidad de California (UCLA) entre 1996 y 2000, y estudios posdoctorales en Harvard Business School. Además, es senior advisor en innovación y transformación digital en IE University, asesora a varias start-ups y compañías consolidadas, y ha hackeado la educación de muchas generaciones de directivos para que sean capaces de entender y de sacar partido a la evolución de la tecnología. En Deusto ha publicado Viviendo en el futuro (2019) y el bestseller Todo va a cambiar (2010). @edans

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    Vista previa del libro

    Todo vuelve a cambiar - Enrique Dans

    Introducción

    Si tomas la pastilla azul, la historia termina, te despiertas en tu cama y creerás lo que quieras creer. Si tomas la pastilla roja, te quedas en el País de las Maravillas, y te mostraré hasta dónde llega el agujero de conejo. Recuerda: todo lo que estoy ofreciendo es la verdad. Nada más. Sígueme.

    M

    ORFEO

    ¹

    La transición que estamos viviendo en la web a lo largo de esta reedición de los «locos años veinte» supondrá una transformación sin precedentes del mundo tal y como lo conocemos, una que afectará prácticamente a todas las actividades e industrias. Para entenderla es fundamental comenzar por construir unos cimientos adecuados sobre cómo hemos llegado hasta donde estamos, y cómo fue la secuencia que nos llevó desde los inicios de internet y la web (algunos la llaman Web 1.0 por eso de que los nombres de versiones son muy propios del mundo tecnológico), de ahí a la web social y participativa (que muchos llaman Web 2.0 y es, posiblemente, el único de esos nombres que logró algo de aceptación popular), y de ahí a los cambios que estamos viviendo actualmente y que trataremos de organizar.

    La Web3 es la próxima generación de la web, y promete revolucionar la manera en que interactuamos y hacemos negocios en ella. En la práctica, va a terminar impactando muchas, muchísimas más cosas, pero empecemos por ahí. Y sin duda, una de las tecnologías clave que está impulsando esta evolución hacia la Web3 es la cadena de bloques, más conocida por su nombre en inglés, blockchain, que ofrece una forma segura y descentralizada de llevar a cabo transacciones y almacenar información. La cadena de bloques es una tecnología que permite a las personas y las empresas realizar transacciones y almacenar información de manera segura y descentralizada, algo que explicaremos con más detalle más adelante. Esto significa que la información y las transacciones no están almacenadas en un solo lugar, sino que están distribuidas a través de una red de ordenadores, lo que las hace más seguras y menos vulnerables a ataques o manipulaciones.

    La cadena de bloques tiene el potencial de cambiar la forma en que hacemos negocios e interactuamos en la red, ya que puede eliminar la necesidad de intermediarios en muchas transacciones y proporcionar una forma más segura y transparente de llevarlas a cabo. Además, la cadena de bloques también puede ser utilizada para crear contratos inteligentes, que son contratos que se ejecutan automáticamente cuando se cumplen ciertas condiciones previamente establecidas.

    En este libro exploraremos cómo la cadena de bloques está transformando la Web3 y redefiniendo la forma en que hacemos negocios, interactuamos y compartimos información. También examinaremos cómo la Web3 y la cadena de bloques están revolucionando el mundo del dinero, del trabajo o de los contratos, y cómo están cambiando la forma en que nos relacionamos con el mundo digital.

    A medida que la Web3 y la cadena de bloques se convierten en más prevalentes, es importante que entendamos cómo estas tecnologías están cambiando la forma en que vivimos y trabajamos. Se espera, en muchos sentidos, que sea la próxima generación de la web y que ofrezca una mayor interoperabilidad, descentralización y privacidad. La Web3 permitirá a las personas y empresas interactuar de manera más segura y transparente en la red. También se espera que la Web3 mejore la forma en que se comparten y se utilizan los datos, ya que se basará más en un enfoque descentralizado frente al control por parte de una o unas pocas empresas o entidades.

    Este libro ofrece una introducción a estas tecnologías y su impacto en el mundo digital de hoy y del futuro. Porque el impacto, sin duda, existirá, y una buena prueba de ello es que esta introducción ha sido parcialmente escrita mediante ChatGPT, un asistente de machine learning, una tecnología que algunos conocen como «inteligencia artificial» —más adelante, en próximos capítulos, discutiremos por qué razones creo que es un error denominarla así—. Ante todo, mi promesa al lector de que no repetiré ese truco en el resto de la obra: independientemente del resultado, que no me parece que sea especialmente malo, el lector merece un libro escrito por aquel que lo firma, y yo firmaré este libro con la tranquilidad de que la inmensa mayoría del mismo —todo, menos unos cuantos párrafos de esta introducción— han salido de mi cabeza y de mi puño y letra (bueno, de mi teclado, porque a estas alturas, escribir más de unas pocas líneas a mano ya hace que me duela la muñeca).

    En la Web3, y cadena de bloques mediante, este tipo de trucos se volverán mucho más complicados de esconder, o tal vez, incluso imposibles. Pero lógicamente, para aspirar a entender las razones de todo ello y de muchas cosas más, para poder imaginar adónde vamos, es imprescindible entender de dónde venimos, cómo hemos llegado hasta aquí.

    Por eso estos primeros capítulos están prácticamente obligados a ser un poco una sinopsis histórica: según la edad que tenga el lector, casi arqueología tecnológica, pero que considero totalmente imprescindible para situar los cambios en su contexto adecuado. Después de todo, aquel que no conoce la historia está obligado a repetirla, y como comprobaremos, muchos de los cambios que hemos vivido y vamos a vivir forman parte de un ciclo o de una especie de péndulo que tiende a repetirse. Entenderlo como tal es uno de los principales elementos que pueden ayudarnos a diferenciar los cambios que responden a verdaderas tendencias de naturaleza imparable de aquellos que son simplemente modas pasajeras.

    En el capítulo de agradecimientos me gustaría, en primer lugar, mencionar a mi mujer y compañera en mi vida durante ya casi treinta y nueve años, Sú, que además de darme apoyo de todo tipo durante la escritura del libro, ha sido siempre la primera en leer y en corregir todo lo que escribía, con infinita paciencia. Ella es la que consigue que sea capaz de escribir un libro y de hacer todas las demás cosas que hago, pero, además, es la razón por la que hago eso —y todo lo demás, literalmente lo que se llama la razón de mi vida—. A mi hija, Claudia, y a su marido, Dani, que también han hecho de revisores de mis textos y que, además, me van a hacer abuelo un poco antes de que este libro vea la luz: espero que mi nieto, Julio, se lo lea algún día, aunque sólo sea por hacer un ejercicio de arqueología y por ver «las cosas que escribía el abuelo» y cómo han ido evolucionando desde su perspectiva. A mis amigos Julio y Olga, a los que martiricé enviándoles también todos y cada uno de los capítulos, y de quienes he incorporado muchísimas sugerencias. (Julio, cuando te metes en serio en un tema, eres el mejor.) A mi amigo Julián de Cabo, al que pedí que revisase los primeros capítulos porque correspondían a momentos que viví con él cuando compartíamos despacho en IE University, pero que tuvo la paciencia de seguir leyendo y corrigiendo hasta el final del libro, y que también podrá reconocer muchas cosas en él que vienen de ideas suyas. A Roger Domingo, mi editor, que es quien me lio para que escribiese el libro tras ver una de mis conferencias, y consiguió que le diese forma en un tiempo récord. Y, finalmente, a mi padre por regalarme un ordenador cuando nadie en su sano juicio regalaba a su hijo un ordenador, y a mi amigo José Mario Álvarez de Novales, a quien sigo echando muchísimo de menos, por darme su confianza y definir con ello lo que ha sido mi vida profesional.

    Llevo utilizando un ordenador desde principios de los ochenta, y el hecho de utilizarlo en una época en la que prácticamente nadie tenía un ordenador que no fuera de juguete en su casa influyó profundamente en mi trayectoria profesional.

    La tecnología hizo que tuviera la oportunidad de incorporarme como profesor a la universidad en la que hoy, más de treinta y dos años después, sigo trabajando, y que me dedicase con absoluta fruición a intentar que muchas generaciones de directivos le pudieran sacar partido. Tuvo también mucho que ver en que me doctorase en UCLA precisamente como Ph. D. en Management Information Systems, en que me haya convertido en invitado habitual en muchísimas publicaciones, radios y televisiones, y en que me convirtiese sin ninguna duda en el cronista más intenso sobre su evolución, hasta el punto de que desde el momento en que empecé a escribir regularmente sobre ella, en torno a 2003, no haya dejado de publicar como mínimo un artículo al día absolutamente todos los días, llueva, nieve, truene o haga sol, en vacaciones, en celebraciones o estando ingresado en un hospital.

    A estas alturas, y aunque sólo sea por persistente o por algún tipo de trastorno obsesivo-compulsivo de mi personalidad, creo que puedo atribuirme una cierta capacidad para escribir sobre tecnología, y dado que tengo ya 57 años y muchas más canas que pelos negros, la posibilidad, además, de hacerlo con perspectiva.

    ¿Por qué escribo este libro? Porque a lo largo del tiempo que llevo dedicándome a la formación de directivos, a la investigación, a la asesoría y a la divulgación tecnológica, ha habido algunos momentos en los que he sentido que la velocidad con la que incrementaba mis conocimientos y los de mi círculo cercano —sí, los frikis solemos rodearnos de gente parecida a nosotros... no soy en absoluto el más friki de mis amigos, y como dicen los anglosajones, birds of a feather flock together— sobre algunos temas que me parecían importantes o trascendentes de cara al futuro de la sociedad difería en gran medida con respecto a lo que veía en el ciudadano medio. En esos momentos, me encuentro lo suficientemente motivado como para pensar en dotar de algo más de estructura y continuidad a las cosas que escribo y cuento en clases y conferencias habitualmente, y de ahí surge un libro.

    Llevo más de dos tercios de mi vida haciendo contratos: hago un contrato con mis alumnos al principio de mis cursos que evalúo cuando el curso termina, y en el que suelo obtener habitualmente una calificación muy buena. Hago un contrato con los lectores fieles de mis artículos en mi página, o con las empresas a las que asesoro, así que esta ocasión no podía ser menos: ¿cuál es mi contrato con el lector? Básicamente, que cuando termine la lectura del libro, entenderá razonablemente bien cómo hemos llegado a la web actual, cómo evolucionó hasta la que conocemos hoy con sus cosas buenas y malas, qué ha hecho que se hable de un nuevo paso en esa evolución para llegar a la Web3 y para que se hable del metaverso como si a los directivos les diesen un bonus cada vez que pronuncian esa palabra, qué son y cómo funcionan la cadena de bloques y las criptomonedas, cómo vamos a hacer para aplicar esa cadena de bloques a prácticamente todo lo que hacemos en la web, y cuáles serán las consecuencias de la popularización del machine learning, probablemente una de las tecnologías más disruptivas que se han desarrollado en la historia del ser humano.

    Idealmente, el lector debería encontrar en el libro una buena cantidad de razones para dedicarse a experimentar, a probar cosas, a ir poniendo en práctica lo que lee. Debería ser, como ocurre en mis cursos, un libro que conlleve algo de «formato taller», de soltarlo de vez en cuando para saltar a la pantalla del ordenador o del smartphone y ponerse a hacer cosas. No todas las ideas que revisaremos juntos en el libro son inmediatas o sencillas cuando llega el momento de pasarlas a la práctica: algunas intimidan un poco, otras son algo más farragosas de lo que parece, y en otras se verá obligado a preguntar a ese amigo algo más «enterado» que todos tenemos, pero confío en la inteligencia de mis lectores a la hora no sólo de enfrentarse al libro, sino también de poner «las manos en la masa», o en este caso, en el teclado.

    También hay, lógicamente, una vertiente corporativa: tras más de treinta y dos años trabajando en la escuela de negocios de una universidad de primer nivel como IE University, uno se acostumbra a que lo que cuenta tiene que generar no sólo un interés en sus alumnos como personas, sino también en los proyectos y las ideas que ponen en funcionamiento en las empresas en las que trabajan o en las que crean. Espero que la lectura del libro ayude a reducir algo la fricción entre los directivos y los tecnólogos corporativos, y que entre todos sean capaces de reducir esa deuda técnica que generan las compañías cuando no son capaces de actualizarse al ritmo al que evoluciona el entorno.

    Estamos, sin duda, ante un momento importante: una web en plena evolución, una cadena de bloques capaz de cambiarlo todo, un desarrollo de interfaces inmersivas que podría cambiar la forma en que hacemos muchas de las cosas que hacemos todos los días, y un desarrollo del machine learning capaz de proporcionarnos muchísima más eficiencia y productividad en muchos campos, pero que también plantea, como toda tecnología, desafíos muy importantes en términos de privacidad, seguridad, empleo o equidad. Una vez más, la tecnología nos sitúa en un momento clave en el que nuestras decisiones de adopción y aplicación podrán influir en el curso de la Historia.

    Así que... como en Matrix: sígueme, y vamos con esa Historia.

    1

    Del ordenador a la red: breve historia imaginada

    La leyenda dice que cada nueva tecnología es usada primero para algo relacionado con el sexo o la pornografía. Ésa parece ser la forma de actuar de la humanidad.

    Sir

    T

    IM

    B

    ERNERS-

    L

    EE

    ¹

    La primera vez que puse mis manos sobre un ordenador fue sobre uno que ya era mío, algo que muy pocas personas, a principios de los años ochenta, podían decir. La intuición de mi padre al regalármelo con motivo de un premio de la lotería hizo que apareciese en mi vida aquella máquina, que yo no me había planteado jamás tener —claramente, a mis 19 años, tenía otras prioridades, como un coche— y a la que ninguno de mis amigos o conocidos tenía acceso.

    Sin embargo, a la excitación inicial tras ir a la tienda, seleccionar el modelo, subirlo al coche en varias cajas de gran tamaño y desempaquetarlo en casa, siguió una impresión verdaderamente desoladora: aunque instalarlo fue relativamente sencillo, a pesar de mi total inexperiencia, porque cada enchufe parecía diseñado para encajar únicamente en un sitio, la impresión al encenderlo fue, simplemente, que aquello no servía para nada.

    A principios de los ochenta, un ordenador era una gran caja que generalmente no abrías jamás, encima de la cual se ponía un monitor de fósforo verde, a la que se enchufaba un teclado, y a su lado, una impresora matricial que hacía un ruido de mil demonios. En mi caso, el ordenador era un clónico del conocido IBM PC con un procesador Intel 8088 a 4.77MHz y dos disqueteras, en las que, tras poner un sistema operativo MS-DOS que venía en el paquete... podías obtener únicamente un cursor en el que aparecía una letra A mayúscula, seguida de una barra inclinada, un signo de dos puntos, otro de «mayor que», y unos dos puntos, tras los que aparecía una barra inferior parpadeante.

    Eso. Era. Todo.

    A partir de ahí, búscate la vida. Y, por supuesto, olvidemos las fantasías animadas de ayer y hoy de «búscalo en Google»: internet, aunque existía, era cosa de muy pocos militares y académicos en universidades norteamericanas. La palabra internet no formaba parte del vocabulario de ninguna persona normal, y el propio ordenador no estaba conectado a nada más que a la electricidad y a sus distintos componentes. No había más.

    A pesar de la desilusión inicial, debo confesar que no me llevó demasiado tiempo darme cuenta de que aquella máquina era capaz de muchas más cosas de las que inicialmente me había mostrado. Lo primero que hice fue intentar hacerme una idea de cómo ponerlo a funcionar, así que me fui a una librería en el centro de mi ciudad para comprar un par de libros sobre cómo programar. En aquellos tiempos, los lenguajes de programación no eran, en general, tan intuitivos como ahora, y no había internet al que acudir buscando ayuda, así que la única manera de aprender era o bien preguntando a alguien hasta llegar a hacer que te odiara, o encontrar un libro en el que las cosas estuviesen razonablemente bien explicadas, que no eran demasiado fáciles de conseguir. En mi caso, comencé con un BASIC que ya me sonaba de mis inicios con un pequeño ZX81, un ordenador con teclado de goma y 1K de memoria que aún conservo, y desde ahí pasé a otros como Turbo Pascal o ensamblador, más potentes, pero más complejos, con un problema fundamental: no tenía ni idea de qué diablos quería hacer con eso.

    Tras esos inicios llenos de dudas existenciales y tras preguntar a mucha gente, tratando de imaginar quién podría saber de esas cosas, llegué a algunos aficionados que, aparentemente, sabían cómo

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