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La soledad de los felices: Bienestar artificial en la era del vacío
La soledad de los felices: Bienestar artificial en la era del vacío
La soledad de los felices: Bienestar artificial en la era del vacío
Libro electrónico108 páginas1 hora

La soledad de los felices: Bienestar artificial en la era del vacío

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Información de este libro electrónico

En el mundo del capitalismo tardío, voraz e inclemente, la felicidad se impone como una meta alcanzable. En ese sentido, se instalan varios imperativos: ahuyentar el dolor, espantar el sufrimiento, alejar la pena por todos los medios posibles (comenzando por negar esas sensaciones y emociones), imponerse pensamientos "positivos", enfatizar la alegría y esconder la tristeza. En suma, se trata de evitar el ejercicio de pensar. El resultado, paradójicamente, es una población cada vez más infeliz y solitaria.
Pero ¿existe, entonces, la felicidad? Sí, pero no es la que nos venden como un espejismo de diversión ilusoria. La verdadera felicidad no es sensual, sino emocional y espiritual. La verdadera felicidad proviene de sumergirse en la aguas existenciales, de no rehuir las preguntas de la vida, de entablar un vínculo significativo con los otros y de abrazar por momentos una soledad transitoria y necesaria.
En La soledad de los felices, Sergio Sinay diagnostica con precisión el malestar de la existencia contemporánea y ofrece un camino de reflexiones y lecturas para salir del ostracismo autoinfligido.
IdiomaEspañol
EditorialEditorial Galerna
Fecha de lanzamiento1 jul 2024
ISBN9789505569991
La soledad de los felices: Bienestar artificial en la era del vacío

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  • Calificación: 3 de 5 estrellas
    3/5

    Jun 10, 2025

    Estuvo bien, pero tiene muchas referencias de otros autores que hace algo tedioso que llegue al grano.
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5

    Dec 7, 2024

    Es un libro profundo pero a la vez ameno e interesante, acerca de los tiempos actuales que estamos viviendo como sociedad. ¡Para reflexionar!
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5

    Aug 15, 2024

    Excelente ensayo filosofico, escrito de manera clara y didactica. Recomen dable.

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La soledad de los felices - Sergio Sinay

Imagen de portada

La soledad de los felices

La soledad de los felices

Bienestar artificial en la era del vacío

Sergio Sinay

Índice de contenido

Portadilla

Legales

1. SI SE COMPRA O SE VENDE, NO ES FELICIDAD

2. EL VACÍO INFELIZ

3. LA FELICIDAD CAMINA DONDE OTROS CORREN

4. ANALGÉSICOS PARA EL DOLOR DEL ALMA

5. SOLOS EN LA MULTITUD

6. FINAL FELIZ Y ACOMPAÑADO PARA EL VIAJE DEL HÉROE

©2024, Sergio Sinay

©2024, RCP S.A.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin permiso

previo del editor y/o autor.

Diseño de tapa e interior: Cerúleo | diseño

Ilustración de tapa: Teté Cirigliano

Digitalización: Proyecto 451

Para Marilen, por tanta amorosa felicidad compartida.

Para Oliverio y Vera, soles que me iluminan.

Para Iván y Camila, que encendieron los soles.

La felicidad no puede ser obtenida queriendo ser feliz.

Tiene que aparecer como consecuencia no buscada de perseguir una meta mayor que uno mismo.

Viktor Frankl

Que no te engañen: el imperativo de disfrutar es omnipresente, pero el placer y la felicidad están casi totalmente ausentes.

Nina Power

En el núcleo más recóndito de toda soledad hay un profundo

y poderoso anhelo de unión con el yo perdido.

Brendan Behan

Estamos todos muy juntos, pero estamos muriendo de soledad.

Albert Schweitzer

1.

SI SE COMPRA O SE VENDE, NO ES FELICIDAD

La felicidad no existe.

No existe lo que nos venden como felicidad: un estado de ánimo regido por la satisfacción inmediata e irrestricta de los deseos. La incitación para tenerlo todo y tenerlo en el instante. Pedirlo ya, tenerlo ya. Eliminar la espera, el proceso. Llegar sin viajar. Borrar el dolor, tanto físico como psíquico. El dolor para, vos no, reza la publicidad de un analgésico. Nos ofrecen una vida como la que describía Aldous Huxley (1894-1963), biólogo y escritor inglés, en Un mundo feliz, novela visionaria que escribió en cuatro meses y publicó durante 1932. Y muchas personas, demasiadas, compran esa vida. El mundo que describe Huxley es una suerte de gigantesca cápsula esterilizada dentro de la cual los bebés son fecundados de acuerdo con diseños genéticos que impiden malformaciones o enfermedades, el sexo es obligatorio, la monogamia no existe, las orgías son imperativas, negarse a participar en ellas equivale a convertirse en sospechoso. Las emociones o sentimientos están adormecidos o directamente eliminados con el fin de garantizar la paz y la tranquilidad.

En ese mundo, la población está dividida en castas cuyos integrantes nacen predeterminados desde probetas supervisadas por los controladores (la casta superior, también conocida como Alpha), y quienes pertenecen a los estratos sociales más bajos se encargan de las tareas de mantenimiento (servicios imprescindibles se los llama en la novela) que conservan todo en perfecto y equilibrado funcionamiento en ese cosmos artificial, en el que ciencia y tecnología remplazan a la religión, con idéntico o mayor dogmatismo del que esta suele presentar. De hecho, el dios que allí se adora es Henry Ford, a quien se glorifica por haber creado en 1908, año que se conmemora como clave, las líneas de montaje y el trabajo automatizado que garantizan la producción necesaria para satisfacer el consumo masivo.

Es precisamente el consumismo la actividad central en ese mundo distópico, en el que los lazos familiares y de amistad, tanto como las relaciones íntimas, están prohibidos o cuestionados. Para impedir que se cuelen dudas o se filtre cualquier tipo de insatisfacción, todos los habitantes de esta sociedad reciben o tienen a mano una sustancia llamada soma, especie de psicotrópico que anula todo rastro de ansiedad, inquietud, miedo o incluso amor, y que los mantiene, o los devuelve, a un estado de felicidad hipnótica, alejados de lo que cierto personaje de la obra describe como una montaña rusa de angustia, en la que las emociones, los sentimientos o el dolor del vacío existencial pugnan por emerger. El soma conduce al estado denominado hipnopedia intensiva, en el que, según afirma Lenina, una de las protagonistas del relato, todo el mundo es feliz ahora.

Fuera de esa especie de monumental barrio cerrado o ciudad amurallada o país blindado que es el mundo feliz, existen en el planeta, según describe Huxley, seres humanos que viven en otras condiciones, que sufren y gozan las alternativas de la vida tal como es, con sus alegrías y tristezas, amores y desamores, esperanzas y dolores, posibilidades e imposibilidades, logros y carencias. Las castas del mundo feliz consideran como salvajes casi prehumanos a quienes habitan esas regiones. Los integrantes de las castas altas suelen elegir aquellos territorios para sus vacaciones, como si experimentaran safaris de turismo aventura. Es un modo de incrementar su sensación de privilegio, aunque para algunos pocos la experiencia despierta dudas y cuestionamientos. El germen de una rebelión. Por debajo de la felicidad artificial está siempre presente y amenazante, y corre como el rumor de un río subterráneo, su opuesto complementario: la infelicidad, el vacío de sentido, la angustia existencial. Como advierte repetidamente Viktor Frankl (1905-1997), el médico y pensador austriaco padre de la logoterapia y autor de una obra fundamental como El hombre en busca de sentido, aunque intentemos eludirla o acallarla hay una pregunta que la vida nos plantea una y otra vez a los humanos, y lo hace a través de circunstancias y situaciones de diferente intensidad. Esa pregunta es: ¿para qué estás aquí? Y de ella se desprenden otras, muy relacionadas. ¿Cuál será la huella de tu existencia que dejarás en este mundo? ¿En quién o en qué la dejarás? ¿De qué manera habrás mejorado un poco el mundo una vez que te ausentes?

Nos reencontraremos con estos interrogantes en el curso de estas páginas.

Vidas vacías y vigiladas

Hemos venido a la vida a responder, decía Frankl. A responderle a la vida. Y la respuesta válida no es verbal. Se traduce en actitudes, en acciones, en cómo vivimos nuestros valores y construimos nuestros vínculos. En la manera en que nuestra condición de hacedores nos permite mejorar el mundo y servir a otros. Nuestra vida es finita. La conciencia de esa finitud, por mucho que la amordacemos o la anestesiemos, nos atraviesa. No podemos eliminarla, así como tampoco podemos borrar nuestra sombra. Y es en virtud de la finitud que debemos responder, hacernos cargo de

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