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Filosofía y curaduría: Negatividad, praxis, espacio
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Libro electrónico161 páginas2 horas

Filosofía y curaduría: Negatividad, praxis, espacio

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Más allá de lo que la filosofía puede decir sobre la curaduría, se explora a manera de testimonio y ejercicio crítico el desplazamiento que la idea (materia prima de la filosofía) sufre a la hora de tener que producirse como espacio.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 may 2024
ISBN9786078988136
Filosofía y curaduría: Negatividad, praxis, espacio

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    Filosofía y curaduría - Daniel Montero Fayad

    Portada

    Las lecturas del silencio

    Filosofía y curaduría

    Negatividad, praxis, espacio

    Daniel Montero Fayad

    Roberto Barajas Chávez

    Itala Schmelz

    Helena Chávez Mac Gregor

    José Luis Barrios (Coordinador)

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.

    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    D.R. © 2024 Universidad Iberoamericana, A.C.

    Prol. Paseo de la Reforma Número 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219

    publica@ibero.mx

    Primera edición: mayo de 2024

    ISBN edición digital (ePub): 978-607-8988-13-6

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    Índice de contenidos

    Portadilla

    Legales

    Presentación

    Por una comunidad negativa. Curaduría y experiencia

    El desmontaje de cronologías en tres curadurías posdictatoriales. El archivo como registro de memorias sublevantes, de la calle al museo

    Filosofía-ficción para viajar en el tiempo tras mi rastro curatorial

    Curar, ¿a quién?, ¿para quién?, ¿para qué?

    La filosofía como práctica curatorial o cómo pensar el concepto de espaciamiento

    PRESENTACIÓN

    Quizá no exista una práctica profesional más relacionada con la estética que la curaduría, al menos en lo que se refiere al hecho de hacer de lo sensible una unidad de experiencia y sentido en la que el creador, la obra y el receptor deben integrarse en una unidad espaciotemporal llamada exposición. Una exhibición es una producción de lugar y una suerte de configuración de condiciones de posibilidad de la experiencia concreta que de distintas maneras busca producir y comunicar sentido. Algo que sin duda podríamos también afirmar del teatro y el cine, de la literatura y el arte. Sin embargo, en ninguna de estas prácticas se logra abrir tanto el espectro de la experiencia como en la curaduría, sobre todo la relacionada con el arte, pero no sólo con éste: incluso las curadurías que se pudieran hacer de otras producciones humanas demandan una cierta configuración del sentido donde la dimensión de lo sensible es irrecusable.

    La Estética es un saber rebelde a la Filosofía, un saber que por lo demás tiende a emanciparse cada vez más del propio discurso filosófico, o tal vez un saber que ha llevado a su extremo la reflexión y el análisis de lo singular (de ahí su rebeldía para con el universal como lo propio de la Filosofía); y que en este límite ha encontrado en la curaduría un problema donde se trastocan las funciones de las formas a priori de la sensibilidad, tal y como Kant las planteaba. Si en Kant la unidad sintética de lo sensible es fundamentalmente temporal, en la curaduría pareciera que la unidad de síntesis proviene del espacio, de una cierta función del sentido externo, que sin renunciar al tiempo (el movimiento en el espacio) problematiza los modos de esta temporalidad en función de lo que le va de suyo aparecer en su afuera. La condición de lo estético, como ya lo mostraron Adorno, Benjamin y más recientemente Rancière, es un a priori histórico, técnico y material que determina condiciones de experiencia, lo cual tampoco cancela su condición de a priori-formal y que, en el caso del dispositivo curatorial, esta condición de experiencia está anudada a la función comunicativa que el arte tiene a partir del desarrollo de la sociedad de masas.

    Así, la condición mínima para pensar filosóficamente la curaduría supone un pliegue de la primera sobre la estética y de la comprensión de la estética como un saber de lo sensible y sus potencias, donde lo que se pone en juego es la totalidad del cuerpo interactuando con el espacio y los objetos, del despliegue motriz del tiempo en el espacio. Quizá sin demasiada conciencia de lo que significa la producción de un lugar estético de enunciación, la curaduría es un dispositivo donde se pautan condiciones complejas de relación, sobre todo porque, a diferencia de otras formas de producción de lugar (las artes escénicas, por ejemplo), en una exposición curada no puede existir un gobierno absoluto sobre el tiempo de percepción del receptor y no puede existir, en virtud de que el recorrido en el espacio en última instancia siempre tiene algo de incontrolable proveniente de la relación de los objetos con ellos mismos y con el espacio que ocupan.

    Los cinco textos que conforman este libro enfatizan de distintas maneras este pliegue y despligue de la experiencia sensible sobre y en el espacio, lo que en otras palabras significa que el terreno común de reflexión que rodea, y en el que se desarrollan los textos, es la estética. Pero la pertinencia de lo estético aquí no tiene que ver con una reflexión abstracta y especulativa sobre esta materia como tampoco se limita a la instrumentalización de los objetos artísticos ni del pensamiento filosófico y estético como ejemplos de ideas, sino más bien se desarrollan modos de pensar desde y con el espacio-tiempo y con las condiciones de posibilidad de la experiencia. En la medida en que este es el terreno común de discusión que atraviesa los cinco ensayos, de manera indirecta pero igualmente fundamental, lo que se muestra en estos trabajos es el modo en que ciertas genealogías teórico-filosóficas, histórico-artísticas e incluso biográficas funcionan como horizonte de historicidad a través del cual se asoman las grandes líneas de discusión del arte y la teoría del arte contemporáneos. Leo entonces cinco grandes discusiones que se subtienden en la lectura entre líneas de los ensayos.

    La línea conceptual y discursiva, que plantea el texto Por una comunidad negativa. Curaduría y experiencia de Daniel Montero Fayad, hace resonancia a los argumentos adornianos en torno a la forma artística como negatividad y autoconciencia crítica de la historia, pero introduciendo variables importantes. El artículo de Montero reelabora de manera compleja y muy sugerente el concepto de estética relacional en función de registros más complejos donde la curaduría consiste en producir condiciones sensibles de una política de lo en común, no en función de una mimesis o identidad de sentido o representación, sino en función de la apertura del espacio (espacio curatorial): lugar de mediación de una experiencia originaria (en sentido fenomenológico) donde lo en común es producción de condiciones de comunidad sin identidad, de espacio, de lugar compartido o si se quiere de condición ontológica de lo social como lo entre los cuerpos y los sentidos. Más acá y más allá de las formas de comunidad como pertenencia, identidad y diferencia, este ensayo nos propone pensar la curaduría como producción de lugar en tanto producción de presencia y de espacio en común de lo sensible y comunidad inoperante.

    En un guiño que trabaja sobre el documento y el pasado, el texto de Roberto Barajas, El desmontaje de cronologías en tres curadurías posdictatoriales. El archivo como registro de memorias sublevantes, de la calle al museo, problematiza la relación entre archivo y arte para proponer formas del pasado en tanto desmontajes de la historia. Aquí la curaduría está pensada desde cierto pathos estético-político que hace de lo visible una potencia deformante y destituyente a través de las cuales se abren rejillas por donde se asoma el discontinuo del tiempo de la Historia, en el fragmento del documento. En cifra warburgiana, Barajas excava los documentos (cura los archivos) para que constelen los silencios y los olvidos de la Historia y acontezcan como potencias críticas y no como meros registros del pasado. El arte como política de archivo y el archivo como arte de la memoria es la dialéctica que explora Roberto Barajas en su práctica curatorial.

    De lo que bien me atrevo a enunciar como una saga warbugiana de la práctica curatorial, es el texto de Itala Schmetz Filosofía-ficción para viajar en el tiempo tras mi rastro curatorial. En éste, la autora produce una deriva para hacer constelar en un cierto lugar de la intimidad y de la confianza, el modo en que su afecto ha viajado por el tiempo propio del arte visual: el del anacronismo. En una suerte de conjuro entre el tiempo de la duración y el tiempo del fantasma, en un conjuro entre Bergson y Warburg, Schmetz emplaza el Mnemosyne de lo que son tres décadas de su trabajo curatorial. Su cama funciona como una suerte de panel a la Warburg en el que la autora espacia, o pone a constelar, la relación que hay entre su memoria, su biografía y su vida como una duración donde el arte, la interioridad y el afuera conforman un pathos particular del curar: el que tiene que ver con la intimidad, el deseo y la imaginación como cuidados de sí para reahabitar el presente, su presente, desde el lugar más íntimo de la casa. Acaso por ello, escribir en primera persona no es un recurso sino una potencia donde se muestra la forma de entender la curaduría como cura de sí misma.

    La curaduría como praxis es, grosso modo, lo que nos propone el texto de Helena Chávez Mac Gregor, Curar, ¿a quién?, ¿para quién?, ¿para qué? En un giro categorial y discursivo que, desde mi perspectiva, desplaza de manera muy sugerente las relaciones entre filosofía y curaduría; el texto de esta autora asume un cierto distanciamiento de la filosofía, pero tampoco asume a pie juntillas la curaduría como una práctica profesional del arte. Antes bien, la curaduría, sobre todo de problemáticas contemporáneas, es una práctica borrosa donde lo que se pone en juego son lugares de enunciación y visibilización de violencias estructurales de la lógica del poder. Sin duda el orden de lo sensible, para Chávez como todos los autores que participan en este volumen, es quizá la condición invariable de la práctica curatorial. Helena Chávez centra su investigación curatorial en torno al clasismo, la racialización y la sexualización y explora, principalmente, los modos en que el espacio institucional universitario supone un lugar crítico de enunciación donde la praxis social puede ser asumida como materia estética de investigación; es decir, amplía la pregunta sobre la práctica curatorial que se elabora en un espacio universitario. Lo que cambia o se suplementa es entonces la pregunta por las implicaciones mutuas entre curaduría, museo y universidad.

    Del quinto ensayo, de mi autoría, La filosofía como dispositivo curatorial o cómo pensar el concepto de espaciamiento, sólo hay que decir que aborda otro registro de la relación entre filosofía y curaduría. En este trabajo lo que interesa es destacar la propuesta que hago de la curaduría como espaciamiento. Desde luego no voy a repetir aquí lo que argumento, in extenso, al final de este libro, no obstante, me interesa explicar las razones por las cuales dejo para el final de este libro el ensayo de mi autoría. Más allá de una mera cuestión de cortesía, lo coloco ahí porque el argumento que desarrollo es un intento de definir la condición ontológica de la curaduría, preguntar qué es curar en términos de las condiciones de posibilidad que definen esta acción. Curar es espaciar y es lo que de un modo u otro se muestra a lo largo de los cinco ensayos que conforman Filosofía y curaduría. Negatividad, praxis, espacio.

    Pensar desde ahí es pensar que el concepto se efectúa en el espacio, en lo que se espacia, pensar que la experiencia se interpela con el cuerpo y a través del cuerpo, que el discurso constela con la materia y con la técnica… En suma, ver una exposición supone un en común donde se potencian singularidades de experiencia y modos de decir y de decirse, donde afecto y sentido coinciden en el momento de caminar una exposición. Lo cierto es que un espacio curado es un devenir aberrante de la idea, un bloque de sensaciones donde los significantes se espacian como bloques de sensación, como perceptos y afectos, ¿en qué registro, en qué sentido? Dejemos que eso se conteste de nuevo, cada vez al curar.

    José Luis Barrios

    Ciudad de México, 19 de julio de 2022

    POR UNA COMUNIDAD NEGATIVA. CURADURÍA Y

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