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La Trampa
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Libro electrónico82 páginas1 hora

La Trampa

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La Trampa

Es un libro sobre la vida y su interpretación, de tal manera que, todo parece una trampa, en la cual, podemos caer y perder nuestra libertad; el amor, la religion, dios, la fe, la justicia, la libertad, el conocimiento, etc. todo puede ser una trampa.

IdiomaEspañol
EditorialNo
Fecha de lanzamiento19 oct 2023
ISBN9798223904922
La Trampa
Autor

Juan Manuel Ramírez Magallón

Juan Manuel Ramírez Magallón Filósofo y abogado escritor independiente de Michoacán México  

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    La Trampa - Juan Manuel Ramírez Magallón

    Por Juan Manuel Ramírez Magallón

    Primera edición 2023

    Magallón, Juan M.

    La trampa / Juan Manuel Ramirez Magallón,

    México 2023

    D.R. ©2023 juan Manuel Ramírez Magallón

    Independencia S/N colonia nuevo Aquila, Aquila, Michoacán, México, C.P. 60870. Cel 3121349204

    Introducción

    Es una obra libre, la historia de carboncito, un niño que piensa que el mundo es una trampa, en la cual, cae el humano y lo hace cautivo, cuando desarrolla su historia muestra sus inquietudes vividas en el campo y la ciudad, mismas que marcaron su existencia.

    Carboncito pretende entender el mundo desde el propio, cae en muchas incógnitas y preocupaciones que le hace decir variedad de cosas erróneas y algunas correctas.

    Carboncito aprendió las labores del campo y despertó cariño por el entorno natural, luego se muda a la ciudad y descubre otro mundo, muchas dudas e inquietudes por las conductas que observa en la ciudad.

    El origen de carboncito.

    Les cuento que en un lejano diciembre nació un niño y le dicen carboncito, es el niño que decía que todo es una trampa, compartió sus aventuras con sus primos chorreados, de aquella ranchería y vio el mundo en infancia desde el punto de vista subjetivo, aludiendo a los objetos y conductas que nos enganchan desde que nacemos e incluso antes de nacer, porque dicen que hay fuerzas innatas que acompañan a cada persona y la determinan a ciertas conductas, pero puede tratarse de una trampa.

    Tenía la hipótesis que desde que generas un ser, lo destinas a exponerse a muchas trampas, primero que nada, entra una partícula en una trampa donde es encapsulada y dividida de tal forma que da origen a un embrión femenino o masculino, luego de nacer lo entrampan en diseños y colores; entes incidentales que hacen determinadas a las personas libres, de acuerdo a su encuentro con el exterior es la conducta que desarrolla.

    La trampa que engancha a las personas es la imitación, consiente e inconsciente a sus padres, hermanos y entorno social, atrofiando la capacidad de ser libre, vulnera la auto determinante y obstruye el criterio propio, haciendo un ser sujeto a vicios profanos y mezquinos.

    Aquella trampa de la personalidad, consiste en que mis padres me pusieron un nombre, del cual, me avergüenzo y aunque no soy el nombre, este me daña y me determina a una afrenta que no puedo soportar, por tal situación prefiero me digan carboncito.

    Hoy entablé una conversación incomoda con mi madre la cual me decía con una voz mandona:

    — ¡Rufino Austreberto del Niño Jesús, arregla tus libretas para la escuela! Al escuchar esta frase el estómago me hace retorcijón y me dan ganas de correr al baño. Pero la figura de mi madre me puede, me hace contestar con respeto y aun con rebeldía, pero con respeto le contesto:

    — ¡No me gusta ir a la escuela! – Exclamó carboncito al fruncir el ceño con cierto enojo. —No me enseñan nada, todo lo que dice el maestro ya lo sé y sólo logra mi aburrimiento—, mi madre no podría quedarse callada al escuchar tal refutación y replicó:

    — ¿Por qué no te gusta ir a la escuela? — Mi madre me reclama con mucha fuerza, casi desbordando la voz.

    — Porque el uniforme parece de prisionero, obrero o policía de tercera– De manera despectiva me referí al uniforme, aunque por dentro escuchaba la voz de mi deber de asistir a la escuela, y mi madre complaciente me contestó diciendo:

    — ¿Quieres que cambien el color o el estilo? – Me daba opciones mi amorosa madre sin predecir la insolencia de mi boca salía:

    — Quiero que no haya uniforme, las clases sean libres y sin reticencias por la edad, eran exigencias extremas para un niño de ocho años, desde esa edad le generaba conflictos a mi pobre madre que de su voz salía:

    — Entonces quieres hacer lo que te dé la gana. Y con insistencia y mesura le contesté:

    — ¡No se trata de eso mamá! — mi madre no tardaba ni un segundo en contestarme con una interrogante:

    — ¿Entonces? — Los ánimos se empezaban a salir de control, por lo que decidí ser un poco más objetivo y definir claramente lo que pensaba que sería lo correcto y le aporté:

    — Se trata de que el sistema cambie la forma y el fondo de la manera de educar la infancia, para que la juventud y la vejez sean diferentes, el daño lo hacen en los niños, luego los adultos lo retornan a los niños y se convierte en un vicio de nunca acabar- mi madre como que aceptaba y no mi voz, sentía que se bloqueaba y concluyo dando su resolución:

    — Tienes que hacer lo que yo te mando sin refutar— Insistió mi madre, pero volví a contradecir diciéndole a mi madre:

    — Eres producto de un sistema, ese sistema que si eres diferente te eliminan. No permite lo diferente o lo que no es ganancia o mercancía. En eso consiste o te venden o te compran, pero no permiten que seas realmente persona. Noté preocupación en el rostro de mi madre y luego escuché decir de su boca:

    — ¿De dónde sacas tantas cosas hijo? —pensé rápidamente y descubrí que mi madre quería saber la fuente de mi rebeldía y le dije:

    — No voy a descubrir a mi aliado, quiero saber si podrías decir al sistema que hay lugar a las personas diferentes, esas personas que no se enganchan en lo físico sino en lo metafísico, en lo simbólico, en lo valioso de verdad. Esas cosas que el mundo profano no alcanza. Y mientras alzaba mi vuelo filosófico me aterrizó como un cañonazo la voz de mi madre:

    — ¡Hijo los seres tienen que sujetarse a lo que hay!

    Me aferré a querer hacer entender a mi madre, pero creo que su escaso nivel académico estaba rebasado por la arrogancia de aquel chamaco que leía libros de su padre, libros rojos que el sistema considera como terrorismo y mala influencia. A lo que insté exclamando:

    — ¡Exactamente a eso huyo a la trampa de decir que soy sujeto a los lineamientos de lo establecido!

    En mi cerebro de niño se maquinaba la rebeldía de no aceptar la manipulación de ninguna índole, aquel día se hizo un poco tenso porque las ideas innovadoras no le gustan a mi progenitora quien me reprende de la siguiente

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