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Emergencias culturales: Instituciones, creadores y comunidades en Brasil y en México
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Emergencias culturales: Instituciones, creadores y comunidades en Brasil y en México
Libro electrónico315 páginas4 horas

Emergencias culturales: Instituciones, creadores y comunidades en Brasil y en México

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Museos, cines, librerías y salas de conciertos en silencio. La Covid-19 puso en pausa y en duda a las instituciones culturales, quedaron sin empleo artistas y trabajadores. A la vez, se expandieron el teletrabajo, el streaming y las ganancias de empresas digitales. Se aceleró lo que ya venía cambiando en la comunicación entre creadores, públicos y comunidades.
La presente obra contiene, además de estadísticas de empleos perdidos y consumos, estudios cualitativos realizados en Brasil y México durante los años 2020 a 2022 por Néstor García Canclini, Juan Brizuela, Sharine Machado y Mariana Martínez en la Cátedra Olavo Setubal del Instituto de Altos Estudios de la Universidad de São Paulo. En estos se exponen dos caras de la crisis: por un lado, la desolación de un sector que ya se veía afectado por la proliferación del modelo laboral freelance y el neoliberalismo rampante; por el otro, las movilizaciones masivas de las comunidades culturales que llevaron a la promulgación de la Ley Aldir Blanc en Brasil o el movimiento mexicano «No Vivimos del Aplauso», entre otros.
Emergencias culturales hace un llamado urgente a trabajar la esfera pública más allá de la dimensión estatal, para pensar los diálogos, los debates y la resolución de conflictos a nivel intercultural.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 jun 2023
ISBN9788419406057
Emergencias culturales: Instituciones, creadores y comunidades en Brasil y en México

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    Emergencias culturales - Néstor García Canclini

    logo-serie-culturas1.jpg

    EMERGENCIAS CULTURALES

    Instituciones, creadores y comunidades

    en Brasil y en México

    logo-serie-culturas2.jpg

    Dirigida por Néstor García Canclini

    Se ha vuelto necesario estudiar la cultura en nuevos territorios. La industrialización y la globalización de los procesos culturales, además de modificar el papel de los intelectuales y los artistas, provoca que se interesen también en este campo los empresarios y los economistas, los gestores de proyectos culturales y los anima­dores de la comunicación y la participación social. La serie Culturas dará a conocer estudios sobre estos nuevos escenarios, así como enfoques interdisciplinarios de las áreas clásicas, las artes y la literatura, la cultura popular, los conflictos fronterizos, los desafíos culturales del desarrollo y la ciudadanía. Daremos preferencia a estudios en español y en otras lenguas que están renovando tanto el trabajo de las disciplinas «dedicadas» a la cultura –antropología, historia y comunicación– como los campos del conocimiento que se abren para estos temas en la economía, la tecnología y la gestión sociopolítica.

    EMERGENCIAS CULTURALES

    Instituciones, creadores y comunidades

    en Brasil y en México

    Néstor García Canclini

    Juan Ignacio Brizuela

    Sharine Machado C. Melo

    Mariana Martínez Matadamas

    gedisa.jpg

    Emergencias culturales: Instituciones, creadores y comunidades en Brasil y México es el resultado de la Investigación «La Institucionalidad de la Cultura y los Cambios Socioculturales», realizada durante la gestión de Néstor García Canclini en la Cátedra Olavo Setubal de Arte, Cultura y Ciencia, asociación entre el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo y el Itaú Cultural.

    © Néstor García Canclini, Juan Ignacio Brizuela, Sharine Machado C. Melo, Mariana Martínez Matadamas, 2023

    © Traducción: Diego Molina

    Corrección de estilo: Sérgio Molina

    Montaje de cubierta: Equipo Gedisa

    Primera edición: mayo de 2023

    Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

    © Editorial Gedisa, S.A.

    www.gedisa.com

    ISBN: 978-84-19406-05-7

    Diseño de colección: Silvia Sans

    Queda prohibida la reproducción parcial o total por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, de esta versión castellana de la obra.

    Índice

    Cambiar las instituciones desde dentro: desafíos para los mediadores culturales. Una conversación con Néstor García Canclini

    por Trànsit Projectes

    Presentación

    Néstor García Canclini

    Introducción. Instituciones, comunidades y creadores: de la precariedad a la emergencia

    Néstor García Canclini

    Por la onda luminosa: La articulación en red a favor de la ley Aldir Blanc en las políticas culturales brasileñas y de la pandemia

    Sharine Machado C. Melo

    ¿Fuera de juego? Territorios latinoamericanos e instituciones culturales en Brasil

    Juan Ignacio Brizuela

    México: instituciones, monumentos y movimientos

    Néstor García Canclini y Mariana Martínez Matadamas

    Epílogo. Brasil y México: miradas recíprocas

    Néstor García Canclini, Juan Ignacio Brizuela, Sharine Machado C. Melo y Mariana Martínez Matadamas

    Autores

    CAMBIAR LAS INSTITUCIONES DESDE DENTRO: DESAFÍOS PARA LOS MEDIADORES CULTURALES. UNA CONVERSACIÓN CON NÉSTOR GARCÍA CANCLINI

    por Trànsit Projectes

    A finales de 2022, Néstor García Canclini viajó a Barcelona a propósito de una conversación en #plantauno con Alfons Martinell sobre «Instituciones culturales y movimiento». En el marco de esta visita, Trànsit Projectes le realizó una entrevista en la que conversaron alrededor de su trayectoria, su labor como director de la colección CulturaS, su perspectiva sobre el rol social de la cultura (y las relaciones de esta con su entorno) pero, sobre todo, acerca de esta publicación, Emergencias culturales, una investigación realizada por un equipo dirigido por Néstor García Canclini junto a Mariana Martínez Matadamas, Sharine Machado y Juan Brizuela, que analiza cómo se han transformado las relaciones entre instituciones, artistas, trabajadores culturales y públicos a raíz del estallido de la pandemia provocada por la COVID-19. Una sacudida que, en palabras de Canclini, ha representado todo un estado de emergencia para ellas.

    QR-conversacion.tif

    Escanea el código para acceder a la conversación completa de Néstor García Canclini con Alfons Martinell.

    TRÀNSIT PROJECTES: Permíteme comenzar mostrándote una imagen. Es una fotografía antigua, fechada en 1940. Pertenece a la Hulton Press Library Collection, el antiguo archivo de la revista fotográfica británica Picture Post. Se trata, la describo para las lectoras, de la biblioteca del Holland House de Londres. La casa de los duques de Holanda, que hoy, es el bello Holland Park en el barrio de Kensington. El edificio, como ves, está totalmente destruido, se encuentra así tras haber sufrido los bombardeos del blitz alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Te la muestro por dos cosas. La primera, porque una versión a gran escala de esta imagen preside la sala de reuniones de Trànsit Projectes, la organización dedicada a la gestión cultural a la que pertenezco y que, en alianza con la editorial Gedisa, organiza la conferencia que impartirás esta tarde en Barcelona.

    La segunda razón, que es en realidad por la que la traigo a colación, se explica por lo que la escena retratada es capaz de simbolizar. Está la devastación causada por la barbarie de la guerra pero, al mismo tiempo, está también algo que prevalece después de la catástrofe. Todo se ha derrumbado pero, curiosamente, lo único que sigue en pie son las estanterías de la biblioteca repletas de volúmenes. Y los hombres que husmean entre ellas, como si nada más ocurriera alrededor. No creo que haga falta decir mucho más al respecto de la fotografía, pero me parece una muy buena forma de entrar a tu más reciente libro Emergencias culturales.

    En esta obra dedicas un apartado a situar a los lectores en los dos polos de lo que significa la palabra emergencia. Aquello que está en un límite de la destrucción, de la amenaza, de la desaparición quizá, y por el otro, el de la posibilidad de renacer, de reinventarse, de emerger entre las ruinas. Tú has hecho un análisis que pretende ser una fotografía del estado de la cuestión de las instituciones culturales, de sus creadores y sus comunidades (en México, Brasil y más recientemente en España), en esta especie de mundo arrasado por la experiencia de la pandemia, así que, finalmente, te pregunto: ¿Cuál es esa emergencia de la que hablas ¿Puedes describirla? Y también, ¿qué posibilidades atisbas tú de un renacimiento; de un emerger distinto de esas instituciones en emergencia (o de otras nuevas que no hemos imaginado aún)?

    NÉSTOR GARCÍA CANCLINI: Me gustó desde el comienzo que la palabra emergencia tuviera esa ambivalencia, ese juego de sentidos que no son contradictorios pero se refieren de maneras diferentes a la cultura. Históricamente los procesos culturales han sido pensados de muchas maneras, y en culturas y continentes distintos, también con enormes diferencias. Por un lado se ha fantaseado con las artes y la cultura como creadoras de un lenguaje universal, de reconciliación. Una obra musical, por ejemplo, se suponía que debía ponernos en un diálogo con nosotros y los otros sin importar las condiciones de formación del gusto, de educación, las diferencias de clase, procedencia, género, etc. Sin embargo, sabemos desde hace mucho tiempo, gracias en parte a la sociología y a la historia social de las artes, que esto no es así, las artes son también lugares de elaboración simbólica más o menos compensatoria, y de fractura social entre grupos. Este doble sentido se manifiesta muy concretamente en muchas emergencias culturales. La última es la de la pandemia, pero algo que hacemos en la investigación que realizamos en Brasil y México, con un horizonte más amplio, es recordar que la cultura ha vivido muchas veces entre viudos, podríamos decir. Entre quienes decían que murió el teatro porque apareció el cine, murió el cine porque apareció la televisión; pero luego ni el cine, ni el teatro, ni la radio, ni otros medios de comunicación y de organización institucional de lo social, desaparecieron. Se reformularon con la aparición de otros formatos, estilos comunicativos y necesidades o demandas sociales. Ese es un tipo de emergencia que ha sido frecuente, casi incesante en el desarrollo de la vida cultural y artística. Pero algunas otras emergencias tienen larga duración, o al menos dan un tiempo amplio para recuperarse. Los regresos revitalizan las escenas de distintas décadas. Entonces, más que una desaparición, menos aún un progreso, lo que encontramos son reencuentros con el pasado y expectativas de futuro en las que se imagina esta tarea básica de la actividad artística y del trabajo cultural.

    TP: Hablas de posibilidades de futuro, no parecerían muy alentadoras en este presente pospandémico. Tu retrato del estado de las instituciones culturales, como decíamos antes, se centra en México y Brasil aunque, en la charla de hoy, hablarás un poco también sobre el caso de España, tres territorios que conoces muy bien, y que, también, pueden servir para hacer un retrato muy interesante del mundo actual. Con gobiernos populistas a su manera, que han barrido con institucionalidades culturales históricas, pienso en recintos, en programas de apoyo a creadores, en espacios de convivencia, en fondos e inversiones en materia cultural, cada uno a su manera, pero en los tres territorios hay esta degradación desde el poder administrativo, una devaluación respecto del papel de la cultura... Es una práctica global, y podríamos agregar a los nombres de López Obrador y Bolsonaro, los Trump o hasta los Elon Musk. La pregunta sería: ¿Nos han quitado las instituciones? ¿Es ahí donde se podría justificar su devaluación (y su emergencia)? o ¿Se han muerto ellas de muerte natural? ¿Tenemos una oportunidad de refundarlas?

    NGC: Así como decíamos que casi todas las crisis de las culturas y las artes han tenido temporalidades diferentes, pero en general más prolongadas que las de la pandemia, hay que pensar también que esta crisis en particular, muy radical, es cierto, no solo hizo vacilar a cada una de las industrias y disciplinas culturales en sí mismas, sino que puso en una crisis sin precedentes al conjunto de los espacios cerrados vinculados a estas actividades. De pronto no había teatros abiertos, no había salas o festivales de música, no había cines o aulas, ni muchos otros espacios habituales de experiencia presencial de lo cultural y de convivencia alrededor de la cultura, porque también una plaza o un parque pueden ser pensados como lugares culturales. Así, tuvimos que reformular, en cierto sentido, lo que entendíamos por cultura, de manera íntima, confinada, desde la casa, y usando la mayoría de las veces las pantallas televisivas, de los ordenadores y aun de los celulares, como mejor podíamos. Esto cedió a las grandes corporaciones, a las plataformas, un espacio que no habían conquistado, aunque iban avanzando en su influencia. En el otro extremo de esa reclusión, en lo cercano, lo familiar, lo hogareño, tuvimos una posi­bilidad de apertura a lo global mucho mayor que en el pasado, y con una aparente democratización o redistribución, porque solo con una pantalla y un servidor de YouTube podíamos acceder a contenidos que no estaban a nuestra disposición en otro momento. Aun así, se hizo patente en poco tiempo que esa redistribución o reorganización del campo cultural estaba en realidad atravesada por nuevas desigualdades. Surgieron grandes preguntas: ¿quién podía tener acceso al streaming, a según qué plataformas? o ¿cómo las plataformas se reubicaban también en esta nueva conquista de los públicos?, o ¿cómo formaban a esos públicos en un nuevo entrenamiento para el acceso? En pocos meses tuvimos que aprender a relacionarnos con los bienes y mensajes culturales en otras claves, con otros hábitos. No se forman hábitos de una semana para la otra, pero aparecieron una multiplicación de recursos, de soportes. Se fueron creando actitudes nuevas, y aun los de más edad fuimos adquiriendo esas prácticas, no necesariamente en relación con un mayor nivel educativo. Hubo una desestabilización de jerarquías, la creación de nuevas desigualdades, es un aprendizaje vertiginoso y muy significativo respecto a los puntos de conflicto y contradicción en las escenas y los circuitos culturales, que no eran tan patentes antes...

    TP: Ya que estás tocando explícitamente el tema de lo digital, me interesaría que nos acerquemos a uno de los planteamientos más rotundos que haces a este respecto en Emergencias culturales. Ahí te preguntas abiertamente si no serán las plataformas las nuevas instituciones culturales, o si el acceso al consumo cultural en lugares públicos será sustituido por el streaming. Es en cierto modo algo que tú ya has tratado en otros libros respecto al tema de la lectura, pienso en Lectores, espectadores e internautas. Las transformaciones de los hábitos, llamémoslos aquí, de consumo, de los cambios en las prácticas de los públicos y lo que va quedando o ganándose por el camino. ¿Qué pasa, entonces, con este cambio? ¿Son o pueden ser realmente las plataformas las nuevas instituciones? ¿Es ahí donde hay que volcarse? ¿Y el rol del que cura, del que prescribe, del que incluso, aunque la palabra nos haga ruido ahora, legitima? Al mismo tiempo, esa transformación que tú ya has monitoreado, por así decir, en el ámbito del mundo del libro, ¿nos puede servir de espejo, respecto a la que se le viene al mundo de las instituciones culturales?

    NGC: Se ha dicho varias veces que vivimos una época de convergencia de los lenguajes culturales. Antes había una industria editorial que se encargaba de lo impreso en papel, otra in­dustria audiovisual que trabajaba con el cine, las pantallas televisivas; y otra industria musical, separadas. Se unían en algunos productos como las películas, donde se combinan, pero la organización industrial estaba fragmentada. Ahora, al tener todos estos recursos, palabras, imágenes, sonidos, en la pantalla de nuestro móvil, todo se cruza. Sabemos cuántas experiencias han hecho primero los artistas, pero también los gestores culturales, para entrelazar esos lenguajes y formatos, y sin embargo subsisten industrias relativamente separadas. Especialmente la industria editorial ha demostrado poca flexibilidad para reubicarse en ese escenario. Los contratos que firman las editoriales con los autores piden que cedamos nuestros derechos para todos los formatos impresos en papel, digitales, y los que puedan existir a futuro, pero en la práctica, cuando uno ve cómo actúan las editoriales, siguen pensando sobre todo en librerías, o en algunos países como Estados Unidos, en las bibliotecas, que van a comprar un 10 o 20 por ciento de la edición en automático, para tener bibliotecas muy nutridas, al día... y hay un acomodamiento laborioso, mejor o más dúctil en inglés, más lento en castellano, para incorporar esos nuevos circuitos virtuales de acceso y de descargas. Hay muchas trabas, muchos divorcios, mucho desentendimiento; malestar entre autores, editores, libreros. Este es uno más de los tantos malestares que estas transiciones aceleradas nos provocan. Sin embargo, estamos en un momento muy desafiante para los mediadores culturales, para los centros que tienen inserción local y quieren comunicarse internacionalmente; ahora tienen la capacidad práctica de estar hablando con destinatarios de sus mensajes en países de todo el mundo, y a veces hasta en lenguas distintas. La diferencia entre industrias sigue siendo significativa, aunque con este enorme cruce de lenguajes y formatos.

    Ahora, refiriéndonos explícitamente a nuestra investigación en México y Brasil, se nos imponía la conclusión de que las plataformas digitales ya cumplen muchas funciones de las antiguas instituciones, casi nunca las sustituyen enteramente. Si una institución se caracteriza por institucionalizar, valga la redundancia, la vida social, organizarla con ciertas reglas de comunicación de los productos culturales, de acceso, de transmisión... esas funciones han pasado, en gran parte, a ser compartidas con las plataformas. Entonces, esas instancias, que son grandes aparatos empresariales, también son instituciones, cumplen funciones semejantes. Son espacios donde se organiza la vida social, con otras reglas, o compartiendo parte de las viejas con nuevos dispositivos de comercialización o de subordinación de las obras artísticas, literarias, musicales, cinematográficas, a una expansión acelerada e inestable, así como la relación de los públicos con esos bienes. Esto tiene muchas consecuencias sobre algo que en cualquier centro cultural o en cualquier institución, no solo en el museo, es muy importante, que es la memoria...

    TP: Nosotras percibimos, a veces con bastante desconsuelo, que eso que pasa a nivel institucional, ocurre también en términos de percepción social. Parecería que, como en ningún otro tipo de actividad, hay que encontrar maneras de justificar la actividad cultural más allá del interés. Hay una devaluación de la percepción de la importancia de la cultura y sus instituciones también por parte de la sociedad, de las personas, de los públicos posibles. Parece no haber razones incluso para echar de menos esas posibles pérdidas... Por otro lado, venimos de un frenazo dramático de nuestros sistemas e inercias a causa de una pandemia. Ya se dijo entonces que la cultura era necesaria, que la cultura nos sanaba o salvaba o ayudaba sobremanera a sobrellevar el confinamiento, por ejemplo. Al mismo tiempo vimos campañas para intentar no perder por completo el tejido, pienso en la Red de Emergencia Cultural en Costa Rica, en una propuesta de ley de emergencia cultural en Argentina, incluso aquí, en España, la campaña más reciente del Ministerio de Cultura y Deporte dice: Es el año del renacimiento cultural.

    ¿Cómo vencer esa devaluación? ¿Cómo colarse en la fiesta de los nuevos intereses o motivaciones —pienso en los públicos más jóvenes—? ¿Cómo reivindicar la importancia de la cultura y, claro, de sus espacios, instituciones, lugares...?

    NGC: Me parece que hay varias cuestiones implicadas que deberíamos tratar de manera separada. Es inevitable, ante todo, precisar de qué estamos hablando cuando decimos cultura o procesos culturales; si nos referimos a aquello que se exhibe en las instituciones llamadas culturales y también a otras maneras que tiene de manifestarse el desarrollo cultural. Si miramos, por ejemplo, no solo la moda, sino la manera en que va vestida la gente por la calle, a cada momento encontramos, desde hace décadas, que el arte contemporáneo está circulando. Con el arte Op o con el Pop, hubo una explosión de entrecruzamientos con el mundo de la moda. Personas que no sabían quién era Julio Le Parc, Victor Vasarely o Robert Rauschenberg usaban ropas que aludían a lo que ellos habían experimentado o inventado en sus cuadros y en sus obras lumínicas. No importaba mucho que supieran de dónde venía, ya lo recibían, lo vivían, les gustaba, y eso genera una transmisión de saberes, estilos y sensibilidades, que andan por las calles. Sin duda eso es cultura. Implica modos de posicionarse en relación con el cuerpo, el cuerpo mío y el de los otros, los lugares por los que transitamos, la comodidad o la perturbación del cuerpo, la búsqueda de esas perturbaciones o el registro en esos cuerpos de esas nuevas instancias. Lo que a veces se ha llamado, no muy afortunadamente, el ‘pobrismo’ en la vestimenta, rasgar los jeans, ciertos cortes de pelo, etc. Se parece bastante a lo que vi esta semana en el MACBA, una exposición en la que están estilizadas ciertas formas de habitar la calle por los llamados homeless, pero que están dentro de un museo, que es también, por cierto, una gran obra de un arquitecto famoso. Entonces, van y vienen los procesos culturales, no están solo contenidos en las instituciones, ni las instituciones les están cediendo tampoco todo el espacio a lo que va aconteciendo en la vida pública. Una reformulación, ya sabemos, de los museos, desde hace tiempo, antes de la pandemia, busca vincularlos con el barrio, donde está el MACBA o el CCCB, o instituciones más pequeñas que tienen interés por la memoria, por la historia cultural, por la comunidad que los rodea, pero también se proyectan más allá y tratan no solamente que la gente venga al museo, a la sala de conciertos, sino situarse en espacios no previsibles para esa institución. Está también la competencia entre los medios, entre las empresas, que estimula esto, de manera que es necesario pensar de forma integral todo el escenario. Sabemos que hay problemáticas específicas, cómo se sostiene una editorial, cómo se sostiene un museo, a quiénes les pides fondos, cómo eso condiciona lo que se va a exhibir o a ofrecer en un libro, y a su vez, la cultura no es solo eso.

    Me gustaría destacar que, así como esto modifica la idea de institucionalidad cultural, nos cambia la noción clásica de comunidades ligadas exclusivamente a un territorio, como son las comunidades étnicas, casi siempre, y otras comunidades barriales en las ciudades. Nada indica que lo digital vaya a extinguir ese arraigo. A la vez hablamos de otras comunidades, de las comunidades transnacionales de consumidores, de internautas, de televidentes, y están las comunidades nacionales, que están arraigadas en comunidades locales diversas.

    TP: Me interesa mucho que aludas a tus recientes visitas al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, incluso al Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona; y que hagas referencia también a esta cuestión importantísima, de la relación que la institución cultural guarda o debe guardar con lo que ocurre fuera de la institución, pero también a la relación con los propios intereses a los que la institución debe obedecer, etc. Hace algunos meses, justamente el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, organizó una conversación entre Bernd Scherer, director de la Haus der Kulturen der Welt de Berlín, Mathieu Potte-Bonneville, director del Departamento de Cultura y Creación del Centro Pompidou, y Judit Carrera, directora de CCCB, titulada Las culturas del futuro. Ahí, Bernd Scherer compartía una experiencia muy singular, incluso por su capacidad de responder de forma muy veloz a la situación actual. Una experiencia que consistía en abrir las puertas de la Haus der Kulturen de Berlín a refugiados ucranianos a partir del recrudecimiento de la guerra con Rusia. El centro está a escasos 500 metros de una estación de tren donde estaban llegando refugiados y ellos ofrecieron el centro (casi paralizando otras formas de actividad) para acogerlos momentáneamente, para que descansaran y recibieran ayuda antes de ir a otros sitios de refugio. «Las instituciones culturales han de practicar al 100% la solidaridad», decía su director. Porque «algunas veces el arte no es suficiente, la cultura no es suficiente», decía. Permíteme entonces agitar lo hablado antes y pensar en el lado contrario de esa posible reivindicación de la institución cultural. ¿Está en esa ampliación del foco la respuesta a las posibilidades de construir o reconstruir unas nuevas instituciones culturales? ¿El futuro posible pasa por aquí? y, al mismo tiempo, ¿esa devaluación y emergencia institucional, está dada por el alejamiento de esas instituciones culturales de las causas y problemas de la sociedad? ¿Cómo se enfrentan las instituciones culturales al panorama actual? ¿Deben o no ser neutrales?

    NGC: La investigación que hicimos en Brasil y también el contraste

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