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La Princesa Encantada
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Libro electrónico223 páginas3 horas

La Princesa Encantada

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Como heredera real de Zelnon, la princesa Elodie debería vivir una vida encantada. Y sí que su vida está encantada, pero de una forma diabólica que podría destruir no solo su existencia, sino la de aquellos que más le importan. Su coronación está prevista para ocurrir durante su cumpleaños número dieciocho, pero una fuerza maligna está determinada a destruir cualquier posibilidad de que ella se convierta en reina.

Una semana antes de su cumpleaños, se promulga una maldición que manda—a su guardia de confianza, el príncipe de un reino vecino y a ella, directos hacia las oscuras garras de un reino de pesadillas, Maldición. Escapar de ese mundo parece imposible, pero si no encuentran una salida, morirán o se convertirán en residentes permanentes de ese mundo de sueños. Si Elodie no regresa a casa a tiempo, su reino podría estar perdido para siempre.

Mientras luchan por sus vidas, cada decisión conlleva un altísimo precio. Deberán hacer sacrificios que marcarán sus almas para siempre y cada paso que den traerá consigo nuevos peligros que enfrentar. Con la victoria al alcance de sus manos, entienden que, junto con ella, deberán enfrentar una pérdida irreparable y deberán sufrir las consecuencias de sus acciones.

IdiomaEspañol
EditorialDawn Browr
Fecha de lanzamiento4 jun 2023
ISBN9798223778196
La Princesa Encantada

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    La Princesa Encantada - Dawn Brower

    Capítulo 1

    El secreto de una Princesa

    El sol se alzaba en el horizonte dando la bienvenida al amanecer. A través de las verdes y ondulantes colinas, una fortaleza de piedra se asentaba en un valle rodeado de un cuerpo de agua. El foso había sido diseñado en un círculo amplio y profundo para mantener a raya a los depredadores. Se bajó el puente levadizo de madera que daba la bienvenida a la gente para entrar al patio. Ecos de acero sobre acero llenaron el aire mientras la guardia real luchaba, puliendo sus habilidades.

    Era hora de que volviera a entrar y pretendiera ser la chica que los súbditos creían que era. Al menos por un tiempo, y luego podría hacer lo que quisiera. Recogió su cesta de flores, caminó sobre el puente levadizo y se dirigió a sus habitaciones. Depositó la cesta en una mesa cercana para que su doncella usara las flores para peinarla más tarde, y luego salió rápidamente de la misma manera en que la que entró para desaparecer durante unas cuantas horas. Para salir y fingir ser alguien que no era, y, sobre todo, escapar del castillo y cada expectativa que tenían los demás sobre ella.

    Para Elodie Kendrick, Princesa de Zelnon, el castillo era tanto una prisión como un refugio. Desde el momento en que nació, había sido su hogar, y el único lugar donde debería haber estado cómoda. Resultó ser una conclusión muy errónea. El castillo era sofocante y las expectativas de los súbditos no coincidían con lo que ella quería para sí misma. Salir fuera de las puertas protectoras del castillo no estaba permitido. Si ella se empeñaba en irse, su seguridad no podía ser garantizada. En la mente de la mayoría de los hombres, una mujer no era capaz de protegerse a sí misma.

    Pocas semanas antes de su decimoséptimo cumpleaños, el deseo de rebelarse creció dentro de ella hasta el grado que tomó medidas para cambiar el curso de su vida. Un año después, ya había adquirido todas las habilidades que su encanto pudo conseguirle de un caballero que había estado dispuesto a enseñarle. Entrenó ardua y largamente, y completamente en secreto. Su elección favorita de armas eran dos espadas cortas que guardaba en una funda de cuero que llevaba ceñida a la espalda.

    Entrenar era su actividad favorita. Cada mañana, después de que la guardia hubiera terminado con sus ejercicios matutinos, se veía con uno de los caballeros más letales, Cale Griffin. Él no quería ayudarla, pero la alternativa hubiera sido mucho peor. El estúpido hombre creía que iba a lastimarse a sí misma si la dejaba entrenar sola. Con el paso del tiempo, formaron una buena amistad. A veces ella pensaba que podría haber habido más entre ellos si tan solo hubieran vivido vidas diferentes. La reina jamás permitiría que Elodie se casara con alguien de menor posición que ella.

    Estúpida reina.

    Ni siquiera era su madre, al menos no en el sentido literal de la palabra. Su padre se había casado con Fiona para darle una figura maternal. Pero Fiona Kendrick no tenía ni una pizca de bondad o gentileza en todo el cuerpo. Era una reina fría y calculadora que reinaba con puño de hierro. Nadie se atrevía a cuestionarla. Era la primera mujer en ganarse el respeto de la gente, y Elodie debería haber estado agradecida por eso. Cuando llegara su tiempo de reinar, quizá no la subestimarían. Aun así, por más que lo intentaba, no podía sentir cariño por su madrastra. Decir que su relación era tensa sería decir poco.

    Se dirigió a una habitación vacía donde guardaba su equipo, asegurándose de que no la estuvieran observando. La reina tenía espías en todas partes, y hasta ahora había tenido suerte. Mientras su madrastra no supiera que estaba adquiriendo habilidades, no podría hacer nada para evitarlas. Satisfecha de que nadie la estuviera siguiendo, caminó hacia un baúl apoyado contra la pared. Lo abrió de golpe, agarró los artículos que buscaba y se quitó la ropa para ponerse algo más apropiado para la actividad que había planeado.

    Se vistió con un par de mallas negras que eran suaves y le ajustaban a la perfección. Luego se puso una túnica a juego. Cogió su vaina y miró sus espadas cortas. Luego se la colocó en la espalda y se cubrió la cabeza con una capucha oscura para ocultar su cabello. Los risos de color marrón claro veteados de oro la delataban, y cualquiera que la viera haría sonar la alarma. Entonces nunca se encontraría con Cale a tiempo para el ritual matutino y sus actividades se verían interrumpidas por siempre.

    Elodie se enderezó, salió del cuarto sin hacer ruido y luego salió de la fortaleza. No volver a ver a Cale sería lo peor del mundo. No permitiría que pasara. Él era un guapo caballero con cabello largo y negro, y ojos casi tan oscuros como su cabello. Cada centímetro de su cuerpo se componía de músculos y tendones, resultado de horas y horas de entrenamiento. Eso era algo que ella ni siquiera debería saber, pero mientras aprendía, había estado en contacto con su cuerpo muchas más veces de las que podía recordar. Su cuerpo era duro de pies a cabeza y fantaseaba con algún día explorar su pecho desnudo. El que a través de la ropa ya se sintiera increíble no hacía más que avivar su imaginación de niña ingenua.

    Elodie se mantuvo alerta en todo momento mientras se dirigía hacía su punto de encuentro. Si fuera por Cale, no iría sola, pero ella lo había hecho entrar en razón. Si él la hubiera esperado para escoltarla, hubieran llamado la atención y la gente no hubiera tardado en adivinar su identidad. El ir sola le otorgaba más libertad, pues así nadie reparaba en ella. Miró por encima de su hombro y apretó el paso. Comenzó a invadirla el escalofriante presentimiento de que alguien la observaba. Tenía que ser solo su imaginación…

    Se adentró en el bosque y respiró aliviada, ahora bajo el refugio que le proporcionaban los árboles. Seguramente Cale ya estaba esperándola. No lo vio en entre los guardias cuando se marchaba. Pasó a través de unas filas de árboles y salió a un claro junto a un estanque. Su caballero la esperaba parado junto a la orilla, contemplando la nada.

    ¿Meditando en los misterios del universo? le preguntó, quitándose la capucha.

    Él se giró y la vio a los ojos, con su mano descansando cómodamente sobre la empuñadura de su espada. Una daga se balanceaba elegantemente en la parte superior de su armadura— era una pieza decorativa con joyas incrustadas en la empuñadura. Ella le había preguntado sobre eso una vez, pero él se negó a decirle por qué la llevaba. Tal vez algún día se sentiría cómodo compartiendo sus secretos con ella. La paciencia nunca fue una de sus virtudes, pero su terquedad podría ayudarla a adquirir un poco.

    ¿No te siguieron?.

    Siempre le preguntaba eso. Cada. Maldita. Vez. Como si, después de tantos meses, aun no fuera capaz de llegar en secreto. ¿Cuándo comenzaría a confiar en ella?

    De hecho, hay una manada de caballos que vienen hacia acá. Intenté decirles que a ti no te gusta que te observen, pero…. Se encogió de hombros. Bromear siempre ayudaba a disminuir la tensión entre sus hombros. No había nadie observándolos—al menos eso esperaba. Se habría dado cuenta si la hubieran estado siguiendo. Era la primera cosa para la que Cale la había entrenado. No quisieron escucharme. Lo siento, pero tendrás que lidiar con una audiencia por esta vez. Espero no te importe.

    Él la atravesó con la mirada. Sus ojos se tornaron de un azul oscuro glaciar y sintió ganas de hacerse pequeña y desaparecer. Pero no pensaba ceder ante sus emociones. Mostrar cualquier debilidad era el peor error que podía cometer. Cale no tenía ninguna debilidad. Parecía no importarle que ella fuera una chica y la trataba, casi siempre, como si fuera otro caballero más en entrenamiento. A veces, eso le parecía casi—irritante. Una vez que estuvo de acuerdo en entrenarla, su dinámica había cambiado. Antes siempre se había mostrado propio y respetuoso en todo momento. Al fin y al cabo, ella iba a convertirse en reina algún día y solo eso la hacía digna de respeto. Cale no hubiera faltado a eso de no ser porque ella le rogó hasta el cansancio hasta que lo hizo ceder.

    Tu boca terminará metiéndote en problemas algún día.

    Elodie puso los ojos en blanco. Estuvo a punto de soltarle algo que seguro la pondría en problemas de otra naturaleza. Había algo más que ella quería hacer con su boca y no tenía nada que ver con palabras, pero sí todo que ver con saborear a su hermoso caballero. Él probablemente no se tomaría a la ligera que su estudiante lo besara. Había días en los que parecía detestarla.

    Para mi suerte, ese día no es hoy, contestó. ¿Está listo para enseñarme, oh sabio señor?

    Tus payasadas no son en absoluto divertidas, princesa, dijo. Su voz estaba llena de furia y penetró a través de ella. Si nos descubren….

    La culpa era amarga y difícil de tragar. Se acumuló en sus entrañas y se fermentó, para luego deslizarse hasta su estómago. Su desayuno se convirtió en un peso muerto que quería escapar de su cuerpo. Se forzó a mantener la calma y recordar su meta. Cale le estaba haciendo un favor, y tenía razón. Si los descubrían, él sería exiliado y a ella probablemente la encerrarían en una torre.

    Me disculpo, dijo. Puede que no lo parezca, pero aprecio mucho lo que me has enseñado.

    Él asintió. Comencemos.

    La atención de Cale se enfocaba en ella como si no existiera nada más. Sacó su espada y la sostuvo en alto. El viento sopló a través del estanque y empujó sus rizos negros sobre su rostro, y, aun así, él permaneció impasible—esperando. Elodie lo rodeó para medir su postura. Cada sesión era como un baile entre los dos. Ella lo atacaba de un ángulo distinto cada vez, y él esquivaba sus ataques con una habilidad que ella admiraba profundamente.

    Quería sorprenderlo, pero no estaba segura de cómo hacerlo. Ya lo había atacado de todos los ángulos y no había logrado tomarlo por sorpresa. ¿Qué necesitaba hacer para desconcentrarlo? A este hombre, que conocía tan bien cualquier movimiento que alguien pudiera hacer y que anticipaba absolutamente todo. ¿Cuánto le habría costado convertirse en el talentoso guerrero que contemplaba frente a ella? Solo le llevaba tres años, pero la superaba con una vida entera de experiencia. Elodie aún era una joven inexperta en comparación con el alma vieja que habitaba en el cuerpo de Cale.

    Quizá era tiempo de que usara esa juventud como una ventaja. No era que él esperara que ella se moviera de cierta forma, sino que él le había enseñado todo lo que ella sabía. Si se acercaba a él con algo inesperado, quizá tendría una oportunidad de derrotarlo. Quizá era tiempo de ser más íntima con su hombre favorito.

    Elodie lo vio directamente a los ojos y avanzó hacia él. Jamás bajó la vista mientras se aproximaba hacia él, y tampoco hizo por desenvainar sus espadas. Tan pronto como lo hiciera, se desataría la batalla y no se detendrían hasta que uno de los dos se rindiera. Pero hoy, ella se llevaría la victoria.

    ¿Princesa?. Los ojos de Cale comenzaron a llenarse de duda entre más se aproximaba ella. Estaba apenas a un centímetro de su rostro. ¿A qué estás jugando?.

    Nada de juegos, caballero.

    Era una mentira. Eso era exactamente lo que estaba haciendo. Para ganar, tendría que arriesgarse y hacer lo inimaginable. Elodie eliminó la distancia entre ellos y puso sus labios sobre los de él. Una chispa se encendió en ella, pero no podía dejar que la dominara. Quizá todo su cuerpo era duro, pero sus labios eran suaves. En otras circunstancias, se hubiera cerciorado de eso y habría descubierto si había más que una débil llama titilante entre ellos. Por hoy, tenía otros planes.

    Cale se quedó aturdido por un segundo mientras Elodie escapaba de su alcance. Desenvainó ambas espadas y asumió una posición de combate. Su caballero sacudió ligeramente la cabeza, aun desprevenido para su ataque. Elodie se lanzó hacia adelante dando vueltas mientras se aproximaba hacia él. Sus espadas se encontraron con el acero de la espada de Cale. Danzaron de esta forma durante varios latidos. Ella atacaba y él la esquivaba, mientras el sonido de sus espadas encontrándose se extendía por todo el valle. Él era más fuerte, pero ella era más ágil. Aprender a usar esa agilidad a su favor también era parte de su entrenamiento.

    Elodie corrió hacia Cale, dio una vuelta en el aire y aterrizó detrás de él. Él se giró al mismo tiempo que el codo de Elodie entraba en contacto con su nariz. El hueso se partió y la sangre salió a borbotones. Cale se limpió la cara y sujetó a Elodie por la cintura, pero ella se escapó de nuevo de su agarre y se tiró al suelo. Cale avanzó, probablemente pensando que tenía la ventaja. Con una sonrisita, Elodie levantó una de sus espadas, la cual fue interceptada por la de Cale, y después enredó sus piernas alrededor de su tobillo, derribándolo. Cale aventó la espada y se preparó para el impacto. Elodie se puso de pie de un salto y se deslizó a su lado. Cale giró sobre su espalda solo para encontrar la espada de Elodie sobre su garganta.

    ¿Te rindes?.

    Cale comenzó a reírse. Ya era hora.

    Elodie estaba confundida. ¿Hora de qué? Pero en lugar de preguntarle, le exigió, Admite tu derrota. Lo obligaría de ser necesario, pero ya le había roto la nariz. La idea de arruinarle más el rostro no le agradaba para nada.

    Princesa, le dijo suavemente. Admití mi derrota meses atrás cuando usaste tus encantos para convencerme de entrenarte. Se giró de lado y luego se puso de pie. Pero sí, por hoy tú ganas, y con tácticas que yo jamás podría haberte enseñado.

    ¿El beso? Había querido sentir sus labios sobre los de ella durante tanto tiempo que decidió usar la batalla como un pretexto. Al menos le consolaba saber que lo había engañado respecto a eso. Un día, averiguaría como se sentía un beso de verdad y esperaba que fuera él quien se lo enseñara.

    Lo vio de reojo y puso de nuevo las espadas en la funda. Odio decirte esto, pero no lo sabes todo, Sir Griffin. Yo soy capaz de obtener sabiduría de los demás.

    Con frecuencia veía más de lo que debía y la mayoría de las personas simplemente la ignoraban. Una princesa debía ser aparentemente ignorante sobre ciertos asuntos. Si su padre aun estuviera vivo, o su madre, quizá las cosas serían diferentes…

    Nunca dije que no lo fueras, le contestó, reponiéndose. Aunque, algunas cosas se aprenden a la mala. Regresa a la fortaleza. Te seguiré desde una distancia prudente.

    Elodie quiso replicar, pero entendió que era inútil. En lo que respectaba a Cale, la lección había terminado. Pero, mañana era otro día y ya encontraría la forma de derrotarlo de nuevo.


    Entrar al castillo sin ser vista no fue tan fácil como escabullirse. La comida del mediodía se serviría pronto, y la mayoría de los habitantes del castillo estarían apresurándose. Elodie mantuvo la cabeza baja y la capucha bien ajustada alrededor de su cabeza. Echó un vistazo al patio y escaneó los movimientos de todos mientras se abría camino hacia el edificio principal del torreón. Una vez dentro, usó las escaleras de los sirvientes para llegar a su escondite. El pasillo estaba completamente solo cuando dobló la esquina y entró en la habitación. Suspiró de alivio y bajó su capucha.

    ¿Valió la pena, miladi?.

    Elodie se giró rápidamente cuando escuchó la voz femenina. Su corazón latía a mil por hora y resonaba en sus oídos. No se suponía que nadie se enterara de sus actividades. Parecía como si su suerte se hubiera agotado.

    Susanna, dijo Elodie, sin aliento. Me asustaste. ¿Qué hacía su criada en su habitación secreta? Nadie iba nunca a ese lado de la fortaleza. Lo usaban más bien como una especie de bodega.

    La reina te está buscando, contestó Susanna. Me mandó a llevarte ante ella inmediatamente. Me temo que no pretende nada bueno.

    Nada de lo que Fiona

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