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Extravío y hallazgo de ser sí mismo: Fundamentos de la relación sujeto-tecnología
Extravío y hallazgo de ser sí mismo: Fundamentos de la relación sujeto-tecnología
Extravío y hallazgo de ser sí mismo: Fundamentos de la relación sujeto-tecnología
Libro electrónico516 páginas7 horas

Extravío y hallazgo de ser sí mismo: Fundamentos de la relación sujeto-tecnología

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Información de este libro electrónico

Desde las contribuciones de autores como Mumford, Heidegger, Ortega y Gasset, Ellul, Dessauer, Simondon, Rapp y Bunge, se abordan continuidades y rupturas de la relación sujeto-tecnología y el contraste de sus fundamentos humanísticos y analíticos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 may 2024
ISBN9786074179880
Extravío y hallazgo de ser sí mismo: Fundamentos de la relación sujeto-tecnología
Autor

Liliam Marrero Santana

Liliam Marrero Santana es doctora en Ciencias Sociales y Políticas por la Universidad Iberoamericana Ciudad de México (2019) y maestra en Bibliotecología y Ciencia de la Información (2014) y en Ciencias de la Comunicación (2013) por la Universidad de La Habana. Ha sido profesora del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y ha impartido conferencias en la Universidad Nacional Autónoma de México, El Colegio Mexiquense, la Universidad La Salle y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha sido profesora e investigadora a tiempo completo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (2007-2015).

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    Extravío y hallazgo de ser sí mismo - Liliam Marrero Santana

    Imagen de portada

    Extravío y hallazgo de ser sí mismo

    Extravío y hallazgo de ser sí mismo

    Fundamentos de la relación sujeto-tecnología

    Liliam Marrero Santana

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO

    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    D.R. © 2023 Universidad Iberoamericana, A.C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219 publica@ibero.mx

    Versión electrónica: marzo 2023

    ISBN: 978-607-417-988-0

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    Índice de contenido

    Portada

    Portadilla

    Legales

    Introducción. Desde la condición humana de la técnica

    El usuario y las TIC en el punto de partida

    El sujeto y la tecnología en el pensamiento social

    Una relación fracturada en la filosofía

    El vínculo sujeto-tecnología como objeto de análisis

    PARTE I

    Entre la naturaleza y la sociedad: el sujeto y la tecnología en la tradición humanística

    Autores de referencia de la filosofía humanística

    Hachas de piedra y acero como caso de análisis

    1. El hacha de piedra o la conquista de la naturaleza: la técnica premoderna

    El ser humano y su instrumento en-el-mundo

    Un instrumento a la mano, un instrumento para-algo

    Un yo imaginario para sujetos técnicos

    2. El hacha de acero o la conquista del sujeto: la tecnología moderna

    Un sujeto y un instrumento de otro mundo

    El acero por la madera, un instrumento ¿para qué?

    Un instrumento tecnológico para un imaginario técnico

    3. El imperativo tecnológico y la deshumanización

    La relación sujeto-tecnología en perspectiva histórica

    Una esencia que no es técnica

    El sistema tecnológico omniabarcador

    PARTE II

    Entre la ingeniería y la ciencia: el sujeto y la tecnología en la tradición analítica

    Autores de referencia de la filosofía analítica

    Invención y desarrollo de la red eléctrica como caso de análisis

    4. La iluminación eléctrica o la conquista de la sociedad: lo tecnológico desde dentro

    El mundo tecnificado de los humanos

    La invención imaginada

    Un sistema tecnológico concreto

    Del yo al nosotros en la producción tecnológica

    5. Una red de relaciones para una red eléctrica: los otros mundos de la tecnología

    El mandato de la ciencia y los científicos

    Coacciones económicas y exigencias técnicas

    Vínculos socioculturales y continuidad de la Creación

    La enajenación inevitable

    Conclusiones. Hacia la condición tecnológica de lo social

    Continuidades y rupturas entre la técnica, la tecnología y el sujeto

    Elementos constitutivos del vínculo sujeto-tecnología

    La relación (im)posible

    Referencias

    A mis padres

    Agradecimientos

    Estas páginas son resultado de un esfuerzo que involucra a familiares, profesores, colegas, amigos y estudiantes que acompañaron y orientaron cada paso, cada nueva pregunta y cada etapa del proceso de investigación, asociado al programa de formación doctoral en Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

    Son muchas las personas que colaboraron, y a todas quiero expresarles mi sentimiento de profunda gratitud, en especial:

    A mis padres, Arelys Santana Bello y Miguel Marrero Sosa, y a toda mi familia en Cuba, por el cariño y el apoyo a pesar de la distancia.

    A la Dra. Anidelys Rodríguez Brito, amiga, profesora e investigadora, por el soporte y la cercanía. Por las consideraciones y sugerencias precisas. Por la acogida, la convivencia y por vencer todas las soledades y ser la familia de México.

    A la Dra. María Teresa Márquez Chang, directora de tesis, profesora e investigadora del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Por las preguntas que redimensionaron los propósitos iniciales y por contribuir al hallazgo de la filosofía de la tecnología. Por los autores, los estudios empíricos y las materias indispensables que fueron modelando este proyecto. Por creer en las historias personales, académicas y socioculturales que conforman a las investigaciones y a los investigadores, por ayudar a encauzarlas.

    Al Dr. Raúl Trejo Delarbre, por aquellos primerísimos textos que marcaron la ruta de este estudio años después y desde otra geografía. Por las lecturas y discusiones enriquecedoras del seminario Nuevos Medios de Comunicación, Culturas y Procesos Globales, en la Universidad Nacional Autónoma de México. Por el privilegio de contar con su revisión y sus observaciones.

    Al Dr. Juan Pablo Vázquez Gutiérrez, por los debates inaugurales que marcaron el espíritu de las búsquedas epistemológicas y teóricas que sostienen este trabajo. Por el seguimiento y la amabilidad constantes.

    A la Dra. Hilda Saladrigas Medina y a la Dra. Ania Hernández Quintana, profesoras e investigadoras muy queridas y admiradas en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, por ser las inspiradoras fundacionales de este empeño.

    Al Dr. Dasniel Olivera Pérez, amigo y compañero de generación, por la segunda casa a prueba de sismos, temores y nostalgias. Por la conversación sanadora y la pureza de espíritu. Por todas las recomendaciones metodológicas.

    A Tomás Pliego Calvo, por hacer suyos los tiempos de desvelos y experimentar, como propios, cada avance y cada desconcierto. Por defender siempre la alegría y la esperanza. Por los domingos en familia con Paqui, Regina, Mateo y Coco.

    A Darien Cepero Rojas, Rocío Baró Guerra, Elaine Díaz Rodríguez, Fidel Alejandro Rodríguez Fernández, Gilberto Padilla Cárdenas, Masiel Rangel Giró, Eloy Pérez Bazán, Danay Carrazana del Valle, Benjamín Madrigal y Rigo Regal, amigos de Cuba y México, por el acompañamiento.

    Al Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana por construir un espacio plural de discusión y pensamiento.

    Al Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, por estimular el intercambio académico.

    A la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, mi casa y mi raíz, por la confianza y el respaldo para emprender este camino.

    A todos mis estudiantes, copartícipes de las múltiples interrogaciones que dieron lugar a este recorrido investigativo, por las enseñanzas que siguen siendo interminables.

    A la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), por la oportunidad de acceso a un Programa de Postgrado de Calidad como el Doctorado en Ciencias Sociales y Políticas, por el completamiento de un ciclo de realización humana y profesional.

    Introducción.

    Desde la condición humana de la técnica

    Este pretendía ser un libro sobre internet, las interfaces móviles, los sitios de redes sociales, y terminó siendo un libro sobre las hachas de piedra y acero, la bombilla incandescente y el lejano sistema eléctrico de Thomas Alva Edison. El punto de partida era la pregunta por los modos en que se relacionan los seres humanos con los ambientes reticulares digitales del siglo XXI, pero fue reorientada hacia los vínculos que fundan aborígenes y herramientas manuales, o inventores-ingenieros y sistemas tecnológicos de los siglos XIX y XX.

    El estudio que sustenta este trabajo (1) tenía como objetivo inicial aproximarse a la relación entre los humanos y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en un enfoque interdisciplinar, que buscaba integrar presupuestos de las disciplinas científicas sociales y de otras áreas de conocimiento dirigidas puntualmente al mundo de los algoritmos y las conexiones. Sin embargo, la investigación recuperó el pensamiento filosófico moderno en torno a la tecnología, como marco epistemológico y teórico-conceptual de referencia.

    De las redes digitales a los utensilios y a los procesos industriales. Del sujeto conectado contemporáneo al humano primitivo y al inventor. De las dimensiones analíticas convergentes acerca de la relación entre el sujeto y las TIC, a la sistematización y propuesta de ejes de tensión del vínculo sujeto-tecnología, desde los postulados filosóficos. De la angustiosa preocupación por el presente y el futuro, a la exploración de respuestas en el pasado. Así fue el recorrido inverso que estableció el alcance y los propósitos de este libro.

    Tres coordenadas primordiales marcaron esa especie de viaje a la semilla que edificó, de forma definitiva, la trayectoria de las páginas que siguen. La primera de ellas, ubicada en el presente, parte de una reflexión en torno al desbordamiento de la condición de usuario de la información y la comunicación del ser humano en las redes digitales.

    La segunda coordenada explora, justamente, los supuestos dominantes que modelan el enfoque dualista de la relación sujeto-tecnología en el área de los saberes sociales. Y la tercera avanza hacia el pasado y encuentra en la filosofía de la tecnología un cuerpo de conocimiento fundacional, que pauta la construcción dicotómica de ese vínculo y posibilita repensar las dimensiones del mismo. A continuación, se desarrollan estos tres núcleos de análisis.

    El usuario y las TIC en el punto de partida

    La conformación de un esquema global de reproducción sociotécnica, basado en la información y la comunicación digitales, ha reforzado la necesidad de diversificar los horizontes de la investigación social. Denominaciones como sociedad red, sociedad de la información, sociedad del conocimiento, sociedad postindustrial o postcapitalista, entre otras, dan cuenta de una reconfiguración del mundo (Bell, 1976; Broncano, 2006; Castells, 2006; Rodríguez-Brito, 2012), en la que se desbordan los marcos explicativos del ser humano como actor de procesos informativos, comunicativos y tecnológicos.

    Desde disciplinas como las ciencias de la información y las ciencias de la comunicación se exploran e integran las redimensiones de las categorías receptor (de la comunicación) y usuario (de la información) a raíz de la centralidad de las tic (Marrero, 2013). Otras disciplinas tradicionales y ámbitos de estudio recientes dirigen sus esfuerzos hacia el abordaje de la realidad tecnológica. Además de la filosofía, la sociología, la antropología, y las referidas ciencias de la información y de la comunicación, otros jóvenes subcampos como la comunicación mediada por computadora (computer-mediated communication) o la interacción humano-computadora (human-computer interaction) (Ess, 2004), por solo mencionar algunos, se interesan por esta temática.(2)

    Asimismo, es notoria la movilización de líneas y proyectos de investigación tan variados como dispersos en sus propuestas conceptuales, teóricas y metodológicas. Incluyen desde los estudios de usuario y de usabilidad (Hornbæk, 2006; Wilson, 2006); los enfoques del diseño y la producción tecnológica basados en la experiencia de usuario (Hassenzahl & Tractinsky, 2006); la readaptación de las pesquisas de usos y gratificaciones (Chuang, 2015; Sundar & Limperos, 2013); y los estudios de apropiación, uso social y alfabetización mediática en los nuevos contextos tecnológicos (Ceballos & Marrero, 2016; Livingstone, 2004a).

    Se suman, también, los análisis de contenidos generados por usuarios (Van Dijck, 2009); las incursiones sobre el bienestar social y subjetivo a partir de internet (Nie, Alfonso Sousa-Poza, & Nimrod, 2016; Rodríguez-Brito, 2018; Stepanikova, Nie, & He, 2010); las miradas desde la salud (Akin, 2012; Burga et al., 2015; Steinfield, Ellison, & Lampe, 2008); los movimientos sociales y las prácticas emergentes de ciudadanía (Carty, 2015; Rodríguez-Brito, 2012); la construcción de identidad (García, 2017); la formación de redes y comunidades online (Rheingold, 2004), y muchas otras líneas de investigación.

    Este amplio espectro de contribuciones certifica la relevancia que la investigación social otorga a las formas de interacción entre los seres humanos y los artefactos tecnológicos. Son investigaciones sometidas al ritmo acelerado de la innovación. El desarrollo vertiginoso de sistemas, aparatos e interfaces refuerza el desafío histórico de la academia, emplazada por una realidad cambiante que la trasciende.

    Tres reflexiones permiten abordar desafíos y desplazamientos de las disciplinas sociales a propósito del vínculo humano-tecnología en el presente. En primer lugar, reconocidas categorías como receptor o usuario son herederas de la sostenida relegación del actor Alter en los procesos sociotecnológicos e infocomunicacionales. Los programas dominantes de las disciplinas sociales han priorizado la mirada a los desempeños productivos, de manera que han acentuado la segmentación del sujeto según sus roles en la producción o el consumo (Marrero, 2013).

    El propio universo relativo a la recepción y el uso se caracteriza por la profusión de opciones conceptuales que remiten, a su vez, a la marcada segmentación entre diferentes desarrollos teóricos e investigativos: desde las denominaciones de usuario, audiencia, receptor, consumidor, ciudadano, hasta otras como actor, prosumidor, interagente, internauta y comunicante (GarcíaCanclini, 2008; Orozco, 2011; Primo, 2007; Toffler, 1980).

    Estas fragmentaciones, sin embargo, se ven desbordadas en un universo reticular digital donde confluyen las funciones de emisión y recepción, producción y consumo. La pregunta de partida por el usuario recupera entonces al sujeto como respuesta, como actor de la coproducción infocomunicacional y sociotécnica (Marrero, 2013).

    En segundo lugar, la preocupación por las tic permite apreciar, igualmente, la postergación de la dimensión tecnológica o el protagonismo de su enfoque instrumental, como parte de los objetos de estudio de las ciencias infocomunicacionales en particular, y de los saberes sociales en general. Denominaciones como sistemas de información, nuevos medios, sistemas tecnológicos, hardware y software, interfaces, sitios de redes sociales, videojuegos, aplicaciones, ambientes reticulares digitales, son ilustrativas de la persistente segmentación de la tecnología según sus múltiples marcos conceptuales y disciplinares (Jenkins, 2006; Marrero, 2013; Rodrigues & Ludmer, 2005; Scolari, 2018; Scolari, Aguado, & Feij, 2012).

    La paulatina incorporación del fenómeno tecnológico a las discusiones teóricas y la investigación en el ámbito científico social respalda la necesidad de acceder a su doble condición instrumental-simbólica y de trascender la perspectiva centrada en el objeto para asumir su dimensión ambiental (Aguado, 2003; Castells, 1999; Echeverría, 1999a; Rodríguez-Brito, 2012).

    El surgimiento y desarrollo de las tic, de hecho, evidencia la estructuración de un nuevo ecosistema tecnológico y social (Floridi, 2006; Marrero, 2013; Nardi & O’Day, 1999; Scolari, 2012; Strate, 2008), de manera que se produce un ensanchamiento de la densidad categorial de la tecnología, que remite a articulaciones de redes físicas y virtuales, que enmarcan los modos en que opera la reproducción de la vida en sociedad.

    En tercer lugar, y estrechamente relacionado con las reflexiones anteriores, estas fracturas categoriales son consecuencia de la disciplinarización de los saberes sociales, que reivindica lecturas fragmentadas sobre la tecnología y el sujeto (Marrero, 2013). Esto subraya la necesidad de replantearse los derroteros investigativos tradicionales. Atrás quedan las interrogantes habituales sobre las causas y los momentos de interacción humano-tecnología, o las necesidades y modos de uso tecnológico. En su lugar asoman preguntas acerca de los espacios —el hogar, el trabajo, la escuela, lo público y lo privado—, los discursos, las prácticas, las relaciones sociales y los sujetos —individuales y colectivos—, que se encuentran cada vez más mediados por la tecnología y son, al mismo tiempo, mediadores de esta (Livingstone, 2003).

    Para formular y responder esas nuevas interrogantes, es imperativo edificar goznes conceptuales, dimensiones analíticas y operativas, que permitan superar las divisiones y quiebres antológicos, y proponer esquemas explicativos de carácter integrador. En ese sentido, las fronteras disciplinares se ven sobrepasadas por una problemática que involucra al conjunto de las ciencias sociales.

    La reintegración del sujeto, la redimensión tecnológica y la limitación disciplinar conforman una primera coordenada analítica de este trabajo: la pregunta por el usuario lleva a la pregunta por el sujeto; la pregunta por las tic lleva a la indagación por la tecnología como objeto de estudio; el marco disciplinar remite a las ciencias sociales como ámbito de referencia. De estos desplazamientos aflora el interés por el vínculo entre el sujeto y la tecnología como núcleo fundamental de reflexión.

    El sujeto y la tecnología en el pensamiento social

    La pregunta por la relación sujeto-tecnología es también, necesariamente, una pregunta por las maneras en que se ha estudiado este vínculo en las disciplinas sociales; por los marcos interpretativos y programas principales que encauzan las explicaciones del pasado y tributan al entendimiento del presente. El acercamiento a los desarrollos conceptuales y teóricos a propósito del sujeto y la tecnología devuelve, sin embargo, incursiones parciales e, incluso, contradictorias.

    Una primera cuestión a señalar es el carácter periférico inaugural de las producciones acerca de la cuestión tecnológica. Su posterior incorporación, supeditada a algunas subdisciplinas de la filosofía, la sociología, la antropología y la economía (Thomas, 2010), consolida la pluralidad de perspectivas y la carencia de abordajes sistemáticos.

    El aplazamiento de la tecnología como objeto de estudio se encuentra relacionado con la escisión, cuando no confrontación, entre las ingenierías y los saberes sociales y humanistas. Las primeras, desligadas de la reflexión sociocultural, han sido muy conscientes del factor tecnológico; mientras los segundos, lo han excluido históricamente (Latour, 1996; Valderrama, 2004).

    La relación sujeto-tecnología, por tanto, invoca áreas de conocimiento enfrentadas que privilegian en sus enunciados uno u otro componente, y ello ha postergado la atención al vínculo como tal; o ha derivado en posicionamientos irreconciliables entre uno y otro enfoque. Los humanistas deben convencerse de que las máquinas que los rodean son objetos culturales que merecen su atención y respeto, al tiempo que los tecnólogos e ingenieros no pueden concebir un objeto tecnológico sin tener en cuenta el conjunto de seres humanos con sus pasiones y políticas y cálculos. Las ciencias sociales no pueden orientarse únicamente a los seres humanos, sino que deben acoger a los actores no humanos como parte de sus objetos de indagación (Latour, 1996, p. VIII).

    Otro elemento a tener en cuenta es la tradicional postura ambivalente de los saberes sociales respecto a la tecnología. Al tiempo que valoran la capacidad de los procesos tecnológicos para expandir el horizonte de intervención y modificación del entorno, temen a la incapacidad del ser humano para frenar ese poder transformador que desafía la naturaleza de las cosas (Linares, 2008, p. 31). En el trasfondo de ese posicionamiento se halla la clásica dicotomía sujeto/objeto, humano/no humano, natural/artificial, naturaleza/cultura, que sigue siendo una de las cuestiones más debatidas (Broncano, 2000, p. 99), y que abona a la separación entre el sujeto y la tecnología.

    Es posible afirmar que en el universo de las ciencias sociales domina una lógica dualista que constriñe la concepción del sujeto, la tecnología y la relación entre ambos (Feenberg, 2013). Mientras la noción de tecnología se desplaza en un eje de tensiones entre las perspectivas instrumentales y los enfoques socioculturales, la mirada al ser humano, en tanto sujeto del saber y del hacer tecnológicos, se segmenta y debilita según su naturaleza —individual o colectiva—, su desempeño —productor o consumidor— y su capacidad de agencia —activo o pasivo.

    Estas disposiciones están amparadas en la confrontación entre escuelas o programas paradigmáticos, que condicionan modelos analíticos excluyentes. La oposición entre el determinismo tecnológico y el constructivismo social, que involucra tanto a las disciplinas históricas, antropológicas como sociológicas (Broncano, 2000; R. Díaz, 1995; Feenberg, 2013; Márquez, 1998; Matthewman, 2011; Pfaffenberger, 1992), constituye la referencia fundamental del modo en que el interés por la dimensión tecnológica deviene un aplazamiento del sujeto y, por ende, una desarticulación progresiva de su relación con la tecnología.

    El determinismo tecnológico nombra un conjunto de aportaciones en las que confluyen los extremos más alineados y acríticos respecto al fenómeno tecnológico, con los extremos más recelosos y cuestionadores del impacto de los artefactos en el mundo de los humanos. Sus autores representativos conforman un grupo muy variado y tributan a disciplinas igualmente diversas a lo largo del siglo XX, aunque existe un consenso alrededor de figuras como Lewis Mumford (1992), Jacques Ellul (1954, 1962) y Landong Winner (1979, 1987), como voces protagónicas en esta corriente (Broncano, 2000; Diéguez, 2005; Katz, 1998; Parente, 2006; Romero, 2009).

    El enfoque determinista postula tres ideas o tesis cardinales: la subordinación unívoca de la sociedad y la historia a la tecnología; la autonomía como atributo que garantiza la reproducción tecnológica debido a lógicas internas, y la dominación del ser humano por la tecnología (Broncano, 2000; Diéguez, 2005; Linares, 2008).

    En el primer caso, se pueden identificar dos fundamentos deterministas. Uno de ellos, de contenido ético, político, normativo, critica la falta de control social de la tecnología y las amenazas que ello supone para la autonomía individual. Se trata de una postura normativa que ve en la tecnología la fuerza impositiva de una racionalidad imperiosa, la racionalidad económica o racionalidad instrumental (Broncano, 2000, p. 30). El otro enunciado, de contenido empírico, asume el cambio tecnológico como motor de la historia y de la transformación social (Broncano, 2000; Diéguez, 2005).

    En cuanto a la tesis de la autonomía, la visión determinista comprende que el futuro de la tecnología está predeterminado por los propios factores internos del desarrollo tecnológico (Linares, 2008, p. 27); por lo que aprecia a la tecnología como una entidad autocontenida e ingobernable, que se regula y reproduce al margen de factores externos.

    El tercer fundamento del determinismo establece un correlato entre la visión instrumental de la tecnología y el sometimiento del sujeto a sus mandatos. La premisa, en este caso, considera ingenuamente que el uso de los artefactos o de las máquinas acaba dominando a los usuarios, que los objetos se revelan ante los sujetos y los dominan (Linares, 2008, p. 27).

    En síntesis, para la vertiente determinista la transformación tecnológica dirige los procesos básicos de la sociedad por encima, incluso, de otras variables culturales, políticas y económicas. La relación de dependencia entre tecnología y sociedad se refleja en la comprensión igualmente determinista del vínculo entre artefactos y seres humanos, que segrega el reconocimiento de los sujetos como agentes de los sistemas tecnológicos. Los factores materiales se asumen como los principales condicionantes del comportamiento humano y, por extensión, de la configuración del orden social vigente. El desarrollo de la tecnología se aprecia como un hecho dado, por lo que la investigación se concentra en sus efectos (López de Ayala, 2007, p. 20).

    Uno de los cuestionamientos más contundentes a la postura determinista, rechaza la idea de los artefactos como determinantes de las trayectorias futuras de la sociedad, cuando en realidad los artefactos abren trayectorias, pero no las determinan (Broncano, 2000, p. 36). Es una refutación de máxima importancia, porque en ella se debate la presencia del ser humano como sujeto de la transformación tecnológica y social; esto es, de la transformación del futuro.

    La investigación empírica sociológica e histórica deja en evidencia al determinismo, que desconoce los presupuestos económicos y sociales de las producciones técnicas, y su incidencia en los procesos de adaptación continua de las mismas. Ignora, además, los grados de variación de las formas de organización de las tecnologías en los diferentes procesos de uso y aplicación (Diéguez, 2005, p. 82). La historia de la economía, por su parte, insiste en la sensibilidad del desarrollo tecnológico, sujeto a factores financieros, políticos y culturales. Es decir, la tecnología es mucho más dependiente de la voluntad social que a la inversa (Broncano, 2000, p. 35).

    Todo esto lleva de nuevo a la concepción del ser humano como actor pasivo de la reproducción tecnológica. Los planteamientos críticos niegan la inmunidad que el determinismo le otorga a la tecnología respecto a la intervención humana (Diéguez, 2005, p. 80). Se oponen a la validación de la autonomía tecnológica y subrayan la participación humana en el diseño, la fabricación, la comercialización, el acceso y el uso de los objetos y sistemas (Matthewman, 2011, p. 16). De esa forma, cuestionan el enfoque lineal y acumulativo del impacto tecnológico, y defienden la heterogeneidad de sus significados.

    La jerarquía entre el productor y el usuario funda una fractura del sujeto, que desestima uno de los ámbitos más relevantes de la reconfiguración tecnológica. La desatención de los usos sociales le impide al determinismo reconocer las formas alternativas en que se rediseñan, y hasta se subvierten los objetos, gracias a su incorporación y empleo sistemáticos, que son los mecanismos de generación del medio ambiente en el que sobrevive la tecnología (Broncano, 2000; Matthewman, 2011).

    Como puede apreciarse, el paradigma del determinismo tecnológico estrecha todo margen de posibilidad para explorar y construir dimensiones analíticas en torno a la relación sujeto-tecnología, más allá de la absolutización del poder de la instancia tecnológica y el sometimiento del ser humano. ¿Cómo pensar un vínculo en el que una de las partes no tiene capacidad de interlocución? ¿Cómo pensar una relación cuyas variables históricas, socioculturales y económicas se encuentran igualmente sometidas al imperativo tecnológico?

    El constructivismo, que asoma como adversario paradigmático del determinismo, promueve una alteración significativa de los supuestos conceptuales y teórico-metodológicos del pensamiento social acerca de la tecnología. Pero sus formulaciones contrapuestas llegan hasta el extremo de sublimar, en sentido contrario, la determinación social de los procesos y objetos tecnológicos.

    Esta vertiente defiende la tesis de que los objetos y los sistemas tecnológicos son un conglomerado de intereses indistintos en los que priman los sociales (Broncano, 2000, p. 28). De ahí que reconoce la naturaleza de la tecnología como proceso, producto, institución y práctica; con actores individuales, colectivos, organizacionales; en un ambiente de construcción de sentidos. Es un enfoque multidimensional que vislumbra el carácter sociocultural de la producción y el empleo de las expresiones tecnológicas (Matthewman, 2011).

    Sobresalen tres programas esenciales del constructivismo, cuyas aportaciones pueden valorarse de modo complementario, toda vez que postulan la construcción social de la tecnología más allá de sus matices diferenciadores. A saber: las propuestas en torno de los sistemas tecnológicos o sistemas sociotécnicos (Hughes, 1993c), el constructivismo propiamente (Pinch & Bijker, 1993) y la teoría del actor-red (Latour, 2005).

    El primer caso constituye una propuesta teórica de naturaleza histórica y sociológica acerca de los grandes sistemas tecnológicos entendidos como redes, y enarbola como metáfora la noción de tejido inconsútil o tejido sin costuras que conforma la tecnología (Cutcliffe, 2003). Es una concepción sistémica que se adentra en los procesos empresariales de producción tecnológica en sociedades occidentales capitalistas. Lo tecnológico remite a un proceso complejo e ininterrumpido de detección y resolución de problemas —contrasalientes—, con la finalidad de reducir las fuentes de incertidumbre (Hughes, 1993c, 1993b).

    El segundo enfoque proviene de los esfuerzos por articular los principios del programa empírico del relativismo (PER) de la sociología del conocimiento científico, con las bases del constructivismo social aupado desde la sociología de la tecnología (Pinch & Bijker, 1993). Aboga por vincular el contenido de un artefacto con su entorno sociopolítico, como vía para acceder a una comprensión más acertada de los significados que estructuran lo tecnológico. El énfasis se dirige hacia las interpretaciones de diversas colectividades —grupos sociales relevantes— sobre las producciones tecnológicas, que garantizan su cierre exitoso, más allá de los elementos y funciones internas de los aparatos (Cutcliffe, 2003).

    El tercer programa, vinculado a la teoría del actor-red (Latour, 2005), parte de la revisión crítica de la sociología como disciplina científica, y se proyecta como un subcampo de la teoría social adaptado a los estudios sobre la ciencia y la tecnología. Incluye a los actores no humanos —actantes— en su modelo analítico, y reconoce en ellos niveles de agencia que operan en un entramado multidimensional de componentes e intercambios. Concede importancia a las distintas interpretaciones o representaciones de los actores —traducción—, y rescata el sentido controversial que subyace y hace posible la existencia social de artefactos o dispositivos (Cutcliffe, 2003; Márquez, 1998).

    Los aportes del constructivismo social pueden resumirse a partir de la descentralización de los actores de la producción y el uso de la tecnología; la concepción sistémica y procesual de la misma; su anclaje a contextos globales-locales políticos, económicos y culturales; y su inserción en dinámicas de conflicto y consenso que denuncian su carácter (re)negociado. Sin embargo, desde los argumentos constructivistas, si bien reaparece el ser humano como interlocutor del vínculo con la tecnología, ocupa un lugar igualmente subordinado o limitado, según la intervención de la sociedad como macroactor determinante.

    Para realizar un balance crítico acerca del constructivismo, es preciso reconocer que la propuesta de dimensiones operativas de la tecnología, las metáforas que explican y enmarcan sus procesos de producción y uso, y las incursiones teóricas sobre el ensamblaje social de los sistemas sociotécnicos, realzan la diferenciación cultural como un marco de interpretación válido frente al determinismo tecnológico. No obstante, la prioridad otorgada a la misma, se inclina hacia la pérdida de interés por la propia naturaleza tecnológica, la despoja de esencia y, con eso, disuelve su propia constitución (Feenberg, 2013).

    En ese sentido, si bien los mejores estudios constructivistas logran desenmascarar las condicionantes que establecen y estructuran los procesos sociotécnicos, también padecen una obsesión metodológica por negar la importancia de factores internos, como la verdad en el caso de las teorías científicas o la eficiencia en el caso de la tecnología (Broncano, 2000, p. 54).

    El constructivismo contribuye también a desvelar el sesgo que introducen los intereses sociales en el lenguaje y los diseños tecnológicos, por lo que se eleva como un poderoso instrumento de crítica. Pero el compromiso político del constructivismo no resuelve los agudos dilemas que se desprenden de las posturas radicales de negación o resistencia a la tecnología, ligadas a movimientos sociales ecologistas, feministas o antimilitaristas (Broncano, 2000, p. 49).

    El punto de inflexión en el que se llega a valorar a las máquinas como actantes, equiparándoles su agencia a la de los seres humanos, puede ser asumido como una ocurrencia de intención retórica, pero constituye un grave suceso cultural (Broncano, 2000, p. 47), que puede restringir la capacidad de intervención y control del sujeto, mediante una arriesgada liberación de sus responsabilidades y compromisos. La distribución equitativa de la agencia entre hombres y máquinas no garantiza la necesaria restitución o la reconquista de la agencia humana.

    Siguiendo esa misma línea, la noción de flexibilidad interpretativa de los sistemas tecnológicos da cuenta de la inestabilidad de las identidades de los artefactos y su sometimiento a discusión en los momentos iniciales de la innovación y diseño. De la misma manera, describe el proceso de fosilización de una interpretación mediante el uso y la costumbre. Pero el constructivismo aún debe plantearse el problema de cómo construir el sujeto social que tome las decisiones de manera que las opciones del futuro dependan de lo que se decida colectivamente (Broncano, 2000, p. 78).

    Lo anterior se relaciona con la necesidad de integrar más puntualmente el estudio del sujeto en sus variadas dimensiones y desempeños. La preocupación por el empleo de los artefactos y las incursiones a propósito del sujeto como usuario de la tecnología, se mantienen relegadas ante la prioridad que la investigación constructivista otorga a las instituciones, dinámicas y actores de la producción tecnológica.

    Es palpable la reforma que el paradigma del constructivismo provoca en los estudios acerca de tecnologías particulares; aunque en ese empeño las interrogantes básicas sobre la tecnología como una problemática general de la Modernidad se mantienen postergadas (Feenberg, 2013). A la vez, la insistencia en la construcción social termina distribuyendo la agencia humana, por lo que la relación sujeto-tecnología depende de un condicionamiento superior. ¿Cómo pensar un vínculo que deviene subordinación del factor social como nuevo imperativo dominante?

    El determinismo tecnológico y el constructivismo social, en los polos de sus formulaciones contrapuestas son, al mismo tiempo, continente y contenido de un fundamento dualista que el pensamiento social ha cultivado, diagnosticado y también cuestionado desde umbrales muy diversos. Pero aún sigue vigente. La pregunta por el vínculo sujeto-tecnología, por tanto, lleva a confluencias y desencuentros que, de manera general, arriban a un punto de quiebre donde se alinean, desdibujan o saltan los complejos hilos que sostienen la relación.

    El sujeto comparece de manera intermitente, está más cercano en el abordaje empírico de objetos o procesos tecnológicos, pero más diluido entre lo individual, social y colectivo, si se le piensa como categoría de referencia para una síntesis analítica de su relación con la tecnología. Asoma las más de las veces como la contraparte huidiza de un diálogo en el que participa como subalterno, mientras lo social o lo tecnológico son los portadores de un poder definitorio. Se consagran así expresiones que actualizan el dilema esencial que ha mantenido a los teóricos sociales y politólogos ocupados por más de dos siglos: la oposición individuo/sociedad (Latour, 2011, p. 802).

    Si se comprende que en el mundo actual, como se señalaba con anterioridad, tiene lugar una revolución de las redes, que es resultado de la coincidencia entre la noción conceptual de la red (acción que se redistribuye radicalmente) y la rematerialización permitida por las técnicas digitales, es posible entender que una consecuencia de estos cambios para la teoría social es, precisamente, la potencialidad de trascender los enunciados dicotómicos (Latour, 2011, p. 802).

    El interés por la relación sujeto-tecnología se consolida, entonces, como una problemática de estudio que intenta eludir, desde su propio enunciado, el desbalance entre uno y otro componente, para descubrir las dimensiones a través de las cuales se codifican las continuidades y rupturas entre los humanos y sus creaciones tecnológicas. En otras palabras, el abordaje de la relación sujeto-tecnología no solo encuentra respaldo en los requerimientos de la coyuntura social y tecnológica del siglo XXI, sino también en la inconformidad con las contribuciones precedentes sobre el tema en el pensamiento social.

    Es esa inconformidad la que apunta hacia otro núcleo de reflexión en torno a la tecnología y al sujeto, sin el cual queda lastrado todo intento de sistematización y examen crítico. La filosofía de la tecnología moderna es la fuente de la construcción fracturada del vínculo sujeto-tecnología. A la oposición determinismo-constructivismo le antecede la controversia radical entre las tradiciones humanística y analítica, heredadas a su vez de la filosofía griega y sus prejuicios respecto a la técnica.

    Una relación fracturada en la filosofía

    La investigación acerca de la tecnología es el resultado de un proceso evolutivo que extiende sus raíces desde la filosofía antigua, pasando por el pensamiento premoderno, con la contribución clásica griega como referente primordial. La preocupación por este tema encuentra su concreción académica moderna a partir de la fundación y el desarrollo de la filosofía de la tecnología, que sirve como sustrato y complemento de las perspectivas histórica, antropológica y sociológica que se consolidan hacia el siglo XX (Linares, 2008; Medina, 1995, 2000).

    Las bases del interés tardío del pensamiento social acerca de la tecnología, arropada, sin embargo, por el mundo ingenieril, o de los contrastes instrumentales y simbólicos que caracterizan su paulatina incorporación en las disciplinas sociales, hay que buscarlas en la lejana demarcación de la filosofía clásica entre teoría y práctica. Platón y Aristóteles son grandes referentes de la jerarquía otorgada al conocimiento predicativo —saber qué—, por sobre el conocimiento operativo —saber cómo—, que se consolida con la sublimación de la ciencia o episteme —saber por qué— como una manifestación suprema del conocimiento (Medina, 1995, 2000).

    La ciencia o episteme se considera una categoría de orden superior, la del conocimiento teórico necesariamente verdadero e inmutable; y la techne, referida a las habilidades manuales, queda relegada como "empeiria o saber primario de tipo inferior (por carecer de representación lingüística)". Las destrezas se corresponden con un tipo de conocimiento contingente o doxa, ajeno a la deducción teórica, por lo que son apenas una aplicación subordinada de la episteme (Medina, 2000, p. 14).

    La técnica aparece como un atributo humano a partir del cual se produce un desdoblamiento de carácter político y social, según la desigualdad de poder entre los dominios del pensamiento y la acción, que dispone la instrumentalización de unos sujetos por otros. Allí donde reinan los principios teóricos, se subordinan las habilidades físicas, en el marco de un posicionamiento filosófico que aprecia "la vida contemplativa o bios theoretikos como forma de vida culturalmente superior" (Medina, 2000, p. 15).

    En ello se basa el fundamento teórico de la relación entre el amo y el esclavo. El esclavo, que se dedica a la ejecución, somete su cuerpo y emplea herramientas, es una especie de instrumento animado del amo, que posee el patrimonio del saber de los principios (G. Carvajal, 2010, p. 188). Esta visión se reivindica en los pronunciamientos de Platón acerca de las técnicas como exclusivas de extranjeros y esclavos; o en la clara separación que establece Aristóteles entre los ciudadanos, con tiempo de ocio para el cultivo de la virtud y la actividad política, y los artesanos o comerciantes, que realizan trabajos subordinados (Medina, 2000, p. 14).

    La separación y jerarquía entre episteme y techne se estructuran como parte de un conjunto de enunciados dicotómicos que tributan al abordaje fragmentado del vínculo entre el sujeto y el universo técnico. Tres divisiones notables que subrayan la relegación de la técnica son las que se establecen entre praxis y poiesis, naturaleza y cultura, y naturaleza y técnica (Medina, 2000).

    En lo concerniente a la praxis y la poiesis, el sistema aristotélico propone una separación tajante entre la primera, referida a actividades discursivas, filosóficas, políticas, es decir, de carácter no productivo y propias de los hombres libres; y la segunda, asociada a la producción de objetos materiales, de carácter servil y propia de los artesanos (Medina, 2000, p. 15).

    En cuanto a la naturaleza (physis) y la cultura (nomos), se establece una contraposición entre las circunstancias y normas regidas por el orden natural inalterable, y las leyes, instituciones y costumbres producto de las convenciones humanas, proclives a cambiar. La naturaleza, divinizada en estos postulados, integra el origen y desarrollo de los seres vivos y objetos que constituyen el cosmos y el mundo, cuyos designios trascienden toda acción o intervención de los hombres (Medina, 2000, p. 15).

    Por último, está la oposición entre naturaleza y técnica. Las cosas naturales poseen "el principio de su propio movimiento

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