Apoderate de la PALABRA: !A Dios solo hay que creerle!

Por Betty Sermeno Retamal

Apoderarse de la Palabra de Dios es más que leer, escribir o recitar lo que dice la Sagrada Escritura. Es permitirle a esta que transforme su vida. Apoderarse de la Palabra es trasladarse a la escena original, plasmarse en la fotografía, grabarla en el programa de su mente, embutirse, apasionarse y sumergirse en ella. Apoderarse del vestuario, prólogo, códigos, ceñirse a la promesa y responsabilidad de aquellos, a quienes en un tiempo dado, Dios les habló. Jesús pedía que el Reino del Padre se estableciera en la tierra, nosotros también pedimos que eso suceda en este tiempo. De eso exactamente se trata, que usted hable con el vocabulario de Dios y no más con el suyo. La meta de este libro es que el Espíritu Santo le revele el hablar de Dios y usted se apodere de él.

• Idioma: Español
• Editorial: Page Publishing, Inc.
• Fecha de lanzamiento: 1 dic 2022
• ISBN: 9781662489693

Vista previa del libro

Apodérate de la

PALABRA

¡A Dios sólo hay que creerle!

B

ETTY

S

ERMEÑO

R

ETAMAL

Derechos de autor © 2022 Betty Sermeño Retamal

Todos los derechos reservados

Primera Edición

PAGE PUBLISHING

Conneaut Lake, PA

Primera publicación original de Page Publishing 2022

ISBN 978-1-66248-968-6 (Versión Impresa)

ISBN 978-1-66248-969-3 (Versión electrónica)

Libro impreso en Los Estados Unidos de América

Apodérate de la Palabra

Daniel 10:12

Amor.

Poder.

Omnisciencia.

Dios.

Eterno.

Redención.

Adoración.

Templo.

Extraordinario.

Dedicatoria

al Espíritu Santo por mostrarme a Cristo y revelarme la palabra del Padre y, afectuosamente a mi maravillosa madre, Bertha Salas, quien ha sido un ejemplo firme y genuino de la confianza en Dios. Ella suele decir: pobre de aquel que no cree.

Agradezco a mi papá, Oswaldo Sermeño, por amarme e infundir perseverancia en lograr mis metas, y especialmente, a mi amado esposo Oscar Retamal por su apoyo incondicional en el nacimiento de este sueño.

Índice

Introducción

Nacimiento de la persona de Cristo

Apodérate de la palabra

La Gloria de Dios

Niégate al mundo

Guía de ejecución del Arma

Introducción

Lo crea o no, ¡es verdad!, el pensamiento puede tomar vida en usted. Desde niña, lo veía como un gigante con el poder de aplastar con mucha fuerza. Al principio aparecía en mis sueños; bueno la verdad es que no sé si estaba despierta o dormida cuando lo visualizaba, le temía al comienzo. El pensamiento venía hacia mí como una enorme rueda, su entorno estaba tatuado con cada detalle de mi vida. Era tan inmenso que en ocasiones me sentía ahogada cuando se acercaba mucho. Al pasar el tiempo, al experimentarlo con tanta frecuencia, logré dominar a ese grandulón. Pude paralizarlo, dejarlo sin dominio en mi interior y obediente a mi mandato. Esa fuerza involuntaria que me atemorizaba, ahora es mi compañero. ¿Y cómo sucedió?, se preguntará, ¿cómo logré superar el demoler de la aplanadora?, ¿cómo até al motivador de temores, miedos, ansiedad y autor de dudas? La respuesta está en la fe. Yo creí, y para el que cree, ¡todo es posible!. Me apoderé de la palabra divina de Dios y vencí. La palabra de Dios me dio vida, es real, eficaz y más cortante que espada de doble filo, penetrante, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12). Además, es transformadora, libertadora, sanadora y creadora. Toda esta verdad la viví con Dios, su palabra no cambia. Él en su infinita misericordia me escogió para conocer, entender, experimentar, hablar y portar su palabra. Ser testigo vivo de su amor y poder. Una noche en mi habitación, regresando de la escuela, me enfrenté a un agudo dolor de cabeza por causa de fuertes alergias que me atormentaban en ciertas temporadas. Fueron tan intensos todos los síntomas esa noche, que ni los acostumbrados medicamentos me aliviaban. Pasaban las horas y el padecimiento agudizó, fue tanto que en un momento de descuido, un pensamiento de muerte vino a mi mente como solución. ¡Dios es bueno y cuida a sus hijos! Esa noche, Dios mostró su misericordia, amor y su poder sanador a mi vida. ¡Vi la Gloria de Dios! Fueron horas de espera en Él, Quédate quieta y mira que yo soy Dios (Salmos 46:10). Ese dolor no era de muerte, como le dijo Jesús a la hermana de Lázaro, sino para que su poder se perfeccionara en mi debilidad y todos crean que Dios continúa manifestándose. En vez de morir por el dolor, confié en su palabra y viví para Él. Al instante, tomé una libreta, lápiz y la Biblia. Me senté al pie de la cama en el piso sobre la alfombra a escribir una a una las sanidades y milagros hechos por el autor y consumador de la fe, su Hijo Jesús (Hebreos 12:2). Le dije a Dios que yo había oído acerca de lo que Él hacía, pero nunca había experimentado cara a cara uno de esos milagros en mi vida, y que no me levantaría hasta que Él lo hiciera en mí también; recordé a Jacob quien luchó hasta ser bendecido (Génesis 32:22–30). Estuve escribiendo hasta la mañana siguiente, sin dolor o síntoma alguno. Dios es verdadero y muy real, soy testigo de su poder, y esa experiencia fue mi