El caballero de Olmedo
Por Lope de Vega
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Lope de Vega
Félix Lope de Vega y Carpio nació el 25 de noviembre de 1562 en Madrid, miembro de una familia humilde de origen cántabro. Cuentan que fue un prodigio ya desde pequeño, pues con cinco años de edad ya leía castellano y latín, además de comenzar a componer sus primeros versos. Su temprana perspicacia lo llevó a la escuela del músico y poeta Vicente Espinel, al que siempre tuvo un gran afecto. En 1574 pasó a estudiar con los jesuitas y tres años más tarde se matriculó en la Universidad de Alcalá de Henares, en la que permaneció hasta 1581, aunque no logró el título de bachiller. Parece que llevaba una vida un tanto licenciosa que le retiró la ayuda de sus protectores y le obligó a trabajar como secretario de varios nobles, a la vez que escribía alguna pieza teatral. En 1583 ingresó en la Marina como soldado, a las órdenes del insigne don Álvaro de Bazán, y tomó parte en la batalla de la Isla Terceira de las Azores. Luego volvió como estudiante a la Academia Real y fue secretario del Marqués de las Navas. Asimismo, tuvo una vida amorosa bastante azarosa y promiscua a lo largo de los años. Elena Osorio, hija de un importante empresario teatral, fue su primer gran amor, la Filis de sus versos. Despechado porque ella contrajo matrimonio con un ricohombre, compuso versos difamatorios contra ella y su familia, lo que le valió el destierro de la corte en 1588. Su pasión encontró pronto un nuevo objetivo: se enamoró de Isabel de Alderete y Urbina, hija del pintor Diego de Urbina, a la que renombró Belisa en sus poemas. Se casaron en mayo de 1588, después de raptarla con su aprobación. Apenas tres semanas después se alistó en la Gran Armada, también llamada la Armada Invencible, que tan desastroso final tuvo en su afán por invadir Inglaterra. A su regreso se instaló en Valencia junto a su esposa, donde siguió escribiéndose y codeándose con otros autores pertenecientes a la conocida como Academia de los nocturnos. En 1590 marchó a Toledo, donde sirvió primero al marqués de Malpica y luego al quinto duque de Alba, residiendo en Alba de Tormes entre 1592 y 1595, fecha en la que regresó a Madrid, tras ocho años de destierro. Sin embargo, no acabaron sus problemas con la justicia, pues solo un año después fue procesado por amancebamiento con Antonia de Trillo. Sus escarceos amorosos continuaron puesto que en 1598 contrajo de nuevo matrimonio con Juana de Guardo, hija de un rico comerciante, con la que tuvo un hijo varón y tres hijas. Trabajó como secretario para el marqués de Sarria y futuro conde de Lemos. Vivió en Sevilla hacia 1603, y se enamoró de otra mujer, Micaela de Luján, casada por entonces, la Celia o Camila Lucinda de sus versos, con la que tuvo cinco hijos y cuya relación duró hasta 1608. Tres años antes había entrado al servicio del duque de Sessa, con quien no pudo romper vínculos ni siquiera cuando abandonó la vida seglar y se ordenó sacerdote en 1614, tras numerosas pérdidas familiares que le afectaron. No obstante, nada impidió que siguiera escribiendo profusamente, ni tampoco que mantuviera relaciones con otras mujeres, como Marta de Nevares, a la que llamó Amarilis o Marcia Leonarda en sus textos. Su incansable trabajo y el éxito le reportaron favores del rey e incluso del Papa. Sin embargo, en lo personal no vivió buenos momentos, pues su querida Marta perdió la vista en 1626 y murió demente en 1628. Uno de sus hijos, Lope Félix, también murió ahogado en 1634, en tanto que su hija Antonia Clara fue secuestrada por un novio hidalgo. Lope de Vega murió el 27 de agosto de 1635 en Madrid, dejando atrás un rico acerbo literario, difícil de igualar. Cerca de doscientos autores le dedicaron sentidos homenajes escritos tanto en España como fuera de ella como adiós. Entre sus numerosas obras (se le atribuyen alrededor de 3.000 sonetos, 3 novelas, 4 novelas cortas, 9 epopeyas, 3 poemas didácticos y en torno a 1.800 piezas teatrales), destacan La discreta enamorada, La esclava de su galán, Peribáñez y el comendador de Ocaña, Fuenteovejuna, La dama boba, El mejor alcalde, el rey, El caballero de Olmedo, El castigo sin venganza, El perro del hortelano, Lo fingido verdadero, El duque de Viseo, La Arcadia, La Dorotea, La Filomena, La Vega del Parnaso, El arte nuevo de hacer comedias, La Dragontea, Jerusalén conquistada, así como rimas, romances, rimas sacras y sonetos, entre otras muchas composiciones líricas.
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El caballero de Olmedo - Lope de Vega
Vamos a comenzar con un spoiler : al final de esta obra, el caballero de Olmedo muere. En realidad, lo matan.
Antes de que te indignes pensando que te hemos arruinado la lectura, queremos explicarte por qué hemos comenzado así: para que te encuentres en las mismas condiciones que los espectadores que iban en el s. xvii a ver una representación de esta tragicomedia de Lope de Vega. Todos sabían cómo terminaba, porque el título y el argumento estaban basados en una cancioncilla popular muy conocida. La copla en cuestión decía así:
Esta noche le mataron
al caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.
Así pues, lo que hizo Lope fue tomar esos cuatro versos como punto de partida para inventarse una historia de amor, celos, intrigas y venganza. El reto consistía en emocionar a los espectadores, a pesar de que conociesen ya el desenlace.
Imagínate que te enfrentases al mismo desafío, que tuvieses que inventar una novela o un guion de una película sobre un suceso que todos conocen. ¿Cómo lo harías para captar su atención y que no se aburrieran?
Lope de Vega fue uno de los genios más asombrosos de la literatura universal, y, como todos los genios, siempre estaba dispuesto a innovar y a encontrar respuestas sorprendentes para los retos creativos a los que se enfrentaba. Por eso, no tuvo ningún inconveniente en desafiar a los críticos de su época, rompiendo con sus ideas acerca de los principios que debían regir la creación de una obra teatral. Simplificó, por ejemplo, la estructura de las obras, acortándolas de cinco actos a tres. También se atrevió a mezclar lo cómico con lo trágico, creando géneros híbridos, como esta tragicomedia que te presentamos. E incluso jugaba con las famosas tres unidades (de espacio, de tiempo y de acción), según las cuales, los sucesos representados debían ocurrir en un solo lugar, en tiempo prácticamente real, y no mezclar nunca varias acciones paralelas.
Lope era, por lo tanto, un innovador. Pero también era un gran conocedor de la tradición y de la literatura clásica. Tenía muy claro que escribía para sus espectadores, pero siempre deslizaba en sus obras algún pasaje un poco más complicado, lleno de referencias mitológicas o históricas, para demostrar su erudición.
Esta mezcla de creatividad y conocimiento de la tradición le llevó a utilizar en El caballero de Olmedo un recurso muy ingenioso para aprovecharse de que su público conocía el final de la obra: lo que hizo fue sembrar la historia de presentimientos y señales relacionados con la muerte, que los personajes no saben interpretar, pero el espectador, sí. Es lo mismo que hacen algunos de los maestros de la novela de suspense contemporánea. Lo que tiene en vilo al lector no es el misterio de lo que ha pasado, sino cuándo y cómo los protagonistas descubrirán ese misterio que él ha descubierto antes. En realidad, el mismo recurso lo utilizaban ya algunos de los grandes trágicos de la Antigua Grecia para contar las historias legendarias de héroes como Edipo o heroínas como Andrómaca.
Todo el mundo sabía que aquello iba a terminar mal, y se establecía una complicidad entre los espectadores y el coro de la tragedia, que iba avisando a los protagonistas de las funestas consecuencias de sus actos.
Para disfrutar plenamente de El caballero de Olmedo, lo primero que te recomendamos es que no te desanimes si, al principio, la lectura en verso te resulta un poco difícil. Quizá te sirva de estímulo saber que a los espectadores del siglo xvii también les ocurría. La mayoría de ellos eran personas con muy poca cultura, a quienes se les escapaban buena parte de las alusiones literarias y mitológicas que contiene la obra. Pero eso no les impedía disfrutar del verso limpio y elegante de Lope, que suena tan poco forzado como si sus personajes hablasen así de un modo natural.
El teatro es juego, es diversión, es disfrutar con la musicalidad de las voces y de los ritmos. Mientras lees, imagínate esta obra como si la estuvieses viendo en el teatro. Si un pasaje te gusta en especial o te resulta un poco complicado, atrévete a leerlo en voz alta y escúchate a ti mismo mientras lo haces.
A medida que vayas avanzando, fíjate en la maestría del autor para entrelazar los elementos cómicos con los trágicos, y en cómo va deslizando poco a poco a sus personajes en una atmósfera inquietante y llena de oscuros presagios: la sombra que se le aparece a don Alonso, la voz del campesino que canta la cancioncilla sobre el caballero que todo el mundo sabía…
Utiliza las notas para avanzar con la lectura, y no te preocupes si en algún momento el significado de los versos se te escapa. Seguramente eso te sucederá también cuando escuchas por primera vez las canciones de tus bandas favoritas. No entender a la primera no te impide disfrutar de ellas, ¿verdad? Al contrario, te hace querer volver sobre el texto para comprender mejor. Y, si algunos pasajes, después de leerlos varias veces, te siguen pareciendo extraños, disfruta del misterio y deja que floten tal y como son en tu memoria.
ACTO PRIMERO
Personas del acto primero:
Don Alonso
Don Rodrigo
Don Fernando
Don Pedro
Doña Inés
Doña Leonor
Tello
Ana
Fabia
(Sale Don Alonso).
Alonso.—Amor, no te llame amor
el que no te corresponde¹,
pues que no hay materia adonde
imprima forma el favor.
Naturaleza, en rigor, 5
conservó tantas edades
correspondiendo amistades;
que no hay animal perfeto²
si no asiste a su conceto³
la unión de dos voluntades. 10
De los espíritus vivos
de unos ojos procedió
este amor, que me encendió
con fuegos tan excesivos.
No me miraron altivos, 15
antes, con dulce mudanza,
me dieron tal confianza;
que, con poca diferencia,
pensando correspondencia,
engendra amor esperanza. 20
Ojos, si ha quedado en vos
de la vista el mismo efeto⁴,
amor vivirá perfeto,
pues fue engendrado de dos;
pero si tú, ciego dios⁵, 25
diversas⁶ flechas tomaste,
no te alabes que alcanzaste
la vitoria, que perdiste,
si de mí solo naciste,
pues imperfeto⁷ quedaste. 30
(Salen Tello, criado, y Fabia.)
Fabia.—¿A mí, forastero?
Tello.—A ti.
Fabia.—Debe de pensar que yo
soy perro de muestra⁸.
Tello.—No.
Fabia.—¿Tiene algún achaque?
Tello.—Sí.
Fabia.—¿Qué enfermedad tiene?
Tello.—Amor. 35
Fabia.—Amor ¿de quién?
Tello.—Allí está⁹:
él, Fabia, te