La sociedad justa: El laberinto de Ifigenia Fernández
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¿Es la sociedad justa una ilusión?
La crisis humanitaria, para Ifigenia Fernández, acabaría con el mundo. No pierde ocasión para exponer las razones de su angustia, actitud tormentosa que conmina a Nicanor Zubizarreta, su pareja, a consultar con Monseñor Julio Oliveros, quien predice una probable posesión diabólica, de alto riesgo para su mujer. Afortunadamente, deciden casarse y disfrutar la vida, convencidos de que al mundo lo han de componer otros. No ellos.
Luis Beltran Guerra G.
Luis Beltrán Guerra G. es doctor en ciencias jurídicas por Harvard University, con posgrados en la Universidad de Roma, New York University y abogado por la Universidad Central de Venezuela. Es profesor de derecho público y ciencias políticas. Ha sido procurador general de la República (Venezuela), ministro de Justicia, senador y diputado. Es autor, entre otras obras, de Democracia y Estado Contemporáneo; El dilema venezolano; Leticia Harentz Pérez, una venezolana que comenta la Constitución de la V República; Juan Rivas, el repitiente, y La teoría Constituyente: explicada en pocas lecciones por Petra Dolores Landaeta. La metodología con la cual escribe ha sido calificada de realismo mágico. También se ha escrito que con ella el autor da inicio al «constitucionalismo literario». Está casado desde hace cincuenta años con Norma de Guerra, padres de cuatro hijos: Luis Ernesto, Luis Beltrán Jr., Ana Cristina y Luis Gustavo. Es presidente delNational Institute for Democracy and Development y Benjamin Franklin, School of Government, en Florida. También de Luis Beltrán Guerra G. Asociados, Instituto Avanza, Centro Venezolano de Ciencias Sociales y Léxicopara Legos. Actualmente reside en Caracas.
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La sociedad justa - Luis Beltran Guerra G.
Anónimo recibido por el autor de parte de alguien que leyera la versión manuscrita del libro La sociedad justa. El laberinto de Ifigenia Fernández
Este es el nuevo libro que nos presenta Luis Beltrán Guerra G., autor prolijo, estudioso de la sociedad en sus diferentes enfoques. Es decir, filosófico, sociológico, político y legal.
Lo hace conforme a la estructura novelada, aplicada en sus diversas obras, al crear personajes que nos conducen de su mano por profundos estudios y análisis, en la búsqueda de las razones por las cuales estamos viviendo una verdadera crisis de la humanidad.
Su personaje central, Ifigenia Fernández, se gradúa en leyes, pensando en que allí encontraría la esencia de la justicia, pero termina frustrada al convencerse de que ello lleva únicamente a un conocimiento formal, alejado de sus inquietudes.
Ifigenia nos lleva a un análisis metódico del ser humano en sociedad y su búsqueda de cómo lograr que ella sea justa y tenga como meta alcanzar el bien común, pero que realmente lo logre.
Pone en práctica una particular manera, acercándose a la aproximación con el fin de crear una particular clasificación de las diferentes formas de discriminación, que, por distintas razones, hoy se utilizan. Así tenemos, por raza, credo, revoluciones, migraciones, sexo, entre otras. Denuncia el conflicto humano derivado de la acumulación de riqueza por parte de un sector mínimo y el amplio espectro de la pobreza. Esto es, el 1 % rico y el 99 % pobre. Y la más dolorosa viene a ser la de «los damnificados sociales», en lo relativo a lo cual hace referencia a las crisis financieras, generadas furtivamente y cuyas consecuencias toca al propio Estado atender.
Se ha creado, en medio de la dualidad entre intervencionismo estadal y liberalismo una sociedad, para Ifigenia completamente injusta. Se ubica, como lo manifiesta la propia protagonista «entre libros», para tratar de encontrar opciones ante la debacle humanitaria.
A través del desarrollo de la obra, llega la protagonista a una situación crítica de su nivel emocional, lo cual desemboca en una traumática situación que afecta su estabilidad emocional y dentro del proceso altera seriamente su relación amorosa con otro de los personajes del relato, su pareja, Nicanor Zubizarreta.
Es sorprendente cómo el autor nos logra involucrar de forma tan profunda y conmovedora a la vez en algo que vemos y palpamos día a día y en muchos casos aceptamos como inevitable.
Nos hace un llamado de atención que no podemos ignorar, acerca de la justicia social y a la necesidad de las transformaciones necesarias en los sistemas de gobierno. Es realmente un llamado a nuestra sensibilidad como seres humanos, quienes somos autores y a la vez víctimas de la crisis del mundo.
Surge una pregunta que nos queda como inquietud: «¿Es acaso una utopía alcanzar una sociedad justa? ¿Es realmente un laberinto?».
Felicitaciones al autor y éxitos.
Córdoba (Argentina),
25 de agosto de 2019
Índice
Anónimo recibido por el autor de parte de alguien que leyera la versión manuscrita del libro La sociedad justa. El laberinto de Ifigenia Fernández 7
Nota del autor 13
Prólogo 15
I. El tema 17
II. ¿Entre libros o más bien se trata de la repetición de lo imaginado? 21
III. Análisis, metodologías, resultado y la asunción de una debacle 27
IV. ¿Existe la sociedad justa o la justa sociedad? Algunos tropiezos 33
V. ¿Será posible categorizar las discriminaciones? ¡Una seria dificultad! 39
VI. Un asunto enredoso, la Iglesia, la Guerra, el hambre, la muerte, el dinero mal habido 71
VII. Una desenfadada obra de filosofía política 81
VIII. Es la filosofía, estúpida 87
IX. ¿Las abejas nos superan? 91
X. Entre Robert Nozick y John Rawls. ¿Una vez más? 99
XI. Los filósofos no se cansan de confundir 105
XII. Un encuentro con Michael Sandel, la ferocidad del mercantilismo 109
XIII. En Heidelberg. La admiración por Lutero 117
XIV. En Etiopía con Santa Ifigenia 125
XV. Pocas cosas aún claras. Sandel again 131
XVI. ¿La justicia, el mercado y sus vicisitudes? No todo es comerciable 137
XVII. ¿Será la arrogancia determinante? 143
XVIII. Las caricias en el comportamiento humano 149
XIX. En compañía de Michel Houellebecq, Will Buckingham y Rosa Luxemburgo 157
XX. Fe, esperanza y confianza 163
XXI. Zubizarreta se acerca al catolicismo 167
XXII. Ifigenia lee El Banquete de Platón, pero también el«Discurso de Pausanias» 171
XXIII. ¿Existe Dios? 177
XXIV. Allá abajo 183
XXV. Fecunda relación con el sacerdocio. La posesión diabólica perturba 189
XXVI. Dios nos habla, pero su voz es tímida 193
XXVII. ¿Las enfermedades del alma convierten al efectado en pusilánime? 197
XXVIII. Las difíciles personalidades. Friedrich Hölderlin 201
XXIX. La búsqueda prosigue. Heinrich Von Kleist 207
XXX. Friedrich Nietzsche 211
XXXI. Nicanor asume un rol determinante 215
XXXII. Zubizarreta insiste en ilustrar acerca del exorcismo 221
XXXIII. Nicanor no está dispuesto a vivir el laberinto de su mujer 227
XXXIV. ¿Evolucionará la democracia? 233
XXXV. La conquista y algunas de sus consecuencias 239
XXXVI. Casanova, Stendhal y Tolstói 245
XXXVII. Con stendhal, otro terrible 251
XXXVIII. Conciliar criterios antagónicos 257
XXXIX. Juicio a la conquista española. ¿Qué es la posdemocracia? 263
XL. ¿La tabla bobbiana? 269
XLI. ¿El mayo del 68 se repetiría? 273
XLII. ¿Cuál es el mejor gobierno? 279
XLIII. Algo con respecto a la racionalidad humana 285
XLIV. Ocasión para Friedrich Nietzsche 291
XLV. Nietzsche, nuevamente 299
XLVI. ¿Se estará acabando el mundo? 303
XLVII. ¿Túnica amarrada por las cuatro puntas? 309
XLVIII. ¿En el mundo imaginario? 315
XLIX. Dios y el capitalismo salvaje. ¿Una filosofía de vida? 323
L. ¿Creer para comprender? 333
LI. ¿Se salvará la Democracia? 345
LII. Crisis aguda de ifigenia 353
LIII. En procura de la seriedad 359
Epílogo 363
Nota del autor 367
Fuentes consultadas 369
Nota del autor
Al terminar este libro apareció publicado La melancolía en tiempos de incertidumbre, de la filósofa holandesa Joke J. Hermsen, apasionada de la literatura que nos dejara escrita Hannah Arendt, regalo de una amiga de Ifigenia, la bonaerense, residenciada en Europa, quien sabe de su empeño en denunciar la crisis de la humanidad, pero, además, pretender componerla. Le aconseja que se detenga en el capítulo ocho, «La melancolía y el mundo, antes y ahora», del tenor siguiente:
Hacia finales del 2016, Jeffrey C. Isaac, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Indiana, se preguntaba en el Washington Post cómo es posible que Hannah Arendt pareciera estar hablando con tanta nitidez de nuestro tiempo en Los orígenes del totalitarismo, un ensayo escrito en 1951. El académico pasa seguidamente a explicar su aseveración tras las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos, diversos comentaristas políticos remitieron a este libro de cabecera sobre regímenes totalitarios con el que Arendt se hizo un nombre como pensadora política, citando con especial frecuencia este pasaje del prólogo: «Este momento de tensa expectación es como la calma que sobreviene cuando se han extinguido todas las esperanzas. Ya no esperamos una eventual restauración del antiguo orden mundial, con todas sus tradiciones, ni la reintegración de las masas de los 5 continentes, que se han visto arrojadas a un caos producto de la violencia de guerra y revoluciones y de la decadencia creciente de todo lo que ha quedado en pie. En las condiciones más diversas y las circunstancias más dispares, observamos cómo se produce un mismo fenómeno: expatriación y desarraigo en una escala sin precedentes. Nunca ha sido tan imprevisible nuestro futuro, y nunca hemos dependido tanto de fuerzas políticas de las que no cabe esperar que sigan las leyes del sentido común». Hannah Arendt escribió su libro sobre la aparición y el funcionamiento de los regímenes totalitarios a finales de los años 40 del pasado siglo…
Ifigenia Fernández y Nicanor Zubizarreta, novios en sus años mozos, pareja más madura y al final esposo y esposa, concuerdan en que a la humanidad ha de componerla otro y no ellos, pues pareciera no tener remedio.
En Miami, enero del 2020
Prólogo
César Vidal
En 1991, un profesor noruego llamado Jostein Gaarder publicó un libro llamado a tener un éxito extraordinario. Valiéndose de la ficción relacionada con una niña llamado Sofia Amundsen, Gaarder iba relatando en forma novelada la historia de la filosofía. Profesor de instituto, Gaarder pretendía acercar la materia a los jóvenes, pero muy pronto el texto, titulado El mundo de Sofía, se convirtió en libro de culto para adultos. Simplemente, el relato se había demostrado sugestivo para todos.
He recordado a Gaarder y a su extraordinario best seller leyendo La sociedad justa. El laberinto de Ifigenia Fernández, de Luis Beltrán Guerra.
Luis Beltrán Guerra se vale de Ifigenia Fernández, pero también de su amado Nicanor Zubizarreta para avanzar en varias direcciones distintas, aunque no incompatibles. Digamos más bien que complementarias. A través de sus páginas, nos encontramos con Platón y Rosa Luxemburgo, con el promiscuo Casanova y el casto —al menos, en una época— Tolstói, con Arendt y Nietzsche. No es el viaje sistemático y cronológico de Gaarder, pero en no pocas ocasiones lo recuerda. Con todo, va mucho más allá.
Así asistimos a un sobrevuelo de temas más que dignos de análisis, discusión y estudio como la justicia, la democracia o la vida eterna.
Finalmente, nos encontramos ante un relato iniciático en el que Ifigenia y Nicanor van moviéndose por el mundo de la realidad y el universo del pensamiento en búsqueda de la verdad. Constituye, efectivamente, ese desplazamiento de mil y una vueltas y revueltas un laberinto en el que no está nada seguro el lector de si conseguirán, como antaño Teseo, emerger sanos y salvos los protagonistas, incluso más sabios o si, por el contrario, se perderán en él condenados a no alcanzar la liberación.
No puede el autor de este prólogo adelantar si los protagonistas llegan a buen puerto o si, por el contrario, no pasan de ser viajeros indefinidos en un entorno cambiante a la busca de respuestas. Si lo hiciera, estropearía la conclusión a los lectores. Con todo, sí puede decir que la lectura es sabrosa, entretenida, rezumante de conocimiento e incluso, en algunas ocasiones, irónica y divertida. Junto a temas más que serios que se colocan ante el lector, no faltan quiebros en la acción que arrancan una sonrisa e incluso, al final, una carcajada. Quizá sea porque esta vida da de sí lo que da de sí y, salvo algunos, son pocos los que pueden afirmar con razón que han descubierto la verdad invitando a otros a adherirse a ella, pero basta ya de introducciones. La lectura los espera y serán ustedes los que emitirán el juicio definitivo e inapelable.
Miami, abril de 2020,
en medio de la crisis del coronavirus.
I.
El tema
Ifigenia Fernández estudia en la Universidad de Córdoba, la más antigua de Argentina y una de las primeras en América Latina. Se enemista con sus padres, quienes desean que aprenda medicina por la tendencia a la ayuda a sus semejantes que en ella observaban. Se gradúa más bien en leyes, destacándose como la primera del curso, pero una de sus primeras frustraciones es al constatar que la abogacía la lleva a la discusión de derechos formales en los tribunales, los estrados y las cortes, por lo que la justicia que en ellos se debate está limitada a si se aplican o no preceptos normativos en las controversias de intereses individuales, en el contexto de las relaciones privadas, incluyendo al Estado como una persona más, o sea, desprovisto de authoritas, pero otras veces apoyado en la última. El planteamiento que deseo formular es el del ser humano en sociedad y, por tanto, en la edificación de ella y su gobierno en aras del bien común. El sujeto que descifrar, pero, en su más absoluta personificación, es el Homo sapiens que hoy somos, trayendo a colación ante sus progenitores y amigos, como para explicarse mejor, la acotación del profesor de la Universidad de Jerusalén, Yuval Noah Harari en Summary sapiens: a brief history of humankind y por quien siente una profunda admiración: «Los ubicados en el nivel más alto tienen poder y privilegios mientras los de abajo son oprimidos y discriminados».
Por cuanto la justicia para ella es alcanzar el bien común y la convivencia armónica de la humanidad, es a ese análisis que ha de incorporarse, pero también a luchar por materializarla.
Estudia Ciencias Sociales, con esa convicción, en la Universidad de Friburgo. Su maestro es el filósofo Martin Heidelberg, con quien establece una bella amistad. Finaliza su PhD en Phenomenology and Existentialism, área de la especialidad del académico, por demás prestigioso y reconocido por su sapiencia, devoción por la filosofía, la investigación y la enseñanza. Nace entre ellos una mutua admiración.
Además, Ifigenia, a pesar de la diferencia en años, se imagina una relación sentimental, aunque oculta y hasta platónica, con el filósofo Jürgen Habermas al apenas conocerlo, lo cual la induce años después a abrazar el movimiento Critical Studies and Pragmatism que aquél promueve. De esa forma, ha de estudiar a Immanuel Kant, a Karl Marx, a Max Weber, a John Rawls y a Herbert Marcuse. Entre otros.
Analiza testarudamente, tanto con Heidelberg como con Habermas, las razones de la crisis de la humanidad. El último, dada la intimidad que entre ellos se ha creado, le propone que viaje a Massachusetts a entrevistarse en la Universidad de Harvard con John Rawls, cuyos libros La teoría de la justicia y el Liberalismo político debería estudiar con el mayor detenimiento. Las conversaciones con el filósofo de Boston reflejan su admiración por la visitante, pensando inclusive en designarla «ayudante de cátedra».
Pero por las inquietudes preocupantes que el académico observa en Ifigenia, la pone más bien en contacto con el Departamento de Psicología de Columbia University, uno de los más viejos y de mayor influencia en los Estados Unidos. Allí manifiesta que se conformaría con ser asistente de investigación. Pero, para sorpresa del propio Rawls, pues está convencido de que su preparación académica la legitima como docente, lo cual, inclusive, consta en el informe de la referida universidad, en el cual se pone de relieve el nivel de inteligencia de Ifigenia, el más alto que se hubiese hecho a lo largo de los últimos cincuenta años, pero ponderándose, también, una docena de ensayos que tiene escritos y que no ha publicado por lo prolijo de los temas analizados, en las áreas de la filosofía, la política, la psicología y la teología. Finalmente, el dominio de varias lenguas, entre ellas, el latín, el alemán, el francés, el hebreo y el italiano. Por supuesto, el español, su lengua materna, pero, asimismo, el inglés y como una británica. «Su aspiración ha de ser mayor», comenta para sí el filósofo.
Las conversaciones, visitas y entrevistas en uno y otro lado convencen a Ifigenia de que está en el primer capítulo del «laberinto» que habrá de ser su vida. Así lo intuye en las relaciones con sus profesores alemanes y americanos y, particularmente, de sus correcciones.
No duda de que en el departamento que visita, académicos, profesores, investigadores y demás especialistas deben tener una apreciación con respecto tanto a ella como en «la debacle de la humanidad» en la cual está empeñada. Por lo que reza a fin de que Dios le permita que aquellos concluyan en la importancia del problema. Se propone apartarse del pesimismo, asumiendo que, ante una probable respuesta negativa, no está dispuesta a desistir.
Sin embargo, la alegría de Ifigenia es descomunal al informársele que seis universidades de prestigio internacional han creado el seminario «The influence of a just society in the humanitarian order», el cual estaría a su cargo, por lo que fortalece el espíritu, sabiendo que será «una embarazosa cruzada». El acuerdo académico se ha suscrito en el despacho de John Rawls, en Harvard.
Asume el rol convencida de que adelantaría sus apreciaciones en un escenario de gente calificada, pero por eso no deja de preocuparle que el dilema consiste en convencer a terceros, pero también a ella misma. En ese mundo íntimo que los humanos consideramos sagrado, le vienen a la mente gratos recuerdos de sus amoríos con Nicanor Zubizarreta, cuando tenía dieciséis años y él, veintiséis. Y que las dificultades, derivadas de su manera de pensar en relación con el mundo y el conflicto del amado, cuyos padres reclamaban encargarse del negocio de comercialización de madera que mantenían. A pesar de que Zubizarreta alegaba ante sus progenitores que no había nacido para eso y que su vocación era convertirse en un intelectual, no hubo manera de que se reconciliara con aquellos, debiendo trasladarse a Barcelona, pues le amenazaron con no proveerle más sustentación. Ambos lloran la despedida en Córdoba, comenzando a partir de entonces un amor epistolar, tan expresivo como real. Al abrazarse Ifigenia expresa, con un sentimiento inocultable, que le amaba y que a lo largo de su vida le encontraría por haber nacido el uno para el otro. «Así será» responde un Nicanor al que le cuesta contener las lágrimas.
No puede predecir, una Ifigenia triste, por alejársele el amor de su vida, cuál de los escenarios le resultaría el más engorroso:
1.La debacle humanitaria
2.El dilema personal, por haberse propuesto describirla y componerla
3.Su separación de Nicanor.
II.
¿Entre libros o más bien se trata de la repetición de lo imaginado?
Ha de comenzar por definir, piensa Ifigenia, lo que debería ser la humanidad, pero, también, lo que realmente es para ella determinante. Piensa que lo diáfano es el acotamiento de evidencias referidas, tanto en lo que respecta a finales del siglo pasado como en lo que va del presente.
Sin temor a las críticas, está convencida y dispuesta a expresarlo, que una humanidad ordenada, pacífica, democrática y sometida a la ley no existe. Contrariamente, la percibimos en el otro extremo, entristeciéndonos, ya que es más bien desordenada, violenta, sin democracia y distante de los pactos constitucionales y de las leyes, circunstancias que alimentan el pesimismo. Se hace, por tanto, imperativo afirmar que, a pesar de los esfuerzos individuales, mancomunados y colectivos, no ha logrado alcanzar, en niveles ni siquiera de una relativa igualdad, el bien común y la justicia social.
Al «contrato social», la metodología ingeniosa de Juan Jacobo Rousseau para avanzar hacia «la sociedad perfecta», superando el «orden natural» sustentado en reglas propias del individualismo casi tribal otrora vigente, está en una fase de la más absoluta revisión y hasta regreso. Una larga lucha se ha librado, con avances y retrocesos, que, en ocasiones, conduce a poner en duda, inclusive, «la racionalidad del ser humano».
La vocación imperial inspirada en el dominio de algunos con respecto a otros, de pleno apogeo en siglos pasados, no deja de constituir una presunta legitimación derivada del dominio con respecto a las tierras conquistadas, estemos claros, de que no ha cesado, no obstante, la vorágine independentista de las colonias, las cuales en su mayor número todavía luchan para convertirse en «repúblicas». Las dificultades pasan por que la meta está vinculada a la difícil ruta de la vigencia del «rule of law» y, particularmente, de su observancia. Y ello no ha sido ni es fácil.
Una gran diferencia pareciera palpable y que pudiera expresarse diciendo que, en la antigüedad, como que se hubiese sido más sincero, pues el invasor se identificaba francamente como tal y a plenitud y sin temores. Así pareciera reconocerlo la historia, al enumerar los cinco imperios más poderosos, en cuanto al legado que dejaron:¹
1.El persa o aqueménida, fundado por Ciro II, El Grande, en el 550 a. C. y llegando a su fin en el 330, cuando Darío III fue vencido por Alejandro Magno, dejó un legado duradero en las civilizaciones del mundo, extendiéndose por Oriente Próximo, el norte de África, Asia Central y gobernando el 44 % de la población del mundo,
2.El romano, uno de los mayores de la historia, conquistando y manteniendo enormes extensiones de territorio, con una cultura sofisticada, urbana y clásica, es una significativa influencia en las generaciones futuras, convirtiendo al cristianismo en una de las religiones más importantes y desarrollando el derecho romano, fuente de sistemas jurídicos, los de gobierno y democracias modernas.
3.El árabe, el del profeta Mahoma, que suele calificarse, también, como el de los musulmanes y cuyo dominio abarcó la península ibérica hasta la India. Constituye un ejemplo del poder de la religión sustentada en la guerra santa en defensa de la fe. De él deriva el álgebra y el islam, con más de 1000 millones de fieles.
4.El mongol, el cual se extendió desde Corea hasta el Danubio, llegando a tener bajo el mando de Gengis Kan 33 millones de kilómetros cuadrados y más de 100 millones de habitantes y, finalmente…
5.El británico, que abarcó unos 33 millones de kilómetros cuadrados, pero, asimismo, una población de cerca de 458 millones de personas, esto es, una cuarta parte de los habitantes del mundo. En su legado suelen mencionarse la tecnología, el comercio y el idioma inglés. Pero, también, de una gran significación las teorías de gobierno, determinantes para los Estados europeos.
Pero no dejemos de lado, anota Ifigenia, que los imperios de las últimas décadas del siglo xx y lo que ha transcurrido del xxi, no se han impuesto a caballos, espadas, escopetas, chopos y los cañones de un solo disparo, hasta que lo volvieran a cargar para golpear al enemigo a doce millas náuticas. Las invasiones son ocasionales, como la de los Estados Unidos a Panamá, en diciembre de 1989, para detener a Manuel Noriega, calificado como «la bestia negra» de la Administración de George Bush, incluyendo el machete que solía exhibir en actos públicos en demostración de su poder omnímodo y cuya aleación viera derretirse en cárceles de Nueva York y Francia, condenado por su involucramiento en el tráfico de drogas, la industria más rentable de la historia reciente y la cual, sin mucha publicidad, se ha perpetuado en el globo terráqueo y sin excepción de lugar o rincón alguno, incluyendo a los países de América Latina y a sus gentes. «Una genialidad diabólica» con la hoja de coca en las montañas de Colombia ha alimentado a la banca y demás entidades de intermediación financiera, «the clearing money», haciendo más ricos a los ricos, pero, también, más pobres a los pobres. Es el sostén de los imperios de ahora, hasta el extremo de que no es arriesgado sostener que no existe actividad humana alguna, sin exceptuar a las políticas, que no se sustente, por lo menos, de manera indirecta, por el negocio de la droga.
América Latina, por cierto, de donde provengo, convulsionada, no deja de ilustrar, en otro contexto igualmente peligroso, a lo largo de la historia, que ha sido estremecida por opciones de gobierno desde finales del siglo xx y en lo que ha transcurrido del presente, particularmente, los cuales han explotado, el reclamo social a las democracias, establecidas a cambio de las dictaduras tradicionales estatuidas, con consenso internacional, en las décadas de los 50, ante el temor de que el comunismo se apropiara del continente. Es para preguntarse, escribe Ifigenia, si esa tendencia democrática latinoamericana ha sido tan funesta, que muchos, comparándolas para mal, parecieran añorar esos gobiernos de los 50, ambivalencia que pareciera haber contribuido a las tipologías de gobierno calificadas con acierto por Osvaldo Hurtado, expresidente de Ecuador, como «las dictaduras del siglo xxi» y a las cuales define:²
1.En una primera:
Hasta que en los albores del nuevo milenio apareció el socialismo del siglo
xxi
, en América Latina los militares fueron los autores de los golpes de Estado con los que, periódicamente, era abolido el orden constitucional, derrocados presidentes elegidos por el pueblo e instauradas dictaduras. Por entonces si no mediaba un pronunciamiento de las fuerzas armadas no era posible que pudiera conformarse un gobierno de facto.
2.En otra fase, la más reciente:
En años recientes, sin que se proclamaran dictaduras y se dieran golpes de Estado de factura militar, es lo que han hecho los mandatarios de los países bolivarianos, a través de la utilización maliciosa de las instituciones democráticas. No depusieron al Presidente [sic] constitucional y accedieron al poder mediante el voto libre de los ciudadanos, pero una vez instalados en el gobierno se las arreglaron para, a través de disimulados y sucesivos mini golpes [sic] de Estado, desconocer el orden jurídico bajo el cual fueron elegidos y conformar un sistema político contrario a los principios