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Voces en el viento
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Libro electrónico94 páginas1 hora

Voces en el viento

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Voces en el viento es una novela suave, tierna y sobre todo muy ligera, que le será de fácil lectura a todo aquel al que le gusten las historias rosas sin rayar en lo cursi y absurdo. Cuenta la desventura de Sam, una chica soñadora que regresa a su pueblo natal sólo para darse cuenta de que sus mejores amigos de la infancia, ya no son para nada com
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
Voces en el viento
Autor

errjson

Jessica Cruz Sasia nació el 14 de enero de 1987, en la ciudad de Puebla. Siempre ha sido una apasionada de las series animadas y desde muy tierna edad fantaseaba con tener su propia revista y compañía para algún día poder desarrollarlas. En la escuela primaria descubrió que le gustaba escribir además de dibujar. Bajo el pseudónimo de Sango Kinomiya, publicó sus primeras historias en fanfiction.net. Enamorada de la cultura japonesa, Jessica decidió estudiar la Licenciatura de Animación y Arte Digital para acercarse más a su sueño. Y aunque no ha creado (aún) esa empresa, ya cuenta con su primera historia plasmada en papel. Jessica, pues, es ahora animadora digital de día y escritora de noche, donde comienza la magia y el sueño de crear personajes y universos llenos de aventura, fantasía, comedia y romance.

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    Primera edición, 2018

    © 2018, Jessica Cruz Sasia.

    © 2018, Par Tres Editores, S.A. de C.V.

    Fray José de la Coruña 243, colonia Quintas del Marqués,

    Código Postal 76047, Santiago de Querétaro, Querétaro.

    www.par-tres.com

    direccioneditorial@par-tres.com

    ISBN de la obra 978-607-9374-89-1

    Diseño de portada

    © 2018, Daniela Baez.

    Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos correspondientes.

    Jessica Cruz Sasia nació el 14 de enero de 1987, en la ciudad de Puebla. Siempre ha sido una apasionada de las series animadas y desde muy tierna edad fantaseaba con tener su propia revista y compañía para algún día poder desarrollarlas. En la escuela primaria descubrió que le gustaba escribir además de dibujar. Bajo el pseudónimo de Sango Kinomiya, publicó sus primeras historias en fanfiction.net.

    Enamorada de la cultura japonesa, Jessica decidió estudiar la Licenciatura de Animación y Arte Digital para acercarse más a su sueño. Y aunque no ha creado (aún) esa empresa, ya cuenta con su primera historia plasmada en papel.

    Jessica, pues, es ahora animadora digital de día y escritora de noche, donde comienza la magia y el sueño de crear personajes y universos llenos de aventura, fantasía, comedia y romance.

    A Arturo y Autora,

    que siempre han estado conmigo en las buenas y en las malas.

    Capítulo I

    Hace unos diez años o más…

    ¡Ah!... El bello sonido de las risas infantiles resuena en todo el parque, robando una sonrisa a todo aquel que pasea por ahí o simplemente va de paso. Esos pequeños ríen a todo pulmón mientras se persiguen, saltan, corren, brincan, imaginan. Todo es felicidad, todo es armonía, todo es amistad.

    Llegó el momento de descansar para aquellos tres compañeritos, el hambre les ha llamado y deciden sentarse a descubrir el desayuno que sus madres han preparado para ellos, y si algo no les gusta, siempre está la opción de compartirlo o intercambiarlo.

    Sándwich de mermelada, leche con chocolate, quesadillas, sándwich de jamón con queso, galletitas, jugos y mini cereales de maíz, era el gran botín de los pequeños.

    Si bien, a dos de ellos les daba igual lo que fuesen a almorzar, Beto, el más pequeño de los tres, no estaba tan gustoso de que su mamá le haya mandado quesadillas, pues, no le gustaba el queso.

    –Eehh… Oigan, amigos –se decidió a hablar–. ¿Alguien quiere mi comida?

    –¿Por qué? ¿Qué tiene? –preguntó la pelirroja, que se disponía a comerse su sándwich de mermelada.

    –Es que mi mamá me puso quesadillas de queso, y ella sabe que me gustan las quesadillas de puros frijoles.

    Samantha y Alan se miraron a los ojos y echaron a reír fuertemente; tanto que empezaron a llorar. El color rojo se apoderó de las mejillas del pelinegro de ojos verdes.

    –No seas babas –sentenció Alan–. ¡Lo que tú dices son tacos de frijol!

    –¡Si! Las quesadillas siempre llevan «queso» –secundó Sam con una sonrisa.

    –¿Eso qué? ¡Las quesadillas pueden no llevar queso si así lo deciden!

    –Entonces no serían quesadillas, Beto. Serían tacos de otra cosa –siguió riendo el pequeño rubio.

    –¡Pues no me importa! No me gustan las quesadillas.

    –Toma, te las cambio por mi sándwich, es de mermelada. De la que te gusta –sonrió Sam e intercambió su comida con el pelinegro; el cual sólo miró a su amiga y de nuevo sus mejillas se tiñeron de rojo. Alan lo observó seriamente mientras se borraba de su rostro aquella sonrisa burlona de segundos atrás.

    Capítulo II

    A pesar de que ha pasado mucho tiempo desde que Sam dejó a sus amigos, Beto y Alan, ella seguía recordando sus tiempos de infancia con mucha ternura y alegría, y, por ello, siempre llevaba una cámara fotográfica consigo para seguir guardando memorias.

    En gran medida por eso, Samantha tomó la decisión de regresar a su natal ciudad: para revivir los buenos momentos, vivir con María su prima, y probar suerte en el trabajo. Sus padres hace meses que se habían ido a viajar por el Mundo dejándola sola, así que se le hizo fácil tomar aquella resolución.

    La pelirroja de largo cabello hizo sus maletas con gran emoción. Imprimió sus boletos de camión y se dirigió a la central de autobuses para emprender su viaje. Esto era maravilloso, una nueva aventura, un nuevo comienzo junto a las personas que tanto atesoraba…

    Y por fin la espera terminó. Sam ya estaba de regreso y bajó con mucho entusiasmo del camión.

    La chica respiró el fresco aire de su bella ciudad; respiró profundo, más profundo… más. Y un ataque de tos se hizo presente de manera estrepitosa. Definitivamente ya no era tan fresco como recordaba, pero ese pequeño primer altercado no le opacaría la alegría y emoción de ver a su prima y a sus amigos.

    Samantha corrió, corrió y corrió como si no hubiera un mañana, con una mochila que llenó con lo que más pudo con sus cosas personales, como ropa, zapatos, cepillos, pijamas y demás cosas que se pudieran ofrecer.

    Decidió desviarse un poco de su ruta para poder pasar rápidamente a la Primaria donde había estudiado. Al llegar a la esquina, se dio cuenta con gran asombro que ahora era un centro comercial; uno muy grande y fancy, por cierto.

    «Ok, ok, todo cambia… nada es eterno…», se repetía para sí misma una y otra vez.

    Caminó de nuevo con actitud renovada, pues pensaba que ahora tendría la oportunidad de descubrir aquella plaza con sus amigos en algún momento de su estadía.

    La chica sacó un pequeño papelito arrugado con un mapa dibujado en él. ¿Por qué no sacar su celular para que le indicara la ruta óptima de cómo llegar? ¡Ah! Pues, porque había una trampa-recompensa en todo esto: si Samantha llegaba sin usar tecnología al restaurante de María, la comida y cena serán gratis durante una semana; si no, a la pelirroja le tocaría hacerle un masaje de pies a su prima. ¿Y el porqué de esta apuesta? Muy sencillo: nuestra querida Sammy era demasiado despistada y no sabía leer mapas ni ubicarse en las calles, por lo que María estaba contando con un masajito esa noche.

    La pelirroja empezó a perder poco a poco la paciencia. La ubicación no era la suyo y María lo sabía; lo sabía bastante bien.

    –¡Mi niña, espera! –se escuchó una voz a las espaldas de

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