La buena gente del campo
()
Información de este libro electrónico
Flannery O'Connor
O'Connor, Flannery. (Savannah, 1925 - Milledgeville, 1964) Escritora estadounidense considerada como una de las mejores cultivadoras del relato en la segunda mitad del siglo xx. En sus textos indaga, desde una perspectiva cristiana, en la miseria espiritual del ser humano y en su rechazo de la salvación eterna. Aquejada desde 1951 de una grave enfermedad en la sangre, que le afectó los huesos de las piernas, y la obligó a andar con muletas, la desdichada escritora pasó los trece últimos años de su vida en la granja familiar de Milledgeville, dedicada a la creación literaria y a la cría de pavos reales. Es considerada una integrante paradigmática de la generación de grandes escritores sureños. De hecho, buena parte de la crítica norteamericana contemporánea ha señalado las concomitancias existentes entre la vida y la obra de Flannery O'Connor y el mismísimo William Faulkner. En 1972 recibió el National Book Award por el conjunto de sus relatos.
Relacionado con La buena gente del campo
Libros electrónicos relacionados
Tiempo de espera. Crónicas de los Cazalet 2 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSapphira y la joven esclava Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Villa Vitoria Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTodos los perros de mi vida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHumo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las Brontë fueron a Woolworths Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa señorita Pym dispone Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas dos señoras Abbott Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Bel Ami Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna jaula en un jardín de verano Calificación: 5 de 5 estrellas5/5W.: una historia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCriados y doncellas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJovencitos con botines Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un alma de Dios Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Bajo la nieve Calificación: 2 de 5 estrellas2/5La hijastra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPadres e hijos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAmy Foster Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl bastardo recalcitrante Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Ana no Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los Burnell: Preludio, En la bahía y La casa de muñecas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDiarios de Grasmere y Alfoxden (1798-1803) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEsa clase de chica Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas cuatro Gracias Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un mundo al alcance de la mano Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMía es la venganza Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLucy Gayheart - Espanol Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La carne del cisne: Serie de Blecker y Cano 3 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCosas que pasan Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDe profundis Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción general para usted
La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El mercader de Venecia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Meditaciones Calificación: 4 de 5 estrellas4/5¿Cómo habla un líder?: Manual de oratoria para persuadir audiencias Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Iliada: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Arsène Lupin. Caballero y ladrón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Crítica de la razón pura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La riqueza de las naciones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Rebelión en la Granja (Traducido) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Ilíada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El libro de los espiritus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5100 cartas suicidas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Reto de valientes: El honor comienza en el hogar Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las 95 tesis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Ilíada y La Odisea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Poemas de amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Vaya vaya, cómo has crecido Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Poesía Completa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La casa encantada y otros cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Una y mil veces que me tropiece contigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La llamada de Cthulhu Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Mañana y tarde Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Sobre la teoría de la relatividad Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos para pensar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Alicia en el País de las Maravillas & A través del espejo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Diario de un seductor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Categorías relacionadas
Comentarios para La buena gente del campo
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
La buena gente del campo - Flannery O'Connor
Flannery O’Connor
La buena gente
del campo
Traducción de
Marcelo Covián
019La buena gente del campo
Aparte de la expresión neutral que tenía cuando estaba sola, la señora Freeman tenía otras dos, una ansiosa y, la otra, contrariada, que usaba en todas sus relaciones humanas. Su expresión ansiosa era firme y fuerte como la lenta marcha de un camión pesado. Sus ojos jamás viraban bruscamente a la derecha o a la izquierda, sino que giraban cuando el piso giraba, como si siguieran una línea amarilla pintada en el centro. Raras veces usaba la otra expresión porque no necesitaba retractarse a menudo de lo que decía, pero cuando lo hacía su rostro se detenía en seco, había un movimiento casi imperceptible en sus negros ojos, durante el cual parecían retroceder, y entonces quien la veía se daba cuenta de que la señora Freeman, aun cuando estaba allí, tan real como los sacos de grano apilados, estaba ausente en espíritu. Intentar comunicarse con ella cuando esto sucedía era algo de lo que la señora Hopewell ya había desistido. Podría hablar hasta morirse. Era imposible conseguir que la señora Freeman admitiera que no tenía razón en algo. Si lograban hacer que hablara, entonces decía algo como: «Bueno, no podría decir que sí ni que no». O dejaba que su mirada se posase en el último estante de la cocina, donde había un montón de botellas polvorientas, y decía: «Ya veo que no ha comío muchos de los higos que puso en conserva el verano pasao».
Se ocupaban de los asuntos de mayor importancia en la cocina durante el desayuno. Todas las mañanas, la señora Hopewell se levantaba a las siete, encendía su calentador de gas y el de Joy. Joy era su hija, una muchacha rubia y recia que tenía una pierna artificial. La señora Hopewell la consideraba una niña, aun cuando ya tenía treinta y dos años, y muy culta. Joy se levantaba cuando su madre estaba comiendo, caminaba pesadamente hacia el lavabo y daba un portazo, y al poco tiempo aparecía la señora Freeman por la puerta trasera. Joy oía a su madre decir: «Entre»; luego conversaban un rato entre susurros y desde el lavabo era imposible distinguir sus voces. Cuando Joy se acercaba, por lo general ya habían terminado con las noticias meteorológicas y hablaban de una de las dos hijas de la señora Freeman, Glynese o Carramae. Joy las llamaba Glycerin y Caramel. Glynese, una pelirroja, tenía dieciocho años y muchos admiradores; Carramae, una rubia, tenía solo quince pero ya estaba casada y embarazada. Su estómago no retenía nada. Todas las mañanas, la señora Freeman contaba a la señora Hopewell las veces que su hija Carramae había vomitado desde su último informe.
A la señora Hopewell le gustaba decir que Glynese y Carramae eran las mejores chicas que conocía, que la señora Freeman era una «dama» y que no le avergonzaba llevarla a cualquier parte o presentarla a cualquiera con quien se encontraran. Luego contaba cómo había llegado a contratar a los Freeman y hasta qué punto eran un regalo del cielo para ella y cómo llevaban cuatro años a su servicio. La razón por la cual hacía tanto tiempo que estaban con ella era porque no eran gentuza. Era buena gente del campo. Había